sábado, 23 de julio de 2011

Carolina





Hablo en esta página de cosas que me llenan el corazón... ahora que tengo setenta años y que he resuelto mis problemas sociales, que han sido siempre tan fuertes.

Tanto es así, que a veces se me olvida escribir de las personas que tienen o han tenido todavía frescos esos problemas sociales.

Son personas de muchas clases: hay personas jóvenes, aturdidas por su transexualidad, y rodeadas por familiares todavía más aturdidos, en el mejor de los casos... o por un muro de silencio.

Hay personas maduras que viven en ese silencio que ha crecido en torno suyo como una tapia (yo estaba así) o como un seto de árboles espesos, e intentan mirar hacia fuera, empinarse, y no lo consiguen. Mari, mi querida amiga de Jaén, tantas otras...

Hoy acaban de hablar en Tele5 Antonio y Amparo, los padres de Carolina, y me han recordado, como yo los recuerdo a ellos, con tanto cariño, sólo porque hemos hablado mucho de su hija Carolina, ahora una transexual veinteañera, y yo les pude comunicar lo que sabía por tantos años de tener mi propia mente en la transexualidad.

Tendría que escribir sabiendo que muchas personas de las que miran este blog no quieren saber cuestiones abstractas o teóricas, sino prácticas, de entrar en la realidad.

Esta noche habrá televidentes del programa en que los he visto que buscarán mis páginas en los buscadores o en facebook. Escribo esto: que encuentren algo, que luego, cuando entren días después, sigan encontrando algo.

Pongo copia de esta entrada, desde mi blog http://outgender.blogspot.com, en mi otro blog, http://transexologia.blogspot.com
Ahora mismo es muy abstracto. En adelante, si puedo, habrá mucha más información concreta y práctica.

martes, 24 de mayo de 2011

Sujeto y objeto en los conjuntos difusos de sexogénero




UNO. SUJETO Y OBJETO

La estructura fundamental humana es la de sujeto-objeto. El sujeto es quien ve, el objeto es lo que ve.

El sujeto es sólo yo, el objeto es todo el resto. El objeto es cuanto me rodea, mi medio, mi familia, mis amigos, mi cuerpo, los hechos de mi vida...

El sujeto llega a ser así algo sin adjetivos. No soy ni de aquí ni de allí, ni de éstos ni de aquéllos, ni guapo ni feo, ni hombre ni mujer, ni desgraciado ni feliz...

Sólo miro y veo, con asombro, dónde estoy. Lo juzgo, siento determinadas sensaciones y sentimientos... La unión entre mí y el resto, para que no estemos completamente separados, la hacen mis sensaciones, mis sentimientos y mis juicios, que se dan en mi propia intimidad.

Cuando mis sensaciones, mis sentimientos y mis juicios son favorables, forman mi identidad.

Mi intimidad, y una parte de ella, mi identidad, son inaccesibles al resto de las personas. Nadie puede ver en mi interior, directamente, nadie puede saber lo que hay, sino por lo que yo le diga. De hecho, ni yo puedo decirlo todo. Muchas veces, me faltan las palabras para describir lo que yo veo nítidamente. Estoy confinado en mi intimidad, de la que la identidad es una parte. Sólo yo entiendo mi identidad.

Esto que llamo yo es tan grandioso, que se contrapone al resto del Universo. Aunque parezca asombroso, la Realidad se divide en dos: yo, en mi pequeñez objetiva, en la brevedad de mi existencia, y el resto del Espacio-Tiempo. Yo soy distinto de todo. Yo me veo por dentro; al resto lo veo por fuera. Yo me siento en mí; al resto lo siento desde mí.

Esta desproporción es tan inmensa, que quizá no sea real. Acaso yo tengo conciencia sólo de una parte de mi ser, acaso yo soy sólo un destello de un sujeto proporcionado a las dimensiones de lo que existe, acaso cuando yo me muera, o mejor dicho, cuando el objeto de este sujeto se muera, veré el sujeto del que lo que llamo yo sería sólo ese destello temporal


DOS. LA IDENTIDAD DE SEXOGÉNERO

En este contexto, la transexualidad es sólo una cuestión de identidad de sexogénero.

Como sujeto de la experiencia, veo la estructura sexogenérica de nuestra especie. Veo que los individuos (otros sujetos) parten de un estado unisexual (dos tetillas y un tubérculo genital) y después se agrupan en torno a dos grandes atractores simbólicos, el masculino y el femenino, pero sin llegar nunca, por su propia unisexualidad congénita, a igualarse con uno o con otro.

En la realidad, por la biología o por la biografía, los distintos sujetos se sitúan más o menos cerca de estos atractores, formando conjuntos difusos (más o menos) de sexogénero, más cerca de la masculinidad, más cerca de la feminidad, o más lejos de ambas.

La estructura sexogenérica de nuestra especie, no tiene por qué ser universal ni necesaria. Otras especies en nuestra propia Tierra tienen estructuras muy distintas, como la ternaria de las hormigas y las abejas. Cuando estemos familiarizados con otros planetas, seguramente descubriremos en ellos estructuras sexogenéricas muy diferentes, porque la naturaleza es infinitamente creadora de variantes.

Un sujeto que se encuentra perteneciendo a nuestra especie, se encuentra también sexuado o intersexuado de determinada forma. Todo esto es para él parte del objeto, o sea, que, en profundidad, él no es todo eso, él como sujeto es profundamente distinto de eso.

Mirando la parte del objeto que es su propia sexuación, la parte del objeto que son sus posibilidades sexuales, la parte del objeto que son los conceptos de sexogénero que existen en la sociedad que le envuelve, el sujeto puede sentirse complacido o por lo menos conforme, la mayor parte de las veces, o disgustado o disconforme o angustiado en todo o en parte en algunas ocasiones.

Entonces empieza la transexualidad o rebeldía de sexogénero dentro de esta estructura de sujeto y objeto.

La explicación puede ser biológica o biográfica o por ambas causas juntas, natural o ambiental en distintas proporciones, pero esto es secundario; lo principal es el hecho de que se ha producido una rebeldía del sujeto frente a una de sus condiciones objetuales, que es lo común en la historia humana y el factor más activo de su evolución y su progreso.


TRES. FORMULACIÓN MATEMÁTICA DE ESTA TEORÍA DE LOS CONJUNTOS DIFUSOS DE SEXOGÉNERO

Como sujeto, veo que el objeto despliega un sinfín de formas matemáticas, objeto abstracto e inmaterial por inmutable.

Como una matriz, organizan la materia.

=Las abejas trazan hexagonoides.
=Los astros son esferoides
=La proporción áurea está presente en las flores.
=Y una realidad generalizada de formas más complejas.

Por tanto, las formas matemáticas no son un invento de nuestra mente, sino que nuestra mente las descubre.

La organización matemática de la materia no es exacta, sino tendencial. En el margen entre la forma física y la matemática está la singularidad individual.

Una de las formas materiales es la del sexogénero, que organiza a los individuos de cada especie en conjuntos difusos (Zadek) que se acercan "más o menos" (concepto fundamental) a dos atractores estadísticos, abstractos, denominables "mujeres" y "varones", o permanecen "más o menos" lejos de uno y otro.

Éste es un hecho, que tendrá doble origen biológico y biográfico. El biológico probablemente se deberá a las distintas intensidades individuales de los flujos de andrógenos que impregnan al embrión unisexual (dos tetillas y un tubérculo genital) durante la edad prenatal (los flujos reales sólo son tendencialmente cuantificables en "flujos de las mujeres" y "flujos de los varones")

El biográfico dependerá de las infinitas formas de interacción del sujeto con otros sujetos o con el objeto social.

Los entendimientos subjetivos de la singularidad del cuerpo como objeto y de sus interacciones con otros sujetos, vistas también como objeto, es decir, la interpretación de su corporalidad y de su socialización, crearán una forma de identidad.

Individualmente variables, variables incluso a través del tiempo, entendidas en profundidad sólo por el propio sujeto, o no entendidas y confusas, pero vistas sólo por este sujeto intuitivamente, son más que el número de habitantes de la tierra, puesto que cada sujeto puede desarrollar más de una identidad de sexogénero.

Sin embargo, suelen agruparse en su mayoría en torno a los dos grandes atractores estadísticos, formando objetivamente conjuntos difusos de sexogénero, de individuos más o menos masculinos o femeninos; aunque una minoría puede identificarse como alejada de unos y otros y hasta formar nuevos conjuntos difusos.

= = =

Todo ello, lo veo, forma parte de la realidad objeto.

Yo sujeto veo la Matemática formando (dando forma a) la estructura de la Materia.

Un pensamiento, o algo pensable, sostiene la materia.

No es un pensamiento humano, porque es anterior a los humanos, pero se ajusta tanto a las estructuras de la mente humana que podemos formularlo.

Abstraerlo de la materia; viéndolo mentalmente como es, una realidad abstracta, pensable, pero no representable, porque cualquier representación física,cualquier dibujo, hace que las formas excedan de la exactitud de lo que quieren representar.

Yo veo a las Matemáticas abstractas gobernando un Universo, atrayendo hacia ellas las formas concretas, que diseñan espiraloides, esferoides...

O conjuntos difusos y atractores estadísticos.

Yo soy el sujeto de ese inmenso objeto. Yo, tan pequeño, tan efímero, tan temporal, tan localizado, tan aquí, frente a todo el Universo. Porque yo, como sujeto, divido la realidad en yo y no yo, dentro y fuera.

¿O de pronto se romperá la fina piel que encierra dentro de ella lo poco que yo sé de mí y seré yo, solo pensamiento, viendo cómo se mueven las formas que formo como pensamientos?





lunes, 28 de marzo de 2011

Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero




Por Kim Pérez

Artículos publicados previamente en http://CarlaAntonelli.com y en http://outgender.blogspot.com

Licencia Creative Commons; pueden copiarse libremente, mencionando el nombre de la autora


RESUMEN. La Teoría de Conjuntos Difusos (Lotfi A. Zadeh), se aplica muy bien al estudio lógicomatemático de realidades vivas caracterizadas por un "más o menos", y entre ellas a las realidades de sexogénero. En éstas, se puede observar la existencia de dos atractores estadísticos, Femenino y Masculino, y la de individualidades "más o menos" cercanas a cada uno de ellos. Las identidades de sexogénero se forman como hechos de conciencia (conceptuación y valoración) de estas realidades individuales y se agrupan por afinidades de sentimiento y carácter, libremente, conscientemente (hombre, mujer, ambiguo, etc)

De estas nociones, se deriva una visión ética de la intertransexualidad, así como la transformación de la práctica futura de las Unidades de Identidad de Género, que consistirá, primero, en el reconocimiento de la autonomía de la persona demandante, debidamente informada, como expresión de su identidad, que sólo ella puede decidir, en vez de una autorización externa, como actualmente sucede; y segundo, en la apertura de otras opciones por parte de la Seguridad Social, como la atención a la sola hormonación.


FUNDAMENTOS MATEMÁTICOS


¿Qué son las Matemáticas, en relación con el resto de la realidad? ¿No son una matriz lógica presente en planos crecientemente complejos en el mismo seno de la materia?

Lógica quiere decir que se puede hablar de ellas coherentemente, consistentemente.La coherencia o consistencia constituye el centro de la actividad mental que se construye sobre la suposición de que la realidad sobre la que se aplica es igualmente coherente o consistente: si no lo fuera, no podríamos ni hablar coherentemente.

El postulado de la coherencia es también el del sentido; todo debe de tener sentido, puesto que podemos hablar de ello coherentemente.Y la coherencia crea un sistema único, pues cualquier incoherencia del sistema equivaldría a la dispersión de la realidad y haría imposible un discurso unificado.

El mayor grado de coherencia en el conocimiento subjetivo se da en las Matemáticas.Me pregunto sobre si las Matemáticas están

=fuera de mi mente (clásicas)
=o dentro (constructivistas)

Veo, empíricamente, mirando la Naturaleza, que

=1. Las abejas trazan hexagonoides (para ahorrar cera)
=2. Los astros son esferoides (por la gravedad)
=3. Aquí y allá se observa una tendencia al número de oro o “divina proporción” (especialmente en formas vegetales)

Concluyo:Las Matemáticas clásicas (cuyas relaciones son exactas) definen unos límites o atractores a los que tiende la materia, sin llegar a ellos (Veo el parecido de esta idea con Platón)

Como todo ello sucede desde antes de que hubiera humanos, las Matemáticas están fuera de la mente humana y organizan o gobiernan las formas de la materia.

Pero quedan unos márgenes o diferencias entre las formas materiales y las formas matemáticas exactas.

Si los seres materiales (como los humanos) fuéramos matemáticos exactamente, todos seríamos

=iguales
=invariables
=eternos

Lo que no es el caso.Este margen objetivo entre Matemáticas exactas y materia se descubre también en el estudio de la abstracción subjetiva o razonamiento.

Formamos nuestros conceptos

=hallando lo que hay de común entre realidades distintas y
=dándole nombre.

Por tanto, lo que no hay de común, lo único, lo que nos hace únicos, lo singular, lo no-matemático-exacto de cada realidad material, es

=inconceptuable
=pero accesible a la intuición, que empíricamente sabemos que ve su unicidad; la intuición es la clase de pensamiento o representación que se practica en el arte y el amor o el odio.

(El margen de inconceptuable y no matematizable exactamente es lo que funda las diferencias humanas y, entre ellas, la intertransexualidad o la homosexualidad)

Profundizo:Newton elaboró la fórmula matemática-exacta de la ley de la gravedad.De acuerdo con lo anterior, se podría haber predicho

=que la realidad material de la gravedad se acercará a esas relaciones matemáticas exactas, pero nunca llegará a ellas;
=y esto es lo que la experimentación empírica comprueba constantemente.(Lo mismo se puede decir de Einstein: a partir de deducciones matemáticas exactas, sobre el papel, dedujo que en las grandes distancias rige una geometría no euclidiana, pero la investigación comprueba que no es ni puede ser de manera exacta)

Por tanto,

=los seres materiales tienden a la perfección matemática exacta de sus formas
=que no llegan a ella, porque dejarían de ser materiales, convirtiéndose en teoremas.

Ésta es la justificación de nuestra existencia individual, como seres distintos de la perfección racional, pero que tendemos a ella.También esto ocurre en nuestras relaciones: esto explica la diferencia entre la justicia material y posible y la justicia perfecta o exacta o imposible.

Esta distancia insalvable entre las Matemáticas (exactas) y la materia hace pensar que las Matemáticas (exactas) no son de este mundo material; que no sólo están fuera de la mente humana sino fuera de la materia.

La proximidad-distancia entre la realidad material y la perfección lógicomatemática exacta hace preguntarse si

=¿la realidad material, no las formas matemáticas a las que tiende, es suficientemente lógica como para ser
=suficientemente coherente (o consistente), es decir,
=tener suficiente sentido lógico?

La respuesta dentro de la lógica cerrada es “no”; en ella, las afirmaciones son lógicas o no; pero dentro de la lógica difusa, la respuesta es “más o menos”.
=Existe en efecto una lógica cerrada, que forma sus conjuntos matemáticos sobre un “sí o no” (anotados como “igual-desigual”)
=Y una lógica difusa que forma sus conjuntos matemáticos sobre un “más o menos” (descubierta por Lotfi Asker Zadeh, Doctor honoris causa por Granada, entre otras muchas distinciones)
=La lógica difusa se aplica con más o menos coherencia o consistencia (no absoluta) a los seres materiales y a sus relaciones materiales.

Examinemos como ejemplo un proceso material, el de la sexuación humana.En él aparecen empíricamente, no necesariamente (podría ser de otra forma, como la división ternaria de las abejas), dos atractores que parecen cualitativos, no cuantitativos, el de masculinidad (M) y feminidad (F)

Pero los seres humanos nos diferenciamos en la gestación por medio de un proceso cuantitativo, la androgenización, que puede ir de 0 hasta N (máximo empírico)Este proceso numérico forma por tanto un continuo, en el que la feminidad se define por los valores cercanos a 0, la masculinidad por los valores cercanos a N y la intersexualidad por los valores cercanos al punto medio.

Se forman así conjuntos difusos de sexo de los que se puede hablar coherentemente y son por tanto lógicamente consistentes aunque en términos difusos, caracterizados porque los elementos de los conjuntos lo son por “más o menos”, no por “sí o no”.

Estos conjuntos difusos guardan relación por tanto con un continuo numérico, matemáticamente consistente en sí mismo. Pero,

=Las divisiones materiales M, I y F no se pueden establecer en puntos intermedios exactamente determinados de ese conjunto por un “sí o no”, sino en zonas difusas caracterizadas por un “más o menos”. Y
=Aunque cada realidad material determinada tenga una determinada forma numérica de andrógenos, ésta no se puede calcular exactamente para insertarla con absoluta precisión en el continuo. Por lo que
=Sigue existiendo una distancia entre la forma material y la forma matemática que la rige.

En general, al considerar las formas materiales que aparecen ante nosotros, constatamos:

=No les es aplicable una lógica cerrada, de “sí o no”.
=Les es aplicable una lógica difusa, de “más o menos”. Por lo que, consideradas espaciotemporalmente,
=la forma lógica difusa que mejor las describe es la historia.La historia no es exacta, pero tiende a ser exacta sólo en la correspondencia menor o mayor de su narración con los hechos que quiere referir.


CONJUNTOS DIFUSOS DE SEXOGÉNERO


Hoy 7 de marzo de 2011 he reescrito este artículo que terminé de escribir en su primera versión el 4 de agosto de 2009, dentro de la dinámica del grupo de Conjuntos Difusos, cuando nos reuníamos en el bar Botánico, de Granada.(

La lógica binaria no corresponde a la materialidad del sexogénero)

Los conjuntos difusos son un concepto lógicomatemático de Lotfi A. Zadeh, publicado en 1963-65, que se refiere a realidades que se pueden agrupar sobre un criterio de más o menos y no de sí o no.

La lógica que se desarrolla a partir de este concepto es una lógica multivaluada, en la que hay muchos valores de verdad, mientras que la lógica que se desarrolla a partir del concepto binario de sí o no (o 1,0) es una lógica bivaluada.

No es que la primera sea verdadera y la segunda falsa. Es que la primera es la que corresponde a ciertas realidades y la segunda a otras.Por ejemplo, si clasificamos los paisajes que conocemos según su belleza o su fealdad, estaremos situándolos en conjuntos difusos de bellísimos, muy bellos, bellos, corrientes, feos, muy feos, feísimos. No es una operación mental puramente subjetiva ni especulativa: sobre ella se montan de hecho estrategias de viajes, desde los tiempos del Grand Tour de los ingleses, que tienen las consecuencias económicas que conocemos.

Por otra parte, toda la informática está fundada sobre un sistema binario de 1,0, o de lógica bivaluada, cuyos valores de sí o no resultan imprescindibles para conseguir los propósitos a los que responden los ordenadores.

El binarismo no es por tanto el uso de la lógica binaria, sino la pretensión, errónea y de resultados calamitosos, de tratar binariamente realidades que no lo son ni lo pueden ser conceptualmente.

Pero la distinción entre binario y difuso no es binaria. Quiero decir que no hay sólo realidades binarias y realidades difusas. Hay realidades no binarias que no son difusas, y cuando se está en una práctica no binarista hace falta distinguir entre unas y otras.

Es preciso tomar en consideración lo no binario, pero no difuso, y lo no binario y difuso como lo que son.Partimos de que la lógica binaria aparece a nuestros ojos con un prestigio y una radicalidad que nos incita a querer que sea binario lo que no lo es. Queremos que haya una belleza (1) y una fealdad (0), un bien (1) y un mal (0), al que coherentemente se ha definido como “la falta de bien”, pero sabemos que en estas realidades existe verdaderamente una amplia zona de grisuras.

Lo mismo se puede decir de la pretensión de que sólo existan hombres y mujeres. Esta frase es binaria (1,0) si partimos de una definición rigurosa, por ejemplo basada sobre el sexo cromosómico: ¿Es persona XY? Entonces, contamos el valor sí; ¿no es persona XY? Entonces, contamos el valor no. También podemos hacer la misma operación con las personas XX.Encontramos entonces la definición de hombre como no XX y la de mujer como no XY. Pero la frase que consideramos empieza diciendo “sólo”, es decir, que supone que “todos los humanos somos XX o XY”, lo que sabemos empíricamente que es falso, puesto que existen personas que no son XX ni XY.

Por tanto, el sexo cromosómico no es una realidad binaria y empeñarse en que lo sea es binarista. Más adelante veremos que el sexo cromosómico, no siendo una realidad binaria, tampoco es difusa.Lo mismo, o más, sucede si usamos otro criterio para definir hombre y mujer, por ejemplo, la forma de la región genital, en la que nos encontramos todas las variaciones de la intersexualidad en una proporción relativamente elevada, de alrededor de un 2% de los nacidos.

La realidad es por tanto no binaria, y la negación de la realidad conduce por ejemplo a imponer reasignaciones quirúrgicas para ajustar a la persona intersexo a los dos únicos conjuntos supuestamente existentes.En cambio, alcanzamos lo no binario o difuso cuando se trata del género como conducta, y se trata de definir lo masculino y lo femenino.

Sabemos que esto, que a simple vista resulta inasible, se convierte en los sistemas binaristas (objetivamente erróneos en cuanto a los sexos, tal como se ha visto) necesariamente en un Código de Género autoritario, puesto que no corresponde a la realidad y sólo se puede imponer por miedo.

De hecho, el Código de Género de nuestra sociedad, de manera no escrita, enumera cuidadosamente las profesiones, conductas, ropas, arreglos, gestos, posturas, maneras de hablar, etc que se consideran masculinas o femeninas, e impone a quien lo contravenga penas que van desde la irrisión pública al destierro familiar, la pérdida de empleo, la cárcel o la de muerte, impuesta por linchamiento o crimen de odio, o por ley escrita.

Mientras que la estructura no binaria y no difusa, en el dominio somático, es cuestión de mayorías/minorías, en el terreno del género la estructura no binaria y difusa afecta a todas las personas, como una liberación de la falsedad, puesto que en un sistema binarista todas se ven obligadas a ceñirse a los preceptos del Código de Género binarista, unas convirtiéndose en opresores, incluso contra su voluntad, y otras en oprimidas, incluso aunque no lo sepan.

La comprensión de la realidad no-binaria en cuestiones de sexo y de género va a menudo acompañada por una sensación de alivio, que surge de la distensión de las rigideces interiorizadas del Código de Género todavía vigente.(Los conjuntos difusos de sexogénero)

Puesto que la realidad sexual y de género no es binaria, cabe preguntarse por qué no forma un continuo indiferenciado, un más o menos infinitamente gradual, sino conjuntos o núcleos.

En parte es por razones objetivas, según el elemento definidor que usemos. Existen verdaderamente conjuntos de personas XY, o de personas XX, o de personas X0, o de personas XXY, etcétera. No hay un continuo de más o menos, sino de diferencias cualitativas. En este caso hay que hablar de una realidad que no es binaria, pero tampoco difusa.La realidad difusa se encuentra cuando se puede definir por un más o menos, y esto es lo que ocurre precisamente con el proceso de androgenación de 0 a N que experimentamos o no los humanos prenatalmente.

Partiendo de una morfología común, que incluye dos tetillas y un órgano clitorideopeniano, los seres humanos, siguiendo los cromosomas X o Y, permanecemos en una forma femenina, que es la básica, o nos masculinizamos más o menos.Como se verá, hemos tenido que recurrir a un “más o menos”, con lo que estamos definiendo conjuntos difusos de sexo, formados sobre un continuo de no-androgenación o androgenación. Al tratarse de una formación de andrógenos que forma un flujo, éste no se puede calcular en cantidades materialmente exactas para todos los humanos.

La existencia de dos atractores estadísticos (también llamados matemáticamente "extraños"), masculino y femenino, forma parte de la realidad; sin embargo, al ser sólo estadísticos, y por tanto abstractos e inmateriales, los seres humanos materiales estamos más o menos cerca o lejos de su cuantificación mayoritaria, encontrándonos una minoría lejos de ellos.

Esta minoría puede experimentar su situación intermedia en las formas fenotípicas más visibles y entonces se llama, con criterios más pragmáticos que lógicos, intersexual; en algunas personas, esta fuerte intermediariedad parece ser que interviene en las estructuras cerebrales y entonces suele resonar en la sexualidad, o conducta biológicamente ligada al sexo. Todo ello forma conjuntos difusos de sexo.

Sin embargo, en los humanos hay que distinguir también la consciencia de estas realidades.Se trata de las representaciones y los sentimientos ligados a la propia realidad sexual, más los elementos aportados por la superestructura cultural, que pueden ser aceptados o rechazados por cada cual, y que constituyen su identidad de género.

La identidad de género es por tanto un proceso cognitivo, referido a la propia posición en cuanto a los dos atractores estadísticos. Puede ser lineal, cuando está más o menos de acuerdo con el atractor asignado, o cruzada, cuando está más que menos en desacuerdo. En este caso, se habla de transexualidad, también con la misma intención más pragmática que lógica que se ha usado con la palabra intersexualidad.

De hecho, no está muy lejos de la realidad usar un término común para la una y la otra, que puede ser el de intertransexualidad.Es claro que la identidad de género también constituye un nuevo plano, el consciente, de conjuntos difusos en torno a los dos atractores. Es el más o menos lo que los forma.

En los humanos, las materialidades difusas del sexo más las consciencias difusas de la identidad, forman el género, en el que las conductas se pueden definir fácilmente con un más o menos masculinas o femeninas (hay un verdadero continuo que va de lo extremadamente masculino a lo extremadamente femenino) y hay una amplia zona más o menos indefinida entre los dos extremos.

El género es por tanto el resultante de todos los elementos biológicos, biográficos y de consciencia de los humanos en relación con los dos atractores estadísticos de la sexualidad. Por eso, prefiero decir sexogénero, a la vez que observo que las variaciones constituyen un continuo no-binario en el que se forman conjuntos difusos.

Estos conjuntos difusos de sexogénero tienen una función de consciencia. Actúan como simplificadores de la realidad, por un mecanismo de abstracción que registra las afinidades de sexogénero (afinidades: semejanzas, simpatías, no igualdades, matemáticamente imposibles en la realidad material)

Si no fuera por la existencia de las afinidades, existirían miles de millones de géneros, tantos como personas. Las afinidades centran la conciencia en mayorías que se identifican en torno a los atractores estadísticos (mayorías que pueden estar formadas también por personas intertransexuales, que tienen una identidad definida por uno de los atractores) y minorías que se sitúen más bien al margen de los atractores (personas intertransexuales con identidad inter o trans, que en este caso suelen tener como referencia su propia condición personal, más bien que un atractor, y que por tanto asumen identidades muy variables de unas a otras)Todas ellas, objetivamente, dentro de conjuntos difusos de sexogénero.












ÉTICA RACIONAL E INTERTRANSEXUALIDAD

Publicado en http://CarlaAntonelli.com el 7 de marzo de 2011

He considerado en las Matemáticas el ser de las formas que inspiran las formas materiales, pero tengo que ir más allá de las formas estáticas y considerar también el debe-ser o el hacer: la Ética.

La Ética tiene que centrarse en el conocimiento humano, porque es nuestra característica específica, nuestra vocación peculiar. Homo sapiens.

=El conocimiento humano parte de la memoria (análogo: la informática) Nuestra memoria parte de 0, se incrementa, y vuelve siempre a 0 (muerte corporal)
=La memoria se procesa. Una parte del procesamiento, por la comunicación, llega a ser memoria extracorporal.
=Somos seres vivos los procesadores, intuyentes y deseantes.

El deseo del conocimiento es curiosidad, interés, voluntad de saber. Sin límites, todo. Por tanto, el procesamiento tiende a infinito. O, dicho de otra manera, un programa informático que lo recoja debe permanecer abierto.

=La tendencia al infinito parte de 0. El proceso de acumulación de conocimientos puede volver a 0 (destrucción planetaria) o llegar a infinito.
=Esta opción nos hace entrar en la Ética.

Para el conocimiento hay un bien y un mal. El bien es todo lo que permita la acumulación del conocimiento. El mal es todo lo que lo impida o lo destruya.

Este bien y este mal pueden darse en la vida personal o en la colectiva. El trabajo constante, el aprendizaje, el estudio son formas del bien, porque construyen conocimiento. La pereza, los vicios, la violencia, son formas del mal porque lo destruyen.

En el siglo V, la caída del Imperio Romano produjo una inmensa pérdida de conocimientos colectivos. El odio es particularmente destructivo, porque es la pasión de la destrucción. La procreación, la sucesión de las generaciones, es buena porque permite proseguir en la acumulación del conocimiento.

Saber es poder sobre la naturaleza y buscar la salida del espaciotiempo y la materialidad que nos oprime; la salida del espaciotiempo siempre será retroactiva; la humanidad liberada salvará a toda la humanidad.

=El sufrimiento es el gran motor del ansia de liberación. O nos mata, o espolea nuestro espíritu, por lo menos en sus clamores. Nos hace ansiar conocimientos liberadores.
=En relación con el conocimiento, el sufrimiento es por tanto bueno.

= = =

La reflexión sobre las Matemáticas y la Ética puede centrarse en la intertransexualidad de esta manera:

=Es una condición natural, procedente de las dimensiones cuantitativas del No-binario de sexogénero.

Con otras palabras, es un grado de una variabilidad natural que se expresa de forma no-binaria, y que abarca, en más o menos, desde un atractor femenino (estadístico o “extraño”- argot matemático) a otro masculino (también estadístico o “extraño”) Ambos son abstracciones, no son seres materiales.

Los seres materiales estamos todos más o menos cerca o lejos de estos atractores estadísticos. Cada persona, en su más o menos, presenta ventajas e inconvenientes.

Dado que este No-binario se forma en relación con la androgenación mayor o menor del niño durante la gestación, es preciso entender la función de la testosterona, que las personas intertransexuales masculinizantes conocen muy bien:

=Aumenta la fuerza muscular
=la acometividad
=la rapidez de reflejos

Todo lo cual es útil defensivamente. Pero, por eso mismo

=Disminuye la reflexión
=la autoobservación
=la serenidad

Por otra parte, se ha observado empíricamente que mujeres cuya dotación de testosterona es 0 (cero), son

=Extremadamente maternales
=pero estériles

Esto nos indica que la variabilidad del No-binario de sexogénero es muy conveniente para la especie, puesto que en ella se funda la variedad de funciones que cumplimos en una vida social muy compleja como la nuestra.

Por tanto, al valorar el hecho de la intertransexualidad, nombre que damos a las personas que nos encontramos en la zona más intermedia entre los atractores, no es adecuada a la realidad ninguna patologización ni ninguna culpabilización por la realidad intertransexual en sí.

Estadísticamente muy pocas, nos corresponden ventajas e inconvenientes propios, como a todas las demás posiciones. Entre las primeras, que no han sido todavía estudiadas científicamente, figura probablemente una relación singular entre ambos atractores, que no se puede caracterizar a veces como “medio hombre y medio mujer”, sino o bien como “masculina y femenina”, a la vez, o bien “enteramente intertransexual”; tal como expresaba un slogan de hace años, "ni homosexual ni heterosexual; enteramente bisexual".

Las capacidades para el entendimiento comprehensivo de lo humano, más allá de las diferencias entre lo masculino y lo femenino, y para la mediación entre ambos atractores, son grandes. A menudo, su ambigüedad resulta intuitivamente atractiva, e incluso fascinante, por lo inusual. El mayor inconveniente es que a menudo no conseguimos formar parejas ni procrear.

Las razones personales para el sí o el no son enormemente matizadas, de manera que no se pueden generalizar; pero sí se puede decir que nuestra distancia corporal o cerebral de la fusión heterosexual requiere superar considerables dificultades en este sentido.

Estas dificultades pueden ser origen de gran sufrimiento, tanto en quienes consiguen procrear como en quienes no. Pero ya he expuesto que el sufrimiento, en sí, no es malo, sino un estímulo o aliciente para buscar diversas salidas vitales.

Expresa nuestros límites; y debe ir acompañado por nuestra voluntad de superarlos, poniendo como límite matemático de esa tendencia sólo el infinito.

INTERTRANSEXUALIDAD

Publicado en http:/CarlaAntonelli.com el 14 de marzo de 2011


Hace dos semanas vengo usando la palabra “intertransexualidad”, pues cada vez me convenzo más de que el hecho intersexual y el transexual son la misma cosa, aunque sea práctico seguir usando las dos palabras por separado cuando nos refiramos a las dimensiones específicas de cada uno.

Sin contar con que haya quien prefiera usarlas juntas; yo me considero muy “intertransexual”, por ejemplo.

La intertransexualidad sabemos que se refiere a una configuración orgánica alejada de las más cercanas a los dos sexos abstractos, que en realidad son conceptos matemáticos, atractores estadísticos femenino y masculino (ver los Comentarios anteriores sobre este tema)

La intersexualidad (sin aludir al hecho trans), se puede ver a simple vista o mediante la ayuda de instrumentos, y se puede diferenciar de la mayoritaria en el plano genético, o en el cromosómico, o en el gonadal, o en los conductos internos o externos, o en el fenotipo o apariencia corporal a simple vista...

No se trata de una patología, sino de una muestra de la variabilidad de las formaciones vivas; puede ser aceptada socialmente sin problemas por las culturas que integran con naturalidad el No-binario o en cambio, no ser aceptada por las culturas binaristas de género, que no entienden que haya nada legítimo fuera del esquema hombre-mujer (masculino-femenino, ginéfilo-andrófila); con la desolación correspondiente.

La transexualidad se entendió en principio como una actitud mental: “alma de mujer en un cuerpo de hombre encerrada”, pero también desde el principio hubo investigadores que buscaron las posibles razones corporales de esa alma de apariencia cruzada.

Gilbert-Dreyfus, gran especialista francés, tuvo la intuición de incluirla entre las intersexualidades, aunque no supo explicar en qué consiste exactamente, desde el punto de vista orgánico.

La hipótesis es completamente razonable: puesto que se puede demostrar que en animales y humanos una parte de la conducta sexual deriva de factores relacionados con el cerebro, se puede deducir que la sexualidad cruzada pueda derivar de factores cerebrales cruzados. Por tanto, si hablamos de cerebro, hablamos de cuerpo, y de una intersexualidad, aunque difícilmente identificable dado nuestro incompleto conocimiento de las funciones de las estructuras cerebrales.

El siguiente paso era tratar de identificar esos factores. Ya ha habido algunos avances, como el conocido de Zhou, Hofman, Gooren y Swaab, el de Kruijver, el de Diamond y Hawk, pero insuficientes, dada la pequeñez de la población transexual y las dificultades de la investigación cerebral.

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En esta situación de espera, una alternativa vino del campo de la política. La Perspectiva de Género no es una teoría científica, sino una posición política, práctica, generada en un sector del feminismo, que mantiene que la conducta sexual humana es enteramente (subrayo el “enteramente”) una construcción cultural y no una consecuencia biológica, con lo que tratan de modificar al cien por cien las conductas sexuales (de género) de mujeres y varones.

En esta posición, y después de algunos vaivenes, encontraron muy representativa la transexualidad, que entendieron como una demostración de que personas “enteramente” masculinas podían vivir vidas “enteramente” de mujeres.

Es decir, la biología (el sexo) podía ir por un lado, y la cultura (el género) por otro, por lo que éramos un ejemplo perfecto para las mujeres biológicas que afirmaban que “biology is not destiny” para emanciparse de una cultura que, en el otro extremo, mantenía un determinismo biologicista (más bien que biológico) asfixiante.

Esta posición del generismo radical fue aceptada también por la corriente principal del movimiento gay, que temía fundadamente que cualquier atribución biológica de la homosexualidad diera sustento a los funestos intentos de curación que de hecho han herido tanto a tantas personas. Por tanto, durante muchos años, se ha desestimado políticamente más que científicamente la hipótesis de un origen biológico, intersexual, de la transexualidad. Y no ha sido sin motivo, aunque sí exageradamente.

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Sin embargo, gradualmente, el No-binarismo de sexogénero, nacido también en el ámbito feminista, ha aportado la evidencia de una alternativa a la alternativa. Como sabemos, éste afirma que la realidad sexogenérica es naturalmente variable e incluso fluida.

No hay un conjunto cerrado de “varones” y otro de “mujeres”, siendo todo lo demás patológico o antinatural, como se suponía desde los criterios binaristas. La naturaleza genera una variabilidad que va de lo más masculino a lo menos masculino o de lo más femenino a lo menos femenino –como todos sabemos en la práctica de sobra, pero no sabíamos que tuviera una razón teórica.

En esta variabilidad, algunas personas se encuentran no más o menos cerca, sino en posiciones equidistantes de los dos atractores estadísticos. Todo ello es natural, y hasta conveniente para la especie.

¿Qué sería una humanidad formada sólo por varones hiperandrogénicos, acometedores, fuertes y relativamente brutos, y por mujeres muy hipoandrogénicas, tímidas y hogareñas, no habiendo nada en medio, cuando tenemos la convicción de que justamente en ese terreno intermedio florece la riqueza cultural, la ciencia y el arte?

No; la verdad es que son naturales expresiones de sexogénero muy diferentes, no se puede definir dos únicos modelos que deban ser acatados por todos, deben ser valorados como expresiones diversas de la naturaleza.

Las identidades son el reconocimiento y la aceptación de cada cual en su propio ser. En sentido propio, hay tantas identidades como seres humanos, aunque se observa también la presencia de unos atractores estadísticos masculino y femenino, a los que cada cual se acerca por razones de afinidad (por conciencia de su afinidad), aunque puede decidir también permanecer distante de ambos.

Al movimiento feminista, la teoría no-binaria de sexogénero le dice que las personas identificadas como mujeres pueden fundar su autonomía de género, sin que nadie les imponga un “papel de mujer”, definido por otra persona, en que la realidad es que sólo cada cual puede definir su identidad y sus afinidades, puesto que sólo cada cual conoce o puede conocer exhaustivamente sus motivaciones.

En cuanto a las personas identificadas como homosexuales, pueden justificar su rechazo a la imposición de una supuesta curación, en que sólo esa persona puede conocer y valorar exhaustivamente, matizadamente, su propia afectividad, que es, como todas, infinitamente matizada.

Nadie tiene derecho a pretender conocer mejor una afectividad ajena, puesto que goza del fuero interno, de la subjetividad incomunicable. “Cuando canta para mí una mañana, una cama, sólo yo oigo esa canción”.

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Todo este planteamiento modifica profundamente el entendimiento de las actuales Unidades de Identidad de Género, tan vitales para las personas intertransexuales.

En primer lugar, todas las personas intertransexuales que llegan a ellas deben ser presupuestas como intertransexuales por el simple hecho de llegar, puesto que hay un principio de la comunicación humana por el que no es posible observar objetivamente la subjetividad ajena, y menos juzgarla, y puesto que cualquier identidad diferente de las mayoritarias puede ser considerada en principio natural.

Los profesionales deben renunciar al concepto de “verdadero transexual” (o “no-verdadero transexual”) que las funda, y que les da supuestamente el derecho de decidir por ellos mismos cuál es la identidad de otra persona, y al hacerlo, decidir sobre su destino, su felicidad o infelicidad.

Lo que los profesionales pueden tener en cuenta es que la intertransexualidad asume tantos matices como personas y que la persona concreta que llega a su consulta puede necesitar una clarificación de sus sentimientos.

Todas las personas de nuestra cultura estamos más o menos impregnadas por nuestro binarismo cultural. Todas o casi todas diríamos que “si no soy hombre, seré mujer”, o si “no soy mujer, seré hombre”, viendo en nuestra imaginación uno de los dos atractores estadísticos. Uno de dos. Esto es el binarismo. Así lo ven también los profesionales, no menos impregnados de binarismo que nosotres (lo diré así), sino generalmente, más: “Si no eres hombre, tendrás que ser mujer”, o “si no eres mujer, tendrás que ser hombre” (sólo una de sólo dos posibilidades) Algunas personas intertransexuales dirán: “De acuerdo. Eso es justamente lo que pretendo. Mi identidad es de hombre” (O de mujer) Inequívocamente. Su identidad, su entendimiento de sí y su valoración de sí, está plenamente del lado de uno de los dos atractores.

Esto sería posible de entender por una explicación biológica, cerebral, completable por una explicación biográfica, natural y digna de respeto. Otras personas intertransexuales diríamos que no, que por ejemplo no ser hombre no quiere decir ser mujer, sino otra cosa, que no tiene todavía ni nombre, ambiguo a algo así, o mujer, pero a mi manera (¡algo perfectamente lógico, frecuente y natural, de lo que entienden muchas mujeres!) Nos situaríamos en terrenos intermedios.

Hemos dicho que las identidades son conceptos y valoraciones, y para que se formen es preciso disponer de esos conceptos y valoraciones conceptuales. Si no se dispone de ello, una cultura binarista, falsa, genera conceptuaciones terribles: “¿pero qué soy yo?”; “¡no sé lo que soy!”, sentimientos de culpa, de vergüenza, conflictos familiares, desastres laborales, oscilaciones de un extremo a otro, vacilaciones, arrepentimientos, contraarrepentimientos, dolor a chorros, y no producido por la condición intertransexual, que es natural, sino por el binarismo, que no la entiende.

Esto es lo que en el futuro harán los profesionales de las Unidades de Género: aclarar a las personas que las usen la realidad del no-binario de sexogénero, las diferencias de planteamiento con la ideología del binarismo que todavía estamos sufriendo.

La función esencial de los psicólogos será dialogar con les usuaries y aclarar sus conceptos si no los tuvieran claros. Les podrán hacer distinguir entre disforia de género y disforia de genitales, como entidades distintas, muchas veces juntas pero otras muchas, alternativas, de manera que una puede excluir la otra, sin que signifiquen por sí solas mayor o menor feminidad o masculinidad (muchas veces, paradójicamente, es al contrario) Les podrán explicar que sólo en la disforia de genitales está indicada la operación de genitales y ellas podrán comprobar si esta afirmación se ajusta a sus sentimientos y decidir por sí.

Pero, a diferencia de lo que sucede ahora, les harán ver que su asistencia proseguirá aun cuando decidan no hacer la operación de genitales. (Ahora mismo las Unidades están concebidas com criterios muy simples y ya arcaicos: un binarismo hombre-mujer (y nada más) y un itinerario con tres únicas estaciones: autorización psicológica, hormonación y cirugía)

Pero la asistencia sigue siendo necesaria como consulta psicológica, libremente solicitada (no como, ay, intromisión, como es ahora), como supervisión endocrinológica, como atención a cirugías plásticas que mejoren la inserción personal...

Esta asistencia, con vistas a un consentimiento informado, puede ser incluso prevista como temporalmente necesaria para las cirugías de genitales, pero dejando clara a la persona usuaria desde el primer momento que la decisión final, suficientemente informada, será suya, y sólo puede y debe ser suya, que deberá asumir incluso el derecho de equivocarse por sí misma. ¡La negación de cualquier tutela! ¡El dejarme que yo me conozca a mí mismo y decida por mí! Con el consejo ilustrado ajeno, que agradeceré, pero por mí.

No sé cómo será, en el futuro, la experiencia colectiva y generalizada del No-binario de sexogénero. Al ser todas las experiencias de nuestras identidades fluidas y libres, no será traumático. Al no ser traumático desde nuestra niñez, al haber podido expresarnos siempre con naturalidad, quizá consideremos todo nuestro ser con su compleja naturalidad, viendo que se inserta con fluidez en el continuo No-binario.

Esto puede hacer incluso, no lo sé, que en muchas historias, la fluidez de las identidades y los reconocimientos culturales no haga necesaria la cirugía, o la vea sustituible por un proceso de células madres que haga posible incluso nuestra maternidad o paternidad cruzadas, o cualquiera de las maravillosas sorpresas que podemos esperar.


PRÁCTICA DEL NO-BINARISMO DE SEXOGÉNERO


Establecida la teoría y la formulación matemática de los conjuntos difusos de sexogénero, debe afrontarse la práctica de esta realidad y esta concepción.

Recuerdo, ahora, que se establece sobre

=1. Un fundamento unisexual para toda la humanidad (dos tetillas más un tubérculo genital) luego más o menos desarrollado en una dirección.

=2. La identidad (conciencia + valoración + imitación) como posición personal en el No-binario.

El primer aspecto, objetivo, extiende el No-binario a toda la humanidad, a la vez que registra la existencia de dos atractores estadísticos que agrupan difusamente en su entorno a casi todos los humanos.

El segundo, subjetivo, muestra las numerosísimas identidades subjetivas, una por individuo, que se agrupan por afinidades o “conjuntos difusos de identidad”.

Veamos el fundamento objetivo del No-binario. La unisexualidad inicial del desarrollo humano es muy observable hasta la séptima semana, en la que la acción de los andrógenos comienza a definir al ser en gestación.

Los andrógenos actúan difusamente, formando un solo conjunto de mayor o menor androgenización de los diversos individuos, pero acercándolos más o menos a los dos atractores estadísticos, con lo que hay:

=1. Personas más androgenizadas o machos, más cercanas al atractor masculino.

=2. Personas menos androgenizadas o hembras, más cercanas al atractor femenino.

=3. Personas intersexuales, más alejadas de uno y otro.

La androgenización general puede ir desde un valor 0 a un valor N (máximo empírico), formando un continuo cuantitativo, por lo que cada una de estas clases está objetivamente formada por multitud de personas, cada una con de las cuales ha sido formada con un particular grado de androgenización.

Pero hay señales de que se produce también una androgenización cerebral diferenciada, que forma un continuo que no tiene que coincidir con el anterior, y que causa la sexualidad o conducta sexual básica así como una parte del género, o conducta sexual mediada por la biografía y la cultura.

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La teoría y la práctica forman una misma realidad, con dos momentos distintos. La teoría nace de la práctica y la práctica nace de la teoría, pero son distinguibles un momento de abstracción (que puede faltar) y un momento de interrelación con el medio humano y no humano, guiado por las visiones generales de que se disponga y por razonamientos de alcance inmediato.

Para muchas culturas, para muchísimas personas, la práctica (las interrelaciones) domina la existencia y apenas si pueden contar con un distanciamiento teórico para verla con suficiente perspectiva.

Este estudio intenta, precisamente, aportar esa perspectiva, de manera que sea posible liberarse de la inmediatez y la presión de los hechos, y entrar en una forma de vida en la que práctica y teoría puedan dialogar; algo que, hoy por hoy, es apremiante para las personas intertransexuales.

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La primera consecuencia práctica de una visión teórica como ésta es un distanciamiento cognitivo, observador, de todos los seres conscientes de su realidad sexual.

Hasta llegar a ella, la mayoría considera que “pertenecen” a un sexo; es decir, que obedecen de manera natural y gustosa, pero irremediable, a las normas que un Código de Género no escrito en gran parte impone para él.

Cuando comprende este punto de vista, el ser consciente descubre que “tiene” un sexogénero que además es complejo y único, como fundado en una fórmula biológica y biográfica personal, que genera una identidad formada por conceptuaciones y valoraciones.

Esta identidad da lugar también a sentimientos de afinidad y desafinidad en relación con los dos grandes atractores estadísticos, en los que se fundan los géneros (identitarios) humanos.

Llegando a este punto, se advierte claramente que la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero refuta la visión tradicional de “pertenencia” a un sexo corporal y la sustituye primero, por la de una conciencia personal de las propias realidades biológicas y biográficas y segundo, por una afinidad con otras personas más o menos cercanas o lejanas a los grandes atractores estadísticos, que existen sólo abstractamente.

El segundo efecto práctico que esta visión teórica produce es el de “alivio” (según algunas comunicantes) o distensión de las tensiones identitarias, producidas en el fondo por la noción de “pertenencia”, que incluye la obediencia a las normas de un Código de Género impersonal.

La conciencia de que no hay normas suprapersonales, sino el reconocimiento y desarrollo de la manera de ser personal, permite ese alivio. Las afinidades, o géneros, no son impuestas, sino de adscripción personal voluntaria, consciente de lo dado, lo ganado y lo deseado en el curso vital.

Esa adscripción voluntaria únicamente es impedida por el Código de Género Binario, en la medida en que su inspiración en el sentido común, que resulta limitada, no abarcadora, prevé la imposición desde el nacimiento, de la pertenencia incluso de las personas intersexuales (reales) a los sólo dos sexos legales.

Una vez culminada la siguiente reforma legal, que será la supresión de la mención de sexo del estado civil, dado que ya no significa ninguna diferenciación jurídica, se abrirá el paso a que cada persona decida por sí misma, según va llegando a la plena consciencia, cuál será su situación en relación con los dos grandes atractores estadísticos.

La mayor parte de las personas se declararán con gusto integrables en el área de influencia del uno o del otro.

Habrá otra vez hombres muy viriles y mujeres muy femeninas (las primeras discusiones de género han llevado a desagrado basado en la opción por "un solo género"), porque habrá expresión personal de las realidades personales; la fuerza, la dureza, seguirán teniendo su sitio como la ternura o el deseo de conquista; esta forma de hermosura volverá a resplandecer, una vez liberada de cualquier imposición coactiva.

Por cierto, esta expresión personal será muchas veces lineal en relación con el cuerpo fenotípico (aparente), pero por derivar de las formas de consciencia, otras veces será intersexual o transexual.

Aún dentro del área de influencia de los dos atractores estadísticos, es decir, siendo seres conscientes que acepten funcionar como hombres o mujeres, habrá a la vez hombres menos viriles y mujeres menos femeninas, y la reflexión o la sensibilidad seguirán teniendo la misma importancia que ahora; habrá hombres femeninos (pero hombres) y mujeres masculinas (pero mujeres) como hoy y serán respetados y respetadas.

Pero además cabe suponer que cierto número de seres conscientes se declararán más o menos alejados de los grandes atractores estadísticos.

Lo que define a los seres conscientes humanos es la consciencia, indudablemente no la pertenencia a un sexo.

Por consciencia se debe decidir o bien la afinidad de cada cual con los seres conscientes atraídos por uno de los dos atractores, o bien, la afinidad con los no atraídos por ninguno de ellos.

Las personas que nos situamos más que menos dentro de ese minoritario, podemos asumir una multitud de identidades, incluso individuales.

Esto es una constatación de hecho, empírica, no deducida sino observada, y por tanto abierta a las variaciones de la realidad; intentaré una relación.

=1. Puede haber seres conscientes cuya identidad de sexogénero se exprese en negativo. No desean, no pretenden unirse corporalmente. Su ser consciente prevalece de hecho sobre cualquier determinación de sexogénero. Su amor, su deseo, será más de consciencia que corporal, análogamente al de los ángeles buenos o malos. Muchos de los místicos se encuentran en esta situación.

Puede verse en la negación moderna de la existencia de estas personas, fuertemente intelectualizadas, los límites de una forma cultural determinada, la contemporánea, y la dictadura del silencio: no existe lo que no se entiende y no se entiende lo que se calla.

Por eso, si esta identidad negativa resulta ahora dolorosa, será más bien por la carencia cultural de referentes que permitan que cada cual se entienda a sí mismo.

=2. Puede haber seres conscientes que asumen una identidad funcionalmente paradójica sobre una base estética. He contemplado los desnudos de una hermosa transexual italiana en la que los genitales masculinos se integran con naturalidad en la forma de un cuerpo femenino; esa imagen irracional pero perfecta, que no se puede explicar, pero se puede mostrar, podría generar una identidad paradójica: “No soy hombre ni mujer; soy un ser bello”.

=3. Otros seres conscientes asumen una identidad como ambiguas o duales, fundada en su propio carácter ambiguo. Se comprenden no como claramente definidos, sino como más o menos ambiguos. Gozan de su masculidad femenina o de su ruda, masculina, feminidad, que a veces les permite actitudes insólitas. Se afirman dentro de la zona de influencia de uno de los grandes atractores, pero muy matizada por la cercanía del otro. Un hombre ambiguo, una mujer ambigua. Juegan, en cierto modo, con los dos atractores a la vez.

=4. Hay seres conscientes que se entienden como plenamente intersexuales, sin dualidad alguna. Saben que los hechos conductuales que nacen de su manera de ser son, desde su origen, singulares, ni masculinos ni femeninos. Al mirar sus propios recuerdos, ven en ellos su actitud autorreferenciada, sensible a los propios impulsos más que a ningún modelo externo.

Y puede haber más posibilidades que se integrarían en esta lista según unas y otras personas fueran explicando sus propias experiencias.

El más y el menos de los conjuntos difusos podrá presidir la noción de la realidad como preside la misma realidad; no intentará disimularla mediante obediencias nerviosas al Código de Género, acatándolo formalmente, presumiendo de su obediencia, exasperándose ante cualquier ruptura de dicho código.

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De todo lo anterior se puede deducir otra consecuencia práctica de este planteamiento, que es la evidencia para todos de que la sexuación entera está formada por un continuo de realidades más o menos intermedias, hasta el punto de que se puede decir que todos somos más o menos intersexuales.

Los dos atractores estadísticos son entidades abstractas, no corporales; no pueden ser encarnaciones de una masculinidad o una feminidad metafísicas; no existe, en la realidad corporal, el Varón Perfecto (sin tetillas...) ni la Mujer Perfecta (sin tubérculo genital...)

También se puede ver que las realidades “más definidamente indefinidas”, más intermedias no son excepcionales ni patológicas, sino una expresión natural del mismo continuo de la androgenización.

Por consiguiente, no ha lugar a la bienintencionada reasignación involuntaria (en la infancia) de las personas intersexuales, con medios quirúrgicos, de manera que se ajuste mejor a uno de los dos atractores estadísticos. Puede ser que, al llegar a la edad de la plena consciencia la persona que esté en ese caso, rechace la reasignación e incluso se sienta mutilada.

También es profundamente errónea cualquier intolerancia de los parámetros en que se mueven las personas más alejadas de los atractores estadísticos, en nombre de las más cercanas, cuando éstas pretenden constituirse en modelos universales, ignorando además los vestigios de unisexualidad que permanecen en su propio ser corporal: el hombre más viril tiene tetillas y la mujer más femenina tiene un órgano clitorideopeniano.

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La dinámica de la liberación de género incluye necesariamente, profundamente, la del no-binarismo de género, la afirmación del No-binario. Una y otra proceden históricamente del movimiento feminista, y por tanto es conveniente reflexionar sobre el movimiento feminista, surgido de los seres conscientes identificados como mujeres, para saber a dónde vamos.

Del gran impulso expresado, en parte, por el movimiento feminista, y en otra parte, por el movimiento gaylesbitrans surgido a su ejemplo, ha derivado la toma de consciencia plena del No-binario por medio de las personas más afectadas por las convenciones binaristas, que somos las transexuales.

Nacido el feminismo de una forma de opresión de género, la de los seres conscientes identificados como mujeres, y como movimiento de liberación de la opresión de género, en la sociedad contemporánea ha conseguido primero una gran parte de sus objetivos liberadores, transformándola radicalmente, y a la vez ha ido despertando a otros sectores humanos a la conciencia de la opresión del Código de Género Binarista.

Primero, fue a los gays, lesbianas y bisex; más tarde, a las, los y les trans, que generamos nuestros propios movimientos de liberación; ahora la liberación se extiende a la población en general, que ya puede comprender hasta qué punto las rigideces del Código de Género Binarista ahogan a todos y son una amenaza sobre todos.

Ahora bien, la potencialidad del feminismo ha quedado siempre limitada por el binarismo de la época en que nació y por las tradiciones surgidas en esa época, que lo han reducido frecuentemente a una “defensa de las mujeres frente a los hombres”. Defensa corporativista, inmediatista, que no tiene en cuenta una perspectiva más general, porque en la época en que nació los conceptos que la requieren no se habían formado todavía.

Ésta es la situación coyuntural que, al perdurar, deja en el actual feminismo una sensación de estancamiento del que tiene que emanciparse, aunque, después de que naciera en él la teoría, el mismo movimiento empieza a abrazar la práctica con toda naturalidad del No-binario y sus consecuencias

La reiteración de la que hay que librarse procede de la inercia de una reducción binarista del entendimiento del sistema de sexogénero. El binarismo de nuestra cultura, dado por válido sin crítica, ha deformado la Teoría del Patriarcado, que gracias al equipamiento conceptual no-binarista vemos que no es una creación de “los hombres”, sino de “los hombres binaristas”, y percibimos como la creación artificial de un Binario cultural, que oprime no sólo a las personas identificadas como mujeres sino a las personas identificadas como varones homosexuales y a cuantos no piensen binaristamente.

Tiene que decirse aquí, como ilustración de lo que significa la masculinidad binarista, que si las mujeres que han sufrido el Binario son más y han sufrido más sutilmente, incluso so capa de protección, los homosexuales han sufrido más violentamente, incluso la negación de su derecho a la existencia, la muerte o las palizas de muerte o la expulsión de las familias por el simple hecho de ser homosexuales.

En el futuro que ya está empezando, la concepción no-binarista del feminismo lo ve como un movimiento de liberación de todo el Código de Género Binarista, que lucha en particular contra el patriarcado, entendiéndolo como artificio binarista. En esta lucha, puede sumar como compañeros a todos los varones no-binaristas, sin presuponer un necesario enfrentamiento biologicista contra ellos.

Este no-binarismo feminista explica que sea fácil y lógica la solidaridad con otros grupos no-binaristas (objetivamente) como pueden serlo los que integran actualmente el movimiento GLBT.

En el futuro, se puede esperar que un solo movimiento por el No-binario una a todos los grupos actuales, reconocidos entonces como sectoriales, y a otros grupos de afinidad nuevos, como los de las nuevas masculinidades.