Kim Pérez
¿Cómo es el amor a una persona trans? ¿En qué consiste
desear, valorar, admirar, querer, unirse a una persona trans?
Estas palabras tan sencillas pueden hacernos llorar de emoción, porque
es lo que más deseamos, y a la vez sabemos (bueno, como toda persona, pero más que otras
personas) que no es fácil conseguirlo; pero no es imposible.
Diferenciaré primero entre trans femeninas y trans
masculinos; para nosotras, la experiencia del amor y el afecto es más trabajosa; para
ellos es más fácil.
Distinguiré también, entre ellas, entre hormonadas y
operadas, (lo que es más frecuente que entre los trans masculinos); y por parte
de sus amantes, entre hombres y mujeres nativos y hombres y mujeres trans; pero
no llegaré a poder hablar de todos estos matices, sólo de algunos de ellos.
RELACIONES SEXUALES COMO ESTRATEGIA DE CONVIVENCIA
Voy a empezar por la forma quizá más simple de deseo entre
un hombre hetero y una mujer trans. Los sentimientos de deseo sexual están muy
vinculados evolutivamente a los de poder. La relación puede establecerse muchas
veces en términos de poder, lo que es muy elemental, pero muy efectivo, muy
arraigado en nuestra parte animal.
Voy a hablar primero de los humanos en general y de sus
relaciones más primitivas.
El varón puede sentir
el placer de que domina y posee a la mujer; esto le hace ser condescendiente y
protector hacia ella, excitarse sintiendo la diferencia de tamaño corporal y
fuerza muscular con ella, oyendo los distintos timbres de voz.
Para ella, la relación es más compleja. Necesita obtener de
él seguridad para criar a sus hijos . Valora su mayor tamaño, su fuerza muscular
y su acometividad, todo dirigido hacia fuera y las amenazas exteriores y no
contra ella, que no desea verse sometida a esa agresividad, sino exceptuada de
ella.
Hay un decalaje entre las aspiraciones de él y las de ella,
unas tendentes a la posesión y sumisión y otras a la seguridad, pero si
funcionan como ella desea, son capaces de generar estabilidad, hábito de
convivencia y afecto mutuo.
En esa fisura entre el deseo de dominación y el de seguridad
se pueden crear sin embargo la dominancia real masculina, la batalla de los
sexos, los malos tratos y los aborrecimientos.
Pues bien, este esquema de muchas relaciones intersexuales
se puede repetir en las relaciones entre varones heteros y mujeres trans,
aunque no cuajen siquiera en amores y queden en simple afecto. Se puede
observar, por parte del varón, una tendencia a la condescendencia, y a tomar
decisiones por ambos, que se inserta en la lógica de la dominancia. Por parte
de ella, se puede observar también el deseo de ser exceptuada de la agresividad
viril, así como la valoración de la diferencia de los tamaños corporales (y
otras pruebas de una intensa androgenia, tales como la pilosidad del cuerpo o
la musculatura férrea) que, como digo, no vaya dirigida contra ella, sino contra
las amenazas exteriores.
Esta amabilidad viril hacia la mujer puede aparecer también
por tanto hacia las mujeres trans, acentuada además por un hecho trans, que hay
que considerar frecuente: un grado de humildad que deriva de la inseguridad en
el propio atractivo y del agradecimiento al varón por haberla aceptado.
La mujer nativa, en cambio, cuando constata la fuerza de su atractivo sobre el
varón, puede deducir de ella una arrogancia y una polemicidad que puede no
darse en la mujer trans.
RELACIONES SEXUALES COMO SIGNOS DE PODER
Otras dimensiones de estas relaciones pueden ser más
oscuras, lo que significa primitivas. La traducción de la sexualidad a
relaciones de poder, nos permite entender que la fantasía de él pueda incluir
deseos de poder más intenso: serían menos sencillos de aceptar para la mujer
trans, pero son igualmente eficaces para mantener la relación; pueden entenderla en principio como una relación de poder intermasculina que culmina en la sumisión/
feminización del rival. Ver a la mujer trans realizando labores femeninas para
él puede ser por eso muy excitante.
En esta feminización no parece necesaria la operación; al
contrario, muchas veces la presencia de unos genitales desvirilizados por la
hormonación puede ser un símbolo de la victoria/ feminización.
El carácter natural, arcaico, de este proceso, se puede ver
en las especies animales en las que la pelea intermasculina da lugar a un gesto
feminizado por parte del derrotado, que inhibe la continuación de la agresión
(en otras especies, el derrotado ofrece su garganta a los dientes del vencedor,
lo que inhibe también la agresión)
Lo más negativo de estas relaciones demasiado centradas en
el poder y no en la convivencia, sería si
se genera una adicción de tipo sadomaso, pues en todas las adicciones se da un umbral de excitación que necesitan elevarse
continuamente para alcanzar los mismos niveles que en la fase anterior, con lo
que los símbolos de sumisión que inicialmente pueden integrarse en la vida
normal, se vayan acentuando poco a poco hasta alcanzar grados angustiosos.
La
fantasía sadomaso nunca es buena consejera y es posible institucionarla como
regla social generalizada, lo que sucede a menudo en nombre de la voluntad de
Dios en la moral sexual con pretexto religioso.
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