A NON BINARY VISION: SEXGENDER FUZZY SET THEORY
Por Kim Pérez
Por Kim Pérez
Actualización: 14.V.2014
Licenciado en Historia con Grado, Universidad de Granada
Profesor Encargado de Curso, Universidad de Granada (1969-1971),
Profesor de Formación Humanística y Ética, en el Centro Ameinon, y también,
como Profesora, de Filosofía, en el Centro Ramón y Cajal, de Granada
(1976-2006) y en un Curso de Posgrado de la Universidad de Granada (2013)
Premio Granada Entiende, Nos, 2001, Premio Hegoak, 2005, Mención Especial, Cogam, 2005, Premio Pluma 2010, de la FELGTBI, Premio Adriano Antinoo, 2014
La noción de lo nobinario de sexogénero fue expuesta por Anne
Fausto-Sterling, en "The Five Sexes: Why Male and Female Are Not
Enough". The Sciences, March-April, 1993, pp. 20–24. El uso de los
términos “binario” y “no binario” comenzó a extenderse en el siguiente
decenio: Riki Wilkins, “GenderQueer:
Voices from Beyond the Sexual Binary”, 2002. “Nobinarismo”, definido para
entender el sexo en general, como una suma de continuos, de conjuntos difusos, es
un término que está surgiendo aquí y
ahora, desde Córdoba, 2000, como opuesto al Código binario de género, desde
2001.
SUMARIO
Teoría nobinaria de los conjuntos difusos de sexogénero, 2009 y ss
Variabilidad de la experiencia transexual en su expresión en menores,
2013
TEORÍA NOBINARIA DE LOS CONJUNTOS
DIFUSOS DE SEXOGÉNERO
Fundada en el concepto de “más o menos” aplicado a la feminidad
(“¿Mujer o trans?”, ponencia de Kim Pérez en las Jornadas Feministas Estatales,
Córdoba (España), 2000; que fue recogida en “Anthology of Transfeminism”; publicada
en “Menos Lobos”, verano 2001, en cuya contraportada empleé la palabra
“binario”; inspirada en conceptos sexológicos (continuo homosexual/heterosexual
de Kinsey), feministas (diferencia entre sexo y género, procedente de
Robert Stoller, 1960) y de la Teoría
Queer (no cerramiento de las identidades ni de los roles ni de las
orientaciones); hacia 2001, ya usé los conceptos de Código de Género, no “un
sexo-un género”, ambigüedad y seis continuos (sexo, sexualidad, orientación,
rol, identidad de sexo e identidad de género) en una conferencia en la Facultad
de Psicología de Sevilla; luego formulados articuladamente conforme a la Teoría
de Conjuntos Difusos de Lotfi A. Zadeh, de 1963 y la noción de Atractor Extraño
de Eduard Lorenz, 1965.
Dio lugar al grupo de Conjuntos Difusos de Granada, cofundado por Kim
Pérez y Amets Suess, Granada, junio de 2009, con el apoyo de la Asamblea de
Mujeres de Granada, incorporándose Pablo Vergara Pérez. Presentada públicamente
en las Jornadas Feministas Estatales, Granada, diciembre de 2009. Inspira el
Proyecto de Ley Integral de Transexualidad de Andalucía, presentado por
Izquierda Unida al Parlamento de Andalucía, 19 de diciembre de 2012,
consensuado por la Asociación Conjuntos Difusos y la Asociación de Transexuales
de Andalucía y elaborado principalmente por Ángela Gutiérrez Hermoso y Pablo
Vergara Pérez. Es por primera vez uno de los contenidos docentes del curso de
la Escuela de Postgrado, en la Facultad de Educación de Granada, impartido por
Stefano Barozzi y Kim Pérez desde el 12 de marzo de 2013. Ha sido expuesta a un
auditorio más generalista en la entrega de premios de la Asociación Adriano
Antinoo el 27 de abril de 2014, Sevilla. Ha sido recogida por “Materials
d'Educació afectivosexual. karicies.”, 1 de mayo de 2014.
Es la primera formulación teórica sobre la sexuación humana que procede
del medio transexual, partiendo de la
posición de la transexualidad, que es central y no marginal. Robert Stoller, cisexual, formuló también su
visión de la diferencia de sexo y género a partir de la existencia de las
personas transexuales.
Los criterios que sigo son un biologicismo zarandeado por el
nobinarismo. El 1 de mayo de 2014 le digo a quien le interesó en una red
social: “El punto de vista sobre el esencialismo es diferente entre feministas,
lesbianas y gays, por un lado, y trans por otro. El primer sector vive todavía
la crítica antibiologicista que nació de su rechazo a verse biologizadas
binaristamente... Pero (al menos yo) parto de que la biología es nobinaria... y
el género cultural más nobinario todavía... y eso nos deja espacio natural y
cultural a las/los/les trans, explica nuestra existencia, nos sitúa en el
centro del nobinario de sexogénero...”
= = =
Temas fundamentales: Matemáticas y materia; continuo difuso
mujer-hombre; atractores y variaciones; identidad como forma de conciencia
variable, afinidad; código de género cultural: discontinuo en dos conjuntos
cerrados como forma de dominación.
= = =
(Prólogo)
La sexuación humana, remotamente
descendiente de una reproducción asexual, se hace a partir de una feminidad
básica y común a todos, mediante la androgenación diferenciada en la edad
prenatal.
La feminidad básica es en
potencia bivalente: dos mamas en cada cual y un tubérculo clitorideo/peniano,
que se desarrollarán como alternativas; cromosomas XX cuya mutación, prehumana,
dio lugar al XY.
La androgenación consiste en
flujos, o chorros, variables, difusos, un más o menos; las menores, determinan
la permanencia en formas y conductas definidamente femeninas; las intermedias,
formas o conductas intersexuales; las mayores, formas y conductas definidamente
masculinas.
Por tanto, la feminidad es
básica, lo fundamental en todas las criaturas humanas; la masculinización es
emergente en más o menos.
La androgenación no sólo es diferente
individualmente, sino en los planos de la sexualidad de cada individuo
(fenotípica, cerebral…) Yendo más lejos, la cerebral aparece probablemente
diferenciada en alguna forma en la que cuente la temporalidad de sus
formaciones.
En general, la androgenación por
planos es bastante coherente en cada individuo, haciéndole permanecer
mayoritariamente o bien en la feminidad básica o masculinizándolo. Esta
coherencia puede no darse en algunas
personas, que se aprecian más claramente, en anatomía o conducta, como
intersexuales.
En los seres conscientes, las
determinaciones biológicas se juntan con las innovaciones adquiridas, todo ello
en forma difusa, abierta, no cerrada.
La biología se relaciona con la
conducta sexual innata, o sexualidad, pero sólo predispone, no determina, unida
con la biografía, a la conducta sexual aprendida, o género. La feminidad o
masculinidad de género, dependen por
tanto de dos factores articulados, biología + biografía.
= = =
(Condicionamiento y decisión )
Todo lo que voy a decir, se debe
leer por tanto bajo esos dos factores articulados, el del condicionamiento
biológico y el de la resolución biográfica.
Dicho de otra manera, el del
pasado y el del presente que prepara el futuro. O el de lo dado y el de lo
querido, o los límites y la libertad.
Al hablar de conjuntos difusos de
sexogénero y de sistema nobinario de sexogénero estaré hablando de condiciones
que se preparan desde antes de nuestro nacimiento y, durante los primeros años
de nuestras vidas, nos envuelven como un
medio ambiente del que no tenemos apenas conciencia ni capacidad de
decidir, pero que en los sucesivos van dependiendo de nuestra capacidad de
decisión.
Ya la palabra “difuso” o la
expresión “no binario” retratan más propiamente la realidad que los conceptos
que contradicen, los de “cerrado” o “binario”, aplicados al sexogénero y que
son los que nuestro ambiente cultural nos ha enseñado hasta anteayer.
Lo difuso, lo no binario, lo no
cerrado, quiere decir que todos los humanos (todes les humanes) tenemos
elementos comunes como las dos tetillas y el tubérculo genital, y a partir de
esta realidad todes podemos cambiar de mujeres a hombres o de hombres a mujeres
o de unas y otros a intersex.
O dicho de otra manera, todes
somos más o menos mujeres o, correlativamente, menos o más intersex y menos o
más varones y podemos ser más o menos distintes de lo que somos ahora.
Este principio de más o menos es
lo que abre la realidad de sexogénero a la libertad.
Nuestra libertad frecuentemente
se expresa a partir de los condicionamientos bióticos. Pero hay que recordar la
soberanía humana sobre sí misme.
Una historia personal de
feminidad XY o masculinidad XX (realidades en sí nobinarias) puede conducir a
la transgeneridad o la transgenitalidad, pero también éstas pueden surgir sin
esa historia previa, por una visión de futuro que sólo la persona podrá
valorar.
De la misma manera, una historia
personal de feminidad XY o masculinidad XX pueden cancelarse en más o menos
cuando la persona que las ha vivido ve surgir una variante con la que no había
contado; de nuevo, sólo ella puede decidir el peso de sus decisiones y sólo
ella podrá darles un valor definitivo o no.
Las demás personas podemos sin
duda opinar y aconsejar. Pero impedir la libertad humana es como querer poner
puertas al mar.
= = =
(Matemática biológica)
La matemática es la infraestructura de la
materia (Pitágoras, Platón, Galileo, Newton, Einstein, Planck, Heisenberg) Algo
inteligible, intemporal, “lo que no cambia”, organiza lo sensible, temporal,
“lo que cambia”. Números bióticos permiten la consciencia o, al variar, la deshacen; o forman la sexuación, que
depende de las cantidades de andrógenos.
Para hablar de ciencia es preciso
hablar de matemáticas.
= = =
Los conjuntos difusos de Lotfi A.
Zadeh se definen porque sus elementos tienen un grado de pertenencia de +/-
(mientras que los conjuntos cerrados se definen por sí/no {1, 0})
La matemática Teoría de Conjuntos
Difusos sirve para hacer cálculos sobre flujos y otras realidades variantes en
+/- (afluencia al metro, tallaje de prendas, etc) o para entender mejor ciertas
realidades en la teoría y la práctica social.
La realidad del sexogénero se
puede entender como un sistema de conjuntos difusos, ya que empíricamente
sabemos que las personas somos +/- viriles, +/- femeniles. Todos encontramos un
lugar dentro de un sistema de transiciones (+/-)
Hay también dos atractores
estadísticos abstractos, F y M (femenino y masculino), realidades pensables, no
corporales, a los que se acercan +/- todos los elementos. Este concepto se
forma a partir del de “atractor extraño”, de Eduard Lorenz, que describe una
serie de curvas espirales más o menos cercanas a un espacio vacío, que conforme
se alejan comienzan a gravitar en otro igualmente vacío que forma un par con el
primero. Los atractores F y M son espacios vacíos puesto que no existen hombres
puros ni mujeres puras y las personas reales orbitan más o menos cerca (o más o
menos lejos) de ambos, en un sistema único.
Pero bien podemos usar para
hablar de sexogénero el nombre matemático de atractor, porque de hecho tienen
una fuerza de atracción enorme que llama a casi todas las personas XY masculinas
y XX femeninas, sino a muchas personas XY femeninas y XX masculinas e intersex,
que desean ajustarse lo más posible a las abstracciones de máximos que
representan; sin embargo hay también una cuantiosa minoría de personas reales que prefieren mantenerse
más o menos entre medias de un atractor y el otro.
(Por eso hablo de las trans
femeninas, los trans masculinos y les trans intersex)
Puede entreverse una estructura del sexogénero humano formada
por una infraestructura biológica inconsciente y una superestructura biográfica
(psicoafectiva, tecnoeconómica –sigo a V. Gordon Childe-, consciente)
La infraestructura biológica,
natural, se puede hipotetizar así:
Sobre una morfología inicial
asexuada (dos tetillas + tubérculo genital) la diferencia XX o XY (el cromosoma
Y surgió de una mutación del X) puede determinar una androgenación menor o
mayor (-/+) del humano en gestación. Si hay androgenación -/+ cercana a 0,
evoluciona en forma -/+ cercana al atractor F; si es -/+ cercana al máximo
conocido, evoluciona en forma -/+ cercana al atractor M (Existen también
algunas personas XX que se desarrollan como hombres y personas XY como mujeres)
Los flujos +/- grandes de
andrógenos llegan en distintos momentos: formación de los genitales (-/+
desarrollo del tubérculo genital), configuración del cerebro diferenciada en
formas relacionadas con la temporalidad de los flujos: -/+ masculinización de
cada una de ellas.
Tomemos como referencia de
conducta sexual preconsciente, a los mandriles que, al trasladarse, trazan dos círculos en torno a los hijos: uno
externo, por los machos, de defensa indirecta, agresiva frente a ataques
externos, y otro interno, por las hembras, de defensa protectora y directa de
los hijos.
Los flujos mayores y los menores
en los humanos dan lugar a conductas de círculo externo en las personas
definibles como varones y a conductas de círculo interno en personas definibles
como mujeres.
Este esquema abstracto está
fundado en las diferencias androgénicas. Como éstas forman un continuo, se
puede pronosticar que en los dos círculos habrá líderes y seguidores
jerarquizados, más o menos androgenizados o androgenizadas. Pero la observación
real mostrará que hay también personas XX que se incorporan al círculo
exterior, personas XY que se incorporan al círculo interior, otras personas XX
o XY que se sitúan permanentemente entre ambos, y que las personas XXY, XXX,
X0, etcétera, se sitúan bien en los círculos definidos, bien entre ambos.
La biología hipoandrogénica en
personas XY o afines, y la hiperandrogénica en personas XX o afines, la
biología en abstracto, son eficaces para condicionar conductas imprevisibles
entre ambos círculos de manera algo indefinida; pero hace falta pensar en la
biografía personal y la cultura ambiente para entender las identidades
definidas resultantes.
La complejidad de las diferencias
interindividuales en la androgenación cerebral se hace mayor en el plano
individual.
Nos damos cuenta de que en
algunas personas, tanto XX como XY, hay por ejemplo una tendencia a la sumisión
sexual compatible con la independencia y aun dominancia racional, que parece
hablar de rasgos más profundos, casi animales, y otros más racionales. O una orientación táctil androsexual (debe de haber un centro
cerebral poco androgenizado) compatible con una orientación visual ginesexual
(debe de haber otro centro cerebral más androgenizado)
Todo ello tiene que ver quizá con
distintos planos cerebrales androgenizados en diferentes momentos y con una intensidad desigual. En ambos
casos, parece verse que la sumisión erógena, y lo táctil, son más profundos que
la independencia o dominancia y lo visual, más arcaicos y que las diferencias
en la androgenación de los centros cerebrales han ido en el tiempo de menor a
mayor.
Eso tiene que ver con la famosa
hipótesis de David MacLean acerca de los planos arcaico, medio y moderno (o
reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico) de nuestro cerebro, que permitía
pensar que pudieran haberse androgenizado diferentemente durante la gestación,
dando lugar a conductas sexuadas contradictorias que se situarían en tres
continuos, uno arcaico (poder = dominancia/sumisión), otro medio (orientación)
y otro moderno (amor personal) Parece que esta hipótesis no se ha comprobado,
pero el modelo de MacLean es útil para explicar otros.
Los planos de la sexuación
aparecerían por tanto como cuantificables por un +/- dentro de un continuo
general, el que va de Mujer a Hombre. De hecho, cada persona los vería entrar
en contraste en sí misma, aunque en la mayoría fueran más convergentes que
divergentes y sólo en una minoría fueran claramente divergentes.
Las personas que se encontraren
en esta situación de divergencia, dentro de una cultura como la nuestra que
sólo entiende la convergencia y no tiene apenas conceptos (palabras) para
explicar e integrar la divergencia, sentirían su naturaleza sexuada como
fragmentada, rota, mientras que la cultura nueva podría entenderla mejor como irisada.
= = =
(Identidades)
Los fenómenos biológicos,
infraestructurales, y los epifenómenos psicoafectivos, socioeconómicos,
biográficos, que son superestructurales, se hacen conscientes en las
identidades, que son hechos de conocimiento de sí con valor afectivo,
afirmativo o negativo.
Las identidades de sexogénero
surgen como sentido interno del ser, irrefutable, como se comprobó en la dramática
refutación (historia John/Jean) de la hipótesis de John Money de que todo el género fuera aprendido, imitado,
inspirado desde fuera, externo. Pero también existen identidades confusas o
intermedias o cruzadas, lo que muestra que se manifiestan como hechos del
lenguaje simbólico y por tanto de consciencia, sujetos a los límites del
vocabulario disponible y al error.
Como tales hechos de conocimiento
consciente, las identidades evolucionan, se transforman; no son irreversibles a
partir de los tres años, como suponía Kohlberg, aunque tienen un elemento de
memoria de los afectos, sino que pueden desarrollarse y variar como todo
conocimiento; como son conscientes, son históricas.
Las identidades, hechos de
conocimiento, dependen en gran parte de intuiciones, más que de razonamientos,
y las intuiciones son de por sí incomunicables; por eso es ilusorio e imposible
que una persona ajena intente definir la “verdadera” identidad de otra
persona. La identidad, como intimidad,
es inaccesible e incomunicable en su intensidad, connotaciones, etc
Como las realidades psicosexuales
son muy complejas, las identidades se clarifican mediante actos de voluntad: por
ejemplo, “soy una persona XY algo femenina pero quiero serlo lo más que pueda”.
Por tanto, hay identidades del
ser, e identidades del querer o no querer ser.
Las identidades personales se
agrupan espontáneamente por afinidades. Recordando los atractores de Lorenz, la
mayor parte de las personas se sitúan cerca de los atractores vacíos. Pero
minorías importantes se sitúan más y más lejos de cada uno de ellos, pudiendo
formar otros subconjuntos de afinidad.
En un continuo, todas las
identidades que se den en él representan conceptos funcionales, prácticos, de
una lógica informal o borrosa; esto se puede decir de las identidades de
hombre, mujer, intersex, transexual, travesti, etc, todas las cuales se pueden
entender como difusas dentro del mismo “más o menos”.
= = =
La identidad es a la naturaleza
como el concepto a la realidad. “La adecuación de la inteligencia a la
realidad”, definición de la verdad por Aristóteles, se puede dar más o menos
plenamente. Hay un margen por tanto entre una y otra.
Hay personas XY muy
femeninas o XX muy masculinas, que
forman en edades muy tempranas una identidad cruzada de género (que corresponde
a una naturaleza cerebral cruzada respecto a la del resto del organismo)
En otras personas, la identidad
de género es vacilante, quizá en
relación con una naturaleza cruzada menos definida.
En otras personas más, la
feminidad o masculinidad cerebral no se traduce en una identidad cruzada, de
manera que asumen como identidad la naturaleza del resto del organismo.
Es decir, la naturaleza no se
traduce necesariamente en identidad, como los conceptos, en general, no se
forman directamente de la realidad; pueden darse o no.
En las personas de naturaleza
cruzada, en culturas que la niegan, se suele dar un sentimiento de miedo cuando
comprenden la presión social que pueden encontrar. Entonces suele darse una
“fase larga de negación” que puede durar años, decenios o toda la vida. En
ella, se niegan los sentimientos o experiencias cruzadas, bajo reflexiones como
“esto son chiquilladas, que se me pasarán con el tiempo” que conducen a
integrarse mejor en los estatutos socialmente admitidos de varón o mujer.
Esta fase larga es distinta sólo
cuantitativamente de las fases cortas de negación, que han sido llamadas
“purgaciones”, que suelen acompañar a los procesos transexuales y durar unas
semanas o unos meses. En ellas se suele tirar todos los elementos de género que
acompañan las afirmaciones de identidad cruzada (ropas, maquillajes, prótesis, etc),
con grandes sentimientos de culpa familiar o religiosa, consecuencia de un
código social de género muy interiorizado.
Suele seguir una conducta
convencional, afectivamente gris, que parece masculina o femenina o incluso
hipermasculina o hiperfemenina. Teniendo en cuenta que la orientación sexual es
un hecho que también forma parte de un continuo (Kinsey), distinto de la
identidad de género, en algunas personas conduce a enlaces heteros, y a la
procreación, en otras a una soltería
práctica y en otras a enlaces homos.
La conducta homosexual puede
surgir de motivaciones muy diversas y tener formas muy diferentes, desde una
profunda camaradería hasta relaciones de dominancia/sumisión. Se encuentra en
ella muy a menudo, no siempre, una naturaleza cruzada originaria, seguida de
una fase larga de negación, para la que las relaciones externamente
homosexuales pueden ser internamente, cerebralmente, heterosexuales.
Se puede expresar en frases como
“yo me siento mujer, pero no necesito vestir de mujer” o recuerdos de una
infancia muy femenina o masculina, en la que ya se sintieron enfrentamientos
familiares o sociales, empezando a menudo por figuras tan significativas como
la del padre o los hermanos y siguiendo por la escuela. El sufrimiento pudo ser
tan intenso que en la edad de la adolescencia pudo surgir una fase larga de
negación que ya duró toda la vida.
Aparece entonces con claridad que
en muchas personas homosexuales, no en todas, se han dado experiencias afines a
las de las personas transexuales, en cuanto a naturaleza, identidad y fases de
negación. La diferencia entre unas y otras parece ser sólo cuantitativa, en
cuanto a la intensidad de la naturaleza cruzada, de los conceptos de identidad
y de las mismas experiencias sociales que han llegado a la fase larga de
negación. Al ser cuestión de más o menos, se integran en un conjunto difuso o
continuo.
= = =
Por naturaleza, la transexualidad
es una de las numerosas formas de intersexualidad, puesto que corresponde a una
diferencia entre el sexo cerebral y el del resto del organismo. Gilbert-Dreyfus
recogía los numerosos planos en los que la intersexualidad es posible: el
genético, cromosómico, de los conductos internos, de los conductos externos, el
hormonal… Hay que añadir, a partir de lo que vamos sabiendo (Guillamón) esta
intersexualidad en el plano cerebral o neurocentral.
Por identidad, la transexualidad
puede entenderse por identidades femeninas o masculinas (“soy una mujer como
otra cualquiera”, “soy un hombre como otro cualquiera”) o ambiguas (“no soy
hombre ni mujer”)
Esta concepción resuelve la
cuestión de la patología. La intersexualidad no es una patología sino una
variante natural, dentro de la extrema variabilidad de la naturaleza, que
interesa adaptativamente, es decir evolutivamente. Puesto que la transexualidad
es una forma de intersexualidad, no es una patología, sino también una variante
natural. No ha lugar a patologizarla ni, por consiguiente, a intentar curarla.
La variabilidad natural no sucede teleológicamente, es decir, con un
fin predeterminado, aparte de la misma variabilidad, que es buena y útil de por
sí. Quiero decir que las variaciones surgen dentro de una plantilla de
posibilidades y algunas pueden ser perjudiciales y otras beneficiosas, algunas
no adaptativas y otras adaptativas.
En este punto debe mirarse cara a
cara la realidad. Objetivamente, las intersexualidades dificultan la formación
de pareja y la procreación. Puesto que pueden deberse a diferencias en la
androgenación, ¿puede preverse que en un futuro inmediato, el análisis prenatal
de la situación hormonal de la criatura en gestación dé lugar a un tratamiento
médico con andrógenos o antiandrógenos?
Sí, es posible. En ese futuro
eugenésico podría pensarse que se prevendrían y se corregirían, vía médica, la
intersexualidad, la homosexualidad y la transexualidad. Pero este criterio
humano limitaría la variabilidad natural, sería homogeneizador, no respetaría
las posibilidades de desarrollo de cada individuo. La formación de parejas y la
procreación son necesarias para la supervivencia de la especie, pero no para la
de todos sus individuos, para cuyo desarrollo sólo es imprescindible la ayuda
familiar y social, la alimentación y el cobijo. Las circunstancias reales son
mucho más complejas y variables que las previsiones aparentemente racionales,
si son unificadoras (no adaptativas) Entre las razones por las que los
naturales de Juchitán, en México, se alegran de tener una hija muxe
(transexual) figura el tener una ayuda para los padres en su vejez. Para otras
personas, tener una pareja transexual significa la ventaja, en ciertas
circunstancias, de no tener hijos. Todo ello es singular, puede darse o no,
pero es individualmente adaptativo.
= = = =
(Represión)
El Código Penal de Género vigente
en la civilización del Occidente es distinto de los vigentes en otras: la
islámica, en especial, comparable en extensión y en fuerza de rivalidad, y
otras formas más pequeñas, supervivientes, como la de Samoa o la de Juchitán,
en México. Estas diferencias nos hacen percibir que el Código de Género no
traduce directamente realidades biológicas (que son comunes a toda la especie
humana), sino sus manifestaciones socioeconómicas, históricas, variables.
Se entiende por Código de Género el de
carácter consuetudinario o escrito, que
comprende las normas relativas al sexo y al género en una sociedad determinada
(por ejemplo, la prohibición del incesto)
Este Código constituye la columna
vertebral variable de cada sociedad, puesto que, después de la división biológica
por edades, la división sexogenérica del trabajo, que procede no de la
primitiva sociedad recolectora, sino de la siguiente cazadora, constituye la
primera de las superestructuras históricas.
Puede entenderse, a veces, como
una Carta de Derechos, y otras, como un Código Penal, según el carácter
fundamentalmente permisivo o represivo de la sexualidad en cada cultura.
El carácter penal básico de nuestro Código de
Género se observa en que está constituído por una serie de transgresiones y
sanciones muy graves, que pueden ir de la irrisión o burla social (como mínimo)
a la expulsión de la familia o del trabajo, y en algunas épocas y culturas, a
la cárcel o a la muerte, en la horca (en Irán, hoy) o en la hoguera (la antigua
nuestra)
Su carácter penal evidencia que
es una forma de dominancia, de mandamiento/castigo: en la sociedad de cazadores
organizados, la primera división social del trabajo fue sexual, entre
cazadores/guerreros y recolectoras/cocineras: sociedad patriarcal, senatorial,
en la que los varones dominantes, hiperandrogénicos, subordinaron a las
mujeres, excluyeron a otros varones, hipoandrogénicos, y creó las costumbres y
leyes superestructurales.
La prueba de que la división
fundamental se hacía por las condiciones personales asociadas a la hiperandrogenia
e hipoandrogenia, más que por la mera existencia de genitales masculinos o
femeninos, está en que las sociedades cazadoras indoamericanas se aceptaba a
petición propia a personas XX hiperandrogénicas como varones cazadores y
guerreros y a personas XY hipoandrogénicas como mujeres.
Nuestro Código Penal de Género
divide en consecuencia a las personas en conjuntos cerrados de sexo, definibles
por sí/no: ¿Varón? Sí/no; ¿mujer? Sí/no; también en su conducta de género:
¿Masculino? Sí/no; ¿femenina? Sí/no.
-
Se supone que son alternativas
perfectas: quien no es hombre será mujer; quien no es femenina, será masculino.
Sólo se admite socialmente esta
alternativa perfecta. El Registro Civil, el Documento de Identidad, admiten hasta
ahora sólo dos casillas: Hombre o Mujer (empiezan a admitirse tres, en
Australia, India, Alemania...)
Las personas intersex deben
ajustar sus naturalezas y sus identidades a estas casillas, aunque no les
correspondan. En general, los que viven diferencias intensas respecto a este
sistema de sí/no son ignorados o tratados o marginados o negados o
criminalizados; incluso aprisionados o ejecutados.
El Código Penal de Género habla
por tanto de “mujeres” y “hombres” como
abstracciones que corresponderían a los espacios realmente vacíos del
interior de los dos atractores. El carácter general, universalizador, de las
normas del Código de Género, que son válidas para “todos”, muestra que está
dirigido a estas abstracciones y no a personas concretas, en su inmensa
variedad.
El análisis del Código de Género muestra un núcleo fijo y una
serie de consecuencias. La lógica del núcleo fijo se funda en las capacidades
diferenciadas de “mujeres” y “hombres”, en abstracto, respecto a la
procreación.
Se supone que las “mujeres”
(palabra usada en general, abstracción) conciben y, dado que nuestra especie es
mamífera, quedan preñadas, amamantan o cuidan; forman el círculo interior de
defensa de los hijos (físico en los mandriles) Pero sería más concreto hablar
de la función de madres y no de mujeres en abstracto.
Se observa como hecho real, al
margen de abstracciones, que el círculo interior llega a ejercer un cuidado
colectivo, pero directo, ejercido por mujeres o varones, que se suma al
cuidado personal de los propios hijos.
Ese cuidado colectivo directo puede verse en la enseñanza; en la cocina
colectiva; en la pediatría; en la
geriatría…
Los “hombres”(palabra usada en
general, abstracción) engendran y quedan libres; forman el círculo exterior de
defensa de los hijos (físico en los mandriles) Sería más concreto hablar de la
función de padres, y no de hombres.
Se observa como hecho real, al
margen de las abstracciones, que el círculo exterior incluye los trabajos duros
y a distancia que pueden ser inviables para las madres, así como las
actividades de defensa armada. De las sociedades primitivas, muy dependientes
para su supervivencia de la fuerza física y personal, se pasa en las sociedades
evolucionadas a que la supervivencia dependa del acceso a la cultura,
compartible por todos, que se sitúan por tanto en el círculo exterior, cuyas
relaciones con los niños son más lejanas.
Las personas reales nos
integramos en órbitas espirales más o menos cercanas a esos espacios vacíos de
Feminidad y Masculinidad abstractas, los dos Atractores Extraños. Los Códigos
de Género represivos niegan o prohiben estas variaciones reales; los Códigos de
Género permisivos pueden afirmar su legitimidad.
En la medida en que los Códigos
de Género represivos niegan la realidad y obligan a reprimir a toda la sociedad
para conformarse a ellos y a penalizar a una parte considerable de los
componentes de esa sociedad, deben ser sustituídos por un sistema de Libertad
de Género en el que cada persona se sitúe socialmente donde se sienta más
adecuada.
Por tanto, los actuales Códigos
de Género vigentes en cada sociedad, deberán ser sustituidos por una Carta de
Derechos de Género, preparada por estudios de Libertad de Género.
= = =
(Adaptabilidad)
Utilidad objetiva de la realidad
difusa del sexogénero: las variaciones mejoran la capacidad de adaptación
social a un medio variable, y tienen por tanto valor evolutivo. En las
condiciones históricas primitivas: utilidad prioritaria de los varones muy
hiperandrogénicos o físicamente muy activos y las mujeres muy hipoandrogénicas
o maternales o físicamente pasivas; en las condiciones contemporáneas: el
primer lugar adaptativo corresponde a las personas –varones, mujeres, intersex-
que sean mesoandrogénicas, reflexivas, analíticas, capaces de muchas horas de
estudio sedentario y por tanto con mayor acceso a la cultura matemática,
científica, humanística, de la que depende nuestra técnica, que requiere largos
estudios; de manera complementaria para las necesidades sociales, las personas
físicamente muy activas encuentran su lugar en actividades al aire libre,
manuales, el ejército o los deportes; las personas muy cuidadoras, en
actividades como las del hogar, relaciones interpersonales, comercio cara al
público, enseñanza, pediatría, geriatría, etcétera.
Utilidad subjetiva de la Teoría
de Conjuntos Difusos de Sexogénero: Mejor comprensión de la realidad
sexogenérica humana; racionalización de las actitudes abiertas; aceptación de
formas muy variadas de ser y de convivir; profundización en la autonomía
personal, o autodeterminación de género (yo soy yo), no en la inclusión forzada
en el modelo de conjuntos cerrados de sexogénero (M o F, sí/no)
= = = =
VARIANTES DE LA TRANSEXUALIDAD Y
SU EXPRESIÓN EN MENORES
“Tendrás todo mi apoyo para hacer el camino
que tú veas que debes hacer en tu vida, porque tú lo sabrás mejor que nadie. Tú
vas a hacer las experiencias que necesites para encontrarlo. En algunas puedes
acertar y en otras equivocarte, y eso es lo natural, cuando se hace una
experiencia, que puede salir que sí como que no. Me vas a tener siempre a mi
lado para preguntarme, y también tendrás que oírme cuando yo te diga algo que
sea necesario porque tú no lo sepas. Te abriré siempre todas las puertas, tanto
las masculinas como las femeninas o las ambiguas, para que tú elijas. Apartaré
de ti los obstáculos que esté a mi alcance quitarte. Educarte será prepararte para que tú tomes la
mejor decisión”.
Es preciso dejar que se expresen
las personas menores variantes de género, primero verbalmente, luego con
hechos. Es preciso también aprender a oírlos. Saber oírlos consiste en dejarles
hablar, sin interrumpirlos ni contradecirlos, dejarles la confianza de saber
que van a tener ocasión y tiempo de decirleo todo, de desahogarse, en una
palabra, y si lo necesitan, de experimentar con su género.
La lógica nos dice o expresión o
represión. O la persona menor puede
expresarse o hay que reprimirla en todo o en parte. La primera forma de
expresión que necesita es la verbal ante sus genitores. A continuación, puede decir que desea vivir
de manera cruzada a su genitalidad. Una vez comprobado que este deseo permanece
asentado en el tiempo, debe saber que para ella será posible. Quizá,
graduadamente. Primero, el uso de algunas prendas en casa, de un diminutivo
ambiguo como hay muchos (en español, terminado en –i, por ejemplo), para que
todo se vaya estableciendo como costumbre. Después, la salida a la realidad externa, al
medio escolar, que debe hacerse protegidamente.
Primero, lo deseable, por la ley.
Pero lo social puede estar lejos de lo legal. Será preciso hablar con la
dirección del centro escolar, con el tutor o tutora, asegurarse de que todos
los docentes están de acuerdo en proteger el derecho de expresión de la persona
menor, pues uno solo que fuera reticente o burlón podría crear estragos en su
día a día con la clase.
Todas las personas participantes
deben saber que se trata de un ensayo experimental cuyos resultados estarán
permanentemente abiertos. Siendo muy conscientes y haciendo muy consciente al menor de que está haciendo una
experiencia, éste podrá experimentar
todo cuanto necesite, sin comprometerse prematuramente, porque la niñez, la
adolescencia, la juventud son edades en las que el ser humano necesita sobre
todo experimentar, como forma de definir su vida.
No hay una decisión todavía en
cada paso, hay un ponerse a prueba. Puede ansiarse, por parte de la madre o el
padre, menos incertidumbre, pero según vayan comprendiendo que en una persona
menor en desarrollo todavía no han aparecido todas sus posibilidades, ellos
mismos decidirán que no serán sus sentimientos lo que cuenten, sino los del
menor.
Así, es experimental el cambio de
ropa; el de género; el de nombre. Para todo eso habrá que contar con la
cooperación familiar y con el sistema escolar. Hoy, todavía, hay que explicarlo
todo a todos. Dentro de unos años, no habrá que explicar nada, estará
perfectamente entendido por todos.
Llegado el momento de la
pubertad, puede también experimentarse una ayuda médica. En estos tiempos, las
más importantes asociaciones profesionales del mundo, The Endocrine Society, de
los Estados Unidos, y la Sociedad Endocrinológica Europea, están de acuerdo en
unos protocolos que dejan el margen abierto de que son recomendaciones. Se
prescriben bloqueadores de la pubertad, para los que hay que esperar al primer
signo de la misma, que son recursos puramente experimentales y reversibles en
cuanto se deje de tomarlos. Conforme el o la menor va avanzando en edad y experiencia,
puede empezar a probarse, a partir de la edas recomendada de dieciséis años,
con una hormonación cruzada, primero reversiblemente, luego irreversiblemente,
con el acuerdo de madre y padre y oyendo siempre al o la menor. Si hay un deseo
de operación, se recomienda esperar a los dieciocho años, mayor edad legal.
Repetiré que hay que contar con
que la persona menor, por definición, no ha desarrollado todas sus
posibilidades. No sabe, con ocho años, cómo va a ser con dieciséis ni con
dieciocho. Y sobre todo, puesto que todas las personas somos más o menos
nobinarias, la persona menor transexual puede ser especialmente no binaria, de
manera que en ella no se puede suponer que todas sus reacciones serán las de
uno de los sexos, entendidos binaristamente, sino que a veces se podrá ver en
su plenitud la libertad natural de las variaciones nobinarias.
La persona menor que está
ensayando su feminidad o masculinidad, desconoce los efectos de las nuevas
realidades que va a vivir en su propio cuerpo. Su personalidad puede seguir
igual en lo fundamental o puede transformarse radicalmente, y en esa
transformación puede rechazar lo que está viviendo, o aceptarlo de buen grado.
Es posible que un menor que ha seguido hasta entonces el
modelo de una mujer, sin dificultades, encuentre que las transformaciones de su
pubertad le empujan en otra dirección, justificándose así que muchos menores
que han sido muy femeninos de género, lo sigan siendo en género pero valoren
ahora su genitalidad masculina, llegando a ser homosexuales feminizantes.
O es posible que la genitalidad
masculina les resulte inaceptable para su personalidad y persistan en su
identidad femenina e incluso la refuercen.
En todo caso, será siempre la
persona menor la que tendrá que ir decidiendo, a medida que se vaya conociendo
más profundamente en sus transformaciones. Sólo ella sabrá lo que pesan en sí
misma unos sentimientos y otros. Sólo ella sabrá lo que quiere.
En toda experimentación hay que
enfrentarse con la incertidumbre. El resultado puede ser uno u otro, a veces previsiblimente
y otras sorprendentemente.
= = = =
Mantengo que no se puede hablar
de menores transexuales ni homosexuales, dada la extrema plasticidad de esa
edad, en la que algunas actitudes parecen ir madurando con el tiempo. Por
tanto, hablaré de menores variantes de género, para no predeterminar el futuro.
Y por la misma razón, no les
llamaré todavía tan definidamente como masculinos ni femeninas, aunque parezca
evidente que lo son, sino masculinizantes y feminizantes.
Hablando de orientación, tampoco
hablaré de heterosexuales u homosexuales, para evitar las complicaciones que
surgen al preguntarse si hablamos del género de origen o el de destino, sino
que, más concretamente, hablaré de orientación ginesexual (que ama a las mujeres),
androsexual (que ama a los hombres), personasexual (que ama a las personas, sea
del sexo que sean), o asexual (cuyo amor no es sexual)
= = = =
(Causas de la transexualidad)
Después de Swaab, ahora Guillamón
está exponiendo las posibles causas biológicas de la transexualidad, que
residirían en una configuración cerebral parecida a la de las mujeres en las
trans femeninas e igual a la de los hombres en los trans masculinos. Puede
haber causas biológicas, que consisten en las diferencias que puede haber en la
androgenación del nuevo ser durante su gestación. Si un ser XY recibe menos
andrógenos que la media masculina, o el ser XX recibe más andrógenos que la
media femenina, habrá una permanencia en la feminidad de base mayor o menor, en
el primer caso, o una masculinización mayor o menor en el segundo. En la condición XY incluyo otras realidades
cromosómicas, como XYY, y en la XX, otras como X0, para simplificar la
realidad, que es muy compleja.
Ambas condiciones se verán
después en la conducta de género, espontánea, instintiva, y en la orientación,
androsexual en XY o ginesexual en XX, y darán lugar a una identidad o concepto
de sí, femenino en XY o masculino en XX.
También puede haber causas biográficas, no biológicas, que
se ven incluso en la mayoría de las
personas XY, que no parecen ser biológicamente femeninas, pero son
transexuales porque no pueden identificarsae con los varones, por lo que llegan
a una identidad feminizante.
Es también útil, aunque requiere mayor trabajo
de comprensión, la visión de Jacques Lacan, que se integra en la psicología
profunda o psicoanálisis, aunque no es necesario aceptar todo el sistema
psicoanalítico para aceptarla, y de la que encuentro vestigios en mí misma,
aunque no es la causa fundamental, que en mí es biótica nobinaria, sino una
concausa o una causa de hechos secundarios. Yo transformo a mi manera la
formulación inicial de Lacan. Partiendo de que todas las personas necesitamos
sentirnos en una Unidad que nos dé el Ser y el Poder, se puede decir que la
mayoría de las personas XY priorizan el Poder (lo que les da un interés por la
dominancia y liderazgo, los motores, los juegos de guerra, etc), mientras que
la mayoría de las personas XX priorizan el Ser (lo que les da un interés por su
propia imagen y su proyección personal)
Según esta teorización, las
personas XY transexuales femeninas seguirían un modelo femenino, priorizando su
Ser (y su Parecer), mientras que las personas XX transexuales masculinas
seguirían un modelo masculino, priorizando su Poder.
= = = =
(Predictibilidad de las fases de
negación y de negación de la negación en menores)
En menores feminizantes
androsexuales son frecuentes los desistimientos en la pubertad, para
experimentar la homosexualidad.
En estas personas, pese a ser muy
femeninas, con una conciencia de
feminidad notable hasta los once o doce años, no perturbada por ninguna
inquietud, al llegar a la pubertad, se
encuentran con que su amor más o menos difuso por los varones se convierte en
deseo, a la vez que se les hacen visibles las dificultades que pueden encontrar
si, como muchachas trans, son rechazadas por muchos heteros y muchos homos.
Entonces pueden poner en una
balanza lo uno y lo otro, y poner el deseo por delante de la identidad. El
planteamiento de la fase de negación puede ser incluso “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir
como mujer”, que he oído a un muchacho de apariencia masculina, gay. Puede que también intente conseguir una
hipermasculinización. Pero siempre subsistirá como nostalgia el paraíso en que
vivió como mujer, y puede dejar más adelante la fase de negación y volver a su
identidad primaria.
Un artículo de Jane E. Brody, en
The New York Times, de 16.XII.1986, “Boyhood Effeminancy and Later
Homosexuality”, se refería al estudio del Dr. Richard Green, profesor de
Psiquiatría, sobre seguimiento de menores muy afeminados, que Green caracterizaba como, muchos,
habiendo querido ser niñas, y muy
generalmente, evitando los juegos violentos y los deportes, y jugando con muñecas, y a casitas, en las que
tomaban papeles femeninos, vistiéndose de niñas e imitando a sus madres;
mencionaba también a otros menores menos femeninos.
Sobre una pequeña muestra de 44 niños muy femeninos que empezó a estudiar quince años antes, tres cuartas partes habían evolucionado como homosexuales o bisexuales, y un cuarto como heteros; sólo una fue transexual.
En estos niños, había por tanto una
tendencia innata o natural a la “homosexualidad”, que Green reconocía; de
hecho, este estudio sirvió para afianzar el biologicismo, frente al psiquiatrismo
o psicologismo que llevó a la noción de “enfermedad mental”, pero no sacó la
consecuencia lógica, que habría sido la naturalidad de la feminidad de esos
aparentes niños.
Reflexionando sobre lo que se lee
entre líneas, se descubre que también parecía natural la represión; los aparentes niños habían sido llevados a
consulta, y se observó que cuando los padres o el “aconsejamiento” psicológico
eran disuasores, las tendencias “homosexuales” disminuían… aunque no
desaparecían.
Esto era lo previsible cuando
padres y profesionales reprimen a una persona menor indefensa frente a ellos… y
el estudio no registra la neuroticidad subsiguiente.
Por eso, mantengo que si esos
aparentes niños hubieran crecido en libertad, queriendo ser niñas y jugando a
juegos de niñas, el resultado habría sido una decisión mayoritaria por alguna
de las formas de expresión trans… acorde con su naturaleza.
Para llegar a esto es posible,
que dada la necesidad infantil, adolescente y juvenil de experimentar su propia
existencia, muchas de estas personas, ya habituadas a vivir su feminidad de
manera cotidiana e incluso rutinaria, querrían ensayar la homosexualidad
masculina, es decir, desistir al menos temporalmente de su experencia como
mujeres; algunas, al comprobar que no se ajustaban a la intensa valoración de
la masculinidad que se vive en la homosexualidad, desistirían de su
desistimiento, y para otras sería más convincente seguir en esa nueva identidad.
De hecho, entre las personas
menores que conozco, ya a mediados del segundo decenio de los dos mil, empieza
a ser posible hacer este ensayo; y puede ser que, libremente, se decida una
identidad masculina; y puede ser que, libremente, se decida una identidad
femenina.
El convencimiento de que muchos
de los desistimientos son sólo temporales, anejos al proceso de
experimentación, y que son seguidos más adelante por retornos a la identidad
primera, me lleva a sustituir el
concepto de desistimiento por el de fase de negación, que puede ser definitiva
o ir seguida por una fase de negación de la negación.
Tomo este nombre de la filosofía
dialéctica, puesto que la persona trans dialoga de continuo consigo: a una fase
de afirmación del sexogénero sentido (tesis) le puede (o no) suceder una fase
de negación del mismo (antítesis), a la que puede (o no) seguir una fase de
negación de la negación (síntesis), que permite la entrada en una expresión
nueva y personal.
La fase de negación, para menores
adolescentes, también puede entenderse como una necesidad de exploración de la
realidad, no sólo la del sexogénero reasignado sino la del sexogénero asignado
o quizá la de la negación de todo sexogénero.
Una vez producida, puede durar
meses, años y aun decenios. Puede hacerse cierto balance de las preferencias,
poniendo por ejemplo las posibilidades para encontrar compañía de sexogénero,
por delante de cualquier cuestión identitaria. Es obvio que debe ser respetada
la decisión de cualquier adolescente que desee explorar la realidad.
Pero también puede (o no) ser seguida por una fase
de negación de la negación, de retorno a la primera expresión de deseo de
cambio de sexogénero o de búsqueda de una expresión no practicada, la de su
masculinidad o feminidad de asignación.
En este sentido hay que decir que
los estudios de seguimiento se han solido detener en la primera fase de
negación, entendiéndola erróneamente como desistimiento. Hipotetizo que quizá
por eso sea baja, en las muestras de
población estudiadas, algo menos de un
tercio, la persistencia en las actitudes anteriores, y alta, alrededor
de dos tercios, la apariencia de desistimiento. A medida que se sigan
realizando más estudios de seguimiento que lleguen más lejos, y puedan incluir
las negaciones de la negación, entonces supongo que descenderá el número de los
negadores.
En menores trans XY feminizantes,
ginesexuales, que llegan a una fusión con la Imagen de la mujer, puede ser que
esta fusión sea fluctuante en intensidad.
Estas fluctuaciones entre el deseo de fusión y la atonía, toman la forma
de fases cortas de afirmación y fases de negación, en las que se puede llegar a
la purgación o arrepentimiento e intento de olvidarse de todo. Se llega a un
vaivén continuo entre ambas fases, que hace muy probables los desistimientos y
los retornos tras los desistimientos. Para evitar estos vaivenes sería mejor
seguir un modelo no-binario de vida, que insista en la conciencia de ambigüedad
personal.
Para tratar de los menores XX que
pueden definirse como trans masculinos, tengo que advertir que mi condición de
persona XY trans femenina me ha permitido tener sólo unas percepciones externas
que me dejan llegar a reflexiones más generales, menos detalladas. Espero que
este estudio se vea completado por otro procedente de trans masculinos, los
únicos que pueden hablar de sí mismos y no necesitan preguntar a otros (como me
sucede por ser trans femenina como más
en general, a otros profesionales y teóricos que sean cisexuales)
Los menores trans XX masculinos
ginesexuales pueden tener experiencias no exentas de orgullo por su integración
natural entre los varones androgénicos, a los que con frecuencia superan en
decisión, temperamento activo, deportes de equipo, etcétera. Al llegar la
pubertad, pueden encontrar con facilidad a mujeres adolescentes heteras que se
sienten atraídas por ellos, y a quienes desean proteger (fantasía de Tarzán y
Jane)
Esta experiencia de expresión de
los propios sentimientos y profunda adecuación a la realidad puede ser tan
grata y satisfactoria que no parece probable una fase de negación.
Los menores XX trans masculinos
androsexuales o personasexuales, pueden encontrar en su expresión de sexogénero
las muchas alegrías correspondientes a la perfecta evolución de sus caracteres
masculinos secundarios, como en el caso anterior y a su perfecta inserción
social.
= = = =
(La variedad no-binaria de las
historias personales de sexogénero)
Los hechos trans pueden empezar
inconscientemente, sin formar un concepto de lo que se es. Un niño genital
puede actuar como una niña, una niña genital como un niño, sin formar un
concepto, una identidad sobre su ser.
Además, estos hechos pueden
expresarse en toda la conducta, o en parte de ella. Pueden actuar de manera
enteramente femenina o masculina, o tener una conducta que sea parte y parte.
Es la interacción humana la que permite
empezar a formar los conceptos sobre sí; a veces, esa manera de ser es tan
definida que la interacción con madres y padres se define enseguida; otras
veces es más ambigua, y la interacción familiar no llega a definirla, y es
preciso empezar la interacción social que la define más, tanto por parte de la
persona menor, que no se encuentra a gusto en el género asignado, como por parte
de los demás, que suelen clarificar la naturaleza, aunque sea ambigua.
Por tanto, así se forma la identidad.
La identidad es el
concepto/sentimiento sobre sí que forma libremente cada persona, considerando
su realidad corporal, sus afinidades, sus deseos, sus aspiraciones; es un “soy”
+ un “quiero”; puede haber por tanto un “soy” + un “no quiero”, realidad más
juicio negativo sobre la realidad; se podría hablar de
identidad/contraidentidad.
El estudio de Natacha Kennedy, de
2012, sobre 121 personas adultas (aunque sólo 11 FtM), muestra que los hechos de
identidad trans suelen empezar desde la niñez. Sus tomas de conciencia se dieron en una persona desde el primer año de vida,
unas siete veces más desde los tres, y
veinte veces más a los cinco, edad que constituye la moda estadística; desde
ahí descienden en una curva cóncava, con algunos altibajos, hasta los quince
años, con frecuencia de una persona,
igual a la de un año; la media de edad se encontró en los casi ocho
años; sólo tres personas empezaron a tomar conciencia desde más de dieciocho
años.
A partir de este principio de
análisis, es fácil distinguir enseguida algunas variantes de la experiencia
trans, tales como las de identidades definidas personalmente como de hombre o
mujer, e identidades indefinidas, como la de trans o la de persona ambigua, las
de orientaciones androsexuales, ginesexuales, personasexuales o asexuales, las
de propósitos operatorios o no operatorios…
= = = =
Expongo, más detalladamente, la
variedad transexual, a través de cuatro esquemas simplificados, que en la realidad forman una serie abierta a
otros más, que todavía no comprendo. Me resultan más conocidas las experiencias
transexuales feminizantes, por lo que las detallaré mucho más que las
masculinizantes, en la espera de recibir más información.
Los dos criterios fundamentales
con los que está escrita esta serie son:
=Primero, la mayor o menor
feminidad conductual y la menor o mayor masculinidad conductual,
que se pueden definir
=intuitivamente,
o, todavía sólo deductivamente,
por
=la menor o mayor androgenación
conductual (cerebral) [Swaab, Guillamón, et c.]
Esta androgenación diferenciada,
permite que personas XX y XY y variantes X0, etc, se encuentren más o menos
cercanas o alejadas de cada uno de los dos atractores estadísticos, abstractos,
en los continuos humanos de
=receptividad/acometividad
=timidez/audacia
=introversión/extraversión
=docilidad/dominancia
Por tanto, podemos ver personas
XX muy androgenizadas conductualmente, muy masculinas, y personas XY poco
androgenizadas conductualmente, muy femeninas, y todos los grados intermedios.
=Segundo, el otro criterio para
elaborar estos esquemas está en la orientación sexual, que forma también un
=continuo androsexual-ginesexual.
La situación de cada persona XX,
XY o variantes puede estar más o menos cerca de cada atractor estadístico o
lejos de uno y otro.
El peso de estos criterios
depende primero, de la feminidad/masculinidad conductuales y después de la
orientación sexual.
Esto es lo esencial de mi
tipología trans. Me parece que lo fundamental es la variabilidad de la
androgenación individual, el continuo hipoandrogenia/hiperandrogenia, y después
viene el continuo de la orientación androsexual/ginesexual. Sé que muchas personas
XY que han sido muy femeninas en su niñez son androsexuales en la edad adulta,
y tal como era teóricamente previsible, sé también que hay algunas personas XY
que han sido muy femeninas en su niñez y son femeninamente ginesexuales en la
edad adulta.
Por tanto, lo determinante, lo
operativo durante la primera niñez, es la posición en el continuo
hipoandrogenia/hiperandrogenia.
De las variantes de la androgenación
derivan primero el conjunto difuso o continuo de género, luego el de
sexualidad, o conducta sexualmente determinada, que incluye la genitalidad y el
de androsexualidad/ ginesexualidad empieza a tomar fuerza desde la pubertad.
Se trata, por tanto, de una
variante básica de la que derivan otras tres variantes (género, sexualidad o
genitalidad, y orientación), que a su vez pueden ser divergentes entre sí. La
variedad personal es inmensa.
En este punto de vista,
transformo el modelo tipológico de Ray Blanchard, el primero y el único que
conozco, que distingue las diferencias basándose en la orientación, entre
transexuales que llama “homosexuales” y “no/homosexuales o autoginéfilas”,
creyendo que de esta distinción derivan todas las que se pueden observar en la
conducta transexual (Blanchard, R. (1989). "The classification and labeling of nonhomosexual gender
dysphorias". Archives of Sexual Behavior 18 (4): 315–334)
No es así, sino que, como digo, el
continuo hipo-/ hiperandrogenia es el decisivo, hasta el punto de que las
personas transexuales muy hipoandrogénicas son tan femeninas, que carece de
sentido llamarlas homosexuales en su androsexualidad; el sexo masculino es para
ellas el otro sexo.
Otro subconjunto transexual
estaría formado por personas ginesexuales que toman a la mujer más como modelo
de vida que como objeto externo de deseo. Para estas personas, Blanchard ha
acuñado el término de “autoginefilia” (autós = sí; giné = mujer; filía= amor;
amor de sí como mujer, o amor de la mujer en el sí)
Tanto Blanchard, como Anne Lawrence y J. Michael Bailey,
que lo han seguido, en 1997 y 2003 respectivamente, entienden este concepto
como una reacción erotizada sin más, parecida a una parafilia, que deja al
margen la identidad personal. Esto quizá (tengo dudas) sea cierto en la
feminofilia, antes llamada transvestismo, pero no en la transexualidad
ginesexual en la que la propia identidad está comprometida en el proceso
transexual, deseándose arrebatadoramente haber nacido mujer.
Los criterios de Blanchard/ Anne
Lawrence/ Bailey fueron interesantes para empezar a organizar los conceptos,
pero por ser también binaristas, no
pudieron tampoco tomar en cuenta la escala de Kinsey, que es en realidad el primer
continuo descubierto en Sexología (1948), entre los atractores estadísticos de heterosexualidad/homosexualidad; para ser
insertado en la realidad nobinaria, es necesaria una visión nobinarista, que sólo desde los
alrededores de 2000 empieza a extenderse.
= = = =
Simplificando necesariamente, puedo exponer aquí algunas maneras de ser
transexual:
ESQUEMA I
=Personas XX, muy
hiperandrogenizados (androgenación); por tanto, pueden ser muy o bastante
masculinos (género); penetrativos (sexualidad), casi siempre ginesexuales y
pocas veces androsexuales.
Muestran desde su niñez una
conducta de género muy masculina, una
identidad masculina también muy temprana (“soy un niño”), prefieren en su niñez
los juegos combativos, de equipo, y la compañía de los niños varones; se suelen sentir espontáneamente atraídos por
las mujeres, con matices protectores, muy masculinos, por ejemplo en la forma
del arquetipo de Tarzán y Jane.
La hormonación con andrógenos
aumenta mucho su libido, acometividad y dominancia, obligándoles muchas veces a
aprender a controlar racionalmente estas tendencias. El recurso a la cirugía es
más frecuente para conseguir la
mastectomía, que es muy a menudo su primera urgencia, y la histerectomía, por
razones prácticas, quedando la metaidoioplastia, o desarrollo del tubérculo
genital, y la faloplastia, por sus todavía medianos resultados, a la espera de
una mejora de las técnicas.
Cuando son ginesexuales, suelen
formar parejas muy estables, incluso intertrans, en las que ejercen un papel
dominante.
Cuando son androsexuales, pueden
sentir una admiración absorbente por los varones, que lleva a querer ser como
ellos, a estar con ellos, audaz,
compañero de audacias. Su vida sexual resulta complicada, pero posible,
precisamente con estos compañeros, que pueden valorar sobre todo el sexo de
camaradería.
Catherine Millot ha creído ver en
ellos una tendencia aparente a pasar inadvertidos y entenderse como “hombres
grises”, encarnaciones del varón medio. Puede ser que esta tendencia provenga
en realidad de la percepción del poder masculino como requiriendo ser
indiscutible; su voluntad de poder les llevaría a evitar discusiones en las que
pudieran encontrarse en una situación desventajosa. Sin embargo, la evidencia
de que algunos trans masculinos no eluden el primer plano, muestra que esta
tendencia es sólo cultural.
= = = =
ESQUEMA II
=Personas XY muy hipoandrogénicas
desde su primera niñez (androgenación), muy femeninas (género); receptivas,
pueden desear una reasignación genital o no necesitarla (sexualidad),
frecuentemente androsexuales aunque también pueden ser ginesexuales (orientación)
Pueden haber dicho “soy una niña” o “quiero ser una niña”, desde
su primera niñez. Han jugado con niñas y a juegos de niñas. Han tomado como
modelos a su madre o a otras niñas o personajes femeninos del cine. Viven la
feminidad desde dentro, sin pasión pero con gusto y con realismo.
Han sido a menudo rechazadas o acosadas
en el medio escolar. Esto hace que, con frecuencia, según avanza su
socialización, intentan corregir su naturaleza y su identidad, esforzándose en
ser más viriles, incluso hipermasculinizándose; los impulsos de la pubertad, cuando
son muy androsexuales, les ponen en el dilema práctico de cuál es su
prioridad, su identidad o su orientación.
Por ser muy femeninas desde la
primera niñez, su identidad es más de género que genital, por lo que pueden contentarse
con los efectos desmasculinizadores de la hormonación, sin llegar a la
operación (aunque a veces, también pueden desearla)
Siguen un modelo femenino
(ser), que desde su niñez se traduce
en una conducta de género muy femenina y
muy natural, a la que puede acompañar o una identidad femenina muy temprana
(“soy una niña”), o una identidad neutra, o incluso una identidad masculina,
algo desvaída, desde los dos-tres años.
Tienen una identidad femenina tan
profunda, que si optan por una seudoidentidad masculina como soporte de su
androsexualidad, no dejan de observar cierto distanciamiento respecto a ella,
que puede llegar hasta un placer transvestista paradójico al llevar ropas
masculinas, que ha sido llamado homovestismo.
= = = =
ESQUEMA III
=Personas XY hipoandrogénicas (androgenación), conductas algo
femeninas pero identidades ambiguas (género), receptivas (sexualidad) vagamente
ginesexuales, sin llegar al deseo genital o androsexuales (orientación)
Pueden haber sentido adoración
por su madre, que les lleva a imitarla casi inconscientemente en gestos,
actitudes, palabras… Sus relaciones con su padre pueden ser problemáticas.
Más que una identificación con
las mujeres, pueden sentir un desajuste o desidentificación con los varones, un
“no quiero ser”. Si su desidentificación llega a lo genital, pueden rechazar
fuertemente unos genitales que no entienden y ansiar la operación. Su
identidad, una vez operadas, es más genital que de género, por su naturaleza
ambigua, por lo que pueden renunciar a veces al cambio de género.
Pueden sufrir un intenso rechazo
o acoso escolar, que acentúe su desidentificación con los varones.
Su ginesexualidad puede hacerles
sentir una fascinación o Deseo de Fusión con la Imagen de la Mujer.
Con la hormonación y la
operación, esta fascinación disminuye, pero el proceso transexual subsiste por
su motivación identitaria.
= = = =
ESQUEMA IV
=Personas XY mesoandrogénicas (androgenación),
conductas no muy femeninas pero identidades femeninas (género), penetrativas (sexualidad) muy ginesexuales,
desde la niñez; Es como una experiencia estética, en la que la orientación se
convierte en identidad. Klimt: “Soy color… soy pintor” (orientación)
En estas personalidades, las
diferencias de androgenación no son significativas, por lo que las identidades
surgen de otra manera. En personas XY no trans, tanto heteras como homo, el
amor propio como varones genera una barrera de afectos que impide esta
fascinación absoluta; en cambio, en estas mujeres trans, tal barrera no existe.
Por haber sido aparentemente
masculinas, pueden no haber sufrido rechazo ni acoso escolar e incluso haberse
incorporado a los juegos con los niños, aunque sin sentir afectos de
compañerismo con ellos.
Pueden llegar a operarse como
medio de expresar la perfección de su ginesexualidad y llegar a una aparente
absorción narcisista en su figura transformada.
La absorción sin límites en la
mujer significa que todas las cosas relacionadas con ella le parecen
maravillosas y le deparan identidad. La ropa femenina no es una simple
necesidad, sino un resplandor. Lo mismo que los juguetes de niña, vistos como
encantadores, los únicos que se desea contemplar. El interés por la ropa,
seguida con atención, puede llevar a descubrir sus mil matices, toda su
expresividad.
La intensidad de la
identificación puede producir un deseo de fusión con la imagen de la mujer en
el espejo; el verse como mujer suscita una contemplación tranquilizadora, y una
necesidad de reflejarse en espejos, escaparates, fotografías, incluso en la
sombra, que es común también en la
mujer, pero resulta particularmente frecuente. Puede parecer un narcisismo, una
obsesión de la persona por sí misma, pero es un sentimiento más parecido al “yo
soy tú”, del amor perfecto.
El espejo se convierte en el
hogar natural de la persona feminizante, allí donde se ve como se quiere ver, y
las fotografías son los equivalentes del espejo, más objetivables, que se pueden
guardar, analizar, compartir y recordar; pero como esta pasión no exime de la
soledad, puede llevar a un deseo de la mujer como compañera, que es
relativamente fácil de conseguir y de conservar, superando la soledad.
(Es preciso explicar siempre lo que
se siente, excluyendo el “esto son chiquilladas, me caso y se me acaban, no
tengo ni que contarlo”, y por parte de
la pareja, excluyendo también el “conmigo se le pasará”; dos aspiraciones que
no son realistas, porque es una realidad estructural, estable)
La feminidad como aspiración
puede suscitar un alejamiento paterno, o la exclusión y acoso por parte de los
compañeros varones; esto puede generar en estas personas también una reacción
muy femenina: la necesidad de ser querida y valorada, el deseo de ser bella
para ser aceptada.
La hormonación/operación puede
colmar su necesidad identitaria, pese al descenso de su libido (Anne Lawrence),
porque no es sólo cuestión de libido, sino también identitaria; lo puedo
constatar en la historia de una amiga, operada, que sigue ansiando la felicidad
en la compañía de una mujer, aunque su ideal es permanecer junto a ella, sólo
tomada de las manos; pero otras veces, cuando se desea sobre todo llegar a la
plenitud de la fusión mediante un orgasmo, se puede constatar que es menos
fácil que antes, y lamentar profundamente haberse operado.
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Se trata por tanto de
personalidades cercanas, pero distintas de las que actualmente se llaman
feminófilas y antes transvestistas, que afirman su identidad masculina hetera y
no piensan desde luego en hormonarse ni operarse, recurriendo sólo a técnicas
cosméticas, de resultados a veces espectaculares pero voluntariamente efímeros,
que se desvanecen como figuras de arena en la playa.
La diferencia entre feminofilia y
transexualidad ginesexual está en la presencia, en la feminofilia, de una
suficiente identidad masculina o afinidad con los semejantes, en este caso los
varones, que forma una barrera
identitaria que impide justo el deseo de fusión con la mujer; y en la
transexualidad ginesexual, de un vacío más o menos intenso de identidad
masculina; tal barrera faltaría, la masculinidad no sería valorada, llegándose
incluso a la androfobia.
Son muy diferentes las
perspectivas de feminofilia y transexualidad ginesexual; para la primera, las
derivadas de una masculinidad hetera, que si realizara una operación de
genitales se sentiría mutilada; la segunda pudiendo ver la operación de
genitales como fusión deseada con la Imagen de la Mujer. Si en una persona
concreta fuere difícil distinguir una de otra, sería necesario ser muy prudente
en cuanto al paso quirúrgico, porque no se llegará más que efímeramente al
éxtasis esperado.
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Esta serie de esquemas está
abierta, especialmente en lo relativo a los hombres XX, a quienes conozco menos.
= = = =
Estadísticamente, en mi grupo de
amigas y conocidas más cercanas, en España, formado por 31 mujeres trans (4 de
ellas extranjeras), 15 son androsexuales y 16 ginesexuales, casi mitad y mitad,
a diferencia de los estudios anglosajones, que dan una gran mayoría a las
ginesexuales. De las primeras, 10 son operatorias, dos tercios, y de las segundas, 5, sólo un
tercio. Con estos datos, ya empiezan a vislumbrarse por lo menos frecuencias y
actitudes ante la operación.
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En una novela, de la que desgraciadamente no guardo en la
memoria el título ni el nombre del autor, italiano, se manifiesta una parte de
este sentimiento de una manera muy
bella. Un adolescente está enamorado de su prima. En un carnaval, buscando un
disfraz, sube al cuarto de ella, busca en su armario, y encuentra uno de sus
vestidos. Se lo pone y se mira en el espejo y en ese instante ve en él la
imagen de su prima, pues se le parece mucho.
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(Certezas y dudas)
En cuanto a la certeza de ser, o
querer ser, o no ser, o no querer ser, la mayor duda puede darse cuando se
observa que la orientación discrepa de la identidad, en un esquema binario. Se
supone, dentro de este esquema, que si yo soy mujer tienen que atraerme los
varones y si soy varón tienen que atraerme las mujeres. Pero si salimos de ese
esquema y entramos en el terreno de lo no-binario constatamos que este esquema
no es válido siquiera para los varones y mujeres por asignación, que pueden ser
gays o lesbianas, y mucho menos para trans, cuya estructura afectiva es mucho
más compleja.
Socialmente resulta más fácil
explicarse a sí mismo como gay o lesbiana, pero yo prefiero decir, con mayor
precisión, hombre XX androsexual o mujer XY ginesexual, porque las estructuras
de los sentimientos son diferentes.
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Para menores XY variantes
androsexuales y XX variantes ginesexuales puede no haber apenas dudas en el
subperíodo de su niñez, sobre su identidad. Son tan femeninas o masculinos que
para sí mismas o mismos o para sus familias o compañeros de colegio es evidente
lo que sienten.
Sin embargo, la llegada a la
pubertad suele producir dudas acerca de si es prioritaria su orientación, y vivirán como gays (“yo me
siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”), o su identidad, viviendo
como trans femeninas. Factores de esta duda pueden ser la conciencia de mayores
dificultades para el amor de los hombres como trans que como gay, o la de las
mayores complicaciones que se encuentran en la vida de trans.
Esta duda sólo se puede resolver
mediante la práctica. Puede dar lugar a muchos aparentes desistimientos, como
explico en el siguiente apartado, o fases de negación de la transexualidad, que
me parece que irán, en su mayoría, seguidos por una negación de la negación, o
retorno a la primera identidad.
Para la inmensa mayoría actual,
que no hemos transitado en nuestra niñez, la duda está en cuándo salimos del
armario. La respuesta empírica que puedo dar es la que dio un querido amigo a
sus propias dudas sobre el armario homosexual: cuando la necesidad de salir te
hace decir un “¡basta ya!”
Esta decisión es la única que
puede poner audacia junto a la necesaria prudencia.
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La hormonación también puede
crear muchas dudas. Pero se pueden resolver si se la ve como un ensayo general,
pero que durante mucho tiempo es reversible. Las dudas pueden darse en cuanto a
la subsistencia de la libido y los orgasmos, que efectivamente disminuyen
aunque no hasta cero. Experimentar con la hormonación supone la experiencia
personal sobre si se acepta esta evolución de la sexualidad o se para o se
modula (según técnicas selectivas sobre el tipo de hormonación que ya se
emplean)
La hormonación debe hacerse
siempre bajo supervisión médica. Es inútil y contraproducente la
automedicación, sobre todo en grandes dosis, cuando el exceso de hormonas no es
asimilado por el cuerpo, como el exceso de azúcar queda sin disolver en el té o
el café; pero este exceso puede fatigar excesivamente al hígado. Por otra
parte, el equilibrio endocrinológico de cada persona es sutil: una amiga
desarrolló, en medio de su transición, un exceso de prolactina, una
hiperprolactinemia; su médico interrumpió de momento la hormonación, corrigió
la hiperprolactinemia, y siguió adelante.
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Las decisiones sobre la cirugía
de genitales son las que deben meditarse más. Hablo de ella aquí, en la medida
en que hay menores que la desean, aunque creo que, en general, deberían esperar
hasta comprobar su necesidad.
Puede hacerse un experimento
mental: Supongamos que puedo operarme, pero me ponen la condición de que tengo
que irme después a vivir en una isla desierta el resto de mi vida. ¿Lo haría?
La respuesta “sí” indica que la
primera motivación es completamente personal, de que “lo haría sobre todo por
mí”, fuera de cualquier consideración social. Esto permite despejar dudas, pues
se puede comprobar que la voluntad de operación es firme, entendida como una
adecuación a los propios sentimientos, no como una mutilación.
La respuesta “no” en cambio
aconseja no operarse, puesto que las consideraciones sociales pueden ser
fluctuantes y, en cambio, se emprendería un cambio corporal no deseado por sí
mismo, que podría sentirse en el futuro
como una mutilación.
La respuesta “sí” la dan también
las personas que, no pudiendo permitirse el cambio de género por cualquier
circunstancia social (hijos en la adolescencia, responsabilidades económicas,
etcétera), emprenden sin embargo la operación, que será por tanto conocida sólo
por ellas mismas, y entendida como el mínimo suficiente. Yo misma hubiera
emprendido esta operación de no poder cambiar de género, como temía, y hubiera
significado una profunda alegría para mí, muy equilibradora; esa
circunstancia permite comprobar además
que para las personas que sentimos así, el cambio de genitales es mucho más
importante que el cambio de género.
Equivale también a estas
cuestiones otra, que corresponde a las dudas reales de muchas personas trans
(aunque la realidad es más suave) : ¿Estarías dispuesta a operarte si supieras
que perderías todas las posibilidades de orgasmo; o si supieras que ibas a
perder la libido absolutamente?
La respuesta “sí” indicaría que
la voluntad de ablación genital prepondera incluso sobre el deseo. Insiste en
la idea de que, cuando se siente, esta voluntad está por encima de cualquier
otra consideración, incluso sobre la propia vida, con frecuencia arriesgada
mediante la mutilación (yijras de la India)
Cuando se insiste en las dudas
sobre este punto, me parece que se está expresando una voluntad presionada
socialmente y que no la desea por sí misma, personalmente. Que voluntad
personal, sea cual sea, es lo más importante en las transiciones trans. Es la
que puede permitir sentir que se está haciendo lo que se desea y la que puede
dar esa sensación de paz y bienestar que produce la experiencia trans. Es
estrictamente no-binaria, como toda la transexualidad es no-binaria, está fuera
del Código de Género que manda que sólo se puede ser hombre o mujer por
asignación externa, no por decisión interna.