martes, 11 de marzo de 2014

DIFUSIÓN O TEORÍA QUEER



Convergencias y divergencias y acercamiento tentativo de la Teoría Queer y la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero.

Kim Pérez


La Teoría Queer prepara sus condiciones sociales de existencia en los años ochenta y noventa y la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero en los primeros dos mil.

La Teoría Queer se basa en la diferencia de sexogénero, como valor político y la Teoría Difusa en la difusividad de sexogénero, como realidad prepolítica.

La Teoría Queer proyecta un modelo dialéctico de sexogénero, donde las categorías hetero, homo, trans, etc se reasuman en una categoría queer frente a la straight, o heteronormativa, la Teoría Difusa un modelo multiforme, que incluye lo heterodifuso, lo homodifuso, lo transdifuso, etc, como formas distinguibles, pero válidas.

La Teoría Queer nació de las experiencias de los ambientes gaylésbicos; la Teoría Difusa de las experiencias trans.

La Teoría Queer parte de la Sociología de la Orientación, la Teoría Difusa de la Psicobiología de la Identidad.

En la Universidad de Granada, en 2013, empezaron a convivir ambas teorías mediante una amistad personal, una afinidad constatada en la práctica y el apoyo de algunes profesores de las Facultades de Educación y Sociología. ¿Cuál es el porvenir de esta cercanía? ¿Tenderán a fundirse, o a eliminarse una a otra, o encontrarán cada una un espacio social que le sea en particular sensible?

CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS

La Teoría Queer fue la primera que vio que la realidad del sexogénero no es binaria, no se separa en lo masculino y lo femenino, ni en lo hetero o lo homo. Al hacerlo, transformaba el primer feminismo en el que se apoyaba, negando un proyecto binarista, y afirmando un proyecto de fusión.

Queers y las segundas feministas de la igualdad encontraron un análisis común en la visión del sexogénero como relación de poder o de dominación/sumisión materializada en la heteronormatividad (las feministas se la igualdad leían aquí patriarcado), como fundamento oculto de la dinámica de clases teorizada por Marx en el siglo XIX.

Lo mismo que, en términos marxistas, el sentido de la lucha de clases concluirá en una sociedad sin clases; en términos feministas de la igualdad, el sentido de la dominación patriarcal frente a la insumisión de las mujeres llevará a una sociedad sin separaciones de sexogénero; y en términos queer, el sentido de la heteronormatividad frente a la irrupción de los gays, lesbis, bisex y trans será llegar a una sociedad sin orientaciones definidas, en la que cada cual exprese en cada momento la libertad del deseo.

Estas tres historias son por tanto, profundizaciones de la misma, reducibles a un análisis dialéctico del poder, de linaje hegeliano/marxiano: a una tesis o afirmación del poder humano sobre otros humanos, que es la dominación, se opone una antítesis o negación de dicho poder, que es la insumisión, y ambas concluyen con la síntesis, o negación de la negación, ya innecesaria, que consiste en el final de las relaciones de dominación, en la sociedad sin clases, sin sexogéneros, sin orientaciones.

Poderosa visión.  Pero discutible.

La Teoría Difusa hereda de estas visiones las nociones de no-binarismo, dominación de clases, dominación patriarcal, heteronormatividad, pero las relaciona de otra manera.

Su experiencia fundamental es la negación de las identidades trans por una heteronormatividad cuyos orígenes de clase y más allá, patriarcales, es posible rastrear.

Al estudiar las identidades trans se descubre que no son exactamente de varón a mujer ni de mujer a varón, sino que su origen suele estar en una intersexualidad conductual que lleva a querer definirse en sentido femenino o masculino o a conseguir un reconocimiento social de la propia intersexualidad.

Es decir, las mismas identidades trans, como intersexuales, son no-binarias. El no-binarismo, en ellas, es el punto de partida, mientras que en los proyectos marxista, feminista de la igualdad o queer es el punto de llegada.

La concepción dialéctica requiere una dualidad inicial que se resuelve mediante una realidad final única. Pero si en el punto de partida hay más de dos, no cabe el proceso dialéctico.

Por tanto, si en los proyectos marxista, feminista de la igualdad y queer hay convergencias con el difuso deben entenderse de otra manera, puesto que la realidad tiene precedencia frente a las elaboraciones teóricas. Profundizaré a continuación en todo ello.

LO NO-BINARIO

La experiencia trans, al tratar de entenderse a sí misma, constata que la realidad del sexogénero es no-binaria desde la misma biología porque comprende no sólo a mujeres y hombres sino a intersexuales; realidad de la vida diaria, no de la elaboración teórica, pero ocultada y callada por no conformarse al binarismo dominante.

(Uso la expresión no-binario como alusiva a la realidad, mientras que binarismo o no-binarismo son las representaciones humanas de dicha realidad)

La realidad mujer-intersexual-varón sugiere un continuo que va de un extremo a otro pasando por muchas situaciones intermedias. Este continuo no existe en el sexo cromosómico, aunque tampoco es binario, pues existen cariotipos XX, XY, X0, XYY, etcétera, pero sí en

=a) el sexo conductual, el de la escala feminidad/masculinidad (que enseguida definiré) donde existen personas XX o X0 muy femeninas, femeninas, algo femeninas, poco femeninas, algo masculinas, masculinas, muy masculinas, que se reflejan en personas XY con la misma escala de conductas

(La feminidad/masculinidad se puede representar por los distintos grados de receptividad/penetratividad y por sus connotaciones psíquicas)

=b) la orientación, donde los siete grados de la escala heterosexualidad/homosexualidad de Kinsey, se pueden convertir mejor en un continuo.

Lo no-binario del sexogénero procede de la forma inicial humana, ambivalente, con dos tetillas y un mismo tubérculo genital (clitorideopeniano), que luego se desarrollarán o no, y de las variaciones en la androgenación diferencial prenatal, que pueden llevar a una hipo-, meso- o hiperandrogenia, variables individualmente en forma de continuo, como todos los flujos naturales.

Las personas trans, al querer entendernos, nos encontramos con naturalidad dentro de esta realidad biológica, que podemos asimilar con una intersexualidad conductual, a la vez atribuible a la variabilidad de la androgenación cerebral o neurocentral (Swaab, Guillamón)

En este continuo, formamos parte una serie casi infinitamente matizada de conductas que van desde identidades muy femeninas y muy maternales, como las de las personas XO, hasta conductas muy masculinas y muy agresoras/protectoras, como las de las personas XYY, todas ellas procedentes de la variabilidad de la androgenación.

Los continuos no-binarios de sexogénero también se pueden representar por un modelo matemático de conjuntos difusos o abiertos (Lotfi A. Zadeh, 1963), en los que la pertenencia de los elementos se determina por un más o menos, mientras que el sistema binarista se entiende como conjuntos cerrados, cuya pertenencia de define por un sí o no. En los conjuntos difusos, la masculinidad/feminidad y la hetero/homosexualidad dan siempre lugar a ubicaciones personales como la de que una persona XY concreta sea más o menos masculina (implicando menos o más femenina) o la de que una persona más o menos hetera pueda saber que eso implica que es a la vez menos o más homo.

Estadísticamente, todas las personas XY, XX, X0, XXY, etcétera, se mueven en torno a dos atractores estadísticos, el de la feminidad y el de la masculinidad, de cada uno de los cuales están más o menos cerca, lo que quiere decir más o menos lejos del otro, habiendo algunas equidistantes de ambos, en una zona intermedia.

Es importante constatar que este concepto no-binario de la variabilidad no es el de la salud/patología. La variabilidad es una ventaja para la adaptabilidad de la especie. Lo mismo que, en tiempos en que nuestras culturas vivían más expuestas a la intemperie, la fortaleza corporal y la agresividad masculina y la maternalidad femenina eran muy necesarias para la supervivencia de la especie, en los tiempos en que hemos superado esa intemperie prevalecen cualidades como la información, que son compartibles por todas las realidades sexuadas.

La existencia real de continuos o conjuntos difusos de sexogénero puede ser muy comprensible para la Teoría Queer.

Pero mientras la Teoría Difusa acepta la multiformidad de las realidades de sexogénero, aceptando en un plano de igualdad a la Cisdifusa o Heterodifusa, a la Transdifusa, a la Homodifusa (todas ellas más o menos) la Teoría Queer aspira a una uniformidad en la disolución de todas esas identidades u orientaciones.

Aquí hay un punto de conflicto potencial entre los proyectos de la Teoría Queer y la Difusa, que requiere nuevos datos y más reflexión.


DIALÉCTICA

El proyecto queer, como el del feminismo de la igualdad, ha adoptado como centro la filosofía dialéctica de Hegel/Marx.

El sistema de Marx está formado por dos planos: una teoría de la historia, que es el materialismo histórico, y una filosofía, que es el materialismo dialéctico. La palabra materialismo presupone una definición de materia que Mario Bunge describió como “lo que cambia”, expresión que lleva a “lo que no cambia”, que son las relaciones lógicas o matemáticas entre las distintas realidades materiales (Pitágoras, Soto, Galileo, Newton, Einstein, Planck),  que desde Einstein, incluyen la energía (E=mc2) y desde Planck la probabilidad y al observador.

El materialismo histórico sostiene que los hechos tecnoeconómicos configuran los hechos de pensamiento y de organización social, en la escala de masas, frente a las teorías idealistas que afirman que los hechos de pensamiento configuran los hechos tecnoeconómicos y de gobierno, en cualquier escala individual o de masas.

Si se piensa en una sociedad humana elemental, primigenia, es fácil constatar que la búsqueda de alimento y cobijo es tan apremiante, y los recursos tan escasos, que se configuran unos hechos de pensamiento primarios, acríticos, intuitivos, míticos y una organización social muy sencilla.

Esto es una verdad tan evidente, que es fácil comprender que algunas de las sucesivas transformaciones tecnoeconómicas fueron configurando sucesivos hechos de pensamiento de masas y de organización social, y que Marx halló en este esquema una verdad.

Pero también es verdad que, al tratar de explicar el proceso de cambio de unos modos de producción tecnoeconómicos a otros, quiso seguir el modelo de la filosofía dialéctica de Hegel, y en esto se equivocó. Como la realidad, pese a algunas apariencias, no suele ser binaria, no puede ser dialéctica. A mediados del siglo XX, Lysenko intentó hacer unas ciencias naturales dialécticas, y falló.

Por tanto, mientras que el materialismo histórico de Marx acertó en su teoría de la historia, el materialismo dialéctico quedó falsado, en términos de Popper, y tanto la Teoría Queer como el feminismo de la igualdad tendrían que desprenderse de él. Vamos a ver cómo podría ser, a partir del no-binarismo.

TEORÍA DE LA HISTORIA

Marx enumeró como modos de producción el comunismo primitivo, el esclavismo, el asiático (a falta de un nombre mejor), el feudalismo, el capitalismo, el comunismo.

V. Gordon Childe, marxista heterodoxo, enumeró la sociedad recolectora, la cazadora, la labradora/pastoril, la mercantil, la industrial; hoy habría añadido la informática.

Marx suponía que el cambio de un modo de producción a otro se producía por tensiones sociales del tipo de dominación/sumisión, lo que llevaba a la hipótesis dialéctica de la lucha de clases.

Childe se fijó más bien, de acuerdo con el materialismo histórico, en los avances técnicos que, en determinadas circunstancias, permiten un inmenso desarrollo económico, del que sus autores son generalmente inconscientes. Así, entre la sociedad recolectora (vegetales, pequeños animales, carroña) y la cazadora, están las armas arrojadizas (grandes animales, pieles, división sexual del trabajo, primer patriarcado); de la cazadora, por extinción o casi extinción de las presas, se pasa por medio del consumo de cereales silvestres y por la domesticación, a las sociedades labradora de huertos (por las mujeres; matrilinealidad) y pastoril (por los varones; patrilinealidad, segundo patriarcado) y por las guerras entre unas y otras, a la victoria de las pastoriles, y su explotación de las agrarias (patriarcado generalizado, agricultura de arado, esclavitud, excedentes)

Por medio de los excedentes, surgieron las sociedades sucesivas, fundadas en el comercio, la artesanía, la minería. Por eso, Childe habla con razón de la Revolución Agraria o Neolítica como el mayor de los cambios de la historia humana, con una capacidad de transformación inmensa. Fue iniciada por las mujeres de la sociedad cazadora al entrar en crisis la caza, buscando fuentes de alimentación complementarias, y al hallarlas, se liberaron insensiblemente por considerarse las dueñas de la tierra, e iniciar así un sistema matrilineal.

Pero después de las guerras con los pastores y la vuelta al patriarcado, el aumento de los excedentes con los arados masculinos, su propiedad, su transporte, su intercambio crearon las primeras sociedades de clases, la esclavitud, la  posesión/desposesión, el salario, las ciudades, los primeros estados, los grandes almacenes, la escritura para controlarlos… y a partir de ahí, a lo largo de los siglos, los grandes inventos secundarios, como la rueda, las poleas, la imprenta, la brújula o la pólvora, que no fueron capaces sin embargo de cambiar fundamentalmente la civilización, hasta el punto de que, con todos ellos, Napoleón vivía poco más o menos como los romanos, mientras que la máquina de vapor, en Inglaterra, creó la Revolución Industrial, un cambio tan enorme  como la Revolución Agraria, que generó, con sus masas al obrerismo y al primer feminismo.

De la Revolución Industrial del vapor se pasó a la electricidad y al petróleo, a la tecnociencia, por primera vez un hecho de masas, su participación en la industria comenzó a liberar a las mujeres, y repentinamente, casi enseguida, nos hallamos en la Revolución de la Información, o Informática, en la que mujeres, intersex, varones, nos encontramos en igualdad de condiciones para usar,  desarrollar e innovar los recursos económicos.

En esta visión general queda claro que los inventos técnicos fundamentales para el cambio socioeconómico han sido a veces casuales y aparentemente secundarios. En las armas arrojadizas sí puede verse una intención consciente desde el primer momento de cazar animales de otra forma inaccesibles; pero en el descubrimiento de la utilidad de las semillas para ser sembradas, aparte de ser comidas, puede verse una serie de iniciativas a corto plazo, que se fueron convirtiendo en una inmensa iniciativa a largo plazo, de la que sus protagonistas no podían tener conciencia. ¿Puede verse, en los orígenes de la máquina de vapor, algo más que la intención de los fabricantes de conseguir más productos a menor precio; pudieron figurarse algo más allá de ello, como enseguida empezó a visualizarse con los ferrocarriles?

Queda claro que el motor de la historia no ha sido la épica de las luchas de clases o de sexos, que son reales, pero han podido tardar siglos o milenios en conseguir transformaciones decisivas como las revoluciones liberales o comunistas (cayendo todas éstas, salvo la china, por la dialéctica; la china está creando el empresariado después de la revolución)

La historia se transforma por determinados y  aparentemente aleatorios hallazgos técnicos; por las armas arrojadizas, el uso de las semillas, la máquina de vapor, los ordenadores y los móviles (en 1945 se creía que la bomba atómica iba a crear la Era Atómica; pero no ha sido así); estos hallazgos forman la infraestructura de las sociedades; a partir de ellos, se forma la superestructura, como bien vio Marx; pero no en términos dialécticos, como también creyó ver.

UNA TEORÍA QUEER NO DIALÉCTICA

¿Es posible, por tanto, una Teoría Queer que abandone la dialéctica?

Teóricamente, sí. Algunos de los conceptos fundamentales de la Teoría Queer reflejan hechos reales y la voluntad de darles fin, pero no tienen que  obtener su sentido de un análisis dialéctico.

El primero de ellos es la heteronormatividad o intento de aplicar a toda la sexualidad humana las normas que rigen las relaciones heteras.

Es fácil traducir esta heteronormatividad como una consecuencia del patriarcado descubierto por la teoría feminista de la igualdad. Pero que este patriarcado, aunque muy extendido a lo largo del tiempo y a lo ancho de la Tierra, haya sido temporal, no haya existido siempre, excluye el análisis dialéctico.

Durante mucho más tiempo que él, ligado a la sociedad cazadora y luego a la pastoril, han existido otras formas. Durante decenas de miles de años, existió la sociedad recolectora, cuyas formas podían ser semejantes a las de los bonobos, en cuya sociedad el único vínculo duradero es el de madre/hijo y en el que las madres, por la fuerza de su unidad, controlan el conjunto de la sociedad, por encima de los machos, que actúan más independientemente.

Luego, hubo algunos milenios de sociedad patriarcal, la cazadora (pero en la que a menudo se consentían transiciones de género relacionadas con la aptitud para la caza/guerra, feminizándose los varones que no querían participar en ellas y virilizándose las mujeres aptas) Pero después, en las sociedades agrarias, la mujer volvió a fundar la vida social, como dueña de la tierra, y simbólicamente, mediante la matrilinealidad.

Por tanto, los restos del patriarcado que han llegado a nuestros tiempos, muy agobiantes todavía en la cultura islámica, la heteronormatividad que todavía preside nuestras vidas, pueden ser transformados sin recurrir a artificios dialécticos. No hace falta terminar con los sexos ni con los géneros, es preciso más bien crear una libertad de género (concepto difuso) en la que todas las formas de sexogénero, heteras, homos, trans, intersex, queer, encuentren un sitio igualitario,  una expresión libre, como de hecho estamos viendo cada día en las nuevas generaciones de  nuestra sociedad.

La relación de los conceptos feministas, queer y difusos resulta muy fecunda. En la medida en que la heteronormatividad del patriarcado incluye la patrilinealidad y ésta es siempre insegura, la Teoría Difusa ve la extraordinaria rigidez del Código de Género patriarcal, cuya finalidad es asegurar al máximo el control de la mujer y su fecundación, y que es manifiestamente penal, pues incluye castigos para las contravenciones que van de la irrisión a la expulsión del hogar o incluso la muerte para el adulterio o la homosexualidad.

Por tanto, una tarea común de la Teoría Queer y la Teoría Difusa puede ser el derribo del Código de Género patriarcal y su sustitución por una Carta de Libertad de Género más inspirada en el sistema matrilineal.              

A partir de esta desdialectización, la Teoría Queer seguiría sin embargo más centrada en la liberalización de la variabilidad de sexogénero, interesada por un futuro que sea más humanizador, mientras que la Teoría Difusa se ha centrado más bien en los orígenes biológicos de la variabilidad sexogenérica

Parece que la variabilidad Queer, originada en la temática de la orientación y de la expresión de género, puede interesarse también por más por el segmento intermedio de los continuos de sexogénero, mientras que la variabilidad Difusa, conforme a su origen trans, puede interesarse sobre todo por los acercamientos intersex a los dos grandes atractores estadísticos.