Kim Pérez
La definición intuitiva de una
persona trans como intersex, requiere la
definición analítica de su conducta como en parte masculina y en parte
femenina, o no-masculina y no-femenina.
Es preciso por tanto superar,
aceptar en parte pero pasar más allá, uno de los neoprejuicios de la cultura
contemporánea, que se formula como que no hay conductas masculinas
ni femeninas.
Es verdad en términos absolutos
que todas las conductas se pueden encontrar en personas femeninas, masculinas o
intersex, pero hay que ir más allá, observando que hay diferencias estadísticas
de mayorías o minorías.
Recordaré que se puede probar que
los humanos formamos un continuo conductual
que va de un extremo hiperandrogénico o muy masculino a otro extremo
hipoandrogénico o muy femenino (hay mujeres ceroandrogénicas) , pero estos dos
extremos constituyen atractores estadísticos a los que se acercan más o menos
los distintos individuos, quedándose más o menos cerca (o menos o más lejos) de
ambos atractores.
(Ésta es la esencia de la teoría
de conjuntos difusos de sexogénero, ya mencionada en una tesis doctoral)
O sea, la mayoría de las personas
son más o menos masculinas o femeninas, pero hay minorías que quedamos más o
menos lejos de ambos atractores, que somos por tanto conductualmente intersex.
Incluso, hay personas trans
conductualmente femeninas, personas trans conductualmente masculinas, y personas
trans conductualmente intersex.
Hay una prueba empírica de lo que
estoy diciendo, que es la elección de juguetes por parte de les niñes, lo que
llamo el Test de los Reyes Magos o Test de Papá Noel.
Superando también, yendo más allá
de otro de los neoprejuicios sexológicos actuales, les niñes no son sumises
seguidores de su educación cultural, sino les dueñes de sus preferencias sobre
los juegos; verdaderes soberanes a la hora de jugar.
Los padres y los educadores
pueden decidir lo que les regalan, o tratar de imponerse, pero sabemos por propia
experiencia o por la de otre niñe, que somos quienes hemos decidido a la hora
de aceptarlos o no, o de jugar con ellos a nuestra manera, usando algún trasto
como muñeca a la que acunar, o una caja como camión, proyectando el propio
temperamento, fresco como el mar.
Estas preferencias tienen también
un valor estadístico. Supongo que, por eso, los departamentos de investigación
de las grandes jugueteras decidirán fabricar juguetes sexuados según las
estadísticas de la demanda, sabiendo que deben encontrar modelos que
correspondan a lo que deseen las mayorías de les niñes (e incluso amplias
minorías), pero no los que pretendan imponerles padres bien intencionados.
(Por ejemplo, un descubrimiento
relativamente reciente de estos fabricantes debe de haber sido que hay una
considerable demanda de muñecos musculados y peleadores y de caballitos con
largas crines y colas rosadas o azuladas, para peinarlas, cuyas cantidades
estarán cuidadosamente establecidas año tras año)
De acuerdo con lo anterior, ya
estoy en condiciones de afirmar que hay
personas trans cuya conducta y preferencias son más bien femeninas, personas
trans cuya conducta y preferencias son más bien masculinas y personas trans
cuya conducta y preferencias son más bien intersex, porque hay quienes están
más bien cerca de los grandes atractores estadísticos y quienes estamos más
bien lejos de uno y otro, aunque estemos a distintas distancias de uno y otro.
Para detallar estos ejemplos de intersexualidad
conductual, empezaré por una descripción de mi conducta (en mi caso,
determinada por una medicación estrogénica prenatal, en otras personas por
intersexualidades innatas, de las que puede quedar constancia de las
anatómicas, pero no de las endocrinas), esperando que los comentarios de otras
personas trans me permitan ampliar mis datos.
Lo más útil para definir la
masculinidad o feminidad de una conducta personal, es fundarse en los
fundamentos proyectivos de la personalidad, tal como aparecen en los juguetes
que hemos pedido o con los que hemos soñado o en nuestras aficiones.
Siguiendo este criterio, mi
conducta es estadísticamente algo masculina en cuanto tengo una gran
sensibilidad estética hacia algunos vehículos como los barcos o los trenes o
los camiones (y los aviones, por el modelo de mi padre) En cambio, es verdad
que no me interesan otros de interés estadísticamente masculino más general,
como los autos o las motos, quizá porque la mayoría de los varones se imaginan
conduciéndolos, como muestra de su poder personal (¡broom!), mientras que a mí
los que me gustan, me interesan sólo por sus formas.
No es estadísticamente masculina
en cuanto no me interesan los juegos electrónicos, diseñados mayoritariamente
como luchas o competiciones, y tampoco los deportes, que son luchas
androgénicas estilizadas. Me aburren y hasta rechazo las peleas, las
discusiones a gritos, y hasta las películas de guerra o acción, de
persecuciones a toda velocidad, de explosiones, que suelen fascinar como
expresiones androgénicas a la mayoría de los hombres.
En cambio, mi conducta es neutra,
tanto estadísticamente masculina como femenina, en cuanto asume un sentido
épico de la lucha entre el bien y el mal, que me interesa profundamente, pero
que resuelvo en el sentido del interés
por el combate de ideas; en este combate, aventuro que una motivación más bien
masculina puede ser la autoafirmación, mientras que una más bien femenina puede
ser la protección de quienes se ven expuestos a estos combates; en mí, veo que
se mezclan ambas motivaciones, aunque prevalece la femenina.
Sí es muy estadísticamente
masculina en cuanto niega la atención a otras expresiones estadísticamente
femeninas; no me han interesado y no me interesarían ahora las muñecas de vestir
y peinar, proyectivamente femeninas, y tampoco los muñecos-bebés, símbolos
proyectivos de una maternalidad que sé que no siento (aunque sé que a dos de
mis hermanas, luego muy buenas madres, tampoco les interesaron en su niñez, lo
que indicaría una tendencia a la maduración de estos sentimientos)
Mi conducta es en cambio más bien
estadísticamente femenina en cuanto me interesan las casas y su decoración, la “oigo
hablar”, los ambientes me dicen más de lo que pasa en ellos, prefiero la luminosidad
y las ventanas floridas, puedo concebir una vida muy centrada en ellas, incluso
encerrada. En mi niñez, me interesaron las casitas, y todavía, si fueran
representativas de la forma de vida con la que yo soñaría: anticuadas, abiertas
a un jardín...
También me interesan actividades
más bien neutras, tales como pasear, explorar, contemplar paisajes y esas casas
que me hablan.
En mi orientación, sé que aspiro
más bien a ser querida, deseada, admirada por llegar a ser capaz de encanto,
verbos en voz pasiva, lo que me parece más bien estadísticamente femenino,
mientras que lo estadísticamente masculino serían verbos en voz activa, tales
como querer, desear, admirar ese encanto, conquistarlo.
En resumen, me parece que tengo
una masculinidad atenuada, hipoandrogénica, que se convierte en una feminidad
casera, aunque no llega a una feminidad estadísticamente más definida, y que es
correcto llamarla conducta intersex.
No hay comentarios:
Publicar un comentario