Kim Pérez
Actualizado 27.II.2014
“Tendrás todo mi apoyo para hacer el camino
que tú veas que debes hacer en tu vida, porque tú lo sabrás mejor que nadie. Tú
vas a hacer las experiencias que necesites para encontrarlo. En algunas puedes
acertar y en otras equivocarte, y eso es lo natural, cuando se hace una
experiencia, que puede salir que sí como que no. Me vas a tener siempre a mi
lado para preguntarme, y también tendrás que oírme cuando yo te diga algo que
sea necesario porque tú no lo sepas. Te abriré siempre todas las puertas, tanto
las masculinas como las femeninas o las ambiguas, para que tú elijas. Apartaré
de ti los obstáculos que esté a mi alcance quitarte. Educarte será prepararte para que tú tomes la
mejor decisión”.
Es preciso dejar que se expresen
los menores variantes de género, primero verbalmente, luego con hechos. Es
preciso también aprender a oírlos. Saber oírlos consiste en dejarles hablar,
sin interrumpirlos ni contradecirlos, dejarles la confianza de saber que van a
tener ocasión y tiempo de decirlo todo, de desahogarse, en una palabra, y si lo
necesitan, de experimentar con su género.
Entonces, con este criterio
experimental, siendo muy consciente y haciendo muy consciente al menor de que está haciendo una
experiencia, éste podrá experimentar
todo cuanto necesite, porque la niñez, la adolescencia, la juventud son edades
en las que el ser humano necesita sobre todo experimentar, como forma de
definir su vida.
No hay una decisión todavía en
cada paso, hay un ponerse a prueba. Puede ansiarse, por parte de la madre o el
padre, menos incertidumbre, pero no son sus sentimientos lo que cuentan, sino
los del menor.
Así, es experimental el cambio de
ropa; el de género; el de nombre. Para todo eso hay que contar con el sistema
escolar. Hoy, todavía, hay que explicarlo todo a todos. Dentro de unos años, no
habrá que explicar nada, estará perfectamente entendido por todos.
Puede también experimentarse una
ayuda médica. Bloqueadores de la pubertad en los primeros años, que son
recursos puramente experimentales y reversibles en cuanto se deje de tomarlos.
Conforme el o la menor va avanzando en edad y experiencia, puede empezar a
probarse con fármacos cruzados, primero reversiblemente, luego
irreversiblemente, con el acuerdo de madre y padre y oyendo siempre al o la
menor.
En toda experimentación hay que
enfrentarse con la incertidumbre. El resultado puede ser uno u otro, a veces
sorprendentemente.
= = = =
Mantengo que no se puede hablar
de menores transexuales ni homosexuales, dada la extrema plasticidad de esa
edad, en la que algunas actitudes parecen ir madurando con el tiempo. Por
tanto, hablaré de menores variantes de género, para no predeterminar el futuro.
Y por la misma razón, no les
llamaré todavía masculinos ni femeninas, aunque parezca evidente que lo son,
sino masculinizantes y feminizantes.
Hablando de orientación, tampoco
hablaré de heterosexuales u homosexuales, para evitar las complicaciones que
surgen al preguntarse si hablamos del género de origen o el de destino, sino
que, más concretamente, hablaré de orientación ginesexual (que ama a las
mujeres), androsexual (que ama a los hombres), personasexual (que ama a las
personas, sea del sexo que sean), o asexual (cuyo amor no es sexual)
= = = =
CAUSAS DE LA TRANSEXUALIDAD
Puede haber causas biológicas, que
consisten en las diferencias que puede haber en la androgenación del nuevo ser
durante su gestación. Si un ser XY recibe menos andrógenos que la media
masculina, o el ser XX recibe más andrógenos que la media femenina, habrá una
desmasculinización mayor o menor, en el primer caso, o una masculinización
mayor o menor en el segundo. En la
condición XY incluyo otras realidades cromosómicas, como XYY, y en la XX, otras
como X0, para simplificar la realidad, que es muy compleja.
Ambas condiciones se verán después
en la conducta de género, espontánea, instintiva, y en la orientación, androsexual
en XY o ginesexual en XX, y darán lugar a una identidad o concepto de sí,
femenino en XY o masculino en XX.
También puede haber causas biográficas, no biológicas, que
se ven incluso en la mayoría de las personas XY, que no parecen ser biológicamente
femeninas, pero son transexuales porque no pueden identificarsae con los
varones, por lo que llegan a una identidad feminizante.
Es también útil, aunque requiere mayor trabajo
de comprensión, la visión de Jacques Lacan, que se integra en la psicología
profunda o psicoanálisis, aunque no es necesario aceptar todo el sistema
psicoanalítico para aceptarla. Yo la transformo a mi manera. Partiendo de que
todas las personas necesitamos sentirnos en una Unidad que nos dé el Ser y el
Poder, se puede decir que la mayoría de las personas XY priorizan el Poder (lo
que les da un interés por la dominancia y liderazgo, los motores, los juegos de
guerra, etc), mientras que la mayoría de las personas XX priorizan el Ser (lo
que les da un interés por su propia imagen y su proyección personal)
Según esta teorización, las
personas XY transexuales femeninas seguirían un modelo femenino, priorizando su
Ser, mientras que las personas XX transexuales masculinas seguirían un modelo
masculino, priorizando su Poder.
= = = =
LA VARIEDAD NO-BINARIA DE LAS
HISTORIAS PERSONALES DE VARIACIÓN DE GÉNERO
Lo que estamos pensando acerca de
menores variantes de género requiere claras distinciones.
La identidad es el
concepto/sentimiento sobre sí que forma libremente cada persona, considerando
su realidad corporal, sus afinidades, sus deseos, sus aspiraciones; es un “soy”
+ un “quiero”; puede haber por tanto un “soy” + un “no quiero”, realidad más juicio
negativo sobre la realidad; se podría hablar de identidad/contraidentidad.
El estudio de Natacha Kennedy, de
2012, sobre 121 personas adultas (aunque sólo 11 FtM), muestra que los hechos
trans suelen empezar desde la niñez. Sus tomas de conciencia se dieron en una persona desde el primer año de vida,
unas siete veces más desde los tres, y
veinte veces más a los cinco, edad que constituye la moda estadística; desde
ahí descienden en una curva cóncava, con algunos altibajos, hasta los quince
años, con frecuencia de una persona,
igual a la de un año; la media de edad se encontró en los casi ocho
años; sólo tres personas empezaron a tomar conciencia desde más de dieciocho
años.
A partir de este principio de
análisis, es fácil distinguir enseguida algunas variantes de la experiencia
trans, tales como las de identidades definidas personalmente como de hombre o
mujer. e identidades indefinidas, como la de trans o la de persona ambigua, las
de orientaciones androsexuales, ginesexuales, personasexuales o asexuales, las
de propósitos operatorios o no operatorios…
= = = =
Expongo, más detalladamente, la
variedad transexual, a través de cuatro esquemas simplificados, que en la
realidad sería preciso completar con historias más o menos intermedias. Me resultan
más conocidad las experiencias transexuales feminizantes, por lo que las
detallaré mucho más que las masculinizantes, en la espera de recibir más
información:
ESQUEMA
=Variantes de género XX
masculinizantes, muy hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización
del poder, ginesexuales.
Muestran desde su niñez una
conducta de género muy masculina, una
identidad masculina muy temprana (“soy un niño”), prefieren en su niñez los
juegos combativos, de equipo, y la compañía de los niños varones; se sienten espontáneamente atraídos por las
mujeres, con matices protectores, muy masculinos, por ejemplo en la forma del
arquetipo de Tarzán y Jane.
DETALLES
La hormonación con andrógenos
aumenta mucho su libido, acometividad y dominancia, obligándoles muchas veces a
aprender a controlar racionalmente estas tendencias. El recurso a la cirugía es
más frecuente para conseguir la
mastectomía, que es muy a menudo su primera urgencia, y la histerectomía, por
razones prácticas, quedando la metaidoioplastia, o desarrollo del tubérculo
genital, y la faloplastia, por sus todavía medianos resultados, a la espera de
una mejora de las técnicas.
Suelen formar parejas muy
estables, incluso intertrans, en las que ejercen un papel dominante.
Catherine Millot ha creído ver en
ellos una tendencia aparente a pasar inadvertidos y entenderse como “hombres
grises”, encarnaciones del varón medio. Puede ser que esta tendencia provenga
en realidad de la percepción del poder masculino como requiriendo ser indiscutible;
su voluntad de poder les llevaría a evitar discusiones en las que pudieran
encontrarse en una situación desventajosa. Sin embargo, la evidencia de que
algunos trans masculinos no eluden el primer plano, muestra que esta tendencia
es sólo cultural.
= = = =
ESQUEMA
=Variantes de género XX
masculinizantes, algo hiperandrogenizados, que siguen un modelo masculino de priorización
del poder, androsexuales.
Puede haber una admiración
absorbente por los varones, que lleva a querer ser como ellos, a estar con
ellos, en su dimensión de líderes o capitanes, y él a su lado, como un
compañero, audaz, compañero de audacias.
Desean hormonarse, formar barba,
cambiar la voz, para ser reconocidos como varones sociales.
Su vida sexual resulta
complicada, pero no imposible, precisamente con estos compañeros, heteros, pero
ansiosos de sexo, que pueden valorar su aspecto masculino, dominable como
masculino, y sus genitales femeninos.
Pueden entenderse a sí mismos
como gays, pero encontrarán difícil relacionarse con ellos por la frecuente
identidad fálica de éstos, en la que se hallan en desventaja.
DETALLES
Esta experiencia masculina no es
del todo simétrica con su equivalente femenina, porque los trans androsexuales
son una minoría dentro de los trans masculinos, en su mayoría ginesexuales,
mientras que las trans ginesexuales son una mayoría entre las trans femeninas,
de quienes las androsexuales están en minoría.
= = = =
ESQUEMA
=Variantes de género XY feminizantes,
muy hipoandrogenizadas, que siguen un modelo femenino que prioriza el ser femenina,
androsexuales.
“Soy una niña”, desde su primera
niñez. Viven la feminidad desde dentro, sin pasión y con realismo. Pueden estar
(o no), dentro del continuo dominancia/sumisión, en una situación más cercana a
la sumisión. Puede haber (o no) un fuerte deseo de imitación de las funciones
de la madre, incluso la maternidad, compatible con una tendencia a la rivalidad
y la impaciencia.
Su orientación es androsexual, muy intensa,
con naturalidad. Piensan en los varones a menudo como en “el otro sexo”, muy
diferentes, y hasta enigmáticos.
Su visible feminidad hace que
sean acosadas desde el medio escolar. Con frecuencia, desde la niñez, según avanza
su socialización, intentan corregir su naturaleza y su identidad, esforzándose
en ser más viriles, incluso hipermasculinizándose; los impulsos de la pubertad,
muy androsexuales, les ponen en el dilema práctico de cuál es su
prioridad, su identidad o su orientación.
Si el sentimiento de su identidad
es prioritario, pueden llegar a una reasignación de género, mediante la simple
hormonación cruzada o a una reasignación genital, mediante una cirugía decidida
de manera reflexiva, no compulsiva.
Si es la orientación del deseo lo
que se prioriza, incluso por razones prácticas, pueden intentar entenderse como
homosexuales, aunque los elementos identitarios gravitan en su mente, como
deseos de remodelación de su cuerpo o prácticas transvestistas.
DETALLES
Siguen un modelo femenino (ser), que desde su niñez se traduce en una conducta de género muy femenina y muy
natural, a la que puede acompañar o una identidad femenina muy temprana (“soy
una niña”), o una identidad neutra, o incluso una identidad masculina, algo
desvaída, desde los dos-tres años.
Puede darse o bien la aceptación
de los genitales, como no significativos (porque no afectan a su sentido de la
identidad), o bien su negación, si les parecen significativos, porque quieren
tener una vulva, e incluso esperan que con el tiempo se caigan.
Juegan sobre todo con niñas, a
juegos apacibles, no combativos, frecuentemente con muñecas, de manera
femenina, a peinarlas y vestirlas; no juegan mucho con niños; su feminidad es a
menudo confirmada por el acoso escolar de género; su valoración de la ropa
femenina está correlacionada reflexivamente con su identidad (“si soy niña,
tengo que vestir así”); si su identidad es masculina, todas estas afinidades
son expresiones de su naturaleza sin mayor reflexión sobre su significado (“soy
así”)
Tienen una identidad femenina tan
profunda, que si optan por una seudoidentidad masculina como soporte de su
androsexualidad, no dejan de observar cierto distanciamiento respecto a ella,
que puede llegar hasta un placer transvestista paradójico al llevar ropas
masculinas, que ha sido llamado homovestismo.
= = =
ESQUEMA
=Variantes de género XY
feminizantes, algo hipoandrogenizadas, con falta o debilidad de la identificación
de poder con los varones, ginesexuales.
Entonces, se da una fascinación o
identificación extrema con la feminidad, apasionada. “Quiero ser mujer”. Puede
ser muy temprana, con tres o cuatro años: “vi a una niña de mi edad y decidí
que quería ser como ella”. Puede haber una adoración por la madre, admirándola,
imitando sus gestos, sus palabras. La relación con el padre puede ser normal,
pero menos absorbente. Parece una experiencia estética, en la que la
orientación se convierte en identidad. Lo más parecido, fuera de la sexualidad,
es la experiencia de Klimt: “Soy color… soy pintor”.
En las personas XY heterosexuales,
la identidad masculina, el amor de sí como varón, constituye una barrera que
impide que la fascinación por la mujer pueda ser tan absoluta. En estas personas XY transexuales esta
barrera no existe y por tanto se da este amor absoluto, que a la vez depara una
identidad.
DETALLES
La falta de identidad masculina se
puede representar como el equivalente en lo mental a la ausencia de cualquier
órgano anatómico necesario para configurar la masculinidad; sería entonces también una intersexualidad neurocentral.
Sin embargo, por partir de una
suficiente androgenia conductual, estas personas pueden integrarse con los
varones en juegos de acción, de equipo y de combate, sintiendo interés por el
juego pero no la afinidad de género con los compañeros; esto les permite no
sufrir acoso escolar de género, porque cumplen con los estándares aparentes de
masculinidad.
La absorción sin límites en la
mujer significa que todas las cosas relacionadas con ella le parecen
maravillosas y le deparan identidad. La ropa femenina no es una simple
necesidad, sino un resplandor. Lo mismo que los juguetes de niña, vistos como
encantadores, los únicos que se desea contemplar. El interés por la ropa,
seguida con atención, puede llevar a descubrir sus mil matices, toda su
expresividad.
Puede haber una verdadera
adoración por la belleza de la madre, incondicional, más que un deseo intenso
de imitar sus acciones, como se da en la otra forma de transexualidad. Y puede
buscarse la compañía de las niñas por disfrutar de su presencia, más que por
los intereses compartidos.
La intensidad de la
identificación puede producir un deseo de fusión con la imagen de la mujer en
el espejo; el verse como mujer suscita una contemplación tranquilizadora, y una
necesidad de reflejarse en espejos, escaparates, fotografías, incluso en la
sombra, que es común también en la
mujer, pero resulta particularmente frecuente. Puede parecer un narcisismo, una
obsesión de la persona por sí misma, pero es un sentimiento más parecido al “yo
soy tú”, del amor perfecto.
El espejo se convierte en el hogar
natural de la persona feminizante, allí donde se ve como se quiere ver, y las fotografías
son los equivalentes del espejo, más objetivables, que se pueden guardar,
analizar, compartir y recordar; pero como esta pasión no exime de la soledad, puede
llevar a un deseo de la mujer como compañera, que es relativamente fácil de
conseguir y de conservar, superando la soledad.
(Es preciso explicar siempre lo
que se siente, excluyendo el “esto son chiquilladas, me caso y se me acaban, no
tengo ni que contarlo”, y por parte de
la pareja, excluyendo también el “conmigo se le pasará”; dos aspiraciones que
no son realistas, porque es una realidad estructural, estable)
La feminidad como aspiración
puede suscitar un alejamiento paterno, o la exclusión y acoso por parte de los
compañeros varones; esto puede generar en estas personas también una reacción
muy femenina: la necesidad de ser querida y valorada, el deseo de ser bella
para ser aceptada.
Puede darse también (o no) una
repulsa de los propios genitales, como en las historias anteriores, para
materializar mejor la propia imagen como mujer. Tanto en la hormonación como en
la operación no importa el descenso de la líbido, o la relativa escasez de los
orgasmos, porque se trata de una cuestión de identidad, que es siempre
prioritaria.
La hormonación/operación puede colmar
su necesidad identitaria, pese al descenso de su libido (Anne Lawrence); lo
puedo constatar en la historia de una amiga, operada, que sigue ansiando la felicidad
en la compañía de una mujer, aunque su ideal es permanecer junto a ella, sólo
tomada de las manos; pero otras veces, cuando se desea sobre todo llegar a la
plenitud de la fusión mediante un orgasmo, se puede constatar que es menos
fácil que antes, y lamentar profundamente haberse operado.
Ray Blanchard, a quien se debe
una útil distinción entre transexuales androsexuales y ginesexuales, que he
seguido, llamó a esta manera de ser “autoginefilia”, palabra que no es
adecuada, al insistir en “autós”, el sí propio, y considerándola como una
parafilia; por eso me parece más adecuado hablar de ginesexualidad, que es una
condición común a XY heteros y a XX lesbianas, y que además, permite dar por
errónea la interpretación de la
condición transexual como parafilia.
= = = =
Estadísticamente, en mi grupo de
amigas y conocidas más cercanas, en España, formado por 31 mujeres trans (4 de
ellas extranjeras), 15 son androsexuales y 16 ginesexuales, casi mitad y mitad,
a diferencia de los estudios anglosajones, que dan una gran mayoría a las
ginesexuales. De las primeras, 10 son operatorias, dos tercios, y de las segundas, 5, sólo un
tercio. Con estos datos, ya empiezan a vislumbrarse por lo menos frecuencias y
actitudes ante la operación.
= = = =
En una novela, de la que desgraciadamente no guardo en la
memoria el título ni el nombre del autor, italiano, se manifiesta una parte de
este sentimiento de una manera muy
bella. Un adolescente está enamorado de su prima. En un carnaval, buscando un
disfraz, sube al cuarto de ella, busca en su armario, y encuentra uno de sus
vestidos. Se lo pone y se mira en el espejo y en ese instante ve en él la
imagen de su prima, pues se le parece mucho.
= = = =
Se trata por tanto de
personalidades cercanas, pero distintas de las que actualmente se llaman
feminófilas y antes transvestistas, que afirman su identidad masculina hetera y
no piensan desde luego en hormonarse ni operarse, recurriendo sólo a técnicas
cosméticas, de resultados a veces espectaculares pero voluntariamente efímeros,
como figuras de arena en la playa.
La diferencia entre feminofilia y
transexualidad ginesexual está en la presencia, en el primer conjunto de una
suficiente identidad masculina o afinidad con los semejantes, en este caso los
varones, que forma una barrera
identitaria que impide justo el deseo de fusión con la mujer; y en el segundo
conjunto, de un vacío más o menos intenso de identidad
masculina; tal barrera faltaría, la masculinidad no sería valorada, llegándose
incluso a la androfobia.
Son muy diferentes las
perspectivas de feminofilia y transexualidad ginesexual; para la primera, las
derivadas de una masculinidad hetera, que si realizara una operación de
genitales se sentiría mutilada; la segunda pudiendo ver la operación de
genitales como fusión deseada con la Imagen de la Mujer. Si en una persona
concreta fuere difícil distinguir una de otra, sería necesario ser muy prudente
en cuanto al paso quirúrgico, porque no se llegará más que efímeramente al
éxtasis esperado.
= = = =
CERTEZAS Y DUDAS
En cuanto a la certeza de ser, o
querer ser, o no ser, o no querer ser, la mayor duda puede darse cuando se
observa que la orientación discrepa de la identidad, en un esquema binario. Se
supone, dentro de este esquema, que si yo soy mujer tienen que atraerme los
varones y si soy varón tienen que atraerme las mujeres. Pero si salimos de ese
esquema y entramos en el terreno de lo no-binario constatamos que este esquema
no es válido siquiera para los varones y mujeres por asignación, que pueden ser
gays o lesbianas, y mucho menos para trans, cuya estructura afectiva es mucho
más compleja.
Socialmente resulta más fácil
explicarse a sí mismo como gay o lesbiana, pero yo prefiero decir, con mayor precisión,
hombre XX androsexual o mujer XY ginesexual, porque las estructuras de los
sentimientos son diferentes.
= = =
Para menores XY variantes androsexuales
y XX variantes ginesexuales puede no haber apenas dudas en el subperíodo de su
niñez, sobre su identidad. Son tan femeninas o masculinos que para sí mismas o mismos
o para sus familias o compañeros de colegio es evidente lo que sienten.
Sin embargo, la llegada a la
pubertad suele producir dudas acerca de si es prioritaria su orientación, y vivirán como gays (“yo me
siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”), o su identidad, viviendo
como trans femeninas. Factores de esta duda pueden ser la conciencia de mayores
dificultades para el amor de los hombres como trans que como gay, o la de las
mayores complicaciones que se encuentran en la vida de trans.
Esta duda sólo se puede resolver
mediante la práctica. Puede dar lugar a muchos aparentes desistimientos, como
explico en el siguiente apartado, o fases de negación de la transexualidad, que
me parece que irán, en su mayoría, seguidos por una negación de la negación, o
retorno a la primera identidad.
Para la inmensa mayoría actual,
que no hemos transitado en nuestra niñez, la duda está en cuándo salimos del
armario. La respuesta empírica que puedo dar es la que dio un querido amigo a
sus propias dudas sobre el armario homosexual: cuando la necesidad de salir te
hace decir un “¡basta ya!”
Esta decisión es la única que
puede poner audacia junto a la necesaria prudencia.
= = =
La hormonación también puede crear
muchas dudas. Pero se pueden resolver si se la ve como un ensayo general, pero
que durante mucho tiempo es reversible. Las dudas pueden darse en cuanto a la
subsistencia de la libido y los orgasmos, que efectivamente disminuyen aunque
no hasta cero. Experimentar con la hormonación supone la experiencia personal
sobre si se acepta esta evolución de la sexualidad o se para o se modula (según
técnicas selectivas sobre el tipo de hormonación que ya se emplean)
La hormonación debe hacerse
siempre bajo supervisión médica. Es inútil y contraproducente la automedicación,
sobre todo en grandes dosis, cuando el exceso de hormonas no es asimilado por
el cuerpo, como el exceso de azúcar queda sin disolver en el té o el café; pero
este exceso puede fatigar excesivamente al hígado. Por otra parte, el
equilibrio endocrinológico de cada persona es sutil: una amiga desarrolló, en
medio de su transición, un exceso de prolactina, una hiperprolactinemia, que
tengo entendido que puede llegar a ser mortal; su médico interrumpió de momento
la hormonación, corrigió la hiperprolactinemia, y siguió adelante.
= = =
Las decisiones sobre la cirugía
de genitales son las que deben meditarse más. Hablo de ella aquí, en la medida
en que hay menores que la desean, aunque creo que, en general, deberían esperar
hasta comprobar su necesidad.
Puede hacerse un experimento mental:
Supongamos que puedo operarme, pero me ponen la condición de que tengo que irme
después a vivir en una isla desierta el resto de mi vida. ¿Lo haría?
La respuesta “sí” indica que la
primera motivación es completamente personal, de que “lo haría sobre todo por
mí”, fuera de cualquier consideración social. Esto permite despejar dudas, pues
se puede comprobar que la voluntad de operación es firme, entendida como una
adecuación a los propios sentimientos, no como una mutilación.
La respuesta “no” en cambio
aconseja no operarse, puesto que las consideraciones sociales pueden ser
fluctuantes y, en cambio, se emprendería un cambio corporal no deseado por sí
mismo, que podría sentirse en el futuro
como una mutilación.
La respuesta “sí” la dan también
las personas que, no pudiendo permitirse el cambio de género por cualquier
circunstancia social (hijos en la adolescencia, responsabilidades económicas,
etcétera), emprenden sin embargo la operación, que será por tanto conocida sólo
por ellas mismas, y entendida como el mínimo suficiente. Yo misma hubiera
emprendido esta operación de no poder cambiar de género, como temía, y hubiera
significado una profunda alegría para mí, muy equilibradora; esa
circunstancia permite comprobar además
que para las personas que sentimos así, el cambio de genitales es mucho más
importante que el cambio de género.
Equivale también a estas
cuestiones otra, que corresponde a las dudas reales de muchas personas trans
(aunque la realidad es más suave) : ¿Estarías dispuesta a operarte si supieras
que perderías todas las posibilidades de orgasmo; o si supieras que ibas a
perder la libido absolutamente?
La respuesta “sí” indicaría que
la voluntad de ablación genital prepondera incluso sobre el deseo. Insiste en
la idea de que, cuando se siente, esta voluntad está por encima de cualquier
otra consideración, incluso sobre la propia vida, con frecuencia arriesgada
mediante la mutilación (yijras de la India)
Cuando se insiste en las dudas
sobre este punto, me parece que se está expresando una voluntad presionada
socialmente y que no la desea por sí misma, personalmente. Que voluntad
personal, sea cual sea, es lo más importante en las transiciones trans. Es la
que puede permitir sentir que se está haciendo lo que se desea y la que puede
dar esa sensación de paz y bienestar que produce la experiencia trans. Es
estrictamente no-binaria, como toda la transexualidad es no-binaria, está fuera
del Código de Género que manda que sólo se puede ser hombre o mujer por
asignación externa, no por decisión interna.
PREDICTIBILIDAD DE LAS FASES DE
NEGACIÓN Y DE LAS DE NEGACIÓN DE LA NEGACIÓN EN MENORES VARIANTES DE GÉNERO
En menores feminizantes
androsexuales son frecuentes los desistimientos en la pubertad, para
experimentar la homosexualidad.
En estas personas, pese a ser muy
femeninas, con una conciencia de feminidad
notable hasta los once o doce años, no perturbada por ninguna inquietud, al llegar a la pubertad, se encuentran con
que su amor más o menos difuso por los varones se convierte en deseo, a la vez
que se les hacen visibles las dificultades que pueden encontrar si, como
muchachas trans, son rechazadas por muchos heteros y muchos homos.
Entonces pueden poner en una
balanza lo uno y lo otro, y poner el deseo por delante de la identidad. El
planteamiento de la fase de negación puede ser incluso “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir
como mujer”, que he oído a un muchacho de apariencia masculina, gay. Puede que también intente conseguir una
hipermasculinización. Pero siempre subsistirá como nostalgia el paraíso en que
vivió como mujer, y puede dejar más adelante la fase de negación y volver a su
identidad primaria.
Mientras este momento llega,
muchas personas XY feminizantes androsexuales vivirán muy cerca del intento de
definirse como homosexuales, sintiendo incluso un placer libidinal al vivir
como esos varones que no son ellas mismas y a quienes aman y desean, un
travestimiento aparente u homeovestismo formal como varones.
El convencimiento de que muchos
de los desistimientos son sólo temporales, anejos al proceso de
experimentación, y que son seguidos más adelante por retornos a la identidad
primera, me lleva a sustituir el
concepto de desistimiento por el de fase de negación, que puede ser definitiva
o ir seguida por una fase de negación de la negación.
Tomo este nombre de la filosofía
dialéctica, puesto que la persona trans dialoga de continuo consigo: a una fase
de afirmación del sexogénero sentido (tesis) le puede (o no) suceder una fase
de negación del mismo (antítesis), a la que puede (o no) seguir una fase de
negación de la negación (síntesis), que permite la entrada en una expresión
nueva y personal.
La fase de negación, para menores
adolescentes, también puede entenderse como una necesidad de exploración de la
realidad, no sólo la del sexogénero reasignado sino la del sexogénero asignado
o quizá la de la negación de todo sexogénero.
Una vez producida, puede durar
meses, años y aun decenios. Puede hacerse cierto balance de las preferencias,
poniendo por ejemplo las posibilidades para encontrar compañía de sexogénero,
por delante de cualquier cuestión identitaria. Es obvio que debe ser respetada
la decisión de cualquier adolescente que desee explorar la realidad.
Pero también puede (o no) ser seguida por una fase
de negación de la negación, de retorno a la primera expresión de deseo de
cambio de sexogénero o de búsqueda de una expresión no practicada, la de su
masculinidad o feminidad de asignación.
En este sentido hay que decir que
los estudios de seguimiento se han solido detener en la primera fase de
negación, entendiéndola erróneamente como desistimiento. Hipotetizo que quizá
por eso sea baja, en las muestras de
población estudiadas, algo menos de un
tercio, la persistencia en las actitudes anteriores, y alta, alrededor
de dos tercios, la apariencia de desistimiento. A medida que se sigan
realizando más estudios de seguimiento que lleguen más lejos, y puedan incluir
las negaciones de la negación, entonces supongo que descenderá el número de los
negadores.
En menores variantes XY feminizantes,
ginesexuales, que llegan a una fusión con la Imagen de la mujer, puede ser que
esta fusión sea fluctuante en intensidad.
Estas fluctuaciones entre el deseo de fusión y la atonía, toman la forma
de fases cortas de afirmación y fases de negación, en las que se puede llegar a
la purgación o arrepentimiento e intento de olvidarse de todo. Se llega a un
vaivén continuo entre ambas fases, que hace muy probables los desistimientos y
los retornos tras los desistimientos. Para evitar estos vaivenes sería mejor
seguir un modelo no-binario de vida, que insista en la conciencia de ambigüedad
personal.
Para tratar de los menores XX que
pueden definirse como trans masculinos, tengo que advertir que mi condición de
persona XY trans femenina me ha permitido tener sólo unas percepciones externas
que me dejan llegar a reflexiones más generales, menos detalladas. Espero que
este estudio se vea completado por otro procedente de trans masculinos, los
únicos que pueden hablar de sí mismos y no necesitan preguntar a otros (como me
sucede por ser trans femenina como más
en general, a otros profesionales y teóricos que sean cisexuales)
Los menores variantes XX masculinos
ginesexuales pueden tener experiencias no exentas de orgullo por su integración
natural entre los varones androgénicos, a los que con frecuencia superan en
decisión, temperamento activo, deportes de equipo, etcétera. Al llegar la
pubertad, pueden encontrar con facilidad a mujeres adolescentes heteras que se
sienten atraídas por ellos, y a quienes desean proteger (fantasía de Tarzán y
Jane)
Esta experiencia de expresión de
los propios sentimientos y profunda adecuación a la realidad puede ser tan
grata y satisfactoria que no parece probable una fase de negación.
Los menores XX trans masculinos androsexuales
o personasexuales, pueden encontrar en su expresión de sexogénero las muchas
alegrías correspondientes a la perfecta evolución de sus caracteres masculinos
secundarios, como en el caso anterior y a su perfecta inserción social.
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