sábado, 15 de agosto de 2015

CONDUCTA INTERSEX


Kim Pérez

La definición intuitiva de una persona trans como intersex,  requiere la definición analítica de su conducta como en parte masculina y en parte femenina, o no-masculina y no-femenina.

Es preciso por tanto superar, aceptar en parte pero pasar más allá, uno de los neoprejuicios de la cultura contemporánea, que se formula como que no hay conductas  masculinas  ni femeninas.

Es verdad en términos absolutos que todas las conductas se pueden encontrar en personas femeninas, masculinas o intersex, pero hay que ir más allá, observando que hay diferencias estadísticas de mayorías o minorías.

Recordaré que se puede probar que los humanos formamos un continuo conductual  que va de un extremo hiperandrogénico o muy masculino a otro extremo hipoandrogénico o muy femenino (hay mujeres ceroandrogénicas) , pero estos dos extremos constituyen atractores estadísticos a los que se acercan más o menos los distintos individuos, quedándose más o menos cerca (o menos o más lejos) de ambos atractores.

(Ésta es la esencia de la teoría de conjuntos difusos de sexogénero, ya mencionada en una tesis doctoral)

O sea, la mayoría de las personas son más o menos masculinas o femeninas, pero hay minorías que quedamos más o menos lejos de ambos atractores, que somos por tanto conductualmente intersex.

Incluso, hay personas trans conductualmente femeninas, personas trans conductualmente masculinas, y personas trans conductualmente intersex.

Hay una prueba empírica de lo que estoy diciendo, que es la elección de juguetes por parte de les niñes, lo que llamo el Test de los Reyes Magos o Test de Papá Noel.

Superando también, yendo más allá de otro de los neoprejuicios sexológicos actuales, les niñes no son sumises seguidores de su educación cultural, sino les dueñes de sus preferencias sobre los juegos; verdaderes soberanes a la hora de jugar.

Los padres y los educadores pueden decidir lo que les regalan, o tratar de imponerse, pero sabemos por propia experiencia o por la de otre niñe, que somos quienes hemos decidido a la hora de aceptarlos o no, o de jugar con ellos a nuestra manera, usando algún trasto como muñeca a la que acunar, o una caja como camión, proyectando el propio temperamento, fresco como el mar.

Estas preferencias tienen también un valor estadístico. Supongo que, por eso, los departamentos de investigación de las grandes jugueteras decidirán fabricar juguetes sexuados según las estadísticas de la demanda, sabiendo que deben encontrar modelos que correspondan a lo que deseen las mayorías de les niñes (e incluso amplias minorías), pero no los que pretendan imponerles padres bien intencionados.

(Por ejemplo, un descubrimiento relativamente reciente de estos fabricantes debe de haber sido que hay una considerable demanda de muñecos musculados y peleadores y de caballitos con largas crines y colas rosadas o azuladas, para peinarlas, cuyas cantidades estarán cuidadosamente establecidas año tras año)

De acuerdo con lo anterior, ya estoy en condiciones de afirmar  que hay personas trans cuya conducta y preferencias son más bien femeninas, personas trans cuya conducta y preferencias son más bien masculinas y personas trans cuya conducta y preferencias son más bien intersex, porque hay quienes están más bien cerca de los grandes atractores estadísticos y quienes estamos más bien lejos de uno y otro, aunque estemos a distintas distancias de uno y otro.

 Para detallar estos ejemplos de intersexualidad conductual, empezaré por una descripción de mi conducta (en mi caso, determinada por una medicación estrogénica prenatal, en otras personas por intersexualidades innatas, de las que puede quedar constancia de las anatómicas, pero no de las endocrinas), esperando que los comentarios de otras personas trans me permitan ampliar mis datos.

Lo más útil para definir la masculinidad o feminidad de una conducta personal, es fundarse en los fundamentos proyectivos de la personalidad, tal como aparecen en los juguetes que hemos pedido o con los que hemos soñado o en nuestras aficiones.

Siguiendo este criterio, mi conducta es estadísticamente algo masculina en cuanto tengo una gran sensibilidad estética hacia algunos vehículos como los barcos o los trenes o los camiones (y los aviones, por el modelo de mi padre) En cambio, es verdad que no me interesan otros de interés estadísticamente masculino más general, como los autos o las motos, quizá porque la mayoría de los varones se imaginan conduciéndolos, como muestra de su poder personal (¡broom!), mientras que a mí los que me gustan, me interesan sólo por sus formas.

No es estadísticamente masculina en cuanto no me interesan los juegos electrónicos, diseñados mayoritariamente como luchas o competiciones, y tampoco los deportes, que son luchas androgénicas estilizadas. Me aburren y hasta rechazo las peleas, las discusiones a gritos, y hasta las películas de guerra o acción, de persecuciones a toda velocidad, de explosiones, que suelen fascinar como expresiones androgénicas a la mayoría de los hombres.   

En cambio, mi conducta es neutra, tanto estadísticamente masculina como femenina, en cuanto asume un sentido épico de la lucha entre el bien y el mal, que me interesa profundamente, pero que  resuelvo en el sentido del interés por el combate de ideas; en este combate, aventuro que una motivación más bien masculina puede ser la autoafirmación, mientras que una más bien femenina puede ser la protección de quienes se ven expuestos a estos combates; en mí, veo que se mezclan ambas motivaciones, aunque prevalece la  femenina.

Sí es muy estadísticamente masculina en cuanto niega la atención a otras expresiones estadísticamente femeninas; no me han interesado y no me interesarían ahora las muñecas de vestir y peinar, proyectivamente femeninas, y tampoco los muñecos-bebés, símbolos proyectivos de una maternalidad que sé que no siento (aunque sé que a dos de mis hermanas, luego muy buenas madres, tampoco les interesaron en su niñez, lo que indicaría una tendencia a la maduración de estos sentimientos)

Mi conducta es en cambio más bien estadísticamente femenina en cuanto me interesan las casas y su decoración, la “oigo hablar”, los ambientes me dicen más de lo que pasa en ellos, prefiero la luminosidad y las ventanas floridas, puedo concebir una vida muy centrada en ellas, incluso encerrada. En mi niñez, me interesaron las casitas, y todavía, si fueran representativas de la forma de vida con la que yo soñaría: anticuadas, abiertas a un jardín...

También me interesan actividades más bien neutras, tales como pasear, explorar, contemplar paisajes y esas casas que me hablan.

En mi orientación, sé que aspiro más bien a ser querida, deseada, admirada por llegar a ser capaz de encanto, verbos en voz pasiva, lo que me parece más bien estadísticamente femenino, mientras que lo estadísticamente masculino serían verbos en voz activa, tales como querer, desear, admirar ese encanto, conquistarlo.


En resumen, me parece que tengo una masculinidad atenuada, hipoandrogénica, que se convierte en una feminidad casera, aunque no llega a una feminidad estadísticamente más definida, y que es correcto llamarla conducta intersex.                                                                                                                                                                                               

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