viernes, 22 de enero de 2016

TSX-F. ESQUEMA DE CLASIFICACIÓN DE LAS PERSONALIDADES TRANS FEMENINAS


Kim Pérez


(Hipótesis fundamental)

La clasificación de las personas transexuales feminizantes ha sido hecha hasta ahora con un criterio cualitativo, la  orientación (Blanchard), fácil de establecer muchas veces con una sola pregunta, que resulta en la práctica muy útil para entender la conducta de las mayorías y hacer previsiones, aunque da resultados binaristas de ginesexualidad y androsexualidad, que resultan cortos para las minorías. Lamento los calificativos inconsiderados usados por Blanchard y su escuela, porque no afectan a la utilidad de su sistema.
Este estudio pretende afinarlo aplicando un criterio cuantitativo previo, el grado de androgenia prenatal, todavía sólo observable indirectamente por medio de la conducta sexuada; es más complicado, pero permite comprender al menos tres variantes, relevantes en la práctica, que tipifico así: dos de ellas son de origen biológico y una de origen biográfico; las dos primeras se distinguen por una hipoandrogenia conductual más ligera y una hipoandrogenia conductual más intensa; la tercera,  por una mesoandrogenia conductual y un condicionamiento postnatal.
Se llama hipoandrogenia, término biológico todavía poco usado, a los niveles de andrógenos inferiores a los habituales en personas XY que generan una mayor indefinición de los caracteres masculinos y la consiguiente mayor definición de los caracteres femeninos. Este hecho produce conjuntos difusos de sexogénero, puesto que tiene que ver con un “más o menos”. Cuando se establece en la edad prenatal, puede ser la causa de situaciones corporales “más o menos” intermedias entre los parámetros más habituales de feminidad/ masculinidad, a veces en el cerebro, a veces en otros órganos. Cuando se trata de una hipoandrogenia cerebral puede generar conductas sexuadas hipoandrogénicas, referidas al género, y/ o la orientación, y/ o la identidad y/ o la genitalidad.
En la existencia humana, estas variantes de origen biótico se expresan “más o menos” según las experiencias biográficas, que pueden ser tan fuertes, que hay variantes conductuales externamente parecidas cuya génesis es sólo biográfica.
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U. Hartmann, H. Becker y C. Ruefer-Hesse, en 1997, aventuraron que la diferencia de orientación no fuera relevante, y que en cambio lo fuera la diferencia de respuesta narcisista a las cuatro dimensiones que establecía el “Inventario de Narcisismo”, de la Universidad de Hamburgo: “ego amenazado”, “ego narcisista clásico”, “ego idealista” y “ego hipocondriaco”. Aunque me parece que esta idea no es útil ni práctica para determinar la causalidad primaria, lo es para describir  importantes causas secundarias. Lo discuto al pie de este texto.
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Presento en este esquema tres abstracciones, formadas mediante la observación de elementos comunes en distintas personas, sobre una muestra de más de veinte personas, con quienes me une una buena amistad y conocimiento mutuo

(Conjunto I: Andróginas)

=Causas biológicas: Hipoandrogenia conductual moderada, con elementos suaves de ambos sexos. Puede haber alguna ligera intersexualidad fenotípica (hipospadias, gónadas no descendidas, etc) Se puede hallar reacciones defensivas narcisistas por “ego amenazado” y/o por “ego idealizado”. Como la neutralidad es no/masculina, puede haber dificultades con el modelo paterno y mayor afinidad con el materno.
=Identidad personal: Masculina ambigua o andrógina.
=Sentimiento identitario dominante: Desidentificación hacia varones heteros, androfobia (“yo no soy así” o “yo no quiero ser así”), más fuerte que la identificación o afinidad con la mujer.
=Homoafectividad: Hacia varones ambiguos, poco androgénicos.
=Preferencia de ropa: Masculina ambigua.
=Apreciación social externa: Algo femenina o ambigua.
=Test de los Reyes Magos: Juguetes y juegos tranquilos, masculinos pero no competititivos ni físicos, a menudo solitarios.
=Erotismo: Fantasías de autosumisión/ protección, que llevan a una feminización; o fantasía de “feminización forzada”, en la que otra persona induce una feminización que luego se acepta y se hace estable.
=Orientación: Ginesexual difusa, más estética que sexual. A veces, puede intentarse una androsexualidad performativa, no espontánea para confirmar la propia relativa feminidad.
=Sexualidad: Pasiva, de dejar hacer, amante de las caricias.
=Genitalidad: desajuste con la masculina, por extrañeza, inadecuación, androfobia, que lleva a la hormonación desactivadora, a veces suficiente, o a las operaciones (orquidectomía, emasculación, vaginoplastia), compulsivamente sentidas como adecuación, no como mutilación.

Desarrollo: Forman este conjunto quienes son conductualmente muy intersex o andróginos, estando por tanto más o menos lejos de los dos extremos del binario hombre/mujer. Su erotismo hacia la mujer o el varón es poco definido. Como nuestra cultura es binarista, intentan situarse dentro del conjunto mujer, pero encuentran que no pueden entenderse como hombres ni mujeres, lo que les causa incertidumbre y sufrimiento hasta que encuentran la manera de afirmar su naturaleza andrógina.

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(Conjunto II: Feminizantes)

=Causas biológicas: hipoandrogenia conductual intensa. No suele haber intersexualidad fenotípica.
=Identidad personal: femenina o feminizante; identificación con la mujer como constatación realista, reflexiva, no erótica, no compulsiva; se trata de una identidad de género más que de sexo.
=Sentimiento identitario dominante: “Soy femenino” o “soy una mujer” (hay una gradación entre ambas formas de identidad) Suele haber una fase de fuerte autorrepresión, conductas performativas hipermasculinas.
=Homoafectividad: Hacia mujeres; elección de mujeres como modelo de vida.  
=Preferencia de ropa: femenina.
=Apreciación social externa: muy femenina.
=Test de los Reyes Magos: juegos con niñas, con muñecas o cocinitas, etc
=Erotismo: Fantasías con varones.
=Orientación: Androsexual fuerte y definida; tras la pubertad, la orientación suele priorizarse sobre la identidad; el amor por el varón y el cuerpo masculino generan una autoandrofilia; “me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”; alta desistencia (+de un 80% ) de la identidad  femenina de género; son necesarios  estudios sobre “desistencia de la desistencia”.
=Sexualidad: Por ser el carácter feminizante más de género que de sexo, la sexualidad puede ser pasiva, versátil o activa, incluyendo la penetración.
=Genitalidad masculina frecuentemente aceptada sin problemas, porque la identidad infantil es anterior a la conciencia genital; cuando ésta es mayor,  se espera la desaparición de los genitales masculinos, por ejemplo, cayéndose de manera natural, por lo que se puede desear una operación.

 (Nota: Los estudios de la Cátedra de Transexología (fundada por Louis Gooren), de la Universidad Libre de Amsterdam, ya con unos treinta años de experiencia, con voluntad de apoyo a las personas variantes de género, muestran que la persistencia en la voluntad de cambio de sexogénero después de la niñez es sólo de alrededor del 17% (dato comunicado por RMW) lo que deja una fuerte tasa de desistencia en la primera juventud, en torno al 83%. Pero es cierto que cabe pensar en una reinsistencia más tardía,  por lo que deben completarse mediante un seguimiento del seguimiento)

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(Conjunto III: Feminófilas)

=Causas biográficas, no biológicas, porque la conducta de género está dentro de los parámetros masculinos o mesoandrogénicos habituales; puede darse a cualquier edad, incluso desde los tres años, por fascinación por la mujer o por fuerte desidentificación con el varón; si subsiste la identidad masculina, da lugar a una doble identidad, alternante, a un travestimiento periódico; si la identidad masculina falta o es precaria, puede dar lugar a una transexualidad estable
=Identidad personal: la orientación se convierte en identidad, muy deslumbrante.
=Sentimiento identitario dominante: “Quiero ser tú”  o “Quiero ser ella”, sentido muy eróticamente.
=Homoafectividad: Falta o precariedad del compañerismo intermasculino. 
=Preferencia de ropa: la que constituye la imagen femenina,  elegida muy apasionadamente.
=Apreciación social externa: masculina moderada.
=Test de los Reyes Magos: juegos y juguetes sexuados femeninamente, como representación performativa del “quiero ser así”, o sexuados masculinamente de forma espontánea.
=Erotismo: Fantasías con mujeres, deseo de fusión con la imagen de la mujer; centrada en la imagen externa de la mujer en el espejo, pero también en imágenes anatómicas o funcionales  (Blanchard)
=Orientación: Ginesexual intensa y exclusiva. Puede llegar al matrimonio con una mujer, soñado como una relación entre iguales. A veces, puede intentarse una androsexualidad como representación performativa, no fundada en el deseo espontáneo, por realizar la imagen ideal de la mujer.
=Sexualidad: Puede ser pasiva, muy contemplativa; aunque a veces, puede ser activa, posesiva.
=Genitalidad: se puede desear la operación de reasignación genital para ver esa figura deseada en el propio cuerpo, y la experiencia autoerótica puede ser casi extática. Al tratarse de una experiencia de estructura sentimental, persiste incluso después de que baje la libido con una hormonación con antiandrógenos.

Desarrollo: Este conjunto está formado por quienes sienten poco aprecio por la masculinidad, y a la vez un fuerte erotismo hacia la mujer, lo que corresponde a una estructura de la personalidad, consistente en “no quiero ser/ quiero ser”. Estos sentimientos pueden empezar en cualquier edad, desde la primera niñez (tres años) o la edad adulta.
La intensidad de ambos sentimientos puede estar graduada, determinando una feminofilia moderada, periódica, o una feminofilia acentuada, permanente. En la primera se conserva la identidad masculina, en la segunda, por la cultura binarista, se desea olvidarla. Se puede evolucionar de una a otra, según las variaciones de la actitud hacia la masculinidad y de la visión erotizada de la función “yo como mujer”.
Puede llegarse a un erotismo autocentrado, que puede encerrar a la persona feminófila en sí misma, o a un erotismo centrado en la relación real con mujeres reales, genéticas o transexuales. 

(Práctica)

Expuestas las diferencias entre las personalidades trans femeninas, la  expresión de su manera de ser es externamente muy parecida, aunque no idéntica.
Empieza en ellas en la intimidad de la niñez, viviéndola cada cual con naturalidad; pueden tener la suerte de ser observadas, entendidas y ayudadas por ejemplo por su madre y su padre, lo que puede permitirles una evolución segura y libre, o pueden encontrarse desde muy pronto con graves conflictos sociales, que les pueden producir, por orden, sorpresa, silencio, aislamiento, miedo o autorrepresión; cuando se produce ésta, suele generar amnesia selectiva y conductas seudomasculinas.
La diferencia entre la aceptación parental y el vacío o el acoso social está en que con la primera se crece  con la naturalidad que corresponde a la variabilidad de la naturaleza, mientras que con el segundo se dan toda clase de patologías cuya responsabilidad corresponde al contexto social y no a la persona que sufre esas agresiones.
Cuando llega el cambio social, se observa una distensión en todos los casos, que a su vez dará cauce a formas de expresión feminizantes, andróginas o feminófilas, por lo que puede ser gradual (casa y/o escuela), matizado (puede ser con un nombre ambiguo, blusas y vaqueros, cabello largo) y siempre reversible. También en todos los casos es el momento de la transición que requiere mayor esmero, porque es el que supone la socialización.
Una decisión crucial, en las personalidades feminizantes, es la prioridad entre identidad y orientación, que se da a partir de la pubertad. La tranquila y casi rutinaria conciencia de la propia feminidad, y el amor intenso por los varones, pueden crear una situación de amar la figura del varón en la misma persona trans, que se suele expresar como “yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”. Según estudios de la Cátedra de Transexología de la Universidad Libre de Amsterdam, una minoría decide priorizar su identidad y una mayoría la orientación.
En las personas feminófilas, que pueden serlo también desde la extrema niñez, la decisión crucial desde la pubertad depende del grado en que mantengan una identidad masculina, yendo desde una valoración positiva que les permita una impersonación temporal (el nombre de “feminofilia” procede de “femmiphilia”, creado por Charles Virginia Prince) a una falta de valoración que les lleve a una transexualidad estable.
En las personas andróginas o ambiguas, que suelen estar poco definidas en su orientación, siendo a la vez subheteras y subhomosexuales, en la pubertad puede haber un tiempo de confusión,  a no ser que hayan llegado a la noción clara de su androginia o ambigüedad y puedan amarla en sí mismas, y expresarla mediante un nombre ambiguo, etcétera.
En las edades adultas, el cambio integral puede ser imposible (responsabilidades familiares y/o laborales) o posible. En caso de que el cambio integral no sea posible, se puede optar también por soluciones ambiguas, temporales e incluso por la hormonación y/ u operación sin cambio social.
La detención de la pubertad, en su edad, y estas intervenciones médicas, a la vez muy variadas (hoy día se puede distinguir entre distintas medidas  endocrinas, y entre cirugías secundarias, como la facial o la mamoplastia, o primarias, tales como orquidectomía, emasculación o vaginoplastia) se pueden considerar todas optativas, sin necesidad de ajustarse a ningún modelo externo de feminidad, sólo al que la persona trans, gracias a una reflexión madura, descubra como personal.


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