Kim Pérez
(Hipótesis fundamental)
La clasificación de las personas
transexuales feminizantes ha sido hecha hasta ahora con un criterio cualitativo,
la orientación (Blanchard), fácil de
establecer muchas veces con una sola pregunta, que resulta en la práctica muy
útil para entender la conducta de las mayorías y hacer previsiones, aunque da
resultados binaristas de ginesexualidad y androsexualidad, que resultan cortos
para las minorías. Lamento los calificativos inconsiderados usados por
Blanchard y su escuela, porque no afectan a la utilidad de su sistema.
Este estudio pretende afinarlo
aplicando un criterio cuantitativo previo, el grado de androgenia prenatal,
todavía sólo observable indirectamente por medio de la conducta sexuada; es más
complicado, pero permite comprender al menos tres variantes, relevantes en la
práctica, que tipifico así: dos de ellas son de origen biológico y una de
origen biográfico; las dos primeras se distinguen por una hipoandrogenia
conductual más ligera y una hipoandrogenia conductual más intensa; la
tercera, por una mesoandrogenia
conductual y un condicionamiento postnatal.
Se llama hipoandrogenia, término biológico
todavía poco usado, a los niveles de
andrógenos inferiores a los habituales en personas XY que generan una mayor
indefinición de los caracteres masculinos y la consiguiente mayor definición de
los caracteres femeninos. Este hecho produce conjuntos difusos de sexogénero,
puesto que tiene que ver con un “más o menos”. Cuando se establece en la edad
prenatal, puede ser la causa de situaciones corporales “más o menos”
intermedias entre los parámetros más habituales de feminidad/ masculinidad, a
veces en el cerebro, a veces en otros órganos. Cuando se trata de una
hipoandrogenia cerebral puede generar conductas sexuadas hipoandrogénicas,
referidas al género, y/ o la orientación, y/ o la identidad y/ o la genitalidad.
En la existencia humana, estas
variantes de origen biótico se expresan “más o menos” según las experiencias
biográficas, que pueden ser tan fuertes, que hay variantes conductuales
externamente parecidas cuya génesis es sólo biográfica.
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U. Hartmann, H. Becker y C. Ruefer-Hesse,
en 1997, aventuraron que la diferencia de orientación no fuera relevante, y que
en cambio lo fuera la diferencia de respuesta narcisista a las cuatro
dimensiones que establecía el “Inventario de Narcisismo”, de la Universidad de
Hamburgo: “ego amenazado”, “ego narcisista clásico”, “ego idealista” y “ego
hipocondriaco”. Aunque me parece que esta idea no es útil ni práctica para
determinar la causalidad primaria, lo es para describir importantes causas secundarias. Lo discuto al
pie de este texto.
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Presento
en este esquema tres abstracciones, formadas mediante la observación de elementos
comunes en distintas personas, sobre una muestra de más de veinte personas, con
quienes me une una buena amistad y conocimiento mutuo
(Conjunto
I: Andróginas)
=Causas
biológicas: Hipoandrogenia conductual moderada, con elementos suaves de ambos
sexos. Puede haber alguna ligera intersexualidad fenotípica (hipospadias,
gónadas no descendidas, etc) Se puede hallar reacciones defensivas narcisistas
por “ego amenazado” y/o por “ego idealizado”. Como la neutralidad es
no/masculina, puede haber dificultades con el modelo paterno y mayor afinidad
con el materno.
=Identidad
personal: Masculina ambigua o andrógina.
=Sentimiento
identitario dominante: Desidentificación hacia varones heteros, androfobia (“yo
no soy así” o “yo no quiero ser así”), más fuerte que la identificación o
afinidad con la mujer.
=Homoafectividad:
Hacia varones ambiguos, poco androgénicos.
=Preferencia de
ropa: Masculina ambigua.
=Apreciación
social externa: Algo femenina o ambigua.
=Test de los Reyes
Magos: Juguetes y juegos tranquilos, masculinos pero no competititivos ni
físicos, a menudo solitarios.
=Erotismo:
Fantasías de autosumisión/ protección, que llevan a una feminización; o fantasía
de “feminización forzada”, en la que otra persona induce una feminización que luego
se acepta y se hace estable.
=Orientación:
Ginesexual difusa, más estética que sexual. A veces, puede intentarse una androsexualidad
performativa, no espontánea para confirmar la propia relativa feminidad.
=Sexualidad:
Pasiva, de dejar hacer, amante de las caricias.
=Genitalidad:
desajuste con la masculina, por extrañeza, inadecuación, androfobia, que lleva
a la hormonación desactivadora, a veces suficiente, o a las operaciones
(orquidectomía, emasculación, vaginoplastia), compulsivamente sentidas como
adecuación, no como mutilación.
Desarrollo: Forman este conjunto
quienes son conductualmente muy intersex o andróginos, estando por tanto más o
menos lejos de los dos extremos del binario hombre/mujer. Su erotismo hacia la
mujer o el varón es poco definido. Como nuestra cultura es binarista, intentan
situarse dentro del conjunto mujer, pero encuentran que no pueden entenderse
como hombres ni mujeres, lo que les causa incertidumbre y sufrimiento hasta que
encuentran la manera de afirmar su naturaleza andrógina.
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(Conjunto
II: Feminizantes)
=Causas
biológicas: hipoandrogenia conductual intensa. No suele haber intersexualidad
fenotípica.
=Identidad
personal: femenina o feminizante; identificación con la mujer como constatación
realista, reflexiva, no erótica, no compulsiva; se trata de una identidad de
género más que de sexo.
=Sentimiento
identitario dominante: “Soy femenino” o “soy una mujer” (hay una gradación
entre ambas formas de identidad) Suele haber una fase de fuerte autorrepresión,
conductas performativas hipermasculinas.
=Homoafectividad:
Hacia mujeres; elección de mujeres como modelo de vida.
=Preferencia de
ropa: femenina.
=Apreciación
social externa: muy femenina.
=Test de los Reyes
Magos: juegos con niñas, con muñecas o cocinitas, etc
=Erotismo: Fantasías
con varones.
=Orientación: Androsexual
fuerte y definida; tras la pubertad, la orientación suele priorizarse sobre la
identidad; el amor por el varón y el cuerpo masculino generan una
autoandrofilia; “me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”; alta
desistencia (+de un 80% ) de la identidad femenina de género; son necesarios estudios sobre “desistencia de la desistencia”.
=Sexualidad: Por
ser el carácter feminizante más de género que de sexo, la sexualidad puede ser
pasiva, versátil o activa, incluyendo la penetración.
=Genitalidad
masculina frecuentemente aceptada sin problemas, porque la identidad infantil
es anterior a la conciencia genital; cuando ésta es mayor, se espera la desaparición de los genitales
masculinos, por ejemplo, cayéndose de manera natural, por lo que se puede
desear una operación.
(Nota: Los estudios de la Cátedra de Transexología
(fundada por Louis Gooren), de la Universidad Libre de Amsterdam, ya con unos
treinta años de experiencia, con voluntad de apoyo a las personas variantes de
género, muestran que la persistencia en la voluntad de cambio de sexogénero
después de la niñez es sólo de alrededor del 17% (dato comunicado por RMW) lo
que deja una fuerte tasa de desistencia en la primera juventud, en torno al 83%.
Pero es cierto que cabe pensar en una reinsistencia más tardía, por lo que deben completarse mediante un
seguimiento del seguimiento)
= = = =
(Conjunto
III: Feminófilas)
=Causas biográficas,
no biológicas, porque la conducta de género está dentro de los parámetros masculinos
o mesoandrogénicos habituales; puede darse a cualquier edad, incluso desde los
tres años, por fascinación por la mujer o por fuerte desidentificación con el
varón; si subsiste la identidad masculina, da lugar a una doble identidad,
alternante, a un travestimiento periódico; si la identidad masculina falta o es
precaria, puede dar lugar a una transexualidad estable
=Identidad
personal: la orientación se convierte en identidad, muy deslumbrante.
=Sentimiento
identitario dominante: “Quiero ser tú” o
“Quiero ser ella”, sentido muy eróticamente.
=Homoafectividad:
Falta o precariedad del compañerismo intermasculino.
=Preferencia de
ropa: la que constituye la imagen femenina,
elegida muy apasionadamente.
=Apreciación
social externa: masculina moderada.
=Test de los Reyes
Magos: juegos y juguetes sexuados femeninamente, como representación performativa
del “quiero ser así”, o sexuados masculinamente de forma espontánea.
=Erotismo: Fantasías
con mujeres, deseo de fusión con la imagen de la mujer; centrada en la imagen
externa de la mujer en el espejo, pero también en imágenes anatómicas o
funcionales (Blanchard)
=Orientación:
Ginesexual intensa y exclusiva. Puede llegar al matrimonio con una mujer, soñado
como una relación entre iguales. A veces, puede intentarse una androsexualidad
como representación performativa, no fundada en el deseo espontáneo, por
realizar la imagen ideal de la mujer.
=Sexualidad: Puede
ser pasiva, muy contemplativa; aunque a veces, puede ser activa, posesiva.
=Genitalidad: se
puede desear la operación de reasignación genital para ver esa figura deseada
en el propio cuerpo, y la experiencia autoerótica puede ser casi extática. Al
tratarse de una experiencia de estructura sentimental, persiste incluso después
de que baje la libido con una hormonación con antiandrógenos.
Desarrollo: Este
conjunto está formado por quienes sienten poco aprecio por la masculinidad, y a
la vez un fuerte erotismo hacia la mujer, lo que corresponde a una estructura
de la personalidad, consistente en “no quiero ser/ quiero ser”. Estos
sentimientos pueden empezar en cualquier edad, desde la primera niñez (tres
años) o la edad adulta.
La intensidad de
ambos sentimientos puede estar graduada, determinando una feminofilia moderada,
periódica, o una feminofilia acentuada, permanente. En la primera se conserva
la identidad masculina, en la segunda, por la cultura binarista, se desea
olvidarla. Se puede evolucionar de una a otra, según las variaciones de la
actitud hacia la masculinidad y de la visión erotizada de la función “yo como
mujer”.
Puede llegarse a
un erotismo autocentrado, que puede encerrar a la persona feminófila en sí
misma, o a un erotismo centrado en la relación real con mujeres reales,
genéticas o transexuales.
(Práctica)
(Práctica)
Expuestas
las diferencias entre las personalidades trans femeninas, la expresión de su manera de ser es externamente
muy parecida, aunque no idéntica.
Empieza en ellas en la intimidad de la niñez, viviéndola cada cual con naturalidad; pueden tener la suerte de ser observadas, entendidas y ayudadas por ejemplo por su madre y su padre, lo que puede permitirles una evolución segura y libre, o pueden encontrarse desde muy pronto con graves conflictos sociales, que les pueden producir, por orden, sorpresa, silencio, aislamiento, miedo o autorrepresión; cuando se produce ésta, suele generar amnesia selectiva y conductas seudomasculinas.
Empieza en ellas en la intimidad de la niñez, viviéndola cada cual con naturalidad; pueden tener la suerte de ser observadas, entendidas y ayudadas por ejemplo por su madre y su padre, lo que puede permitirles una evolución segura y libre, o pueden encontrarse desde muy pronto con graves conflictos sociales, que les pueden producir, por orden, sorpresa, silencio, aislamiento, miedo o autorrepresión; cuando se produce ésta, suele generar amnesia selectiva y conductas seudomasculinas.
La
diferencia entre la aceptación parental y el vacío o el acoso social está en
que con la primera se crece con la naturalidad
que corresponde a la variabilidad de la naturaleza, mientras que con el segundo
se dan toda clase de patologías cuya responsabilidad corresponde al contexto
social y no a la persona que sufre esas agresiones.
Cuando
llega el cambio social, se observa una distensión en todos los casos, que a su
vez dará cauce a formas de expresión feminizantes, andróginas o feminófilas,
por lo que puede ser gradual (casa y/o escuela), matizado (puede ser con un
nombre ambiguo, blusas y vaqueros, cabello largo) y siempre reversible. También
en todos los casos es el momento de la transición que requiere mayor esmero,
porque es el que supone la socialización.
Una
decisión crucial, en las personalidades feminizantes, es la prioridad entre
identidad y orientación, que se da a partir de la pubertad. La tranquila y casi
rutinaria conciencia de la propia feminidad, y el amor intenso por los varones,
pueden crear una situación de amar la figura del varón en la misma persona
trans, que se suele expresar como “yo me siento mujer, pero no necesito vivir
como mujer”. Según estudios de la Cátedra de Transexología de la Universidad
Libre de Amsterdam, una minoría decide priorizar su identidad y una mayoría la
orientación.
En las
personas feminófilas, que pueden serlo también desde la extrema niñez, la
decisión crucial desde la pubertad depende del grado en que mantengan una
identidad masculina, yendo desde una valoración positiva que les permita una
impersonación temporal (el nombre de “feminofilia” procede de “femmiphilia”,
creado por Charles Virginia Prince) a una falta de valoración que les lleve a
una transexualidad estable.
En las
personas andróginas o ambiguas, que suelen estar poco definidas en su
orientación, siendo a la vez subheteras y subhomosexuales, en la pubertad puede
haber un tiempo de confusión, a no ser
que hayan llegado a la noción clara de su androginia o ambigüedad y puedan amarla
en sí mismas, y expresarla mediante un nombre ambiguo, etcétera.
En las
edades adultas, el cambio integral puede ser imposible (responsabilidades
familiares y/o laborales) o posible. En caso de que el cambio integral no sea
posible, se puede optar también por soluciones ambiguas, temporales e incluso
por la hormonación y/ u operación sin cambio social.
La
detención de la pubertad, en su edad, y estas intervenciones médicas, a la vez
muy variadas (hoy día se puede distinguir entre distintas medidas endocrinas, y entre cirugías secundarias,
como la facial o la mamoplastia, o primarias, tales como orquidectomía,
emasculación o vaginoplastia) se pueden considerar todas optativas, sin
necesidad de ajustarse a ningún modelo externo de feminidad, sólo al que la
persona trans, gracias a una reflexión madura, descubra como personal.
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