domingo, 28 de junio de 2015

NIÑES FEMINIZANTES

Kim Pérez 

Actualizado, 23 de agosto de 2015

Esquema. Conducta muy femenina, perceptible por todos, desde sus primeros años, de origen biológico (hipoandrogenia conductual intensa)
=Son niñes muy femenines, en gestos, entonación de la voz, preferencias de ropa, amigas, juegos…
=En la edad escolar, acoso intenso, que puede llevar a una fase de represión o autorrepresión que puede llevar a la amnesia o a una aparente masculinización.
=Suelen tener una orientación definida hacia los varones, por lo que, desde la pubertad, pueden priorizar realistamente o su identidad o su orientación, como aparentes gays: (“me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”.
=No suelen tener que operarse, porque su identidad suele formarse antes que su conciencia genital, aunque también pueden haber esperado en su niñez que los genitales se cayeran de manera natural.

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(Propósito de este estudio)

Planteo este estudio como formando un par lógico con el relativo al análisis de mi intersexuación. Soy muy consciente de que, junto a mi ambigüedad más o menos bivalente, existe una feminidad definida en personas XY.

El hecho de escribir estos dos estudios parte entonces de la constatación de que hay por lo menos dos maneras básicas de ser transexual feminizante:  una, parte de una naturaleza conductual ambigua o intersexual; la otra, de una naturaleza conductual definidamente feminizante.

El esquema biográfico de ambas suele ser diferente:
=en la primera, intersex, suele haber una afirmación progresiva de la propia intersexualidad; pero es preciso superar un estado de confusión debido a que nuestra cultura es binarista, cuenta sólo con los conceptos duales de mujer/ hombre, femenina/ masculino, heterosexual/ homosexual, y no tiene en cuenta que existen realidades terceras, ni ofrece ni valora sus referencias.  
=en la segunda, feminizante, suele haber una afirmación infantil de la propia feminidad, seguida hasta ahora por una represión/autorrepresión que lleva a la negación, o desde ahora, por una ayuda familiar muy útil para la expresión, y que a partir de la pubertad requiere la valoración personal del propio futuro: o asumiendo que “me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”`, o asumiendo que “me siento mujer y necesito vivir como mujer”.

Es decir, parto de una primera distinción basada en la naturaleza ambigua o feminizante de las personas trans. Esto es una innovación, nacida a su vez de la propia experiencia transexual, frente a la distinción realizada hace años por Ray Blanchard, que diferenciaba a las personas transexuales por su orientación sexual, distinción seguida por la transexual Anne Lawrence, pero que ha resultado insuficiente como explicación  para muchas personas transexuales.

En esta segunda forma de transexualidad feminizante definida, empleo formas verbales ambiguas,  (persona XY, menor XY feminizante, incluso la innovación sintáctica de un tercer género en -e), aunque muchas veces podría decir simplemente niña XY,  porque su naturaleza es sutil y es preciso  por tanto tener una gran paciencia y un respeto profundo ante sus decisiones, porque su identidad adulta se formará después de la pubertad, cuando su feminidad se entenderá o bien como básica y central, requiriéndose la reasigación de sexogénero, o bien como relativamente marginal, dando lugar a formas de vida ambiguas o queer o incluso identidades sociales masculinas.

Aunque los fundamentos cerebrales menos o más androgénicos de la conducta se establecen en la fase prenatal, hemos de tener en cuenta que la pubertad supone un flujo repentino de andrógenos sobre el cerebro que puede modificar la conducta hasta cierto punto; por ejemplo, se puede pasar de una conducta tímida a otra más impulsiva, o de una indefinición de la orientación, a una definición mucho más clara,

Esta secuencia temporal entre niñez femenina y pubertad impredecible debe ser tenida muy en cuenta al saber cómo se debe tratar a una menor XY feminizante. Va unida a la distinción entre tratamientos reversibles e irreversibles adoptada por The Endocrine Society, de Estados Unidos, y seguida por la Sociedad Endocrinológica Europea.

Voy a razonar en este estudio una importante corrección que propongo, sobre este principio, a las propias recomendaciones de The Endocrine Society. Esta asociación recomienda que los bloqueadores de la pubertad puedan ser usados desde el primer signo de la misma (por lo que entiendo, incluso perceptible sólo analíticamente), con la intención de que el fenotipo y la voz del niñe feminizante no se masculinicen y pueda insertarse socialmente como mujer con toda naturalidad.

Pero, por lo que he dicho, los bloqueadores de la pubertad impiden por definición la experiencia de la pubertad masculina y por tanto la de la libre elección de la criatura entre sus posibilidades de una identidad social femenina o una identidad social masculina.

O libre elección, arrostrando la masculinización de la voz, estatura, etc, o plena inserción en la sociedad, parecen una antinomia irresoluble. Pero creo que hay un margen para evitar una dicotomía tan drástica, porque propongo que los endocrinólogos que hagan el seguimiento de estes niñes usen la ventana que puede existir entre el primer signo analítico y el primer signo de maduración fenotípica, por ejemplo en la voz, aproximadamente un año o dos, para permitirles la experiencia de una pubertad masculina, y decidir por sí mismas si la aceptan o no.

(Cómo son les niñes feminizantes)

Es útil señalar la manera de ser, para comprender la previsible evolución de las menores XY feminizantes, que son muy distintes de lo que yo he vivido como niño muy intermedio, masculino ambiguo o intersexual.

Quiero subrayar que hubiera querido que mi experiencia hubiera sido la misma que la de elles, que me parece más hermosa y más sencilla, pero a lo largo de los años he comprendido que no son iguales, pues lo que para mí ha sido un “quiero ser”, para ellas es un “soy”.

Para mí, el sentimiento básico ha sido de nebulosidad, en la que poco a poco, desde los diez años, fui definiéndome, sintiendo que hubiera sido más feliz naciendo niña, pero a la vez afirmándome como masculino en parte.

Para elles, la consciencia de ser muy femeninas o, dando un paso más, de ser en realidad niñas, ha sido tan precoz, a menudo desde los tres o cuatro años, que ha sufrido la sorpresa de la oposición social o familiar, unida al miedo, y al deseo de ocultar la propia naturaleza, disimulándola o masculinizándose.

La autorrepresión es a menudo la regla, que se puede romper precisamente en la pubertad, no sin grandes dificultades, gracias a la fuerza de la naturaleza,  en forma de querer entenderse como gay,  sin que este entendimiento funcione a la larga.

El sentimiento de ser una niña puede ser a veces tan natural y profundo, y a la vez, mirando a la sociedad, tan doloroso, que hay quien ha pedido a Dios no ya amanecer siendo niña, sino sentirse niño con la misma naturalidad, y no ha podido.

Han preferido jugar a juegos de niñas, con juguetes de niñas y sobre todo con niñas, aunque hayan elegido también algunos juguetes de niños, pero se encuentran más en su medio entre niñas.

Cuando se trata de entender la propia infancia suelo proponer el “test de los Reyes Magos”, es decir, el recuerdo de los juguetes y los juegos preferidos, y su significado como proyecciones del futuro.

Son frecuentes las muñecas de peinar y vestir, los juegos como princesa o sirenita ¿como ser ambiguo?, aunque entre las niñas XX se dé a veces un juego sumario con ellas (dejándolas acostadas todo el día y echándoles colonia, por ejermplo) o tirándolas directamente al patio.

(Y Ken Corbett, en 1999, llamó la atención sobre otros contenidos de los juegos con muñecas, que clasificó como buscando admiración o como defensivos; yo también he pensado que pueden ser entendidas como personajes de juegos no sexuados, o como compañeras de aventuras

Muchas veces, también, las madres y los padres tienen conciencia de la feminidad de estas criaturas antes que ellas mismas, que sin embargo despiertan ante el acoso escolar.  También puede ser que una hermana mayor las tome bajo su tutela, ante este acoso.

Es también frecuente la imitación de la imagen de su madre. Se diferencia de la fascinación propia de menores ambiguos de orientación ginéfila (Edipo) en que, en menores feminizantes, de orientación andrófila, esta imitación sea sobre todo la del arreglo de su madre, proyectando en las transformaciones de su apariencia las mismas que sueñan ver en sí mismas.

En cuanto a la admiración por la ropa femenina, creo que también tiene una enorme fuerza de autoproyección, por cuanto la menor XY femenina ve en ella su futuro anhelado.

(¿Por qué?)

¿Por qué surgen en personas XY estas cualidades femeninas?

Está ya bien establecida la causa biológica, desde las investigaciones de Swaab y Zhou en torno al área cerebral llamada BSTc. La línea de investigación que prueba que los cerebros de los trans masculinos son análogos a los masculinos y los de las trans femeninas intermedios entre los femeninos y los masculinos, está dando abundantes resultados con Antonio Guillamón (2011 y 2012), estudiando los escáneres cerebrales de  24 hombres trans y 18 mujeres trans, total 42,  antes de la hormonación, con quienes usa técnicas de escaneo y comparación con otros 29 hombres y 23 mujeres, total 52 personas no transexuales.

Estas diferencias cerebrales se pueden reflejar en los gestos, los gustos, las preferencias, las afinidades, que distinguen a las mujeres de los hombres; esta conducta puede ser muy definida (masculina o femenina) o ambigua.

En los humanos, el órgano fundamental de la sexualidad es el cerebro, dado que somos seres conscientes, conocedores de nosotros mismos y del medio en el que vivimos, que entendemos nuestros sentimientos y tenemos la voluntad de vivir lo mejor que podamos, de modo que nuestro cerebro es más importante que cualquier otro órgano genital.

Sin embargo, las estructuras cerebrales preparan diversas respuestas conductuales, pero no las aseguran, pues ello depende también de las historias personales y los condicionantes culturales de cada sociedad. Es decir, en cuanto a las formas concretas en las que cada persona XY pueda vivir su feminidad biológica, ésta es condicionante, pero no determinante, influye pero no obliga.

En sociedades más represivas se recurrirá más a expresarse con fórmulas de ambigüedad o`de afeminamiento más o menos sutilmente explícito, que tienda a transmitir la realidad de que “yo me siento mujer”; en sociedades más libres, se tenderá más a expresarse con fórmulas  transexuales.

En consecuencia, en cada persona, en cada sociedad, la conducta de género puede ser más o menos lineal o cruzada con la apariencia corporal; también la identidad de género, el sentimiento de ser mentalmente hombre, mujer o intersex, puede expresarse más o menos plenamente, o más o menos convencionalmente, admitiendo concesiones.

 (Autorrepresión)

Voy a plantear aquí algo que todavía es mayoritario y que ojalá deje de serlo. Es una constante que he observado directamente en estas criaturas, la tendencia a una intensa autorrepresión desde una edad muy temprana, los cinco o los seis años.

El mecanismo es muy simple: la toma de consciencia de la represión ambiental produce la autorrepresión.

Al llegar a la edad de la razón, la menor XY femenina se da cuenta con sorpresa de que sus tendencias naturales, tan espontáneas, son reprendidas en familia o reprochadas y burladas en la calle. Enseguida, su propia docilidad, su propia feminidad, le invita a intentar adaptarse a la norma de la masculinidad.

Puede aprender que andar con “pies de Teresa” (las puntas hacia dentro) es considerado femenino, y esforzarse en poner las puntas hacia fuera. Puede comprender que su voz es demasiado aguda o delicada en sus entonaciones, e intentar hablar de una manera más enérgica. Puede simular que el fútbol le interesa y fijarse en las conversaciones de los muchachillos para incorporarse a ellas.

Todo ello es un teatro, una representación, que le exige un esfuerzo de aprendizaje, pero puede hacerlo con más facilidad para la escena o menos. En el primer caso, puede hacer de su aparente masculinidad una segunda naturaleza.

Puede llegar, incluso, a intentar hipermasculinizarse. Una de las mayores dificultades con que se encuentran estas personas al crecer es que su aspecto o sus hechos son tan hipermasculinos que resulta trabajoso encontrar la personalidad femenina que se encuentra disimulada por ellos.

La autorrepresión, a edades tempranas, cuando es muy profunda, suele producir amnesia de todo lo que se intenta reprimir, por lo que se dificulta que la persona XY  femenina se comprenda a sí misma. Puede carecer de la consciencia de su experiencia como hecho constante a lo largo de su vida. “No me acuerdo”, puede ser la respuesta a las preguntas por su niñez. Incluso es posible que se sienta un malestar constante sin saber por qué. Lo reprimido quiere ser expresado, pero la represión bloquea su comprensión, cualquier toma de consciencia. Los seres humanos necesitamos expresarnos; se puede entender lo que significan muchos años de consciencia de lo que se quiere decir estando obligado a callar; pero esto es un paso más: no es fácil figurarse no saber siquiera lo que se quiere decir.

Puede ser que la autorrepresión sea lo que explique que los primeros estudios de seguimiento de estas menores XY feminizantes hayan dado que la mayoría hayan evolucionado en sentido homosexual, una minoría en sentido heterosexual y una minoría extrema en sentido transexual.

Cabe deducir que, a medida que la represión  ha ido distendiendo sus manos, los estudios de seguimiento actuales den una proporción mayor de salidas transexuales, aunque, por las razones que voy a explicar, estas evoluciones, aun en circunstancias de libertad, no lleguen a serlo todas.

(Pubertad)

Puedo hablar de experiencias directas, pues mantengo amistad, relación, correspondencia, con personas jóvenes XY consideradas femeninas en su niñez, que hoy por hoy viven o bien como varones o bien como mujeres, después de procesos internos sin intervención de terapia alguna.

El punto crucial de su evolución está en su pubertad, en el momento en que la orientación pasa a primer lugar en la consciencia.

Todas esas personas que conozco, menos una, tienen una orientación andrófila, de deseo y amor hacia los varones, que mayoritariamente acompaña a quienes son y se sienten femeninas desde la primera niñez; sólo una de mis amigas en ese caso es ginéfila.

Entre las personas andrófilas, es frecuente una decisión por una identidad social gay. Sus matices se expresan en esa frase que quise entender cuando la oí a un muchacho de apariencia muy masculina: “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”.

Supongo que quería decir que se sentía mujer sobre todo en el sexo, en la relación con los hombres, pero que eso era tan importante y crucial, que no necesitaba vivir socialmente como una mujer.

Recuerdo aquí que para las personas transexuales ginéfilas o para los heteros feminófilos es muy principal la imagen de la mujer, aureolada por resonacias afectivas y eróticas, pero que para estas personas XY femeninas no lo es, pues toda su afectividad y erotismo están puestos en los varones.

Por eso, a partir de la pubertad, estas personas XY femenina   s pueden elegir entre priorizar su identidad o su orientación.

Entre las primeras, hay personas que han conseguido vivir con completa coherencia identitaria desde sus primeros años. Se puede decir que siempre se han sentido mujeres, inequívocamente mujeres, y que después han llegado a vivir como mujeres con toda naturalidad.

Tengo que señalar que sólo se les presenta una decisión: operarse o no operarse. Este segundo paso se explica porque a menudo, su identidad femenina se ha formado tan temprano, que es fundamentalmente de género, porque no había consciencia alguna de genitalidad. Cuando, ya adultas, se les pregunta si se operarían, pueden decir: “Es que para mí no es necesario”.

Pero ahora voy a hablar de quienes pueden tomar consciencia de que una vida afectiva y sexual como transexual encuentra más dificultades prácticas que una vida como homosexual. Estas dificultades pueden provenir de personas típicas heteras, que no las vean suficientemente femeninas, y de personas típicas homosexuales, que no las vean definidamente masculinas; se solventa de hecho cuando la posible pareja es a su vez atípica en orientación.

Pero puede ser que ante las dificultades estadísticas para encontrar a estas pareja, decidan dejar a un lado sus posibilidades de identidad social femenina, para vivir con mayor plenitud su orientación, incluso adoptando la identidad social de hombre femenino y homosexual.

Es cierto que la identidad personal femenina sufra con este arreglo. Incluso personas bien adoptadas a esta expresión social pueden sentir que todo su ser no se expresa suficientemente aceptando una identidad social masculina, aunque sea atenuada, y prefieren definirse como  queer o intersex.

En la aceptación parcial de esa identidad social masculina, pueden intervenir consideraciones aparentemente menores, como puede ser que deseen disfrutar de la libertad de la vida masculina, sin las frecuentes sujeciones de la vida femenina, incluso la casi obligación de un arreglo, sentido como fastidioso. O que sientan hasta un placer travestista en el hecho de usar las ropas masculinas, que ven como sexualizadas, cargadas de erotismo. O que les cansen las largas explicaciones que hay que dar sobre la experiencia transexual, comparadas con la evidencia de la homosexualidad.

Puede ser que también se encuentre la facilidad de ser aceptado como un chico muy femenino pero de aspecto masculino, lo que lo hace muy atractivo para muchas sensibilidades homosexuales y se puede administrar socialmente sin dificultad alguna.

Hallado este camino, sé que puede ser que sientan incluso miedo al descubrir la intensidad de su feminidad (después por ejemplo de una fase de fuerte represión), temiendo “tener” que emprender una evolución transexual cuando se encuentran bien en una identidad social homosexual.

En conjunto, todo esto explica por qué las personas XY femeninas pueden preferir, sin renunciar a su feminidad una identidad social masculina; recuérdese: “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer.”

Es posible que les angustie el verse tratadas por sus parejas simplemente como varones, pero si consiguen verse tratadas como varones femeninos, valorada su feminidad, objeto de deseo y de placer, para ellas puede ser suficiente.

Aunque debe recordarse que no es suficiente para aquellas personas XY femeninas que necesitan vivir su identidad femenina socialmente.

Pero en general, esto nos lleva a lo que quería decir al principio de este texto: que para las menores XY feminizantes hay abiertos dos caminos, el de la homosexualidad y el de la transexualidad, y que sólo cada persona puede elegir el que desea seguir.


Es conveniente, si así se desea, vivir durante la niñez y la preadolescencia la experiencia de la transexualidad; pero hay que admitir que, después de la pubertad, ambas experiencias pueden quedar abiertas. Por eso, para que pueda elegir por sí misma, hay que situar los bloqueadores de la pubertad más allá del primer signo sólo analítico de la pubertad, aprovechando la ventana temporal que queda hasta el primer signo perceptible en el cuerpo, para que la persona pueda conocer por sí misma la experiencia de la pubertad y decidir con conocimiento de causa.