martes, 24 de mayo de 2011

Sujeto y objeto en los conjuntos difusos de sexogénero




UNO. SUJETO Y OBJETO

La estructura fundamental humana es la de sujeto-objeto. El sujeto es quien ve, el objeto es lo que ve.

El sujeto es sólo yo, el objeto es todo el resto. El objeto es cuanto me rodea, mi medio, mi familia, mis amigos, mi cuerpo, los hechos de mi vida...

El sujeto llega a ser así algo sin adjetivos. No soy ni de aquí ni de allí, ni de éstos ni de aquéllos, ni guapo ni feo, ni hombre ni mujer, ni desgraciado ni feliz...

Sólo miro y veo, con asombro, dónde estoy. Lo juzgo, siento determinadas sensaciones y sentimientos... La unión entre mí y el resto, para que no estemos completamente separados, la hacen mis sensaciones, mis sentimientos y mis juicios, que se dan en mi propia intimidad.

Cuando mis sensaciones, mis sentimientos y mis juicios son favorables, forman mi identidad.

Mi intimidad, y una parte de ella, mi identidad, son inaccesibles al resto de las personas. Nadie puede ver en mi interior, directamente, nadie puede saber lo que hay, sino por lo que yo le diga. De hecho, ni yo puedo decirlo todo. Muchas veces, me faltan las palabras para describir lo que yo veo nítidamente. Estoy confinado en mi intimidad, de la que la identidad es una parte. Sólo yo entiendo mi identidad.

Esto que llamo yo es tan grandioso, que se contrapone al resto del Universo. Aunque parezca asombroso, la Realidad se divide en dos: yo, en mi pequeñez objetiva, en la brevedad de mi existencia, y el resto del Espacio-Tiempo. Yo soy distinto de todo. Yo me veo por dentro; al resto lo veo por fuera. Yo me siento en mí; al resto lo siento desde mí.

Esta desproporción es tan inmensa, que quizá no sea real. Acaso yo tengo conciencia sólo de una parte de mi ser, acaso yo soy sólo un destello de un sujeto proporcionado a las dimensiones de lo que existe, acaso cuando yo me muera, o mejor dicho, cuando el objeto de este sujeto se muera, veré el sujeto del que lo que llamo yo sería sólo ese destello temporal


DOS. LA IDENTIDAD DE SEXOGÉNERO

En este contexto, la transexualidad es sólo una cuestión de identidad de sexogénero.

Como sujeto de la experiencia, veo la estructura sexogenérica de nuestra especie. Veo que los individuos (otros sujetos) parten de un estado unisexual (dos tetillas y un tubérculo genital) y después se agrupan en torno a dos grandes atractores simbólicos, el masculino y el femenino, pero sin llegar nunca, por su propia unisexualidad congénita, a igualarse con uno o con otro.

En la realidad, por la biología o por la biografía, los distintos sujetos se sitúan más o menos cerca de estos atractores, formando conjuntos difusos (más o menos) de sexogénero, más cerca de la masculinidad, más cerca de la feminidad, o más lejos de ambas.

La estructura sexogenérica de nuestra especie, no tiene por qué ser universal ni necesaria. Otras especies en nuestra propia Tierra tienen estructuras muy distintas, como la ternaria de las hormigas y las abejas. Cuando estemos familiarizados con otros planetas, seguramente descubriremos en ellos estructuras sexogenéricas muy diferentes, porque la naturaleza es infinitamente creadora de variantes.

Un sujeto que se encuentra perteneciendo a nuestra especie, se encuentra también sexuado o intersexuado de determinada forma. Todo esto es para él parte del objeto, o sea, que, en profundidad, él no es todo eso, él como sujeto es profundamente distinto de eso.

Mirando la parte del objeto que es su propia sexuación, la parte del objeto que son sus posibilidades sexuales, la parte del objeto que son los conceptos de sexogénero que existen en la sociedad que le envuelve, el sujeto puede sentirse complacido o por lo menos conforme, la mayor parte de las veces, o disgustado o disconforme o angustiado en todo o en parte en algunas ocasiones.

Entonces empieza la transexualidad o rebeldía de sexogénero dentro de esta estructura de sujeto y objeto.

La explicación puede ser biológica o biográfica o por ambas causas juntas, natural o ambiental en distintas proporciones, pero esto es secundario; lo principal es el hecho de que se ha producido una rebeldía del sujeto frente a una de sus condiciones objetuales, que es lo común en la historia humana y el factor más activo de su evolución y su progreso.


TRES. FORMULACIÓN MATEMÁTICA DE ESTA TEORÍA DE LOS CONJUNTOS DIFUSOS DE SEXOGÉNERO

Como sujeto, veo que el objeto despliega un sinfín de formas matemáticas, objeto abstracto e inmaterial por inmutable.

Como una matriz, organizan la materia.

=Las abejas trazan hexagonoides.
=Los astros son esferoides
=La proporción áurea está presente en las flores.
=Y una realidad generalizada de formas más complejas.

Por tanto, las formas matemáticas no son un invento de nuestra mente, sino que nuestra mente las descubre.

La organización matemática de la materia no es exacta, sino tendencial. En el margen entre la forma física y la matemática está la singularidad individual.

Una de las formas materiales es la del sexogénero, que organiza a los individuos de cada especie en conjuntos difusos (Zadek) que se acercan "más o menos" (concepto fundamental) a dos atractores estadísticos, abstractos, denominables "mujeres" y "varones", o permanecen "más o menos" lejos de uno y otro.

Éste es un hecho, que tendrá doble origen biológico y biográfico. El biológico probablemente se deberá a las distintas intensidades individuales de los flujos de andrógenos que impregnan al embrión unisexual (dos tetillas y un tubérculo genital) durante la edad prenatal (los flujos reales sólo son tendencialmente cuantificables en "flujos de las mujeres" y "flujos de los varones")

El biográfico dependerá de las infinitas formas de interacción del sujeto con otros sujetos o con el objeto social.

Los entendimientos subjetivos de la singularidad del cuerpo como objeto y de sus interacciones con otros sujetos, vistas también como objeto, es decir, la interpretación de su corporalidad y de su socialización, crearán una forma de identidad.

Individualmente variables, variables incluso a través del tiempo, entendidas en profundidad sólo por el propio sujeto, o no entendidas y confusas, pero vistas sólo por este sujeto intuitivamente, son más que el número de habitantes de la tierra, puesto que cada sujeto puede desarrollar más de una identidad de sexogénero.

Sin embargo, suelen agruparse en su mayoría en torno a los dos grandes atractores estadísticos, formando objetivamente conjuntos difusos de sexogénero, de individuos más o menos masculinos o femeninos; aunque una minoría puede identificarse como alejada de unos y otros y hasta formar nuevos conjuntos difusos.

= = =

Todo ello, lo veo, forma parte de la realidad objeto.

Yo sujeto veo la Matemática formando (dando forma a) la estructura de la Materia.

Un pensamiento, o algo pensable, sostiene la materia.

No es un pensamiento humano, porque es anterior a los humanos, pero se ajusta tanto a las estructuras de la mente humana que podemos formularlo.

Abstraerlo de la materia; viéndolo mentalmente como es, una realidad abstracta, pensable, pero no representable, porque cualquier representación física,cualquier dibujo, hace que las formas excedan de la exactitud de lo que quieren representar.

Yo veo a las Matemáticas abstractas gobernando un Universo, atrayendo hacia ellas las formas concretas, que diseñan espiraloides, esferoides...

O conjuntos difusos y atractores estadísticos.

Yo soy el sujeto de ese inmenso objeto. Yo, tan pequeño, tan efímero, tan temporal, tan localizado, tan aquí, frente a todo el Universo. Porque yo, como sujeto, divido la realidad en yo y no yo, dentro y fuera.

¿O de pronto se romperá la fina piel que encierra dentro de ella lo poco que yo sé de mí y seré yo, solo pensamiento, viendo cómo se mueven las formas que formo como pensamientos?