Cambio el
paradigma de análisis de la transexualidad, empezando por los hechos
psicológicos, que son los que nos mueven directamente, y dejando en segundo
lugar los condicionamientos biológicos.
En cuanto a los
hechos psicológicos, me parece que los que tienen más valor explicativo son los
arquetipos presentes en nuestras mentes. Tomo la palabra de Jung: se trata de
formas fundamentales de la mente humana, simbólicas y universales; forman un plano del lenguaje que es común a todos
los humanos.
Aparecen en
nuestros sueños, aunque es preciso traducirlos desde su forma simbólica hasta
la explícita; la forma simbólica, incluso, puede permanecernos inexplicada, e
incluso parecernos un disparate sin sentido; pero la visión del arquetipo suele
permanecer en nuestra memoria, un sueño inolvidable, durante toda la vida, como
pidiéndonos que hallemos su sentido (su traducción)
También
aparecen, en la infancia, en los juguetes que deseamos, en los que pedimos a
los Reyes Magos (por eso, llamo a su recuerdo “test de los Reyes Magos”), o en
el uso que damos a los que podemos encontrar (una caja de zapatos que se
transforma en camión, o un bolígrafo en metralleta; recuerdo, de mi niñez, que
en el mísero campo andaluz, una niña acunaba a una piedra, envuelta en un
pellejo de jineta, como si fuera una muñeca)
Como Jung descubrió,
los arquetipos también se hallan en los mitos y las costumbres de pueblos
enteros y hasta de culturas comunes a muchos pueblos. Por ejemplo, gran parte
de los indios de Norteamérica, que aceptaban la elección de género, esperaban
que los menores eligiesen entre un arco o un cesto, símbolos arquetípicos de la
masculinidad y la feminidad.
Algunos de los
arquetipos más importantes para los seres humanos tienen un valor general,
indiferenciado, puesto que afecta a nuestras experiencias más básicas: el sueño
de volar representa el deseo de una liberación, mientras que el de ser
perseguido por un animal, que en España suele ser un toro negro, del que se
puede huir con mucha dificultad, como a cámara lenta, o pegándose los pies al
suelo, representa el agobio por fuerzas que nos superan.
Como corresponde a esos símbolos, el sueño de volar me suele pasar en un medio
soleado y alegre, un cielo azul y nubecillas blancas, primaveral; la huida del
toro negro, o de un enemigo sin rostro, en cambio, suele suceder en un ambiente
oscuro y con luces siniestras.
(La capacidad
humana de simbolización se renueva en las formas: desde que se inventaron los
ferrocarriles, se puede soñar en perder un tren (y lo usamos en nuestro
lenguaje), como perder una oportunidad)
Muchos
arquetipos tienen un valor sexual, puesto que la sexualidad es una de las
experiencias fundamentales de la vida humana. Pondré primero los de ascender y
descender, referidos a escaleras o montañas, que pueden ser símbolos del
esfuerzo vital o de la rendición, pero también, en el terreno de lo sexuado,
del esfuerzo masculino y la entrega femenina
El arquetipo
del Falo no es sólo sexual. Emplea el símbolo del falo o genital erecto como
símbolo de sentimientos tan abstractos como el de lo Uno, el Ser, el Poder… En forma de “lingam” o monolito, ha sido usado en
el budismo, pero también son falicos los campanarios, los alminares, los
rascacielos, los aviones, las locomotoras, los barcos y en especial los
submarinos, los autos y camiones, las espadas, las lanzas…
Toda persona,
hombre o mujer, puede sentir la fascinación del Falo, porque es un símbolo
anterior a la sexuación. Lacan cree que las personas transgenitales
feminizantes necesitamos suprimir nuestros genitales, que son como
irregularidades en la línea pura del Falo; seríamos adoradores de él, entiendo
yo.
El arquetipo
correspondiente femenino es el Mar, inmenso y tranquilo. Indiferenciado. El
Agua, en general, fluyente, adaptable. Luminoso si refleja el Sol (como la
Luna, otro par de arquetipos de lo masculino o lo femenino) Representada
también por los largos cabellos, que caen, sin fuerza propia, entregados a
quien quiera acariciarlos.
O la cueva,
acogedora, siempre igual de temperatura, fresca en verano y templada en
invierno. Que da lugar a las casas, en las que nos encontramos protegidos entre
cuatro paredes, viviendo en el mundo de los muebles, o de las cocinas. Casas
que nos expresan, en las que nos reconocemos como formas creadas por nosotras,
cuidadas por nosotras, limpiadas, también como el Nido primordial, la acogida,
el cuidado, la protección.
Visualizadas a
veces en forma de pequeñas cajitas que nos encantan, espacios cerrados entre
cuatro paredes, un suelo y un techo. O en la de inmensas cavernas, temibles
para muchos varones, devoradoras, o quizá comparables a grandes templos para
nosotras, espacios penumbrosos y frescos en cuyo interior brilla una luz.
Puede ser que
cada persona sienta en su mente determinados arquetipos con mucha intensidad y
otros falten o estén difuminados (no lo sé seguro, pero trataré de averiguarlo;
esto es el estudio y la investigación empírica que se requieren)
También puede
ser que esta presencia/ausencia esté sexuada y que en las personas transexuales
esta sexuación esté cruzada, pero puede ser asimismo que esta sexuación sea
casi imperceptible a la conciencia, por lo que no produce una identidad (que es
un hecho de conciencia)
Pero esta
presencia/ausencia de algunos arquetipos puede ser fundamental en la estructura
de la personalidad, y emerger de pronto, dando la impresión de una transición
tardía.
Estos
arquetipos sexuados que he descrito me parece que se dividen en dos clases.
Clase A. Unos
arquetipos sólo constatan que la naturaleza humana está sexuada, y la describen
usando un lenguaje simbólico. Son estáticos, descriptivos, pero pueden faltar o
no, sexuadamente, o su carga afectiva puede ser sexuadamente distinta.
En una persona
XY, por ejemplo, pueden faltar o ser borrosos los arquetipos relacionados con
la persecución o conquista de la mujer, o con el combate intermasculino. Por
tanto, este hecho está más o menos sexuado mentalmente.
Otras veces, el
arquetipo está presente, como descripción de la realidad, pero cada cual, según
su sexuación, lo verá de manera distinta, identificándose con el arquetipo o viéndolo
como algo que está fuera, y que atrae o desagrada (me parece que los arquetipos
del Falo o el Mar pueden despertar estos sentimientos)
Clase B. Otros
arquetipos expresan nuestros deseos sexuados, los proyectan simbólicamente por
ejemplo en los juguetes que hemos deseado o en las grandes elecciones que
hacemos en la vida; podríamos llamarlos “arquetipos del arco y la cesta”,
porque en nuestra niñez han estado tan claros, que hemos elegido para jugar los
objetos de una de esas familias y no los de las otras. Hemos decidido, con la
soberanía con que los niños saben lo que les gusta y lo que no. En nuestra edad
adulta, si hemos podido también elegir nuestro modo de vida, veremos que
coincide con lo que elegimos en la niñez como símbolo de nuestros deseos.
Memorizar en la
edad adulta el test de los Reyes Magos que vivimos en nuestra niñez y repetirlo
ahora, nos da un colorido mapa de nuestros sentimientos que nos permite
entender mejor dónde estamos en relación con
otras fórmulas de género, con cuáles nos identificamos, con cuáles, no.
Más en
general, descubrir la estructura de
nuestros arquetipos nos permite descubrir un plano de nuestro ser que solemos
olvidar y que sin embargo es muy activo.
Para las
personas transexuales, que en un momento u otro nos hemos preguntado con
intensidad por quiénes somos, nos ofrece una perspectiva profunda de nuestro ser,
no convencional, no superficial.
El único método
que hemos tenido hasta ahora para responder a la pregunta sobre nuestra
feminidad XY o nuestra masculinidad XX ha consistido en constatar hechos
objetivos, fácilmente observables, tales como nuestras tempranas afirmaciones o
denegaciones de identidad (“yo soy” o “yo no soy”), o nuestras conductas cruzadas,
en más o menos. Este método trata, mediante la introspección o el diálogo, de
descubrir hechos subjetivos, de sentimiento, muy personales e intensos.
Visto este
principio de análisis arquetípico, bajaré ahora a la sala de máquinas de la
biología, que lo condiciona desde luego; vemos tres instrumentos para entender
cómo la transexualidad viene de
variaciones posibles y naturales:
Primero. La
sexuación va de un estado embrionario básico femenino a uno masculino, según
los flujos de andrógenos diferenciados
durante la gestación, cuya cantidad en menos o más depende en general de los
dos atractores XX y XY y en particular,en cadsa persona, puede ser también
variable en “más o menos”. Esta estructura se formula matemátice como Conjuntos
Difusos (Lotfi A. Zadeh) de Sexogénero, definidos no por un “sí, no”, sino por
un “más, menos”
Segundo. La
sexualidad está compuesta de distintos planos (genético, cromosómico,
endocrino, gonadal, cerebral, de los conductos
internos, de los conductos internos, de los conductos externos, de la
orientación, sociocultural, psicobiográfico), que suelen ser convergentes, pero
entre los que puede haber divergencias o intersexualidades (Gilbert-Dreyfus),
muchas de ellas debidas a la androgenación diferencial de cada plano en más o
menos.
Tercero. La
androgenación del cerebro puede configurar de manera diferenciada sus tres
planos evolutivos (llamados reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico/humano,
o bien arcaico, medio y moderno - MacLean), determinando conductas
diferentes y aun contradictorias en cada
uno de esos planos, que pueden ser difíciles de entender si no se considera
esta posibilidad.