lunes, 16 de diciembre de 2013

LIBERTAD DE GÉNERO


Kim Pérez

En la estructura de nuestra sociedad hay una ley ignorada, pero fundamental, que es el Código de Género. Todos, todas, todes la sabemos de memoria, y por eso no necesita ser escrita. Es penal, porque sanciona los incumplimientos con penas que van desde la irrisión o burla, a la culpa religiosa, expulsión de la familia, pérdida del empleo, desprestigio social y, en otros tiempos u ...otros lugares, hoy mismo, cárcel o muerte.

No tiene nada de extraño que lo tengamos grabado a fuego en nuestra mente, desde que somos pequeños. Manda en nuestro lenguaje. Manda en nuestras tiendas, dividiéndolas según sus preceptos. En nuestras compras. En nuestra ropa. En nuestros gestos. En nuestra manera de hablar o de reír.

Los Códigos de Género son variables, históricos, constituciones cuya duración se mide por decenas de milenios y no por siglos, regulan el corazón de las sociedades, mandando cómo deben ser sus familias y cómo debe ser la conducta de los sexos. 

El nuestro está en pleno cambio, se quiebra y grietea, pero sus penas aún nos hacen sufrir y nos marcan con largas cicatrices. Conviene conocerlo mejor. 

Está basado en un binarismo que excluye o condena todo lo que no es binario. Hay dos sexos biológicos, varón y mujer (por este orden), dos géneros conductuales, masculino y femenino, dos orientaciones sexuales, ginéfila y andrófila. Dos con dos y con dos. La Ley escrita incluso manda que todos los recién nacidos sean asignados como varones o mujeres. Quienes nacen intersex no pueden ser registrados como intersex. Quienes estemos al margen de este sistema, no podemos existir como marginales, y hemos de incluirnos en él.

Las personas intersex deben ser registradas como hombre o mujer, u operadas por decisión autoritaria, ajena, las transex son ignoradas o ridiculizadas (y se nos niega o regatea la operación), las homosex, condenadas. Chorros de sufrimiento humano hay tras estas palabras. 

El dos con dos y con dos oculta un significado. Estaba inventado para el poder. El poder no soporta terceros, que lo puedan debilitar. Obligaba a meter en el esquema de dominación a todas las personas. Decía que hay dominadores y dominados... Todavía lo dice, residualmente. Si has sido asignado como varón, te obliga a ser dominador, aunque no lo seas. Si has sido asignada como mujer, te obliga a ser dominada, aunque no lo quieras. Quienes estamos fuera del dos y dos y dos, seremos parias, más que dominados, sin derecho alguno, fuera de la ley binaria. 

La respuesta empezó por la lucha contra los dominadores (feminismo), que profundizó las libertades racionales, pero el clásico se quedó dentro de lo binario. Ahora ya podemos dar un paso más. La realidad no es binaria. 

El binarismo está fundado en un sí o un no. ¿Eres hombre? Sí – no; ¿eres mujer? Sí – no. ¿Eres masculino? Sí – no; ¿eres femenina? Sí – no; ¿Eres heterosexual? Sí – no. 

En cuanto te sales del binario, descubres que todas estas preguntas se pueden contestar con un más o menos. Y que ésa es la realidad, fuera de las abstracciones de los binaristas. Sales a la calle, y descubres que está llena de hombres más o menos masculinos y más o menos heteros, de mujeres más o menos femeninas y más o menos heteras, de personas más o menos intersex, más o menos homosexuales, más o menos trans… Lo corriente es la variedad, la variación que no se deja sujetar por esquemas… la vida.

Esta variedad es la de la natural libertad de género. La observación de la naturaleza nos conduce al deseo de liberación de nuestros esquemas sociales, para ajustarnos mejor a la naturaleza humana. 

La palabra género debe entenderse de otra manera. No puede ser ya una imposición, desde fuera. No puede ser ya la regla social, cuando descubrimos que ésta es abusiva, disparatada y generadora de mil sufrimientos. Serán las formas sociales que creemos por expresión, desde dentro de cada cual, por afinidades, por amistades, con libertad.

Seguirá habiendo mujeres u hombres más o menos femeninas, masculinos, más o menos heteros, heteras, más o menos homosexuales, libremente unidos, entre quienes se integrarán muchas personas intersex o trans (y dentro de poco, las células madres, generadoras de órganos propios, harán maravillas) Seguirá habiendo personas que prefieran definirse por la indefinición de sexogénero. Las personas homosexuales, bisexuales, transexuales, transvestistas, intersexuales, habremos sido el centro de esta transformación, y si en el siglo XX hemos necesitado etiquetas bien diferenciadas, ahora ya no las necesitaremos. 

El amable jardín de la Libertad de Género.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Libertad de Género como Derecho Humano



Kim Pérez

La transexualidad es una cuestión de libertad de género, un Derecho Humano, y por tanto tiene que ver con todos los seres humanos, no sólo con las personas transexuales.

El movimiento feminista ya ha trabajado y combatido por la libertad de género de las mujeres. No podía ser que hubiera sobre todes nosotres, todas nosotras, todos nosotros un Código de Género que ordenase que.las mujeres, por ejemplo, no pudieran entrar en el Ejército, lo que más ha visibilizado los nuevos tiempos, o en cualesquiera otras profesiones, antes varoniles, como la judicatura, en las que ahora tienden a ser mayoritarias.

El Código de Género es el fundamental y previo de nuestra sociedad, que no tiene que escribirse porque está grabado en nuestras mentes a sangre y fuego, aunque también está en parte en la ley escrita.

Prescribe cómo debe actuar cualquier persona, para ser llamada masculina o femenina, cómo debe vestir, cómo debe llamarse.

En la ley escrita, impone que todos los ciudadanos nos inscribamos como varones o mujeres, ignorando por ejemplo a les intersexuales.

Es un código penal, porque impone penas tan terribles como la burla o irrisión, el destierro familiar o extrañamiento, la enorme dificultad para el trabajo por cuenta ajena, etc, a quien decida pasar por encima de sus normas, ahora vigente para las personas transexuales, que no encontramos casi más salidas que el trabajo por cuenta propia... o el funcionariado.

En tiempos antiguos en España, en los contemporáneos en Rusia y muchos países islámicos o africanos, confirma lo que decía de sangre y fuego, porque condena a los disidentes de género, a hostigamiento legal o a prisión o a muerte, a quienes aspiran a la libertad ( Homosexuales, transexuales, informaos de vuestros derechos, de las normas vigentes y de la situación social de facto, antes de viajar a donde los ciudadanos son las primeras y constantes víctimas, o informaos de la dirección de vuestros Consulados)

Ahora falta por conseguir la libertad de género de los varones, mucho más aherrojados en este momento por las expectativas del Código de Género que las mujeres.

¿Por qué se puede observar una gran libertad de género ya entre las mujeres. y al mismo tiempo, los varones siguen tan rígidos, en parte por culpa de algunos -expectativas de poder- pero a fin de cuentas con una rigidez insertada en el vigente Código de Género? ¿Por qué tienen que parecer hoscos, temibles, serios, incomunicativos, aunque no lo sean?

¿Por qué temen la espontaneidad y tiene que ser convencionales?

¿Por qué para estas reglas arcaicas de masculinidad es mejor ser agresivo que haber cultivado la inteligencia?

¿Por qué un muchachillo no puede decir, por ejemplo, que quiere ser bailarín clasico, sin recibir un acoso de género inmediato en el aula? ¿Por qué, un paso más, no puede presentarse a los papeles femeninos escolares o en el teatro profesional o el cine, en los que podría brillar? ¿Por qué las ropas de varón, desde los chándales a los trajes tienen que ser tan uniformemente oscuros? (Menos mal que existe el chorro de luz de las corbatas!) ¿Por qué los varones tienen que ser tan ritualmente agresivos unos con otros, saludándose con puñetazicos de broma entre amigos, y no pudiendo casi acariciarse ni ponerse el brazo sobre los hombros, ni tomarse de las manos -regresión, antes se podía? ¿Por qué todo lo que estoy diciendo les parece a muchos de quienes lo leen un disparate imposible e improbable?

Que miren el creciente saludo entre jóvenes con dos besos. O el uso de uno o dos pendientes. O la reciente incorporación de varones como comadronas.

La transexualidad es sólo el caso extremo de la libertad de género requerida por todos los humanos, por quienes quieren ser libres en su masculinidad o en su feminidad o en su ambigüedad, mejor que seguir un Código con la cabeza agachada.

La transexualidad es el derecho a la libertad total frente a los requerimientos del Código de Género en cuanto a género o genitales.

Libertad de nombre, de vestidos, de registro del sexo en el estado civil, en los documentos oficiales, incluidos los pasaportes, de caracteres sexuales secundarios, de caracteres sexuales primarios… sin permisos ajenos, porque entonces ya no es libertad... autonomía, como la de toda persona para decidir sobre nuestra vida, sin dar explicaciones a nadie.

Libertad y respeto de personas libres en una sociedad libre.

Dentro de muy poco, dentro de este decenio, los genitales estarán abiertos a las transformaciones naturales gracias a las células madre…

Podrá parecer de ciencia-ficción, pero es que vivimos en el siglo XXI.

Y todo esto no será nada excepcional, nada patológico, nada tolerado, nada concedido, sino una parte de la libertad y de la igualdad de todas las personas, y del reconocimiento de los Derechos Humanos.

sábado, 26 de octubre de 2013

EXPRESIÓN EN MENORES VARIANTES DE GÉNERO



Kim Pérez

Actualizado 27.II.2014


 “Tendrás todo mi apoyo para hacer el camino que tú veas que debes hacer en tu vida, porque tú lo sabrás mejor que nadie. Tú vas a hacer las experiencias que necesites para encontrarlo. En algunas puedes acertar y en otras equivocarte, y eso es lo natural, cuando se hace una experiencia, que puede salir que sí como que no. Me vas a tener siempre a mi lado para preguntarme, y también tendrás que oírme cuando yo te diga algo que sea necesario porque tú no lo sepas. Te abriré siempre todas las puertas, tanto las masculinas como las femeninas o las ambiguas, para que tú elijas. Apartaré de ti los obstáculos que esté a mi alcance quitarte.  Educarte será prepararte para que tú tomes la mejor decisión”.

Es preciso dejar que se expresen los menores variantes de género, primero verbalmente, luego con hechos. Es preciso también aprender a oírlos. Saber oírlos consiste en dejarles hablar, sin interrumpirlos ni contradecirlos, dejarles la confianza de saber que van a tener ocasión y tiempo de decirlo todo, de desahogarse, en una palabra, y si lo necesitan, de experimentar con su género.

Entonces, con este criterio experimental, siendo muy consciente y haciendo muy  consciente al menor de que está haciendo una experiencia,  éste podrá experimentar todo cuanto necesite, porque la niñez, la adolescencia, la juventud son edades en las que el ser humano necesita sobre todo experimentar, como forma de definir su vida.

No hay una decisión todavía en cada paso, hay un ponerse a prueba. Puede ansiarse, por parte de la madre o el padre, menos incertidumbre, pero no son sus sentimientos lo que cuentan, sino los del menor.

Así, es experimental el cambio de ropa; el de género; el de nombre. Para todo eso hay que contar con el sistema escolar. Hoy, todavía, hay que explicarlo todo a todos. Dentro de unos años, no habrá que explicar nada, estará perfectamente entendido por todos.

Puede también experimentarse una ayuda médica. Bloqueadores de la pubertad en los primeros años, que son recursos puramente experimentales y reversibles en cuanto se deje de tomarlos. Conforme el o la menor va avanzando en edad y experiencia, puede empezar a probarse con fármacos cruzados, primero reversiblemente, luego irreversiblemente, con el acuerdo de madre y padre y oyendo siempre al o la menor.

En toda experimentación hay que enfrentarse con la incertidumbre. El resultado puede ser uno u otro, a veces sorprendentemente.

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Mantengo que no se puede hablar de menores transexuales ni homosexuales, dada la extrema plasticidad de esa edad, en la que algunas actitudes parecen ir madurando con el tiempo. Por tanto, hablaré de menores variantes de género, para no predeterminar el futuro.

Y por la misma razón, no les llamaré todavía masculinos ni femeninas, aunque parezca evidente que lo son, sino masculinizantes y feminizantes.

Hablando de orientación, tampoco hablaré de heterosexuales u homosexuales, para evitar las complicaciones que surgen al preguntarse si hablamos del género de origen o el de destino, sino que, más concretamente, hablaré de orientación ginesexual (que ama a las mujeres), androsexual (que ama a los hombres), personasexual (que ama a las personas, sea del sexo que sean), o asexual (cuyo amor no es sexual)

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CAUSAS DE LA TRANSEXUALIDAD

Puede haber causas biológicas, que consisten en las diferencias que puede haber en la androgenación del nuevo ser durante su gestación. Si un ser XY recibe menos andrógenos que la media masculina, o el ser XX recibe más andrógenos que la media femenina, habrá una desmasculinización mayor o menor, en el primer caso, o una masculinización mayor o menor en el segundo.  En la condición XY incluyo otras realidades cromosómicas, como XYY, y en la XX, otras como X0, para simplificar la realidad, que es muy compleja.

Ambas condiciones se verán después en la conducta de género, espontánea, instintiva, y en la orientación, androsexual en XY o ginesexual en XX, y darán lugar a una identidad o concepto de sí, femenino en XY o masculino en XX.

También puede haber causas biográficas, no biológicas, que se ven incluso en la mayoría de las  personas XY, que no parecen ser biológicamente femeninas, pero son transexuales porque no pueden identificarsae con los varones, por lo que llegan a una identidad feminizante.

 Es también útil, aunque requiere mayor trabajo de comprensión, la visión de Jacques Lacan, que se integra en la psicología profunda o psicoanálisis, aunque no es necesario aceptar todo el sistema psicoanalítico para aceptarla. Yo la transformo a mi manera. Partiendo de que todas las personas necesitamos sentirnos en una Unidad que nos dé el Ser y el Poder, se puede decir que la mayoría de las personas XY priorizan el Poder (lo que les da un interés por la dominancia y liderazgo, los motores, los juegos de guerra, etc), mientras que la mayoría de las personas XX priorizan el Ser (lo que les da un interés por su propia imagen y su proyección personal)

Según esta teorización, las personas XY transexuales femeninas seguirían un modelo femenino, priorizando su Ser, mientras que las personas XX transexuales masculinas seguirían un modelo masculino, priorizando su Poder.

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LA VARIEDAD NO-BINARIA DE LAS HISTORIAS PERSONALES DE VARIACIÓN DE GÉNERO

Lo que estamos pensando acerca de menores variantes de género requiere claras distinciones.  

La identidad es el concepto/sentimiento sobre sí que forma libremente cada persona, considerando su realidad corporal, sus afinidades, sus deseos, sus aspiraciones; es un “soy” + un “quiero”; puede haber por tanto un “soy” + un “no quiero”, realidad más juicio negativo sobre la realidad; se podría hablar de identidad/contraidentidad.

El estudio de Natacha Kennedy, de 2012, sobre 121 personas adultas (aunque sólo 11 FtM), muestra que los hechos trans suelen empezar desde la niñez. Sus tomas de conciencia se dieron  en una persona desde el primer año de vida, unas siete  veces más desde los tres, y veinte veces más a los cinco, edad que constituye la moda estadística; desde ahí descienden en una curva cóncava, con algunos altibajos, hasta los quince años, con frecuencia de una persona,  igual a la de un año; la media de edad se encontró en los casi ocho años; sólo tres personas empezaron a tomar conciencia desde más de dieciocho años.

A partir de este principio de análisis, es fácil distinguir enseguida algunas variantes de la experiencia trans, tales como las de identidades definidas personalmente como de hombre o mujer. e identidades indefinidas, como la de trans o la de persona ambigua, las de orientaciones androsexuales, ginesexuales, personasexuales o asexuales, las de propósitos operatorios o no operatorios…

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Expongo, más detalladamente, la variedad transexual, a través de cuatro esquemas simplificados, que en la realidad sería preciso completar con historias más o menos intermedias. Me resultan más conocidad las experiencias transexuales feminizantes, por lo que las detallaré mucho más que las masculinizantes, en la espera de recibir más información:

ESQUEMA

=Variantes de género XX masculinizantes, muy hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización del poder, ginesexuales.
Muestran desde su niñez una conducta de género muy masculina,  una identidad masculina muy temprana (“soy un niño”), prefieren en su niñez los juegos combativos, de equipo, y la compañía de los niños varones;  se sienten espontáneamente atraídos por las mujeres, con matices protectores, muy masculinos, por ejemplo en la forma del arquetipo de Tarzán y Jane.

DETALLES

La hormonación con andrógenos aumenta mucho su libido, acometividad y dominancia, obligándoles muchas veces a aprender a controlar racionalmente estas tendencias. El recurso a la cirugía es más frecuente para  conseguir la mastectomía, que es muy a menudo su primera urgencia, y la histerectomía, por razones prácticas, quedando la metaidoioplastia, o desarrollo del tubérculo genital, y la faloplastia, por sus todavía medianos resultados, a la espera de una mejora de las técnicas. 

Suelen formar parejas muy estables, incluso intertrans, en las que ejercen un papel dominante.

Catherine Millot ha creído ver en ellos una tendencia aparente a pasar inadvertidos y entenderse como “hombres grises”, encarnaciones del varón medio. Puede ser que esta tendencia provenga en realidad de la percepción del poder masculino como requiriendo ser indiscutible; su voluntad de poder les llevaría a evitar discusiones en las que pudieran encontrarse en una situación desventajosa. Sin embargo, la evidencia de que algunos trans masculinos no eluden el primer plano, muestra que esta tendencia es sólo cultural.

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ESQUEMA

=Variantes de género XX masculinizantes, algo hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización del poder,  androsexuales.  
Puede haber una admiración absorbente por los varones, que lleva a querer ser como ellos, a estar con ellos, en su dimensión de líderes o capitanes, y él a su lado, como un compañero,  audaz, compañero de audacias.
Desean hormonarse, formar barba, cambiar la voz, para ser reconocidos como varones sociales.
Su vida sexual resulta complicada, pero no imposible, precisamente con estos compañeros, heteros, pero ansiosos de sexo, que pueden valorar su aspecto masculino, dominable como masculino, y sus genitales femeninos.
Pueden entenderse a sí mismos como gays, pero encontrarán difícil relacionarse con ellos por la frecuente identidad fálica de éstos, en la que se hallan en desventaja.

DETALLES

Esta experiencia masculina no es del todo simétrica con su equivalente femenina, porque los trans androsexuales son una minoría dentro de los trans masculinos, en su mayoría ginesexuales, mientras que las trans ginesexuales son una mayoría entre las trans femeninas, de quienes las androsexuales están en minoría.

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ESQUEMA

=Variantes de género XY feminizantes, muy hipoandrogenizadas, que siguen un modelo femenino que prioriza el ser femenina, androsexuales.
“Soy una niña”, desde su primera niñez. Viven la feminidad desde dentro, sin pasión y con realismo. Pueden estar (o no), dentro del continuo dominancia/sumisión, en una situación más cercana a la sumisión. Puede haber (o no) un fuerte deseo de imitación de las funciones de la madre, incluso la maternidad, compatible con una tendencia a la rivalidad y la impaciencia.
 Su orientación es androsexual, muy intensa, con naturalidad. Piensan en los varones a menudo como en “el otro sexo”, muy diferentes, y hasta enigmáticos.
Su visible feminidad hace que sean acosadas desde el medio escolar. Con frecuencia, desde la niñez, según avanza su socialización, intentan corregir su naturaleza y su identidad, esforzándose en ser más viriles, incluso hipermasculinizándose; los impulsos de la pubertad, muy androsexuales, les ponen en el dilema práctico de cuál es su prioridad,  su identidad o su orientación.
Si el sentimiento de su identidad es prioritario, pueden llegar a una reasignación de género, mediante la simple hormonación cruzada o a una reasignación genital, mediante una cirugía decidida de manera reflexiva, no compulsiva.
Si es la orientación del deseo lo que se prioriza, incluso por razones prácticas, pueden intentar entenderse como homosexuales, aunque los elementos identitarios gravitan en su mente, como deseos de remodelación de su cuerpo o prácticas transvestistas.

DETALLES

Siguen un modelo femenino (ser),  que desde su niñez se traduce en  una conducta de género muy femenina y muy natural, a la que puede acompañar o una identidad femenina muy temprana (“soy una niña”), o una identidad neutra, o incluso una identidad masculina, algo desvaída, desde los dos-tres años.

Puede darse o bien la aceptación de los genitales, como no significativos (porque no afectan a su sentido de la identidad), o bien su negación, si les parecen significativos, porque quieren tener una vulva, e incluso esperan que con el tiempo se caigan.

Juegan sobre todo con niñas, a juegos apacibles, no combativos, frecuentemente con muñecas, de manera femenina, a peinarlas y vestirlas; no juegan mucho con niños; su feminidad es a menudo confirmada por el acoso escolar de género; su valoración de la ropa femenina está correlacionada reflexivamente con su identidad (“si soy niña, tengo que vestir así”); si su identidad es masculina, todas estas afinidades son expresiones de su naturaleza sin mayor reflexión sobre su significado (“soy así”)

Tienen una identidad femenina tan profunda, que si optan por una seudoidentidad masculina como soporte de su androsexualidad, no dejan de observar cierto distanciamiento respecto a ella, que puede llegar hasta un placer transvestista paradójico al llevar ropas masculinas, que ha sido llamado homovestismo.

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ESQUEMA

=Variantes de género XY feminizantes, algo hipoandrogenizadas, con falta o debilidad de la identificación de poder con los varones, ginesexuales.
Entonces, se da una fascinación o identificación extrema con la feminidad, apasionada. “Quiero ser mujer”. Puede ser muy temprana, con tres o cuatro años: “vi a una niña de mi edad y decidí que quería ser como ella”. Puede haber una adoración por la madre, admirándola, imitando sus gestos, sus palabras. La relación con el padre puede ser normal, pero menos absorbente. Parece una experiencia estética, en la que la orientación se convierte en identidad. Lo más parecido, fuera de la sexualidad, es la experiencia de Klimt: “Soy color… soy pintor”. 
En las personas XY heterosexuales, la identidad masculina, el amor de sí como varón, constituye una barrera que impide que la fascinación por la mujer pueda ser tan absoluta.  En estas personas XY transexuales esta barrera no existe y por tanto se da este amor absoluto, que a la vez depara una identidad.
  
DETALLES
                                           
La falta de identidad masculina se puede representar como el equivalente en lo mental a la ausencia de cualquier órgano anatómico necesario para configurar la masculinidad;  sería entonces también una intersexualidad neurocentral.

Sin embargo, por partir de una suficiente androgenia conductual, estas personas pueden integrarse con los varones en juegos de acción, de equipo y de combate, sintiendo interés por el juego pero no la afinidad de género con los compañeros; esto les permite no sufrir acoso escolar de género, porque cumplen con los estándares aparentes de masculinidad.

La absorción sin límites en la mujer significa que todas las cosas relacionadas con ella le parecen maravillosas y le deparan identidad. La ropa femenina no es una simple necesidad, sino un resplandor. Lo mismo que los juguetes de niña, vistos como encantadores, los únicos que se desea contemplar. El interés por la ropa, seguida con atención, puede llevar a descubrir sus mil matices, toda su expresividad.

Puede haber una verdadera adoración por la belleza de la madre, incondicional, más que un deseo intenso de imitar sus acciones, como se da en la otra forma de transexualidad. Y puede buscarse la compañía de las niñas por disfrutar de su presencia, más que por los intereses compartidos.

La intensidad de la identificación puede producir un deseo de fusión con la imagen de la mujer en el espejo; el verse como mujer suscita una contemplación tranquilizadora, y una necesidad de reflejarse en espejos, escaparates, fotografías, incluso en la sombra,  que es común también en la mujer, pero resulta particularmente frecuente. Puede parecer un narcisismo, una obsesión de la persona por sí misma, pero es un sentimiento más parecido al “yo soy tú”, del amor perfecto.

El espejo se convierte en el hogar natural de la persona feminizante, allí donde se ve como se quiere ver, y las fotografías son los equivalentes del espejo, más objetivables, que se pueden guardar, analizar, compartir y recordar; pero como esta pasión no exime de la soledad, puede llevar a un deseo de la mujer como compañera, que es relativamente fácil de conseguir y de conservar, superando la soledad.

(Es preciso explicar siempre lo que se siente, excluyendo el “esto son chiquilladas, me caso y se me acaban, no tengo ni que contarlo”,  y por parte de la pareja, excluyendo también el “conmigo se le pasará”; dos aspiraciones que no son realistas, porque es una realidad estructural, estable)

La feminidad como aspiración puede suscitar un alejamiento paterno, o la exclusión y acoso por parte de los compañeros varones; esto puede generar en estas personas también una reacción muy femenina: la necesidad de ser querida y valorada, el deseo de ser bella para ser aceptada.

Puede darse también (o no) una repulsa de los propios genitales, como en las historias anteriores, para materializar mejor la propia imagen como mujer. Tanto en la hormonación como en la operación no importa el descenso de la líbido, o la relativa escasez de los orgasmos, porque se trata de una cuestión de identidad, que es siempre prioritaria.

La hormonación/operación puede colmar su necesidad identitaria, pese al descenso de su libido (Anne Lawrence); lo puedo constatar en la historia de una amiga, operada, que sigue ansiando la felicidad en la compañía de una mujer, aunque su ideal es permanecer junto a ella, sólo tomada de las manos; pero otras veces, cuando se desea sobre todo llegar a la plenitud de la fusión mediante un orgasmo, se puede constatar que es menos fácil que antes, y lamentar profundamente haberse operado. 

Ray Blanchard, a quien se debe una útil distinción entre transexuales androsexuales y ginesexuales, que he seguido, llamó a esta manera de ser “autoginefilia”, palabra que no es adecuada, al insistir en “autós”, el sí propio, y considerándola como una parafilia; por eso me parece más adecuado hablar de ginesexualidad, que es una condición común a XY heteros y a XX lesbianas, y que además, permite dar por errónea la interpretación de la  condición transexual como parafilia.

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Estadísticamente, en mi grupo de amigas y conocidas más cercanas, en España, formado por 31 mujeres trans (4 de ellas extranjeras), 15 son androsexuales y 16 ginesexuales, casi mitad y mitad, a diferencia de los estudios anglosajones, que dan una gran mayoría a las ginesexuales. De las primeras, 10 son operatorias,  dos tercios, y de las segundas, 5, sólo un tercio. Con estos datos, ya empiezan a vislumbrarse por lo menos frecuencias y actitudes ante la operación.

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En una novela, de la que desgraciadamente no guardo en la memoria el título ni el nombre del autor, italiano, se manifiesta una parte de este sentimiento de una  manera muy bella. Un adolescente está enamorado de su prima. En un carnaval, buscando un disfraz, sube al cuarto de ella, busca en su armario, y encuentra uno de sus vestidos. Se lo pone y se mira en el espejo y en ese instante ve en él la imagen de su prima, pues se le parece mucho.

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Se trata por tanto de personalidades cercanas, pero distintas de las que actualmente se llaman feminófilas y antes transvestistas, que afirman su identidad masculina hetera y no piensan desde luego en hormonarse ni operarse, recurriendo sólo a técnicas cosméticas, de resultados a veces espectaculares pero voluntariamente efímeros, como figuras de arena en la playa.

La diferencia entre feminofilia y transexualidad ginesexual está en la presencia, en el primer conjunto de una suficiente identidad masculina o afinidad con los semejantes, en este caso los varones,  que forma una barrera identitaria que impide justo el deseo de fusión con la mujer; y en el segundo conjunto,  de un  vacío más o menos intenso de identidad masculina; tal barrera faltaría, la masculinidad no sería valorada, llegándose incluso a la androfobia.  

Son muy diferentes las perspectivas de feminofilia y transexualidad ginesexual; para la primera, las derivadas de una masculinidad hetera, que si realizara una operación de genitales se sentiría mutilada; la segunda pudiendo ver la operación de genitales como fusión deseada con la Imagen de la Mujer. Si en una persona concreta fuere difícil distinguir una de otra, sería necesario ser muy prudente en cuanto al paso quirúrgico, porque no se llegará más que efímeramente al éxtasis esperado.

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CERTEZAS Y DUDAS

En cuanto a la certeza de ser, o querer ser, o no ser, o no querer ser, la mayor duda puede darse cuando se observa que la orientación discrepa de la identidad, en un esquema binario. Se supone, dentro de este esquema, que si yo soy mujer tienen que atraerme los varones y si soy varón tienen que atraerme las mujeres. Pero si salimos de ese esquema y entramos en el terreno de lo no-binario constatamos que este esquema no es válido siquiera para los varones y mujeres por asignación, que pueden ser gays o lesbianas, y mucho menos para trans, cuya estructura afectiva es mucho más compleja.

Socialmente resulta más fácil explicarse a sí mismo como gay o lesbiana, pero yo prefiero decir, con mayor precisión, hombre XX androsexual o mujer XY ginesexual, porque las estructuras de los sentimientos son diferentes.

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Para menores XY variantes androsexuales y XX variantes ginesexuales puede no haber apenas dudas en el subperíodo de su niñez, sobre su identidad. Son tan femeninas o masculinos que para sí mismas o mismos o para sus familias o compañeros de colegio es evidente lo que sienten.
 
Sin embargo, la llegada a la pubertad suele producir dudas acerca de si es prioritaria  su orientación, y vivirán como gays (“yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”), o su identidad, viviendo como trans femeninas. Factores de esta duda pueden ser la conciencia de mayores dificultades para el amor de los hombres como trans que como gay, o la de las mayores complicaciones que se encuentran en la vida de trans.

Esta duda sólo se puede resolver mediante la práctica. Puede dar lugar a muchos aparentes desistimientos, como explico en el siguiente apartado, o fases de negación de la transexualidad, que me parece que irán, en su mayoría, seguidos por una negación de la negación, o retorno a la primera identidad.

Para la inmensa mayoría actual, que no hemos transitado en nuestra niñez, la duda está en cuándo salimos del armario. La respuesta empírica que puedo dar es la que dio un querido amigo a sus propias dudas sobre el armario homosexual: cuando la necesidad de salir te hace decir un “¡basta ya!”

Esta decisión es la única que puede poner audacia junto a la necesaria prudencia.  

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La hormonación también puede crear muchas dudas. Pero se pueden resolver si se la ve como un ensayo general, pero que durante mucho tiempo es reversible. Las dudas pueden darse en cuanto a la subsistencia de la libido y los orgasmos, que efectivamente disminuyen aunque no hasta cero. Experimentar con la hormonación supone la experiencia personal sobre si se acepta esta evolución de la sexualidad o se para o se modula (según técnicas selectivas sobre el tipo de hormonación que ya se emplean)

La hormonación debe hacerse siempre bajo supervisión médica. Es inútil y contraproducente la automedicación, sobre todo en grandes dosis, cuando el exceso de hormonas no es asimilado por el cuerpo, como el exceso de azúcar queda sin disolver en el té o el café; pero este exceso puede fatigar excesivamente al hígado. Por otra parte, el equilibrio endocrinológico de cada persona es sutil: una amiga desarrolló, en medio de su transición, un exceso de prolactina, una hiperprolactinemia, que tengo entendido que puede llegar a ser mortal; su médico interrumpió de momento la hormonación, corrigió la hiperprolactinemia, y siguió adelante.

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Las decisiones sobre la cirugía de genitales son las que deben meditarse más. Hablo de ella aquí, en la medida en que hay menores que la desean, aunque creo que, en general, deberían esperar hasta comprobar su necesidad.

Puede hacerse un experimento mental: Supongamos que puedo operarme, pero me ponen la condición de que tengo que irme después a vivir en una isla desierta el resto de mi vida. ¿Lo haría?

La respuesta “sí” indica que la primera motivación es completamente personal, de que “lo haría sobre todo por mí”, fuera de cualquier consideración social. Esto permite despejar dudas, pues se puede comprobar que la voluntad de operación es firme, entendida como una adecuación a los propios sentimientos, no como una mutilación.

La respuesta “no” en cambio aconseja no operarse, puesto que las consideraciones sociales pueden ser fluctuantes y, en cambio, se emprendería un cambio corporal no deseado por sí mismo, que podría  sentirse en el futuro como una mutilación.

La respuesta “sí” la dan también las personas que, no pudiendo permitirse el cambio de género por cualquier circunstancia social (hijos en la adolescencia, responsabilidades económicas, etcétera), emprenden sin embargo la operación, que será por tanto conocida sólo por ellas mismas, y entendida como el mínimo suficiente. Yo misma hubiera emprendido esta operación de no poder cambiar de género, como temía, y hubiera significado una profunda alegría para mí, muy equilibradora; esa circunstancia  permite comprobar además que para las personas que sentimos así, el cambio de genitales es mucho más importante que el cambio de género.

Equivale también a estas cuestiones otra, que corresponde a las dudas reales de muchas personas trans (aunque la realidad es más suave) : ¿Estarías dispuesta a operarte si supieras que perderías todas las posibilidades de orgasmo; o si supieras que ibas a perder la libido absolutamente?

La respuesta “sí” indicaría que la voluntad de ablación genital prepondera incluso sobre el deseo. Insiste en la idea de que, cuando se siente, esta voluntad está por encima de cualquier otra consideración, incluso sobre la propia vida, con frecuencia arriesgada mediante la mutilación (yijras de la India)

Cuando se insiste en las dudas sobre este punto, me parece que se está expresando una voluntad presionada socialmente y que no la desea por sí misma, personalmente. Que voluntad personal, sea cual sea, es lo más importante en las transiciones trans. Es la que puede permitir sentir que se está haciendo lo que se desea y la que puede dar esa sensación de paz y bienestar que produce la experiencia trans. Es estrictamente no-binaria, como toda la transexualidad es no-binaria, está fuera del Código de Género que manda que sólo se puede ser hombre o mujer por asignación externa, no por decisión interna.


PREDICTIBILIDAD DE LAS FASES DE NEGACIÓN Y DE LAS DE NEGACIÓN DE LA NEGACIÓN EN MENORES VARIANTES DE GÉNERO

En menores feminizantes androsexuales son frecuentes los desistimientos en la pubertad, para experimentar la homosexualidad.

En estas personas, pese a ser muy femeninas,  con una conciencia de feminidad notable hasta los once o doce años, no perturbada por ninguna inquietud,  al llegar a la pubertad, se encuentran con que su amor más o menos difuso por los varones se convierte en deseo, a la vez que se les hacen visibles las dificultades que pueden encontrar si, como muchachas trans, son rechazadas por muchos heteros y muchos homos.

Entonces pueden poner en una balanza lo uno y lo otro, y poner el deseo por delante de la identidad. El planteamiento de la fase de negación puede ser incluso  “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”, que he oído a un muchacho de apariencia masculina, gay.  Puede que también intente conseguir una hipermasculinización. Pero siempre subsistirá como nostalgia el paraíso en que vivió como mujer, y puede dejar más adelante la fase de negación y volver a su identidad primaria.

Mientras este momento llega, muchas personas XY feminizantes androsexuales vivirán muy cerca del intento de definirse como homosexuales, sintiendo incluso un placer libidinal al vivir como esos varones que no son ellas mismas y a quienes aman y desean, un travestimiento aparente u homeovestismo formal como varones.

El convencimiento de que muchos de los desistimientos son sólo temporales, anejos al proceso de experimentación, y que son seguidos más adelante por retornos a la identidad primera,  me lleva a sustituir el concepto de desistimiento por el de fase de negación, que puede ser definitiva o ir seguida por una fase de negación de la negación.

Tomo este nombre de la filosofía dialéctica, puesto que la persona trans dialoga de continuo consigo: a una fase de afirmación del sexogénero sentido (tesis) le puede (o no) suceder una fase de negación del mismo (antítesis), a la que puede (o no) seguir una fase de negación de la negación (síntesis), que permite la entrada en una expresión nueva y personal.

La fase de negación, para menores adolescentes, también puede entenderse como una necesidad de exploración de la realidad, no sólo la del sexogénero reasignado sino la del sexogénero asignado o quizá la de la negación de todo sexogénero.

Una vez producida, puede durar meses, años y aun decenios. Puede hacerse cierto balance de las preferencias, poniendo por ejemplo las posibilidades para encontrar compañía de sexogénero, por delante de cualquier cuestión identitaria. Es obvio que debe ser respetada la decisión de cualquier adolescente que desee explorar la realidad.

Pero  también puede (o no) ser seguida por una fase de negación de la negación, de retorno a la primera expresión de deseo de cambio de sexogénero o de búsqueda de una expresión no practicada, la de su masculinidad o feminidad de asignación.

En este sentido hay que decir que los estudios de seguimiento se han solido detener en la primera fase de negación, entendiéndola erróneamente como desistimiento. Hipotetizo que quizá por eso sea  baja, en las muestras de población estudiadas, algo menos de un  tercio, la persistencia en las actitudes anteriores, y alta, alrededor de dos tercios, la apariencia de desistimiento. A medida que se sigan realizando más estudios de seguimiento que lleguen más lejos, y puedan incluir las negaciones de la negación, entonces supongo que descenderá el número de los negadores.

En menores variantes XY feminizantes, ginesexuales, que llegan a una fusión con la Imagen de la mujer, puede ser que esta fusión sea fluctuante en intensidad.  Estas fluctuaciones entre el deseo de fusión y la atonía, toman la forma de fases cortas de afirmación y fases de negación, en las que se puede llegar a la purgación o arrepentimiento e intento de olvidarse de todo. Se llega a un vaivén continuo entre ambas fases, que hace muy probables los desistimientos y los retornos tras los desistimientos. Para evitar estos vaivenes sería mejor seguir un modelo no-binario de vida, que insista en la conciencia de ambigüedad personal.

Para tratar de los menores XX que pueden definirse como trans masculinos, tengo que advertir que mi condición de persona XY trans femenina me ha permitido tener sólo unas percepciones externas que me dejan llegar a reflexiones más generales, menos detalladas. Espero que este estudio se vea completado por otro procedente de trans masculinos, los únicos que pueden hablar de sí mismos y no necesitan preguntar a otros (como me sucede por ser trans femenina como  más en general, a otros profesionales y teóricos que sean cisexuales)

Los menores variantes XX masculinos ginesexuales pueden tener experiencias no exentas de orgullo por su integración natural entre los varones androgénicos, a los que con frecuencia superan en decisión, temperamento activo, deportes de equipo, etcétera. Al llegar la pubertad, pueden encontrar con facilidad a mujeres adolescentes heteras que se sienten atraídas por ellos, y a quienes desean proteger (fantasía de Tarzán y Jane) 

Esta experiencia de expresión de los propios sentimientos y profunda adecuación a la realidad puede ser tan grata y satisfactoria que no parece probable una fase de negación.

Los menores XX trans masculinos androsexuales o personasexuales, pueden encontrar en su expresión de sexogénero las muchas alegrías correspondientes a la perfecta evolución de sus caracteres masculinos secundarios, como en el caso anterior y a su perfecta inserción social. 



miércoles, 9 de octubre de 2013

Teoría de la Sexuación

TEORÍA DE LA SEXUACIÓN

Kim Pérez

Estoy deslumbrada por la visión pitagórica de la Realidad (“Todo es Número”), que lleva luego a  ver cómo las Matemáticas (la Lógica, las Relaciones), inmutables, son el Modelo de la Materia, mutable (“la materia es lo que cambia” – Mario Bunge)

Lo vemos en cómo la Materia se agrupa por la gravedad en un centro, agregándose en una forma que se parece a una esfera (los astros), pero que nunca llega a esa forma perfecta, matemática, quedándose en un esferoide.

Esto se parece a la distinción de Platón entre Idea inmutable o perfecta y Materia mutable o imperfecta, pero tendente a lo perfecto (idealismo) Y también a la de Aristóteles entre Forma y Materia, pero entendiendo por Forma algo que se parece al Proyecto de un Mecánico o un Ingeniero o Maestro de Obras o un Arquitecto o un Piloto que traza un  rumbo,  y  por Materia lo físico, lo que pesa, el material siempre variable que se trans-forma y se ajusta más o menos al Proyecto, realidad mental, no material, ni siquiera un Plano.

La Teoría, el Proyecto, escinde en el Número Dos la sexuación, y la materia viva sexuada intenta acercarse a ese Proyecto, no siendo dual, sino continua (el continuum de la sexuación), no siendo binaria, sino nobinaria, lo mismo que la superficie de los astros no es una pura esfera, sino esferoidal, y la belleza de los montes y las llanuras se ve siempre transformada por las elevaciones y las erosiones; o las erupciones de gas ardiente acaban por trazar una hermosa curva y volver a la superficie de las estrellas, tendiendo de nuevo a la forma esférica.

Materia y Forma las encontramos en la distinción entre a) la Masculinidad y la Feminidad teóricas, proyectadas para realizar un intercambio de  genes entre los seres vivos, una obra de ingeniería biológica, y b) la Materia viva, que se acomoda en parte a ellas, que la aprovecha además para estimular para la sociabilidad, la convivencia, el placer mutuo entre humanos, bonobos, lobos, tórtolas, etc  (pero no en otras especies)

Esta Materia viva en un principio no estaba sexuada, por lo que la realidad material es siempre un continuo, en el que no hay seres masculinos puros ni seres femeninos puros, sino seres que se masculinizan gradualmente o que se estabilizan en la feminidad primordial y general.


La Teoría es el Proyecto, abstracto, siempre igual, perfecto pero no vital, un Teorema, la Práctica es lo vital, lo singular, lo individual, lo concreto, lo real. Lo más o menos masculino, lo más o menos femenino, lo más o menos intermedio, lo más penetrante, lo más penetrable, lo más activo, lo más pasivo, lo más fecundador, lo más fecundable.

La Teoría es el Plan General, invisible pero pensable, la Práctica es la Materia, visible pero no pensable, sino perceptible, emocionante, como una Música concreta que suena asociada con ella.

Esta dualidad sexuada del estado vivo de la Materia parece una versión más compleja de la dualidad polar del estado físico, electromagnético, de la Materia, con su sistema de atracciones y repulsiones que se invierten en las distancias muy cortas, todo ello presidido  por la Unidad de los opuestos.

viernes, 21 de junio de 2013

Transexualidad arquetípica

Cambio el paradigma de análisis de la transexualidad, empezando por los hechos psicológicos, que son los que nos mueven directamente, y dejando en segundo lugar los condicionamientos biológicos.

En cuanto a los hechos psicológicos, me parece que los que tienen más valor explicativo son los arquetipos presentes en nuestras mentes. Tomo la palabra de Jung: se trata de formas fundamentales de la mente humana, simbólicas y universales; forman  un plano del lenguaje que es común a todos los humanos.

Aparecen en nuestros sueños, aunque es preciso traducirlos desde su forma simbólica hasta la explícita; la forma simbólica, incluso, puede permanecernos inexplicada, e incluso parecernos un disparate sin sentido; pero la visión del arquetipo suele permanecer en nuestra memoria, un sueño inolvidable, durante toda la vida, como pidiéndonos que hallemos su sentido (su traducción)

También aparecen, en la infancia, en los juguetes que deseamos, en los que pedimos a los Reyes Magos (por eso, llamo a su recuerdo “test de los Reyes Magos”), o en el uso que damos a los que podemos encontrar (una caja de zapatos que se transforma en camión, o un bolígrafo en metralleta; recuerdo, de mi niñez, que en el mísero campo andaluz, una niña acunaba a una piedra, envuelta en un pellejo de jineta, como si fuera una muñeca)

Como Jung descubrió, los arquetipos también se hallan en los mitos y las costumbres de pueblos enteros y hasta de culturas comunes a muchos pueblos. Por ejemplo, gran parte de los indios de Norteamérica, que aceptaban la elección de género, esperaban que los menores eligiesen entre un arco o un cesto, símbolos arquetípicos de la masculinidad y la feminidad.

Algunos de los arquetipos más importantes para los seres humanos tienen un valor general, indiferenciado, puesto que afecta a nuestras experiencias más básicas: el sueño de volar representa el deseo de una liberación, mientras que el de ser perseguido por un animal, que en España suele ser un toro negro, del que se puede huir con mucha dificultad, como a cámara lenta, o pegándose los pies al suelo, representa el agobio por fuerzas que nos superan.

Como corresponde a esos símbolos, el sueño de volar me suele pasar en un medio soleado y alegre, un cielo azul y nubecillas blancas, primaveral; la huida del toro negro, o de un enemigo sin rostro, en cambio, suele suceder en un ambiente oscuro y con luces siniestras.


(La capacidad humana de simbolización se renueva en las formas: desde que se inventaron los ferrocarriles, se puede soñar en perder un tren (y lo usamos en nuestro lenguaje), como perder una oportunidad)   

Muchos arquetipos tienen un valor sexual, puesto que la sexualidad es una de las experiencias fundamentales de la vida humana. Pondré primero los de ascender y descender, referidos a escaleras o montañas, que pueden ser símbolos del esfuerzo vital o de la rendición, pero también, en el terreno de lo sexuado, del esfuerzo masculino y la entrega femenina

El arquetipo del Falo no es sólo sexual. Emplea el símbolo del falo o genital erecto como símbolo de sentimientos tan abstractos como el de lo Uno, el Ser, el Poder… En forma de “lingam” o monolito, ha sido usado en el budismo, pero también son falicos los campanarios, los alminares, los rascacielos, los aviones, las locomotoras, los barcos y en especial los submarinos, los autos y camiones, las espadas, las lanzas…

Toda persona, hombre o mujer, puede sentir la fascinación del Falo, porque es un símbolo anterior a la sexuación. Lacan cree que las personas transgenitales feminizantes necesitamos suprimir nuestros genitales, que son como irregularidades en la línea pura del Falo; seríamos adoradores de él, entiendo yo.

El arquetipo correspondiente femenino es el Mar, inmenso y tranquilo. Indiferenciado. El Agua, en general, fluyente, adaptable. Luminoso si refleja el Sol (como la Luna, otro par de arquetipos de lo masculino o lo femenino) Representada también por los largos cabellos, que caen, sin fuerza propia, entregados a quien quiera acariciarlos.

O la cueva, acogedora, siempre igual de temperatura, fresca en verano y templada en invierno. Que da lugar a las casas, en las que nos encontramos protegidos entre cuatro paredes, viviendo en el mundo de los muebles, o de las cocinas. Casas que nos expresan, en las que nos reconocemos como formas creadas por nosotras, cuidadas por nosotras, limpiadas, también como el Nido primordial, la acogida, el cuidado, la protección.

Visualizadas a veces en forma de pequeñas cajitas que nos encantan, espacios cerrados entre cuatro paredes, un suelo y un techo. O en la de inmensas cavernas, temibles para muchos varones, devoradoras, o quizá comparables a grandes templos para nosotras, espacios penumbrosos y frescos en cuyo interior brilla una luz.

Puede ser que cada persona sienta en su mente determinados arquetipos con mucha intensidad y otros falten o estén difuminados (no lo sé seguro, pero trataré de averiguarlo; esto es el estudio y la investigación empírica que se requieren)

También puede ser que esta presencia/ausencia esté sexuada y que en las personas transexuales esta sexuación esté cruzada, pero puede ser asimismo que esta sexuación sea casi imperceptible a la conciencia, por lo que no produce una identidad (que es un hecho de conciencia)

Pero esta presencia/ausencia de algunos arquetipos puede ser fundamental en la estructura de la personalidad, y emerger de pronto, dando la impresión de una transición tardía.

Estos arquetipos sexuados que he descrito me parece que se dividen en dos clases.

Clase A. Unos arquetipos sólo constatan que la naturaleza humana está sexuada, y la describen usando un lenguaje simbólico. Son estáticos, descriptivos, pero pueden faltar o no, sexuadamente, o su carga afectiva puede ser sexuadamente distinta.

En una persona XY, por ejemplo, pueden faltar o ser borrosos los arquetipos relacionados con la persecución o conquista de la mujer, o con el combate intermasculino. Por tanto, este hecho está más o menos sexuado mentalmente.

Otras veces, el arquetipo está presente, como descripción de la realidad, pero cada cual, según su sexuación, lo verá de manera distinta, identificándose con el arquetipo o viéndolo como algo que está fuera, y que atrae o desagrada (me parece que los arquetipos del Falo o el Mar pueden despertar estos sentimientos)

Clase B. Otros arquetipos expresan nuestros deseos sexuados, los proyectan simbólicamente por ejemplo en los juguetes que hemos deseado o en las grandes elecciones que hacemos en la vida; podríamos llamarlos “arquetipos del arco y la cesta”, porque en nuestra niñez han estado tan claros, que hemos elegido para jugar los objetos de una de esas familias y no los de las otras. Hemos decidido, con la soberanía con que los niños saben lo que les gusta y lo que no. En nuestra edad adulta, si hemos podido también elegir nuestro modo de vida, veremos que coincide con lo que elegimos en la niñez como símbolo de nuestros deseos.

Memorizar en la edad adulta el test de los Reyes Magos que vivimos en nuestra niñez y repetirlo ahora, nos da un colorido mapa de nuestros sentimientos que nos permite entender mejor dónde estamos en relación con  otras fórmulas de género, con cuáles nos identificamos, con cuáles, no.

Más en general,  descubrir la estructura de nuestros arquetipos nos permite descubrir un plano de nuestro ser que solemos olvidar y que sin embargo es muy activo.

Para las personas transexuales, que en un momento u otro nos hemos preguntado con intensidad por quiénes somos, nos ofrece una perspectiva profunda de nuestro ser, no convencional, no superficial.

El único método que hemos tenido hasta ahora para responder a la pregunta sobre nuestra feminidad XY o nuestra masculinidad XX ha consistido en constatar hechos objetivos, fácilmente observables, tales como nuestras tempranas afirmaciones o denegaciones de identidad (“yo soy” o “yo no soy”), o nuestras conductas cruzadas, en más o menos. Este método trata, mediante la introspección o el diálogo, de descubrir hechos subjetivos, de sentimiento, muy personales e intensos.



Visto este principio de análisis arquetípico, bajaré ahora a la sala de máquinas de la biología, que lo condiciona desde luego; vemos tres instrumentos para entender cómo la transexualidad viene  de variaciones  posibles y naturales:

Primero. La sexuación va de un estado embrionario básico femenino a uno masculino, según los flujos de  andrógenos diferenciados durante la gestación, cuya cantidad en menos o más depende en general de los dos atractores XX y XY y en particular,en cadsa persona, puede ser también variable en “más o menos”. Esta estructura se formula matemátice como Conjuntos Difusos (Lotfi A. Zadeh) de Sexogénero, definidos no por un “sí, no”, sino por un “más, menos”

Segundo. La sexualidad está compuesta de distintos planos (genético, cromosómico, endocrino, gonadal, cerebral, de los conductos  internos, de los conductos internos, de los conductos externos, de la orientación, sociocultural, psicobiográfico), que suelen ser convergentes, pero entre los que puede haber divergencias o intersexualidades (Gilbert-Dreyfus), muchas de ellas debidas a la androgenación diferencial de cada plano en más o menos.

Tercero. La androgenación del cerebro puede configurar de manera diferenciada sus tres planos evolutivos (llamados reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico/humano, o bien arcaico, medio y moderno - MacLean), determinando conductas diferentes  y aun contradictorias en cada uno de esos planos, que pueden ser difíciles de entender si no se considera esta posibilidad.


sábado, 15 de junio de 2013

Teorización y aplicación de la teoría en la transexualidad

Uso el siguiente cuadro teórico:

Primero. La sexuación va de un estado básico femenino a uno masculino, según los flujos de  andrógenos diferenciados durante la gestación, cuya cantidad en menos o más depende en general de los dos atractores XX y XY y en particular puede ser también variable en “más o menos”. Esta estructura se formula matemátice como Conjuntos Difusos (Lotfi A. Zadeh) de Sexogénero, definidos no por un “sí, no”, sino por un “más, menos”

Segundo. La sexualidad está compuesta de distintos planos (genético, cromosómico, endocrino, gonadal, cerebral, de los conductos  internos, de los conductos internos, de los conductos externos, sociocultural, psicobiográfico), que suelen ser convergentes, pero entre los que puede haber divergencias o intersexualidades (Gilbert-Dreyfus), muchas de ellas debidas a la androgenación diferencial en más o menos.

Tercero. La androgenación del cerebro puede configurar de manera diferenciada sus tres planos (reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico/humano, o arcaico, medio y moderno - MacLean)

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En mi caso, parto de las hipótesis de que o bien el Progynon que mi madre tomó para superar su matriz infantil y que dejó en cuanto supo que me estaba gestando, pudo tener un efecto  depot que fuera atenuándose de junio de 1940 a marzo de 1941, o bien el estrés de guerra que sufrió durante  esos meses, me desmasculinizaron gradualmente, más al principio, menos al final; el cerebro arcaico, permaneció femenino, con efectos conductuales muy elementales, automatismos, y los cerebros medio y moderno se masculinizaron más, pero no mucho, y sintiendo los efectos de la feminidad arcaica.

Si ha habido poca masculinización del cerebro arcaico, es lógica la inadecuación cerebro/genitalia, tanto anatómica como funcional; sentimientos de extrañeza y rechazo anatómico y funcional; deseo de sumisión sexual.                                                                                  

 Si ha habido suficiente masculinización de los cerebros medio y superior, la adoración hacia la madre/tensiones con el padre será un indicador de masculinidad hetera. Pero si, por no ser intensa, falta la homoafectividad masculina, se genera un vacío de identidad que se puede colmar mediante el deseo de fusión con una Imagen de Mujer en el Espejo, proyectada ginéfilamente. 

martes, 12 de marzo de 2013

Esquema de la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero




Por Kim Pérez

Actualización: 21.II.2014


Licenciada en Historia con Grado, Univesidad de Granada
Profesor Encargado de Curso, Universidad de Granada (1969-1971), Profesor de Formación Humanística y Ética, en el Centro Ameinon, y también, como Profesora, de Filosofía, en el Centro Ramón y Cajal, de Granada (1976-2006)
Premio Pluma 2010, de la FELGTBI


Fundada en el concepto de “más o menos” aplicado a la feminidad (“¿Mujer o trans?”, ponencia de Kim Pérez en las Jornadas Feministas Estatales, Córdoba (España), 2000; inspirada en conceptos sexológicos (continuo homosexual/heterosexual de Kinsey), feministas (diferencia entre sexo y género, procedente de Robert  Stoller, 1960) y de la Teoría Queer (no cerramiento de las identidades de género);  luego formulada conforme a la Teoría de Conjuntos Difusos de Lotfi A. Zadeh, de 1963 y la noción de Atractor Extraño de Eduard Lorenz, 1965.

Dio lugar al grupo de Conjuntos Difusos de Granada, cofundado por Kim Pérez y Amets Suess, Granada, junio de 2009, con el apoyo de la Asamblea de Mujeres de Granada, incorporándose Pablo Vergara Pérez. Presentada públicamente en las Jornadas Feministas Estatales, Granada, diciembre de 2009. Inspira el Proyecto de Ley Integral de Transexualidad de Andalucía, presentado por Izquierda Unida al Parlamento de Andalucía, 19 de diciembre de 2012, consensuado por la Asociación Conjuntos Difusos y la Asociación de Transexuales de Andalucía y elaborado principalmente por Ángela Gutiérrez Hermoso y Pablo Vergara Pérez. Es por primera vez uno de los contenidos docentes del curso de la Escuela de Postgrado, en la Facultad de Educación de Granada, impartido por Stefano Barozzi y Kim Pérez desde el 12 de marzo de 2013.

Es la primera formulación teórica procedente del medio transexual,  que parte de la posición central de la transexualidad, no marginal, para el estudio de la sexuación humana. Robert Stoller, cisexual, formuló también su visión de la diferencia de sexo y género a partir de la existencia de las personas transexuales.

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Temas fundamentales: Matemáticas y materia; continuo difuso mujer-hombre; atractores y variaciones; identidad como forma de conciencia variable, afinidad; código de género cultural: discontinuo en dos conjuntos cerrados como forma de dominación.

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(Prólogo)


La sexuación humana, remotamente descendiente de una reproducción asexual, se hace a partir de una feminidad básica y común a todos, mediante la androgenación diferenciada en la edad prenatal.

La feminidad básica es en potencia bivalente: dos mamas en cada cual y un tubérculo clitorideo/peniano, que se desarrollarán como alternativas; cromosomas XX cuya mutación, prehumana, dio lugar al XY.

La androgenación consiste en flujos, o chorros, variables, difusos, un más o menos; las menores, determinan la permanencia en formas y conductas definidamente femeninas; las intermedias, formas o conductas intersexuales; las mayores, formas y conductas definidamente masculinas.

Por tanto, la feminidad es básica, lo fundamental en todas las criaturas humanas; la masculinización es emergente en más o menos.

La androgenación no sólo es diferente individualmente, sino en los planos de la sexualidad de cada individuo (fenotípica, cerebral…) Yendo más lejos, la cerebral aparece probablemente diferenciada en alguna forma en la que cuente la temporalidad de sus formaciones.

En general, la androgenación por planos es bastante coherente en cada individuo, haciéndole permanecer mayoritariamente o bien en la feminidad básica o masculinizándolo. Esta coherencia puede no darse en algunas  personas, que se aprecian más claramente, en anatomía o conducta, como intersexuales.

En los seres conscientes, las determinaciones biológicas se juntan con las innovaciones adquiridas, todo ello en forma difusa, abierta, no cerrada.

La biología se relaciona con la conducta sexual innata, o sexualidad, pero sólo predispone, no determina, unida con la biografía, a la conducta sexual aprendida, o género. La feminidad o masculinidad de género,  dependen por tanto de dos factores articulados, biología + biografía. 

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La  matemática es la infraestructura de la materia (Pitágoras, Platón, Galileo, Newton, Einstein, Planck, Heisenberg) Algo inteligible, intemporal, “lo que no cambia”, organiza lo sensible, temporal, “lo que cambia”. Números bióticos permiten la consciencia o, al variar,  la deshacen; o forman la sexuación, que depende de las cantidades de andrógenos.

Para hablar de ciencia es preciso hablar de matemáticas.

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Los conjuntos difusos de Lotfi A. Zadeh se definen porque sus elementos tienen un grado de pertenencia de +/- (mientras que los conjuntos cerrados se definen por sí/no {1, 0})

La matemática Teoría de Conjuntos Difusos sirve para hacer cálculos sobre flujos y otras realidades variantes en +/- (afluencia al metro, tallaje de prendas, etc) o para entender mejor ciertas realidades en la teoría y la práctica social.

La realidad del sexogénero se puede entender como un sistema de conjuntos difusos, ya que empíricamente sabemos que las personas somos +/- viriles, +/- femeniles. Todos encontramos un lugar dentro de un sistema de transiciones (+/-)

Hay también dos atractores estadísticos abstractos, F y M (femenino y masculino), a los que se acercan +/- todos los elementos. Este concepto se forma a partir del de “atractor extraño”, de Eduard Lorenz, que describe una serie de curvas espirales más o menos cercanas a un espacio vacío, que conforme se alejan comienzan a gravitar en otro igualmente vacío que forma un par con el primero. Los atractores F y M son espacios vacíos puesto que no existen hombres puros ni mujeres puras y las personas reales orbitan más o menos cerca (o más o menos lejos) de ambos, en un sistema único.

Puede entreverse  una estructura del sexogénero humano formada por una infraestructura biológica inconsciente y una superestructura biográfica (psicoafectiva, tecnoeconómica –sigo a V. Gordon Childe-, consciente)

La infraestructura biológica, natural, se puede hipotetizar así:

Sobre una morfología inicial asexuada (dos tetillas + tubérculo genital) la diferencia XX o XY (el cromosoma Y surgió de una mutación del X) puede determinar una androgenación menor o mayor (-/+) del humano en gestación. Si hay androgenación -/+ cercana a 0, evoluciona en forma -/+ cercana al atractor F; si es -/+ cercana al máximo conocido, evoluciona en forma -/+ cercana al atractor M (Existen también algunas personas XX que se desarrollan como hombres y personas XY como mujeres)

Los flujos +/- grandes de andrógenos llegan en distintos momentos: formación de los genitales (-/+ desarrollo del tubérculo genital), configuración del cerebro diferenciada en formas relacionadas con la temporalidad de los flujos: -/+ masculinización de cada una de ellas.

Tomemos como referencia de conducta sexual preconsciente, a los mandriles que, al trasladarse, trazan  dos círculos en torno a los hijos: uno externo, por los machos, de defensa indirecta, agresiva frente a ataques externos, y otro interno, por las hembras, de defensa protectora y directa de los hijos.
                                                                                               
Los flujos mayores y los menores en los humanos dan lugar a conductas de círculo externo en las personas definibles como varones y a conductas de círculo interno en personas definibles como mujeres.

Este esquema abstracto está fundado en las diferencias androgénicas. Como éstas forman un continuo, se puede pronosticar que en los dos círculos habrá líderes y seguidores jerarquizados, más o menos androgenizados o androgenizadas. Pero la observación real mostrará que hay también personas XX que se incorporan al círculo exterior, personas XY que se incorporan al círculo interior, otras personas XX o XY que se sitúan permanentemente entre ambos, y que las personas XXY, XXX, X0, etcétera, se sitúan bien en los círculos definidos, bien entre ambos.

La biología hipoandrogénica en personas XY o afines, y la hiperandrogénica en personas XX o afines, la biología en abstracto, son eficaces para condicionar conductas imprevisibles entre ambos círculos de manera algo indefinida; pero hace falta pensar en la biografía personal y la cultura ambiente para entender las identidades definidas resultantes. 

La complejidad de las diferencias interindividuales en la androgenación cerebral se hace mayor en el plano individual.

Los planos arcaico, medio y moderno (o reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico) del cerebro pueden haberse androgenizado diferentemente durante la gestación, dando lugar a conductas sexuadas contradictorias que se sitúan en tres continuos.

Una nueva subhipótesis podría explicar por ejemplo que una situación de hipoandrogenia intensa en determinado momento fuera pasando con el tiempo a niveles mayores de androgenación,  generando un plano arcaico muy femenino (perceptible en las conductas de poder, o dominancia/sumisión) que fuera evolucionando a niveles intersexuales en el plano medio (orientación borrosa, poco definida en cualquier sentido) y masculinos en el plano moderno (amor personal  definido)

Estos tres planos aparecerían a su vez como cuantificables por un +/- dentro de un continuo. De hecho, cada persona los vería entrar en contraste en sí misma, aunque en la mayoría fueran más convergentes que divergentes y sólo en una minoría fueran claramente divergentes.

Las personas que se encontraren en esta situación de divergencia, dentro de una cultura como la nuestra que sólo entiende la convergencia y no tiene apenas conceptos (palabras) para explicar e integrar la divergencia, sentirían su naturaleza sexuada como fragmentada, mientras que podrían entenderla mejor como irisada.

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Los fenómenos biológicos, infraestructurales, y los epifenómenos psicoafectivos, socioeconómicos, biográficos, que son superestructurales, se hacen conscientes en las identidades, que son hechos de conocimiento de sí con valor afectivo, afirmativo o negativo.

Las identidades de sexogénero surgen como sentido interno del ser, irrefutable, como se comprobó en una dramática refutación de la hipótesis de John  Money de que todo el género fuera aprendido, imitado, inspirado desde fuera, externo. Pero también existen identidades confusas o intermedias o cruzadas, lo que muestra que se manifiestan como hechos del lenguaje simbólico y por tanto de consciencia, sujetos a los límites del vocabulario disponible y al error.

Como tales hechos de conocimiento consciente, las identidades evolucionan, se transforman; no son irreversibles a partir de los tres años, como suponía Kohlberg, aunque tienen un elemento de memoria de los afectos, sino que pueden desarrollarse y variar como todo conocimiento; como son conscientes, son históricas.

Las identidades, hechos de conocimiento, dependen en gran parte de intuiciones, más que de razonamientos, y las intuiciones son de por sí incomunicables; por eso es ilusorio e imposible que una persona ajena intente definir la “verdadera” identidad de otra persona.  La identidad, como intimidad, es inaccesible e incomunicable en su intensidad, connotaciones, etc

Las identidades personales se agrupan espontáneamente por afinidades. Recordando los atractores de Lorenz, la mayor parte de las personas se sitúan cerca de los atractores vacíos. Pero minorías importantes se sitúan más y más lejos de cada uno de ellos, pudiendo formar otros subconjuntos de afinidad.

En un continuo, todas las identidades que se den en él representan conceptos funcionales, prácticos, de una lógica informal o borrosa; esto se puede decir de las identidades de hombre, mujer, intersex, transexual, travesti, etc, todas las cuales se pueden entender como difusas dentro del mismo “más o menos”.

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La identidad es a la naturaleza como el  concepto a la realidad. “La adecuación de la inteligencia a la realidad”, definición de la verdad por Aristóteles, se puede dar más o menos plenamente. Hay un margen por tanto entre una y otra. 

Hay personas XY muy femeninas  o XX muy masculinas, que forman en edades muy tempranas una identidad cruzada de género (que corresponde a una naturaleza cerebral cruzada respecto a la del resto del organismo)

En otras personas, la identidad de género es vacilante,  quizá en relación con una naturaleza cruzada menos definida.

En otras personas más, la feminidad o masculinidad cerebral no se traduce en una identidad cruzada, de manera que asumen como identidad la naturaleza del resto del organismo.

Es decir, la naturaleza no se traduce necesariamente en identidad, como los conceptos, en general, no se forman directamente de la realidad; pueden darse o no.

En las personas de naturaleza cruzada, en culturas que la niegan, se suele dar un sentimiento de miedo cuando comprenden la presión social que pueden encontrar. Entonces suele darse una “fase larga de negación” que puede durar años, decenios o toda la vida. En ella, se niegan los sentimientos o experiencias cruzadas, bajo reflexiones como “esto son chiquilladas, que se me pasarán con el tiempo” que conducen a integrarse mejor en los estatutos socialmente admitidos de varón o mujer.

Esta fase larga es distinta sólo cuantitativamente de las fases cortas de negación, que han sido llamadas “purgaciones”, que suelen acompañar a los procesos transexuales y durar unas semanas o unos meses. En ellas se suele tirar todos los elementos de género que acompañan las afirmaciones de identidad cruzada (ropas, maquillajes, prótesis, etc), con grandes sentimientos de culpa familiar o religiosa, consecuencia de un código social de género muy interiorizado.

Suele seguir una conducta convencional, afectivamente gris, que parece masculina o femenina o incluso hipermasculina o hiperfemenina. Teniendo en cuenta que la orientación sexual es un hecho que también forma parte de un continuo (Kinsey), distinto de la identidad de género, en algunas personas conduce a enlaces heteros, y a la procreación,  en otras a una soltería práctica y en otras a enlaces homos.

La conducta homosexual puede surgir de motivaciones muy diversas y tener formas muy diferentes, desde una profunda camaradería hasta relaciones de dominancia/sumisión. Se encuentra en ella muy a menudo, no siempre, una naturaleza cruzada originaria, seguida de una fase larga de negación, para la que las relaciones externamente homosexuales pueden ser internamente, cerebralmente, heterosexuales.

Se puede expresar en frases como “yo me siento mujer, pero no necesito vestir de mujer” o recuerdos de una infancia muy femenina o masculina, en la que ya se sintieron enfrentamientos familiares o sociales, empezando a menudo por figuras tan significativas como la del padre o los hermanos y siguiendo por la escuela. El sufrimiento pudo ser tan intenso que en la edad de la adolescencia pudo surgir una fase larga de negación que ya duró toda la vida.                 

Aparece entonces con claridad que en muchas personas homosexuales, no en todas, se han dado experiencias afines a las de las personas transexuales, en cuanto a naturaleza, identidad y fases de negación. La diferencia entre unas y otras parece ser sólo cuantitativa, en cuanto a la intensidad de la naturaleza cruzada, de los conceptos de identidad y de las mismas experiencias sociales que han llegado a la fase larga de negación. Al ser cuestión de más o menos, se integran en un conjunto difuso o continuo. 

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Por naturaleza, la transexualidad es una de las numerosas formas de intersexualidad, puesto que corresponde a una diferencia entre el sexo cerebral y el del resto del organismo. Gilbert-Dreyfus recogía los numerosos planos en los que la intersexualidad es posible: el genético, cromosómico, de los conductos internos, de los conductos externos, el hormonal… Hay que añadir, a partir de lo que vamos sabiendo (Guillamón) esta intersexualidad en el plano cerebral o neurocentral.

Por identidad, la transexualidad puede entenderse por identidades femeninas o masculinas (“soy una mujer como otra cualquiera”, “soy un hombre como otro cualquiera”) o ambiguas (“no soy hombre ni mujer”)

Esta concepción resuelve la cuestión de la patología. La intersexualidad no es una patología sino una variante natural, dentro de la extrema variabilidad de la naturaleza, que interesa adaptativamente, es decir evolutivamente. Puesto que la transexualidad es una forma de intersexualidad, no es una patología, sino también una variante natural. No ha lugar a patologizarla ni, por consiguiente, a intentar curarla.

La variabilidad natural  no sucede teleológicamente, es decir, con un fin predeterminado, aparte de la misma variabilidad, que es buena y útil de por sí. Quiero decir que las variaciones surgen dentro de una plantilla de posibilidades y algunas pueden ser perjudiciales y otras beneficiosas, algunas no adaptativas y otras adaptativas.

En este punto debe mirarse cara a cara la realidad. Objetivamente, las intersexualidades dificultan la formación de pareja y la procreación. Puesto que pueden deberse a diferencias en la androgenación, ¿puede preverse que en un futuro inmediato, el análisis prenatal de la situación hormonal de la criatura en gestación dé lugar a un tratamiento médico con andrógenos o antiandrógenos?

Sí, es posible. En ese futuro eugenésico podría pensarse que se prevendrían y se corregirían, vía médica, la intersexualidad, la homosexualidad y la transexualidad. Pero este criterio humano limitaría la variabilidad natural, sería homogeneizador, no respetaría las posibilidades de desarrollo de cada individuo. La formación de parejas y la procreación son necesarias para la supervivencia de la especie, pero no para la de todos sus individuos, para cuyo desarrollo sólo es imprescindible la ayuda familiar y social, la alimentación y el cobijo. Las circunstancias reales son mucho más complejas y variables que las previsiones aparentemente racionales, si son unificadoras (no adaptativas) Entre las razones por las que los naturales de Juchitán, en México, se alegran de tener una hija muxe (transexual) figura el tener una ayuda para los padres en su vejez. Para otras personas, tener una pareja transexual significa la ventaja, en ciertas circunstancias, de no tener hijos. Todo ello es singular, puede darse o no, pero  es individualmente adaptativo. 

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El Código Penal de Género vigente en la civilización del Occidente es distinto de los vigentes en otras: la islámica, en especial, comparable en extensión y en fuerza de rivalidad, y otras formas más pequeñas, supervivientes, como la de Samoa o la de Juchitán, en México. Estas diferencias nos hacen percibir que el Código de Género no traduce directamente realidades biológicas (que son comunes a toda la especie humana), sino sus manifestaciones socioeconómicas, históricas, variables.

 Se entiende por Código de Género el de carácter  consuetudinario o escrito, que constituye la columna vertebral variable de cada sociedad, puesto que, después de la división biológica por edades, la división sexogenérica del trabajo, que procede no de la primitiva sociedad recolectora, sino de la siguiente cazadora, constituye la primera de las superestructuras históricas.

El  carácter penal básico del Código de Género se observa en que está constituído por una serie de transgresiones y sanciones muy graves, que pueden ir de la irrisión o burla social (como mínimo) a la expulsión de la familia o del trabajo, y en algunas épocas y culturas, a la cárcel o a la muerte.

Su carácter penal evidencia que es una forma de dominancia, de mandamiento/castigo: en la sociedad de cazadores organizados, la primera división social del trabajo fue sexual, entre cazadores/guerreros y recolectoras/cocineras: sociedad patriarcal, senatorial, en la que los varones dominantes, hiperandrogénicos, subordinaron a las mujeres, excluyeron a otros varones, hipoandrogénicos, y creó las costumbres y leyes superestructurales.

La prueba de que la división fundamental se hacía por las condiciones personales asociadas a la hiperandrogenia e hipoandrogenia, más que por la mera existencia de genitales masculinos o femeninos, está en que las sociedades cazadoras indoamericanas se aceptaba a petición propia a personas XX hiperandrogénicas como varones cazadores y guerreros y a personas XY hipoandrogénicas como mujeres.

Nuestro Código Penal de Género divide en consecuencia a las personas en conjuntos cerrados de sexo, definibles por sí/no: ¿Varón? Sí/no; ¿mujer? Sí/no; también en su conducta de género: ¿Masculino? Sí/no; ¿femenina? Sí/no.

Se supone que son alternativas perfectas: quien no es hombre será mujer; quien no es femenina, será masculino.

Sólo se admite socialmente esta alternativa perfecta. El Registro Civil, el Documento de Identidad, admiten sólo dos casillas: Hombre o Mujer.

Las personas intersex deben ajustar sus naturalezas y sus identidades a estas casillas, aunque no les correspondan. En general, los que viven diferencias intensas respecto a este sistema de sí/no son ignorados o tratados o marginados o negados o criminalizados; incluso aprisionados o ejecutados.

El Código Penal de Género habla por tanto de “mujeres” y “hombres” como  abstracciones que corresponderían a los espacios realmente vacíos del interior de los dos atractores. El carácter general, universalizador, de las normas del Código de Género, que son válidas para “todos”, muestra que está dirigido a estas abstracciones y no a personas concretas, en su inmensa variedad.

El análisis del  Código de Género muestra un núcleo fijo y una serie de consecuencias. La lógica del núcleo fijo se funda en las capacidades diferenciadas de “mujeres” y “hombres”, en abstracto, respecto a la procreación.

Se supone que las “mujeres” (palabra usada en general, abstracción) conciben y, dado que nuestra especie es mamífera, quedan preñadas, amamantan o cuidan; forman el círculo interior de defensa de los hijos (físico en los mandriles) Pero sería más concreto hablar de la función de madres y no de mujeres en abstracto.

Se observa como hecho real, al margen de abstracciones, que el círculo interior llega a ejercer un cuidado colectivo, pero directo, ejercido por mujeres o varones, que se suma al cuidado  personal de los propios hijos. Ese cuidado colectivo directo puede verse en la enseñanza; en la cocina colectiva;  en la pediatría; en la geriatría…

Los “hombres”(palabra usada en general, abstracción) engendran y quedan libres; forman el círculo exterior de defensa de los hijos (físico en los mandriles) Sería más concreto hablar de la función de padres, y no de hombres.

Se observa como hecho real, al margen de las abstracciones, que el círculo exterior incluye los trabajos duros y a distancia que pueden ser inviables para las madres, así como las actividades de defensa armada. De las sociedades primitivas, muy dependientes para su supervivencia de la fuerza física y personal, se pasa en las sociedades evolucionadas a que la supervivencia dependa del acceso a la cultura, compartible por todos, que se sitúan por tanto en el círculo exterior, cuyas relaciones con los niños son más lejanas.

Las personas reales nos integramos en órbitas espirales más o menos cercanas a esos espacios vacíos de Feminidad y Masculinidad abstractas, los dos Atractores Extraños. Los Códigos de Género represivos niegan o prohiben estas variaciones reales; los Códigos de Género permisivos pueden afirmar su legitimidad.

En la medida en que los Códigos de Género represivos niegan la realidad y obligan a reprimir a toda la sociedad para conformarse a ellos y a penalizar a una parte considerable de los componentes de esa sociedad, deben ser sustituídos por un sistema de Libertad de Género en el que cada persona se sitúe socialmente donde se sienta más adecuada.

Por tanto, los actuales Códigos de Género vigentes en cada sociedad, deberán ser sustituidos por una Carta de Derechos de Género, preparada por estudios de Libertad de Género.

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Utilidad objetiva de la realidad difusa del sexogénero: las variaciones mejoran la capacidad de adaptación social a un medio variable, y tienen por tanto valor evolutivo. En las condiciones históricas primitivas: utilidad prioritaria de los varones muy hiperandrogénicos o físicamente muy activos y las mujeres muy hipoandrogénicas o maternales o físicamente pasivas; en las condiciones contemporáneas: el primer lugar adaptativo corresponde a las personas –varones, mujeres, intersex- que sean mesoandrogénicas, reflexivas, analíticas, capaces de muchas horas de estudio sedentario y por tanto con mayor acceso a la cultura matemática, científica, humanística, de la que depende nuestra técnica, que requiere largos estudios; de manera complementaria para las necesidades sociales, las personas físicamente muy activas encuentran su lugar en actividades al aire libre, manuales, el ejército o los deportes; las personas muy cuidadoras, en actividades como las del hogar, relaciones interpersonales, comercio cara al público, enseñanza, pediatría, geriatría, etcétera.


Utilidad subjetiva de la Teoría de Conjuntos Difusos de Sexogénero: Mejor comprensión de la realidad sexogenérica humana; racionalización de las actitudes abiertas; aceptación de formas muy variadas de ser y de convivir; profundización en la autonomía personal, o autodeterminación de género (yo soy yo), no en la inclusión forzada en el modelo de conjuntos cerrados de sexogénero (M o F, sí/no)