domingo, 17 de enero de 2016

"LA CHICA DANESA", ¿IDENTIDAD Y FEMINOFILIA?

Kim Pérez

Al ver “La chica danesa” he analizado, por razones naturales, la vida de Lili Elbe, comparándola con mi propia experiencia.

Como supuesto básico para el método de este escrito, he supuesto que la película, más que  una reproducción casi exacta de sus diarios, porque no los tengo y no puedo comprobarlo, sea un relato coherente fundado desde luego en ellos pero convertido quizá libremente en guión, acaso  mediante un esfuerzo de comprensión y de fidelidad en lo fundamental.

Es decir, no hablo de la Lili Elbe real, sino de la versión cinematográfica. La razón de elegir este método es el poderoso efecto que la película está ejerciendo sobre los públicos de 2016. En España, un público general que sólo está empezando a comprender la transexualidad, ha reaccionado, según lo que me llega, pasando de risitas muy convencionales en los primeros momentos a las lágrimas al final, o a un aplauso de parte del público al terminar, o  a un callado respeto de principio a fin.

Entiendo que esta acogida está preparada por el ideario de liberación de la cultura española de los recientes decenios. Se aplaude la voluntad de muchas personas sometidas y marginadas a afirmarse liberándose de la opresión, y se genera una solidaridad con ellas. El tipo  ejemplar de esta actitud es el feminismo y , fundándose en él, el movimiento gaylesbitráns, de facto bajo el lema “Sé como eres”.

Lo que motiva este comentario, con sus limitaciones metodológicas, es cooperar con las personas trans, practicando un análisis pormenorizado de la comprensión que se ofrece, con el fin de que se entiendan mejor a sí mismas.

Al principio del relato cinematográfico, se ve un muchacho de tipo ambiguo, delicado, artista, muy introvertido. Ama profundamente a su esposa y es muy amado por ella; un amor muy comunicado entre ambes.

Su ambigüedad manifiesta una hipoandrogenia, o menor androgenación que la mayoría de los varones, pero no llega a cambiar su base de heterosexualidad o amor hacia la mujer, materializada en su esposa.

Esta ambigüedad debió de ser real en la Lili de verdad, porque su esposa también era artista y le pintó y retrató con ropa de mujer continuamente, aunque, según se dice en la película, mejorando su imagen en el sentido de feminizarla.

Esto nos sitúa en un proceso de origen biológico que lleva a la ambigüedad temperamental, conductual, la de la profesión contemplativa, la clase de la relación con su mujer, que dejaba sitio para una heterosexualidad intensa.

No parece haber una represión de un amor hacia los hombres, que se hubiera manifestado en la falta de definición de su heterosexualidad. Hay sencillamente amor hacia la mujer, deseo hacia la mujer.

Pero no se puede olvidar la ambigüedad de su aspecto físico. No es un hombre duro, es un hombre delicado, y hay que insistir en este dato de su realidad. Si se amaba a sí mismo, amaría esa delicadeza. Sería consciente de ella y querría potenciarla como afirmación del sí mismo.

En otros casos, si no se amara, sería o bien porque su visión del ideal de masculinidad no coincidiera con su realidad, lo que le llevaría a intentar masculinizarse, o bien porque no pudiera amar la masculinidad entera, lo que pudiera llevarle a intentar feminizarse.  En su biografía hay por lo menos un amigo querido de niñez, luego éste no parece ser su caso.

En estas historias en las que también se da un rechazo de la masculinidad propia y ajena, debido por ejemplo a los malos tratos, especialmente a los más severos, es como si faltara un órgano anatómico. Se puede decir con más precisión que es precaria o falta la homoafectividad, el afecto hacia los pares, que suele ser especialmente intenso en la preadolescencia (“los niños con los niños y las niñas con las niñas”)

Esta homoafectividad, cuando existe, crea una especie de barrera que impide que, en la subsiguiente adolescencia,  el deseo y el amor hacia la mujer, vuelto exclusivo de cualquier otro afecto, se convierta en deseo de fusión, de “ser como ella”. Pero la existencia de un afecto hacia un amigo, hace suponer que en Lili existiría homoafectividad masculina y excluye que se haya producido este rechazo de la masculinidad.

Queda que será el amor de sí como ambiguo lo que pueda desenvolverse en adelante en la busca de una imagen de sí más y más feminizante, pero justo por tratarse de lo ambiguo, no parece ser de por sí suficiente para llegar a una transexualidad. Debe haber habido algo más.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 Puede haber habido un “sueño de feminización alterodecidida”,  a veces de feminización forzada, que es uno de los más comunes y más fascinantes entre las personas feminófilas.

En él, quien lo sueña despierto, imagina que se ve llevado por otra persona a una feminización, que se supone que debe humillarlo, pero que se convierte en una forma de placer, y entonces es deseada establemente.

Es visible la lógica de placer de sumisión que aparece en este deseo; este deseo de sumisión entiendo que tiene raíces muy arcaicas, incluso animales, y que puede surgir en seres menos masculinos que otros, o vencidos en la competición intermasculina, como mecanismo de defensa; más profundamente, puede corresponder a una conducta feminizante, con la misma función defensiva.

Este sueño de feminización parece verse en Einar, en la película, cuando su esposa está pintando una bailarina, y le pide que pose con los zapatos y las medias, y luego con el vestido puesto por encima, para ver los efectos de la luz.

Puede ser una alusión a una costumbre ya establecida entre ambas y parece como si estas ocasiones le fueran sacudiendo en su más profundo interior.

Puede  pensarse también en que su esposa experimente una homosexualidad latente y que tienda a feminizar a Einar. O que, más en profundidad, sea expresión de una ira femenina ante los varones que propenda a feminizarlos, y se ciña a un Einar ya ambiguo o algo femenino; pero en este segundo caso no se darían las muestras continuas de ternura que siente hacia él.

He estado pensando hasta ahora en la posibilidad de que la ambigüedad biológica de Einar no haya tenido en él efectos identitarios y se haya extendido en el tiempo gracias a mecanismos no identitarios en principio, como el de sumisión/ supervivencia.

Pero hay alguna breve pincelada muy significativa que parece abrir el paso a otra interpretación; se ponía, de chico, el delantal de su abuela. ¿Se alude a un sentimiento identitario infantil,  que pudiera ser indicio de una conciencia de su hipoandrogenia en términos de transidentidad?

 Ya mayor, cuando se están despertando sus sentimientos de transición, pasa los dedos sobre los vestidos de un guardarropa teatral femenino al que tiene acceso.

¿Es esto feminofilia, es el placer transerótico de una imagen externa de la mujer, vista desde una perspectiva masculina heterosexual, que se simboliza como un revestimiento con su ropa, que es frecuente entre las trans feminófilas ginesexuales, o amantes de las mujeres?

¿O es una alusión a la fantasía de sumisión/ supervivencia?

¿O más allá, el símbolo de una identidad femenina profunda que está recuperando?

Tengo la impresión de que una ambigüedad biológica perceptible, de base hipoandrogénica, como la de Einar, puede dar lugar más o menos pronto a sentimientos identitarios, mientras que cuando la base biológica es mesoandrogénica, más o menos próxima a la media masculina, da lugar a mecanismos de feminofilia, amor o deseo transerótico por la mujer,  cuando no hay homoafectividad o no se puede aceptar la masculinidad, por razones no biológicas sino biográficas.

Sin embargo, por experiencia personal, porque en mí se dan juntas, sé que puede coexistir una ambigüedad que llega al límite de la intersexualidad fenotípica,  generadora de sentimientos identitarios, con una heterosexualidad atenuada, generadora de una feminofilia algo transerótica. Por tanto, no las considero como alternativas, sino como tendencias distintas, pero convergentes en la transexualidad.

En Einar/ Lili me parece que se dan también ambas tendencias.  La ambigüedad, con bastante evidencia, y la feminofilia, por el transerotismo implícito en el “sueño de feminización”.

Cuando ya hay plena conciencia de esta identidad transerótica, se produce  un torbellino de sentimientos.  Esto es signo de la feminofilia, puesto que la transexualidad amante de los hombres suele avanzar más reflexivamente. Y éste es el momento más peligroso de la feminofilia, porque se puede confundir el deseo con la realidad.

No se forma una visión realista de sí, consciente de los límites de la propia feminidad y la propia masculinidad, como creo que sucede entre las trans androsexuales, sino una idealización de la imagen de la propia feminidad, transerotizada; y esto suele ocurrir entre las personas feminófilas.
  
Además, en 1926, cuando empezaba su transición, la cultura europea era binarista: había hombres y mujeres, y si se buscaba vivir como mujer, se debía de ser completamente femenina y completamente amante de los hombres.

Lili participaba de esa visión idealizante de la imagen de la mujer y por eso pensó, en términos binaristas, que debía renunciar al amor de su esposa, digamos que para cumplir su deber como mujer, y cada una seguir su camino; sin embargo, su esposa, libre de binarismo,  no renuncia nunca a su amor, por encima de la sexualidad, tras la primera operación de Lili.

Más aún cuando en la vida de Lili, su esposa puede ver transparentarse la vida y las cualidades, la ambigüedad masculina, de la persona real a quien ama tanto.

Puede querer protegerle, pero esto también es un sentimiento de la madre que hay en el fondo de muchas mujeres, que cubre a su propio esposo en los momentos de debilidad.

También se debe anotar que, hecha la transición social, el cambio de identidad social, todo podía haberse dado por acabado ahí. Era cuestión de tiempo que Lili madurase sus sentimientos ante su genitalidad, que hasta entonces había vivido con naturalidad,  y encontrase la forma de compatibilizarla con su identidad social.

(No hace falta, realistamente, nobinaristamente, que una mujer trans sea “la mujer perfecta”. Es suficiente que sea cuanto mejor pueda ser)

Pero los acontecimientos se precipitaron. Encontraron a un médico , que en 1931, era el único al que conocieron, con una mentalidad abierta hacia el hecho de la transexualidad. Pero entonces nadie conocía las complejidades de la transexualidad, este médico, aislado, podía suponer que todas las personas transexuales necesitarían operarse. Le sugiere las dos operaciones. Hasta entonces, Lili no había mostrado un rechazo especial, consciente, por sus genitales, porque puede mantener una relación frecuente con su mujer. No le era necesario operarse al principio, lo es cuando le parece que tiene que hacerlo para ser mujer.

Es verdad que en la película, sólo se crispa cuando el joven homosexual quiere tocarle, y se niega,  lo que se puede leer como que rechaza los  genitales. Pero los acepta con naturalidad en la relación con su esposa.  O puede ser que la crispación fuera simplemente porque habría sido un contacto sexual con un varón, que no deseaba.

En todo caso, la sugerencia del médico despierta en Lili el torbellino de sus sentimientos, el ansia del cumplimiento inmediato de sus deseos, muy propio de la feminofilia, que es transerótica, y  le lleva a desear una fusión perfecta con la imagen de la Mujer, idealizada, olvidando en ese momento su manera de ser real, matizada y ambigua.





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