sábado, 27 de diciembre de 2014

LES NIÑES FEMENINES



Kim Pérez


Digo “niñes femenines” porque  la primera realidad asombrosa que se ve es ésta : son aparentemente  niños XY y son femeninos o muy femeninos de actitudes y conducta, desde los dos, tres o cuatro años.

Algunos son conscientes de esto, y dicen “soy una niña” y otros son inconscientes, y dicen “soy un niño”.

Unos procurarán vivir como niñas y otros procurarán vivir como niños, aunque poco a poco encontrarán dificultades que les harán replantearse la conciencia de sí.

En resumen, a partir de dos percepciones de partida, que aparentemente son niños y que son femeninos, se puede consolidar con los años una identidad plenamente femenina, o una identidad intersex o  ambigua, o un intento de adaptar esa feminidad natural a una aparente masculinidad.

Este último intento puede ser consciente e incluso voluntario, una vez que se sopesan pros y contras.

Por eso, en esa edad no es realista llamarles niños, y es prematuro llamarles niñas, antes de que se decidan las posibilidades que pueden tener abiertas.

Como principio pedagógico, planteo a las madres y padres lo siguiente: su función, como la de todo educador, es caminar detrás, y no delante de estas criaturas, como se hace con la que aprende a andar;

protegerlas como si fuera con los brazos abiertos en su cercanía, de todo daño;

enseñarles todas las puertas que haya a su paso, y dejarles que entren por ellas y vean las estancias a las que se abren;

aconsejarles todo lo que sea necesario cada vez que vuelvan sus miradas a sus padres;

y respaldarles en las decisiones que vayan tomando, sean cuales fueren y les gusten o no; los humanos tenemos el derecho de equivocarnos por nosotros mismos y de rectificar si es posible.

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(¿Por qué?)

¿Por qué surgen en personas XY esas cualidades femeninas?

La duda principal ha sido entre naturaleza y educación, “nature or nurture”, como se dice en inglés.

¿Tiene un papel importante el medio en se haya criado  un niño?  ¿Que haya amado a su madre hasta el punto de identificarse con ella? ¿O que se haya criado entre mujeres?

Esto último no, pero la relación con su padre es vital. El ser humano está hecho de aprendizajes, y entre ellos está la identidad, que es la conciencia de sí como hombre o mujer, la aceptación gustosa de ser hombre o mujer.

Unas pocas veces, hablo de lo que sé, hay niños, que  han sido normalmente masculinos, en actitudes y preferencias,  pero que se han criado con un padre terrible, aterrador, duro, agresivo, ofensivo, incluso maltratador, aunque no es preciso llegar a tanto,  por lo que han tenido que refugiarse en su madre, detrás de las faldas de su madre, como se suele decir.

No han podido identificarse con su padre, en modo alguno. La masculinidad ha sido para ellos sinónimo de miedo y la feminidad de refugio. Han llegado a identificarse con su madre. Desear protegerla y desear ser como ella. La ropa de mujer ha llegado a ser para ellos el camino de salvación, y desean vestir y vivir como mujeres, aunque no sean muy femeninos en otros aspectos.

Otras veces, es una situación intermedia. No son muy masculinos y son un poco femeninos, y el padre no los acepta, sin ser agresivo. Cumple con sus obligaciones paternas y sólo se distancia afectivamente, pensando que el niño no se dará cuenta. Pero el niño lo necesita, y le falta un contacto con su padre que le permita identificarse con él. La consecuencia es que no llega nunca a una verdadera identificación con la masculinidad, cálida y jubilosa, llena de afectos, y de experiencias comunes, y si puede, no sólo quiere a su madre, sino que se identifica con ella, en mayor o menor medida.  

Llegando más lejos, nos encontramos con niñes que son ya femenines por temperamento, no sólo poco masculinos.  La relación con su padre puede ser afectuosa, pero es su naturaleza la que le empuja a identificarse con las niñas y con las mujeres. Prefiere jugar con niñas, antes que con niños y se imagina como una mujer en el futuro.

He estado hablando de niños masculinos, poco masculinos, femeninos, entre los que se puede distinguir entre algo femeninos y muy femeninos…

Esta gradación, en las naturalezas, es algo natural y beneficioso para la especie. Los hombres muy masculinos, acometedores, enérgicos, activos, son convenientes para todas las situaciones que requieren capacidad de defensa; suelen expresarse, mientras, en la pasión por el deporte.

Pero los hombres reflexivos, tranquilos, físicamente pasivos, masculinos, pero no tanto, suelen ser útiles para el estudio, para las ciencias y las artes…

Lo mismo sucede entre las mujeres, entre quienes las muy femeninas suelen ser muy maternales y volcadas afectivamente en  el cuidado de la familia, algo compatible por cierto con una dedicación laboral,  mientras que hay mujeres menos femeninas para las que es el estudio, la ciencia o el arte su vocación principal.

Es difícil poner un límite entre la masculinidad menor y la feminidad o la feminidad menor y la masculinidad.

 Al hablar de estas diferencias naturales, que las vemos a cada momento en la calle, estamos hablando de algo que tiene que ver con las diferencias y las gradaciones de la hormonación natural en la edad prenatal.

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(¿Cómo somos?)

¿Cómo son les niñes femenines?

Como se ha visto antes, también hay una gradación en su feminidad.

Algunos no son femeninos por naturaleza, sino por su medio ambiente, por razones de identificación, es decir, por adaptación, por supervivencia frente a la hostilidad paterna. Esto puede ser una voluntad secreta, íntima, que no necesite expresarse socialmente.

En la escolarización, pueden jugar con niños y a juegos de niños, pero sin que se puedan establecer ya lazos de compañerismo, de afecto mutuo entre ellos. Pueden ser niños solitarios, pero voluntariamente sin amigos. Las niñas en cambio les parecen su ideal de vida y pueden buscar su amistad y compañía. Son aceptados por los niños, no sufren acoso, puesto que no dan indicios de feminidad.

Pero quizá, en su secreto, alguna vez se confíen a sus madres, diciéndoles: “Mamá, quiero ser una niña”.

He hablado también de niños algo femeninos.
Pueden ser conscientes o inconscientes de su relativa feminidad.

En el primer caso, les resulta visible a quienes les rodean, menos a ellos mismos. Suele ser por indicios más o menos sutiles: son muy tranquilos, caseros, no les gusta jugar con los niños a sus juegos a menudo turbulentos.

Son introvertidos, pueden pasarse horas leyendo, muy sensibles, se pueden echar a llorar por cualquier cosa, sensitivos, porque son finos en sus percepciones de la vida natural o humana.

Como no hay nada muy femenino en su manera de ser, pueden no tener conciencia de ello, y formar una identidad masculina a su manera.

Pero para otros, esta relativa feminidad es evidente. Un padre muy masculino puede sentirlos extraños y rechazarlos, lo que con el tiempo puede tener hondas consecuencias. Al escolarizarse, los niños no suelen encontrar ocasiones de reírse de ellos, en su discreción, pero sí para que no les guste su manera de ser y para aislarlos.

Si, con el tiempo, alguno les llama “mariquita”, puede ser con gran sorpresa por su parte, porque nunca se hayan sentido así. Sin embargo, si no cuentan con el apoyo paterno, pueden sentirse gradualmente inadaptados a la masculinidad y conscientes de su propia relativa feminidad, desde los diez años aproximadamente.

En cambio, muchas veces la feminidad es tan visible, que son conscientes de ella desde sus primeros años, desde los dos o los tres.

Lo son, porque les encanta la ropa de niña y rechazan la de niño. Buscan incluso con pasión la ropa femenina para ponérsela, imitan a su madre pintándose la cara como pueden. Interiormente, saben que son niñas desde el primer momento y se dicen o dicen a su madre: “Soy una niña” (no “quiero ser una niña”, sino “soy”)

Juegan con las niñas, a juegos de niñas, tienen sueños de niñas como ser princesas, lo que les puede llevar a un acoso fortísimo por parte del padre y de los niños. La madre y las niñas pueden también ser su refugio.

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(Represión o expresión)

Hasta ahora, la norma social ha sido la represión.

Ha podido tomar la forma de autorrepresión.

Simplemente, observar la realidad del acoso dirigido a otras víctimas, ha sido para muches niñes femenines la ocasión secreta de intentar masculinizarse, de endurecer la manera de hablar, de hipermasculinizarse incluso, copiando las conductas que podían parecer más masculinas, de rezar en silencio pidiendo que esa feminidad desapareciera.

Los resultados han podido parecer positivos, pero su costo ha sido enorme.

Puede haber producido una amnesia, que obliga años después a preguntar a la madre cuáles fueron las primeras señales de la propia feminidad.

Esta amnesia puede ser tan total, que ya en la adolescencia y la juventud, la consciencia sólo puede registrar una inquietud o un malestar que no se puede saber siquiera cuál es su causa.
Se vive a oscuras de la propia naturaleza, y hasta rechazando cualquier brizna de recuerdo que pueda volver a la mente.

Generalmente, la represión estalla, después de la pubertad, en forma de homosexualidad. Pero también es frecuente que se sienta que la homosexualidad no corresponde a la propia naturaleza, cuando el compañero homosexual insiste en valorar la que supone masculinidad propia.

Por eso, es tan fundamental que las madres y padres ahora estén dando el paso de evitar toda represión, la que ha existido hasta ahora como una atmósfera contaminada en la vida trans y nos ayuden en le expresión, que es como un chorro de aire fresco y natural.

En España esto ocurre quizá desde 2010 o 2011. Va cada vez a más, como un hecho de civilización, que va siendo comprendido y reconocido por todos.

Lo más sencillo que puede desear une niñe femenine es vivir como una niña en su familia y en su escuela, los dos medios en los que transcurre su vida.

Ya va empezando a haber en España disposiciones legales que le ayudan a ello, como conseguir la documentación necesaria y que se aseguren sus derechos escolares.

Se sabe que la niñez, la adolescencia y la juventud son edades de experimentación.  El respeto a la vida en formación exige que no se dé nada por decidido definitivamente, que se le deje pleno derecho a decidir sus ensayos, sus aciertos y sus errores.

Lo que he visto hasta ahora es que, dada la realidad de su naturaleza femenina, normalmente sienten una adaptación mucho mejor viviendo como niñas que como niños,  pero no se puede excluir una reflexión que voy a hacer más adelante y que puede hacerles sacrificar su identidad femenina para conseguir vivir más plenamente su orientación afectiva hacia los varones.  

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(¿Genitalidad?)

Para muches, en esas primeras edades, no hay tampoco conciencia de la genitalidad.

Los sentimientos que he expresado son sobre todo sentimientos de género, relacionados con la identificación con las mujeres como conjunto social.

No se entiende el sentido de la genitalidad, puede parecer relacionada sólo con la manera de hacer pis, y por tanto, la evolución personal, la memoria, la identidad pueden desenvolverse mucho tiempo al margen de la genitalidad.

Eso explica que muches de estes niñes,  la mayoría,  si deciden vivir como mujeres, pueden decir que no necesitan operarse; la genitalidad no tiene que ver con sus sentimientos.

Sin embargo, algunes pueden haber formado una conciencia temprana.

Pueden haber constatado que hay una diferencia entre los cuerpos de los hombres y las mujeres, y si rechazan ser hombres, pueden también rechazar la masculinidad, o pensar que les gustaría ser como las mujeres.
           
Pueden esperar, durante esos años, que esos órganos se caerán solos con la edad. O rezar para que desaparezcan.

En ese caso, desearán operarse cuando sepan que es una posibilidad real.

Cuando no ha habido conciencia temprana de esto, y en medio ha habido preocupaciones de género, de adaptación o inadaptación, de identificación o no identificación, pero la genitalidad ha pasado inadvertida durante años, puede ser la pubertad lo que cambia los datos del planteamiento, obligando a una revisión.

Como hay adolescentes muy femeninas que les aceptan y adolescentes menos femeninas que les rechazan, tengo el sentimiento hondo de que esta aceptación o rechazo tienen que ver con estructuras cerebrales aparte de las que tienen que ver con la identidad de género.

El rechazo de los genitales puede tener que ver sólo con ellos, como órgano, no con su valoración sexual como símbolo de masculinidad o feminidad. Se rechazan por ellos mismos y ante la propia conciencia. Pueden sentirse como ajenos al propio cuerpo y saber por qué, sin necesidad de referirse a las presiones ajenas, sólo al sentimiento personal de desolación frente a esos genitales.

Si no hay un rechazo tan definido, conviene que cada cual decida, ante sí, y al margen de la presión social, cómo está formada su identidad, y concluir diciendo: “yo sé que soy una mujer y no necesito operarme”

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(Pubertad)

He empezado a hablar de la llegada de la pubertad masculina, como una ola por la que deben pasar esos niños femeninos, que va a ser nueva para ellos, y obligarles a plantear de una manera inesperada y mucho más matizada su futuro.

En primer lugar, la cuestión de la orientación, antes desvaída, va a adquirir una fuerza enorme y una sensación de apremio inmediato.

Voy a hablar, desde ahora, de orientación androsexual, hacia el varón, o ginesexual, hacia la mujer, para evitar las complicaciones que se producen, cuando se habla de adolescentes femeninos, con los términos homosexual o heterosexual.

Cuando se trata de niñes androsexuales, pueden sentir su orientación como un impulso clarísimo, que los ha llevado a enamorarse, generalmente en secreto de los niños y que no tiene equivalente en relación con las niñas.

Esto, en principio, puede consolidar su identidad femenina, pero si es muy fuerte, puede propiciar una elección entre identidad y orientación. En la adolescencia, ya se puede empezar a tener conciencia de las dificultades que pueden encontrar, como adolescentes transexuales, incluso por los homosexuales.

El conflicto entre su deseo de amor y compañía y su realidad personal, puede hacerles incluso sacrificar ésta. Cuando se pasa de la adolescencia a la juventud, pueden llegar a decirse: “Yo me siento mujer, pero no necesito vivir como mujer”. Esta frase puede significar que se sienten mujeres al ser amadas, en el centro de su vida que es el amor, y que todo lo demás puede pasar a segundo plano.

También los varones homosexuales que las aman pueden valorar su masculinidad corporal y su feminidad psicológica. Pueden vivirse unas complejas relaciones de género que quedan  sin embargo invisibles socialmente. En la pareja, se puede valorar que a uno le gusta el fútbol y que al otro le gusta leer.  Que uno prefiera conducir el auto, y al otro le guste ser llevado. Creo que en sociedad se valora demasiado el género visible (ropa, arreglo, nombre legal), mientras que en la pareja puede  valorarse sobre todo el género invisible.

Por eso, se puede explicar que haya un número alto de niñes femenines androsexuales que, de mayores, eligen una identidad aparentemente masculina, como gays, y no sólo por represión, sino como expresión de su afectividad.

A la vez, pueden ser muy conscientes de que no son como la mayoría de los gays, que valoran  exclusivamente la masculinidad y rechazan la feminidad, sino que en sus vidas debe valorarse siempre la feminidad que les es propia.

Esto que he explicado se refiere a las dificultades de la transexualidad androsexual.

Paradójicamente, en este ámbito, la transexualidad ginesexual encuentra menos dificultades. Es posible para las mujeres transexuales encontrar a veces un espacio de convivencia con las mujeres a las que aman.

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(Experiencias)

Por eso decía que es preciso que las madres y los padres vayan tras los hijos, abriendo sus brazos para protegerlos, pero sabiendo que las decisiones finales serán tomadas por los propios hijos y por razones cuyo peso sólo ellos sabrán.

En unos momentos en que ya las madres y los padres les están dando un apoyo que tanto hemos necesitado, se plantea una seria cuestión práctica.

Pongamos que la pubertad empieza. Los protocolos de The Endocrine Society, de los Estados Unidos, y de la Sociedad Europea de Endocrinología, prevén que se empiece a dar bloqueadores de la pubertad al primer signo de pubertad.

Sin embargo, como acabo de explicar, a veces la experiencia de la pubertad masculina es necesaria para entender los propios equilibrios y decidir el propio futuro.

Esos bloqueadores de la pubertad por definición impiden una experiencia de pubertad masculina.

Su intención es evitar un desarrollo masculino en términos que después puedan dificultar una integración social como mujer: estatura, forma ósea, forma del rostro, voz (sobre todo), barba…

Pero hay un lapso entre los primeros signos de pubertad y ese desarrollo. Quizá durante un año, el adolescente conserve su aspecto anterior a la vez que sus sentimientos, su imaginación, sus deseos, van creciendo, antes que todo lo otro y con gran fuerza.

Creo que hay que darle la oportunidad de vivir esa experiencia, de hablar de ella, y, llegado el momento, de decidir por sí y con conocimiento de causa.

Se trataría por tanto de aprovechar esa ventana que da la naturaleza entre los primeros signos de pubertad bioquímica y sus primeros efectos corporales visibles. Pasaría este lapso y sería la persona trans quien tomara la decisión de seguir adelante, con la ayuda de hondas conversaciones con sus padres y un psicólogo, si fuere necesario.







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