He añadido al Manual el siguiente texto:
Puede parecer excesivo plantear la filosofía de un sencillo manual, pero precisamente por ser manual, este libro tiene un carácter práctico, y todo lo práctico requiere una filosofía que lo sostenga. Muchas veces esas filosofías son implícitas, por sabidas, pero la cuestión de la transexualidad es tan audaz que requiere que se explicite la filosofía que sigo.
Los humanos nacemos sujetos a dos clases de leyes que están más allá de las humanas: las verdaderamente morales y las naturales.
Las verdaderamente morales son pocas, pero obligan íntimamente a cualquiera: por ejemplo, la vida humana debe ser racional, porque somos racionales; o los humanos debemos vivir libres, porque somos libres. (Está claro que hay pretendidas leyes morales que son irracionales y por tanto no deben ser respetadas)
Las naturales nos sujetan, pero no nos obligan. De hecho, la historia humana es un continuo ejercicio de soberanía sobre las leyes naturales, hasta el punto de que se puede enunciar una ley moral que es la de que la coducta humana debe sobreponerse libremente a la naturaleza, respetando la racionalidad y la responsabilidad.
Lo hacemos, por ejemplo, al curar las enfermedades, hechos naturales que nos sujetan y de los que debemos liberarnos.
La transexualidad es un ejercicio de soberanía razonada sobre la naturaleza y en este sentido no sólo es buena sino que es excelente. Las personas transexuales somos socialmente un ejemplo límite de soberanía sobre un hecho natural que todas las demás creen indiscutible porque se acomodan bien a él, que es la sexuación. Nosotros situamos la sexuación como uno más de los hechos naturales que pueden ser transformados racional y responsablemente.
No pretendemos que todos sean transexuales, pero sí ejercemos, antes de todo reconocimiento público, el derecho a serlo, que es racional cuando se dan determinadas condiciones de hecho. En cuanto a nuestra responsailidad, la ejercemos mediante la apelación a la racionalidad de nuestra conducta.
Terminaré exponiendo que este criterio es precisamente el del Génesis. Los humanos tenemos sólo una obligación: no comer del árbol del bien y del mal, o no pretender decidir por sí mismos el bien y el mal. No podemos decretar sobre la racionalidad o la libertad que sean malas.
Pero se nos ha entregado la soberanía sobre toda la naturaleza. Y con ella, la responsabilidad moral sobre lo que hagamos con ella. Y la sexuación, como la vegetación, o los planetas, no son realidades divinas, sobrehumanas, sino naturales, sometidas a la racionalidad humana.
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