sábado, 26 de octubre de 2013

EXPRESIÓN EN MENORES VARIANTES DE GÉNERO



Kim Pérez

Actualizado 27.II.2014


 “Tendrás todo mi apoyo para hacer el camino que tú veas que debes hacer en tu vida, porque tú lo sabrás mejor que nadie. Tú vas a hacer las experiencias que necesites para encontrarlo. En algunas puedes acertar y en otras equivocarte, y eso es lo natural, cuando se hace una experiencia, que puede salir que sí como que no. Me vas a tener siempre a mi lado para preguntarme, y también tendrás que oírme cuando yo te diga algo que sea necesario porque tú no lo sepas. Te abriré siempre todas las puertas, tanto las masculinas como las femeninas o las ambiguas, para que tú elijas. Apartaré de ti los obstáculos que esté a mi alcance quitarte.  Educarte será prepararte para que tú tomes la mejor decisión”.

Es preciso dejar que se expresen los menores variantes de género, primero verbalmente, luego con hechos. Es preciso también aprender a oírlos. Saber oírlos consiste en dejarles hablar, sin interrumpirlos ni contradecirlos, dejarles la confianza de saber que van a tener ocasión y tiempo de decirlo todo, de desahogarse, en una palabra, y si lo necesitan, de experimentar con su género.

Entonces, con este criterio experimental, siendo muy consciente y haciendo muy  consciente al menor de que está haciendo una experiencia,  éste podrá experimentar todo cuanto necesite, porque la niñez, la adolescencia, la juventud son edades en las que el ser humano necesita sobre todo experimentar, como forma de definir su vida.

No hay una decisión todavía en cada paso, hay un ponerse a prueba. Puede ansiarse, por parte de la madre o el padre, menos incertidumbre, pero no son sus sentimientos lo que cuentan, sino los del menor.

Así, es experimental el cambio de ropa; el de género; el de nombre. Para todo eso hay que contar con el sistema escolar. Hoy, todavía, hay que explicarlo todo a todos. Dentro de unos años, no habrá que explicar nada, estará perfectamente entendido por todos.

Puede también experimentarse una ayuda médica. Bloqueadores de la pubertad en los primeros años, que son recursos puramente experimentales y reversibles en cuanto se deje de tomarlos. Conforme el o la menor va avanzando en edad y experiencia, puede empezar a probarse con fármacos cruzados, primero reversiblemente, luego irreversiblemente, con el acuerdo de madre y padre y oyendo siempre al o la menor.

En toda experimentación hay que enfrentarse con la incertidumbre. El resultado puede ser uno u otro, a veces sorprendentemente.

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Mantengo que no se puede hablar de menores transexuales ni homosexuales, dada la extrema plasticidad de esa edad, en la que algunas actitudes parecen ir madurando con el tiempo. Por tanto, hablaré de menores variantes de género, para no predeterminar el futuro.

Y por la misma razón, no les llamaré todavía masculinos ni femeninas, aunque parezca evidente que lo son, sino masculinizantes y feminizantes.

Hablando de orientación, tampoco hablaré de heterosexuales u homosexuales, para evitar las complicaciones que surgen al preguntarse si hablamos del género de origen o el de destino, sino que, más concretamente, hablaré de orientación ginesexual (que ama a las mujeres), androsexual (que ama a los hombres), personasexual (que ama a las personas, sea del sexo que sean), o asexual (cuyo amor no es sexual)

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CAUSAS DE LA TRANSEXUALIDAD

Puede haber causas biológicas, que consisten en las diferencias que puede haber en la androgenación del nuevo ser durante su gestación. Si un ser XY recibe menos andrógenos que la media masculina, o el ser XX recibe más andrógenos que la media femenina, habrá una desmasculinización mayor o menor, en el primer caso, o una masculinización mayor o menor en el segundo.  En la condición XY incluyo otras realidades cromosómicas, como XYY, y en la XX, otras como X0, para simplificar la realidad, que es muy compleja.

Ambas condiciones se verán después en la conducta de género, espontánea, instintiva, y en la orientación, androsexual en XY o ginesexual en XX, y darán lugar a una identidad o concepto de sí, femenino en XY o masculino en XX.

También puede haber causas biográficas, no biológicas, que se ven incluso en la mayoría de las  personas XY, que no parecen ser biológicamente femeninas, pero son transexuales porque no pueden identificarsae con los varones, por lo que llegan a una identidad feminizante.

 Es también útil, aunque requiere mayor trabajo de comprensión, la visión de Jacques Lacan, que se integra en la psicología profunda o psicoanálisis, aunque no es necesario aceptar todo el sistema psicoanalítico para aceptarla. Yo la transformo a mi manera. Partiendo de que todas las personas necesitamos sentirnos en una Unidad que nos dé el Ser y el Poder, se puede decir que la mayoría de las personas XY priorizan el Poder (lo que les da un interés por la dominancia y liderazgo, los motores, los juegos de guerra, etc), mientras que la mayoría de las personas XX priorizan el Ser (lo que les da un interés por su propia imagen y su proyección personal)

Según esta teorización, las personas XY transexuales femeninas seguirían un modelo femenino, priorizando su Ser, mientras que las personas XX transexuales masculinas seguirían un modelo masculino, priorizando su Poder.

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LA VARIEDAD NO-BINARIA DE LAS HISTORIAS PERSONALES DE VARIACIÓN DE GÉNERO

Lo que estamos pensando acerca de menores variantes de género requiere claras distinciones.  

La identidad es el concepto/sentimiento sobre sí que forma libremente cada persona, considerando su realidad corporal, sus afinidades, sus deseos, sus aspiraciones; es un “soy” + un “quiero”; puede haber por tanto un “soy” + un “no quiero”, realidad más juicio negativo sobre la realidad; se podría hablar de identidad/contraidentidad.

El estudio de Natacha Kennedy, de 2012, sobre 121 personas adultas (aunque sólo 11 FtM), muestra que los hechos trans suelen empezar desde la niñez. Sus tomas de conciencia se dieron  en una persona desde el primer año de vida, unas siete  veces más desde los tres, y veinte veces más a los cinco, edad que constituye la moda estadística; desde ahí descienden en una curva cóncava, con algunos altibajos, hasta los quince años, con frecuencia de una persona,  igual a la de un año; la media de edad se encontró en los casi ocho años; sólo tres personas empezaron a tomar conciencia desde más de dieciocho años.

A partir de este principio de análisis, es fácil distinguir enseguida algunas variantes de la experiencia trans, tales como las de identidades definidas personalmente como de hombre o mujer. e identidades indefinidas, como la de trans o la de persona ambigua, las de orientaciones androsexuales, ginesexuales, personasexuales o asexuales, las de propósitos operatorios o no operatorios…

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Expongo, más detalladamente, la variedad transexual, a través de cuatro esquemas simplificados, que en la realidad sería preciso completar con historias más o menos intermedias. Me resultan más conocidad las experiencias transexuales feminizantes, por lo que las detallaré mucho más que las masculinizantes, en la espera de recibir más información:

ESQUEMA

=Variantes de género XX masculinizantes, muy hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización del poder, ginesexuales.
Muestran desde su niñez una conducta de género muy masculina,  una identidad masculina muy temprana (“soy un niño”), prefieren en su niñez los juegos combativos, de equipo, y la compañía de los niños varones;  se sienten espontáneamente atraídos por las mujeres, con matices protectores, muy masculinos, por ejemplo en la forma del arquetipo de Tarzán y Jane.

DETALLES

La hormonación con andrógenos aumenta mucho su libido, acometividad y dominancia, obligándoles muchas veces a aprender a controlar racionalmente estas tendencias. El recurso a la cirugía es más frecuente para  conseguir la mastectomía, que es muy a menudo su primera urgencia, y la histerectomía, por razones prácticas, quedando la metaidoioplastia, o desarrollo del tubérculo genital, y la faloplastia, por sus todavía medianos resultados, a la espera de una mejora de las técnicas. 

Suelen formar parejas muy estables, incluso intertrans, en las que ejercen un papel dominante.

Catherine Millot ha creído ver en ellos una tendencia aparente a pasar inadvertidos y entenderse como “hombres grises”, encarnaciones del varón medio. Puede ser que esta tendencia provenga en realidad de la percepción del poder masculino como requiriendo ser indiscutible; su voluntad de poder les llevaría a evitar discusiones en las que pudieran encontrarse en una situación desventajosa. Sin embargo, la evidencia de que algunos trans masculinos no eluden el primer plano, muestra que esta tendencia es sólo cultural.

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ESQUEMA

=Variantes de género XX masculinizantes, algo hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización del poder,  androsexuales.  
Puede haber una admiración absorbente por los varones, que lleva a querer ser como ellos, a estar con ellos, en su dimensión de líderes o capitanes, y él a su lado, como un compañero,  audaz, compañero de audacias.
Desean hormonarse, formar barba, cambiar la voz, para ser reconocidos como varones sociales.
Su vida sexual resulta complicada, pero no imposible, precisamente con estos compañeros, heteros, pero ansiosos de sexo, que pueden valorar su aspecto masculino, dominable como masculino, y sus genitales femeninos.
Pueden entenderse a sí mismos como gays, pero encontrarán difícil relacionarse con ellos por la frecuente identidad fálica de éstos, en la que se hallan en desventaja.

DETALLES

Esta experiencia masculina no es del todo simétrica con su equivalente femenina, porque los trans androsexuales son una minoría dentro de los trans masculinos, en su mayoría ginesexuales, mientras que las trans ginesexuales son una mayoría entre las trans femeninas, de quienes las androsexuales están en minoría.

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ESQUEMA

=Variantes de género XY feminizantes, muy hipoandrogenizadas, que siguen un modelo femenino que prioriza el ser femenina, androsexuales.
“Soy una niña”, desde su primera niñez. Viven la feminidad desde dentro, sin pasión y con realismo. Pueden estar (o no), dentro del continuo dominancia/sumisión, en una situación más cercana a la sumisión. Puede haber (o no) un fuerte deseo de imitación de las funciones de la madre, incluso la maternidad, compatible con una tendencia a la rivalidad y la impaciencia.
 Su orientación es androsexual, muy intensa, con naturalidad. Piensan en los varones a menudo como en “el otro sexo”, muy diferentes, y hasta enigmáticos.
Su visible feminidad hace que sean acosadas desde el medio escolar. Con frecuencia, desde la niñez, según avanza su socialización, intentan corregir su naturaleza y su identidad, esforzándose en ser más viriles, incluso hipermasculinizándose; los impulsos de la pubertad, muy androsexuales, les ponen en el dilema práctico de cuál es su prioridad,  su identidad o su orientación.
Si el sentimiento de su identidad es prioritario, pueden llegar a una reasignación de género, mediante la simple hormonación cruzada o a una reasignación genital, mediante una cirugía decidida de manera reflexiva, no compulsiva.
Si es la orientación del deseo lo que se prioriza, incluso por razones prácticas, pueden intentar entenderse como homosexuales, aunque los elementos identitarios gravitan en su mente, como deseos de remodelación de su cuerpo o prácticas transvestistas.

DETALLES

Siguen un modelo femenino (ser),  que desde su niñez se traduce en  una conducta de género muy femenina y muy natural, a la que puede acompañar o una identidad femenina muy temprana (“soy una niña”), o una identidad neutra, o incluso una identidad masculina, algo desvaída, desde los dos-tres años.

Puede darse o bien la aceptación de los genitales, como no significativos (porque no afectan a su sentido de la identidad), o bien su negación, si les parecen significativos, porque quieren tener una vulva, e incluso esperan que con el tiempo se caigan.

Juegan sobre todo con niñas, a juegos apacibles, no combativos, frecuentemente con muñecas, de manera femenina, a peinarlas y vestirlas; no juegan mucho con niños; su feminidad es a menudo confirmada por el acoso escolar de género; su valoración de la ropa femenina está correlacionada reflexivamente con su identidad (“si soy niña, tengo que vestir así”); si su identidad es masculina, todas estas afinidades son expresiones de su naturaleza sin mayor reflexión sobre su significado (“soy así”)

Tienen una identidad femenina tan profunda, que si optan por una seudoidentidad masculina como soporte de su androsexualidad, no dejan de observar cierto distanciamiento respecto a ella, que puede llegar hasta un placer transvestista paradójico al llevar ropas masculinas, que ha sido llamado homovestismo.

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ESQUEMA

=Variantes de género XY feminizantes, algo hipoandrogenizadas, con falta o debilidad de la identificación de poder con los varones, ginesexuales.
Entonces, se da una fascinación o identificación extrema con la feminidad, apasionada. “Quiero ser mujer”. Puede ser muy temprana, con tres o cuatro años: “vi a una niña de mi edad y decidí que quería ser como ella”. Puede haber una adoración por la madre, admirándola, imitando sus gestos, sus palabras. La relación con el padre puede ser normal, pero menos absorbente. Parece una experiencia estética, en la que la orientación se convierte en identidad. Lo más parecido, fuera de la sexualidad, es la experiencia de Klimt: “Soy color… soy pintor”. 
En las personas XY heterosexuales, la identidad masculina, el amor de sí como varón, constituye una barrera que impide que la fascinación por la mujer pueda ser tan absoluta.  En estas personas XY transexuales esta barrera no existe y por tanto se da este amor absoluto, que a la vez depara una identidad.
  
DETALLES
                                           
La falta de identidad masculina se puede representar como el equivalente en lo mental a la ausencia de cualquier órgano anatómico necesario para configurar la masculinidad;  sería entonces también una intersexualidad neurocentral.

Sin embargo, por partir de una suficiente androgenia conductual, estas personas pueden integrarse con los varones en juegos de acción, de equipo y de combate, sintiendo interés por el juego pero no la afinidad de género con los compañeros; esto les permite no sufrir acoso escolar de género, porque cumplen con los estándares aparentes de masculinidad.

La absorción sin límites en la mujer significa que todas las cosas relacionadas con ella le parecen maravillosas y le deparan identidad. La ropa femenina no es una simple necesidad, sino un resplandor. Lo mismo que los juguetes de niña, vistos como encantadores, los únicos que se desea contemplar. El interés por la ropa, seguida con atención, puede llevar a descubrir sus mil matices, toda su expresividad.

Puede haber una verdadera adoración por la belleza de la madre, incondicional, más que un deseo intenso de imitar sus acciones, como se da en la otra forma de transexualidad. Y puede buscarse la compañía de las niñas por disfrutar de su presencia, más que por los intereses compartidos.

La intensidad de la identificación puede producir un deseo de fusión con la imagen de la mujer en el espejo; el verse como mujer suscita una contemplación tranquilizadora, y una necesidad de reflejarse en espejos, escaparates, fotografías, incluso en la sombra,  que es común también en la mujer, pero resulta particularmente frecuente. Puede parecer un narcisismo, una obsesión de la persona por sí misma, pero es un sentimiento más parecido al “yo soy tú”, del amor perfecto.

El espejo se convierte en el hogar natural de la persona feminizante, allí donde se ve como se quiere ver, y las fotografías son los equivalentes del espejo, más objetivables, que se pueden guardar, analizar, compartir y recordar; pero como esta pasión no exime de la soledad, puede llevar a un deseo de la mujer como compañera, que es relativamente fácil de conseguir y de conservar, superando la soledad.

(Es preciso explicar siempre lo que se siente, excluyendo el “esto son chiquilladas, me caso y se me acaban, no tengo ni que contarlo”,  y por parte de la pareja, excluyendo también el “conmigo se le pasará”; dos aspiraciones que no son realistas, porque es una realidad estructural, estable)

La feminidad como aspiración puede suscitar un alejamiento paterno, o la exclusión y acoso por parte de los compañeros varones; esto puede generar en estas personas también una reacción muy femenina: la necesidad de ser querida y valorada, el deseo de ser bella para ser aceptada.

Puede darse también (o no) una repulsa de los propios genitales, como en las historias anteriores, para materializar mejor la propia imagen como mujer. Tanto en la hormonación como en la operación no importa el descenso de la líbido, o la relativa escasez de los orgasmos, porque se trata de una cuestión de identidad, que es siempre prioritaria.

La hormonación/operación puede colmar su necesidad identitaria, pese al descenso de su libido (Anne Lawrence); lo puedo constatar en la historia de una amiga, operada, que sigue ansiando la felicidad en la compañía de una mujer, aunque su ideal es permanecer junto a ella, sólo tomada de las manos; pero otras veces, cuando se desea sobre todo llegar a la plenitud de la fusión mediante un orgasmo, se puede constatar que es menos fácil que antes, y lamentar profundamente haberse operado. 

Ray Blanchard, a quien se debe una útil distinción entre transexuales androsexuales y ginesexuales, que he seguido, llamó a esta manera de ser “autoginefilia”, palabra que no es adecuada, al insistir en “autós”, el sí propio, y considerándola como una parafilia; por eso me parece más adecuado hablar de ginesexualidad, que es una condición común a XY heteros y a XX lesbianas, y que además, permite dar por errónea la interpretación de la  condición transexual como parafilia.

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Estadísticamente, en mi grupo de amigas y conocidas más cercanas, en España, formado por 31 mujeres trans (4 de ellas extranjeras), 15 son androsexuales y 16 ginesexuales, casi mitad y mitad, a diferencia de los estudios anglosajones, que dan una gran mayoría a las ginesexuales. De las primeras, 10 son operatorias,  dos tercios, y de las segundas, 5, sólo un tercio. Con estos datos, ya empiezan a vislumbrarse por lo menos frecuencias y actitudes ante la operación.

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En una novela, de la que desgraciadamente no guardo en la memoria el título ni el nombre del autor, italiano, se manifiesta una parte de este sentimiento de una  manera muy bella. Un adolescente está enamorado de su prima. En un carnaval, buscando un disfraz, sube al cuarto de ella, busca en su armario, y encuentra uno de sus vestidos. Se lo pone y se mira en el espejo y en ese instante ve en él la imagen de su prima, pues se le parece mucho.

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Se trata por tanto de personalidades cercanas, pero distintas de las que actualmente se llaman feminófilas y antes transvestistas, que afirman su identidad masculina hetera y no piensan desde luego en hormonarse ni operarse, recurriendo sólo a técnicas cosméticas, de resultados a veces espectaculares pero voluntariamente efímeros, como figuras de arena en la playa.

La diferencia entre feminofilia y transexualidad ginesexual está en la presencia, en el primer conjunto de una suficiente identidad masculina o afinidad con los semejantes, en este caso los varones,  que forma una barrera identitaria que impide justo el deseo de fusión con la mujer; y en el segundo conjunto,  de un  vacío más o menos intenso de identidad masculina; tal barrera faltaría, la masculinidad no sería valorada, llegándose incluso a la androfobia.  

Son muy diferentes las perspectivas de feminofilia y transexualidad ginesexual; para la primera, las derivadas de una masculinidad hetera, que si realizara una operación de genitales se sentiría mutilada; la segunda pudiendo ver la operación de genitales como fusión deseada con la Imagen de la Mujer. Si en una persona concreta fuere difícil distinguir una de otra, sería necesario ser muy prudente en cuanto al paso quirúrgico, porque no se llegará más que efímeramente al éxtasis esperado.

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CERTEZAS Y DUDAS

En cuanto a la certeza de ser, o querer ser, o no ser, o no querer ser, la mayor duda puede darse cuando se observa que la orientación discrepa de la identidad, en un esquema binario. Se supone, dentro de este esquema, que si yo soy mujer tienen que atraerme los varones y si soy varón tienen que atraerme las mujeres. Pero si salimos de ese esquema y entramos en el terreno de lo no-binario constatamos que este esquema no es válido siquiera para los varones y mujeres por asignación, que pueden ser gays o lesbianas, y mucho menos para trans, cuya estructura afectiva es mucho más compleja.

Socialmente resulta más fácil explicarse a sí mismo como gay o lesbiana, pero yo prefiero decir, con mayor precisión, hombre XX androsexual o mujer XY ginesexual, porque las estructuras de los sentimientos son diferentes.

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Para menores XY variantes androsexuales y XX variantes ginesexuales puede no haber apenas dudas en el subperíodo de su niñez, sobre su identidad. Son tan femeninas o masculinos que para sí mismas o mismos o para sus familias o compañeros de colegio es evidente lo que sienten.
 
Sin embargo, la llegada a la pubertad suele producir dudas acerca de si es prioritaria  su orientación, y vivirán como gays (“yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”), o su identidad, viviendo como trans femeninas. Factores de esta duda pueden ser la conciencia de mayores dificultades para el amor de los hombres como trans que como gay, o la de las mayores complicaciones que se encuentran en la vida de trans.

Esta duda sólo se puede resolver mediante la práctica. Puede dar lugar a muchos aparentes desistimientos, como explico en el siguiente apartado, o fases de negación de la transexualidad, que me parece que irán, en su mayoría, seguidos por una negación de la negación, o retorno a la primera identidad.

Para la inmensa mayoría actual, que no hemos transitado en nuestra niñez, la duda está en cuándo salimos del armario. La respuesta empírica que puedo dar es la que dio un querido amigo a sus propias dudas sobre el armario homosexual: cuando la necesidad de salir te hace decir un “¡basta ya!”

Esta decisión es la única que puede poner audacia junto a la necesaria prudencia.  

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La hormonación también puede crear muchas dudas. Pero se pueden resolver si se la ve como un ensayo general, pero que durante mucho tiempo es reversible. Las dudas pueden darse en cuanto a la subsistencia de la libido y los orgasmos, que efectivamente disminuyen aunque no hasta cero. Experimentar con la hormonación supone la experiencia personal sobre si se acepta esta evolución de la sexualidad o se para o se modula (según técnicas selectivas sobre el tipo de hormonación que ya se emplean)

La hormonación debe hacerse siempre bajo supervisión médica. Es inútil y contraproducente la automedicación, sobre todo en grandes dosis, cuando el exceso de hormonas no es asimilado por el cuerpo, como el exceso de azúcar queda sin disolver en el té o el café; pero este exceso puede fatigar excesivamente al hígado. Por otra parte, el equilibrio endocrinológico de cada persona es sutil: una amiga desarrolló, en medio de su transición, un exceso de prolactina, una hiperprolactinemia, que tengo entendido que puede llegar a ser mortal; su médico interrumpió de momento la hormonación, corrigió la hiperprolactinemia, y siguió adelante.

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Las decisiones sobre la cirugía de genitales son las que deben meditarse más. Hablo de ella aquí, en la medida en que hay menores que la desean, aunque creo que, en general, deberían esperar hasta comprobar su necesidad.

Puede hacerse un experimento mental: Supongamos que puedo operarme, pero me ponen la condición de que tengo que irme después a vivir en una isla desierta el resto de mi vida. ¿Lo haría?

La respuesta “sí” indica que la primera motivación es completamente personal, de que “lo haría sobre todo por mí”, fuera de cualquier consideración social. Esto permite despejar dudas, pues se puede comprobar que la voluntad de operación es firme, entendida como una adecuación a los propios sentimientos, no como una mutilación.

La respuesta “no” en cambio aconseja no operarse, puesto que las consideraciones sociales pueden ser fluctuantes y, en cambio, se emprendería un cambio corporal no deseado por sí mismo, que podría  sentirse en el futuro como una mutilación.

La respuesta “sí” la dan también las personas que, no pudiendo permitirse el cambio de género por cualquier circunstancia social (hijos en la adolescencia, responsabilidades económicas, etcétera), emprenden sin embargo la operación, que será por tanto conocida sólo por ellas mismas, y entendida como el mínimo suficiente. Yo misma hubiera emprendido esta operación de no poder cambiar de género, como temía, y hubiera significado una profunda alegría para mí, muy equilibradora; esa circunstancia  permite comprobar además que para las personas que sentimos así, el cambio de genitales es mucho más importante que el cambio de género.

Equivale también a estas cuestiones otra, que corresponde a las dudas reales de muchas personas trans (aunque la realidad es más suave) : ¿Estarías dispuesta a operarte si supieras que perderías todas las posibilidades de orgasmo; o si supieras que ibas a perder la libido absolutamente?

La respuesta “sí” indicaría que la voluntad de ablación genital prepondera incluso sobre el deseo. Insiste en la idea de que, cuando se siente, esta voluntad está por encima de cualquier otra consideración, incluso sobre la propia vida, con frecuencia arriesgada mediante la mutilación (yijras de la India)

Cuando se insiste en las dudas sobre este punto, me parece que se está expresando una voluntad presionada socialmente y que no la desea por sí misma, personalmente. Que voluntad personal, sea cual sea, es lo más importante en las transiciones trans. Es la que puede permitir sentir que se está haciendo lo que se desea y la que puede dar esa sensación de paz y bienestar que produce la experiencia trans. Es estrictamente no-binaria, como toda la transexualidad es no-binaria, está fuera del Código de Género que manda que sólo se puede ser hombre o mujer por asignación externa, no por decisión interna.


PREDICTIBILIDAD DE LAS FASES DE NEGACIÓN Y DE LAS DE NEGACIÓN DE LA NEGACIÓN EN MENORES VARIANTES DE GÉNERO

En menores feminizantes androsexuales son frecuentes los desistimientos en la pubertad, para experimentar la homosexualidad.

En estas personas, pese a ser muy femeninas,  con una conciencia de feminidad notable hasta los once o doce años, no perturbada por ninguna inquietud,  al llegar a la pubertad, se encuentran con que su amor más o menos difuso por los varones se convierte en deseo, a la vez que se les hacen visibles las dificultades que pueden encontrar si, como muchachas trans, son rechazadas por muchos heteros y muchos homos.

Entonces pueden poner en una balanza lo uno y lo otro, y poner el deseo por delante de la identidad. El planteamiento de la fase de negación puede ser incluso  “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”, que he oído a un muchacho de apariencia masculina, gay.  Puede que también intente conseguir una hipermasculinización. Pero siempre subsistirá como nostalgia el paraíso en que vivió como mujer, y puede dejar más adelante la fase de negación y volver a su identidad primaria.

Mientras este momento llega, muchas personas XY feminizantes androsexuales vivirán muy cerca del intento de definirse como homosexuales, sintiendo incluso un placer libidinal al vivir como esos varones que no son ellas mismas y a quienes aman y desean, un travestimiento aparente u homeovestismo formal como varones.

El convencimiento de que muchos de los desistimientos son sólo temporales, anejos al proceso de experimentación, y que son seguidos más adelante por retornos a la identidad primera,  me lleva a sustituir el concepto de desistimiento por el de fase de negación, que puede ser definitiva o ir seguida por una fase de negación de la negación.

Tomo este nombre de la filosofía dialéctica, puesto que la persona trans dialoga de continuo consigo: a una fase de afirmación del sexogénero sentido (tesis) le puede (o no) suceder una fase de negación del mismo (antítesis), a la que puede (o no) seguir una fase de negación de la negación (síntesis), que permite la entrada en una expresión nueva y personal.

La fase de negación, para menores adolescentes, también puede entenderse como una necesidad de exploración de la realidad, no sólo la del sexogénero reasignado sino la del sexogénero asignado o quizá la de la negación de todo sexogénero.

Una vez producida, puede durar meses, años y aun decenios. Puede hacerse cierto balance de las preferencias, poniendo por ejemplo las posibilidades para encontrar compañía de sexogénero, por delante de cualquier cuestión identitaria. Es obvio que debe ser respetada la decisión de cualquier adolescente que desee explorar la realidad.

Pero  también puede (o no) ser seguida por una fase de negación de la negación, de retorno a la primera expresión de deseo de cambio de sexogénero o de búsqueda de una expresión no practicada, la de su masculinidad o feminidad de asignación.

En este sentido hay que decir que los estudios de seguimiento se han solido detener en la primera fase de negación, entendiéndola erróneamente como desistimiento. Hipotetizo que quizá por eso sea  baja, en las muestras de población estudiadas, algo menos de un  tercio, la persistencia en las actitudes anteriores, y alta, alrededor de dos tercios, la apariencia de desistimiento. A medida que se sigan realizando más estudios de seguimiento que lleguen más lejos, y puedan incluir las negaciones de la negación, entonces supongo que descenderá el número de los negadores.

En menores variantes XY feminizantes, ginesexuales, que llegan a una fusión con la Imagen de la mujer, puede ser que esta fusión sea fluctuante en intensidad.  Estas fluctuaciones entre el deseo de fusión y la atonía, toman la forma de fases cortas de afirmación y fases de negación, en las que se puede llegar a la purgación o arrepentimiento e intento de olvidarse de todo. Se llega a un vaivén continuo entre ambas fases, que hace muy probables los desistimientos y los retornos tras los desistimientos. Para evitar estos vaivenes sería mejor seguir un modelo no-binario de vida, que insista en la conciencia de ambigüedad personal.

Para tratar de los menores XX que pueden definirse como trans masculinos, tengo que advertir que mi condición de persona XY trans femenina me ha permitido tener sólo unas percepciones externas que me dejan llegar a reflexiones más generales, menos detalladas. Espero que este estudio se vea completado por otro procedente de trans masculinos, los únicos que pueden hablar de sí mismos y no necesitan preguntar a otros (como me sucede por ser trans femenina como  más en general, a otros profesionales y teóricos que sean cisexuales)

Los menores variantes XX masculinos ginesexuales pueden tener experiencias no exentas de orgullo por su integración natural entre los varones androgénicos, a los que con frecuencia superan en decisión, temperamento activo, deportes de equipo, etcétera. Al llegar la pubertad, pueden encontrar con facilidad a mujeres adolescentes heteras que se sienten atraídas por ellos, y a quienes desean proteger (fantasía de Tarzán y Jane) 

Esta experiencia de expresión de los propios sentimientos y profunda adecuación a la realidad puede ser tan grata y satisfactoria que no parece probable una fase de negación.

Los menores XX trans masculinos androsexuales o personasexuales, pueden encontrar en su expresión de sexogénero las muchas alegrías correspondientes a la perfecta evolución de sus caracteres masculinos secundarios, como en el caso anterior y a su perfecta inserción social. 



miércoles, 9 de octubre de 2013

Teoría de la Sexuación

TEORÍA DE LA SEXUACIÓN

Kim Pérez

Estoy deslumbrada por la visión pitagórica de la Realidad (“Todo es Número”), que lleva luego a  ver cómo las Matemáticas (la Lógica, las Relaciones), inmutables, son el Modelo de la Materia, mutable (“la materia es lo que cambia” – Mario Bunge)

Lo vemos en cómo la Materia se agrupa por la gravedad en un centro, agregándose en una forma que se parece a una esfera (los astros), pero que nunca llega a esa forma perfecta, matemática, quedándose en un esferoide.

Esto se parece a la distinción de Platón entre Idea inmutable o perfecta y Materia mutable o imperfecta, pero tendente a lo perfecto (idealismo) Y también a la de Aristóteles entre Forma y Materia, pero entendiendo por Forma algo que se parece al Proyecto de un Mecánico o un Ingeniero o Maestro de Obras o un Arquitecto o un Piloto que traza un  rumbo,  y  por Materia lo físico, lo que pesa, el material siempre variable que se trans-forma y se ajusta más o menos al Proyecto, realidad mental, no material, ni siquiera un Plano.

La Teoría, el Proyecto, escinde en el Número Dos la sexuación, y la materia viva sexuada intenta acercarse a ese Proyecto, no siendo dual, sino continua (el continuum de la sexuación), no siendo binaria, sino nobinaria, lo mismo que la superficie de los astros no es una pura esfera, sino esferoidal, y la belleza de los montes y las llanuras se ve siempre transformada por las elevaciones y las erosiones; o las erupciones de gas ardiente acaban por trazar una hermosa curva y volver a la superficie de las estrellas, tendiendo de nuevo a la forma esférica.

Materia y Forma las encontramos en la distinción entre a) la Masculinidad y la Feminidad teóricas, proyectadas para realizar un intercambio de  genes entre los seres vivos, una obra de ingeniería biológica, y b) la Materia viva, que se acomoda en parte a ellas, que la aprovecha además para estimular para la sociabilidad, la convivencia, el placer mutuo entre humanos, bonobos, lobos, tórtolas, etc  (pero no en otras especies)

Esta Materia viva en un principio no estaba sexuada, por lo que la realidad material es siempre un continuo, en el que no hay seres masculinos puros ni seres femeninos puros, sino seres que se masculinizan gradualmente o que se estabilizan en la feminidad primordial y general.


La Teoría es el Proyecto, abstracto, siempre igual, perfecto pero no vital, un Teorema, la Práctica es lo vital, lo singular, lo individual, lo concreto, lo real. Lo más o menos masculino, lo más o menos femenino, lo más o menos intermedio, lo más penetrante, lo más penetrable, lo más activo, lo más pasivo, lo más fecundador, lo más fecundable.

La Teoría es el Plan General, invisible pero pensable, la Práctica es la Materia, visible pero no pensable, sino perceptible, emocionante, como una Música concreta que suena asociada con ella.

Esta dualidad sexuada del estado vivo de la Materia parece una versión más compleja de la dualidad polar del estado físico, electromagnético, de la Materia, con su sistema de atracciones y repulsiones que se invierten en las distancias muy cortas, todo ello presidido  por la Unidad de los opuestos.