Kim Pérez
Una cosa muy sencilla pero que rompe esquemas: yo no quiero ser hombre y no llego a ser mujer.
Soy lo que he sido siempre. En mi niñez, un chiquillo ambiguo que pensaba que habría sido más feliz naciendo niña.
No "una mente de mujer en un cuerpo de hombre", sino "una mente ambigua", o "una mente que va para mujer"... Éste es el esquema que rompo, sin querer.
Porque lo único seguro es que no he querido ser un hombre, no puedo ser un hombre, me encuentro también distinta de la mayoría de las mujeres, pero en cambio necesitaba operarme, me he operado y estoy tan a gusto.
O sea: una persona ambigua, una persona a medio camino... Pero eso, en el fondo, me gusta, porque es mi manera de ser, es en lo que me reconozco cuando pienso en mí, es mi verdad.
Naturalmente, tengo derecho a ser como soy, porque así he nacido. Sé que hay muchas personas que son como yo y de una manera parecida o distinta se sienten como ambiguas, y también tienen derecho, como yo, a ser como son.
En el fondo, el esquema que rompo sin querer es el de "hay hombres y mujeres y punto". Lo rompo sin querer porque yo querría ser "mujer... y punto". Pero en cambio, para explicar cómo soy, tengo que dar una larga explicación. Ahora, que a lo mejor es mejor que haya también personas como nosotras.
A la gente que conozco, no tengo que darles explicaciones. Saben cómo soy y quienes me quieren, me quieren.
2 comentarios:
La idea de "no llego a ser mujer por que no tengo vocación maternal" o "no llego a ser hombre por que no tengo ansias de pelea" es una idea increíblemente sexista que no hace más que reforzar la percepción común de que una mujer tiene que ser de X manera para ser mujer, o que un hombre tiene que actuar de cierta manera para ser hombre.
Una mujer no necesita ser madre o tener deseos de maternidad para ser una mujer, o que le guste el rosado, o que sea femenina, o que haya querido jugar con barbies o casitas de muñecas de pequeña, o que se identifique con otras mujeres 100% del tiempo.
Esta es una idea que debe ser derrocada, y pensar que alguien no es ni hombre ni mujer por estándares sexistas que intentan dictar quien es una buena mujer o quien no es increíblemente retrógrado.
La idea debería ser, luchar contra esos esquemas, decir, si, no me adapto a la idea de la sociedad de cómo debe ser una mujer, pero eso no me hace ni más ni menos. No tengo que ser femenina o masculina para ser lo que soy.
Pero con la infantil necesidad de romper una propuesta binaria imaginaria (por que la realidad es que mientras hay pruebas científicas de como el cerebro transexual funciona, que prueban que los transexuales somos reales y no es un fetiche o una idea loca; la posibilidad de algo más que hombre/mujer biológicamente es casi nula en su totalidad) no hace más que reforzar las ideas sexistas, especialmente misóginas, de que si no eres de X manera siendo hombre o mujer, significa que no eres un buen hombre o una buena mujer, o que significa que debes ser ~algo más~.
Esa es una idea peligrosa que debería quedar en el pasado.
Es que estoy en contra de la definición del sexismo que hoy es mayoritaria.
Para mí, no es verdadera una indefinición sexogenérica natural que luego se define por presiones culturales o políticas, y que por tanto, podría revertirse por acciones culturales o políticas de otro signo.
Ésta era la hipótesis con que John Money abordó hace tiempo la famosa experiencia John/Joan que quedó trágicamente falsada por la realidad.
Dado que había sido la hipótesis básica del feminismo constructivista o de la igualdad, debería haber sido muy analizada, pero sigue siendo considerada válida.
Perdone que hoy no siga, pues estoy muy cansada, pero me ofrezco a seguir este interesantísimo debate.
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