Por
Kim Pérez
¿Qué
es la identidad? Un hecho de pensamiento, un concepto acerca de lo que somos
cada cual. Puede ser de sexogénero, religiosa o filosófica, nacional, de clase,
profesional, deportiva (“soy del…”)
Como
todos los hechos de pensamiento y los conceptos, está sometida a revisión y
cambio. La definición de sí se ve condicionada por la verdad (“adecuación del
pensamiento a la cosa”, según
Aristóteles) y por la voluntad (“no quiero ser…, quiero ser…”)
Los
conceptos se pueden formar sobre una realidad que con frecuencia se divide en
dos partes, binariamente, también como hecho del pensamiento más que como
correspondencia con la realidad, y que da un resultado de “yo soy… yo no soy…”)
La
identidad de sexogénero es la primera y la más importante de las binarias, por
corresponer a la primera división de trabajo de la Humanidad,un pilar de la organización social hasta ahora, e incluir dimensiones biológicas, sociales,
afectivas…
Voy
a hablar de ésta. Generalmente se define por la asignación en el nacimiento y
por la educación; también, aunque no tan generalmente, se construye sobre el
modelo materno o el paterno. Por la fuerza de estas impregnaciones y por su
frecuente (pero no general) valor de verdad y de voluntad, suele ser
irreversible. El concepto identitario suele estar acompañado por numerosos
sentimientos convergentes que aseguran su estabilidad.
John
Money creyó que la asignación/educación serían decisivas para la formación de
la identidad; si esto fuera verdad, no habría personas transexuales, pues todos hemos sido asignados y educados en el sexogénero opuesto; sin embargo, la experiencia transexual muestra que esa primera
identidad inducida externamente es reversible desde la experiencia interna de
verdad y voluntad.
O
sea, lo decisivo para nuestra función sexuada no es la identidad, que se puede
revisar, sino la naturaleza y los sentimientos que deciden nuestra voluntad.
Aunque
se haya formado en la primera niñez, el concepto de identidad está, como todos,
sujeto a revisión y corrección. Puede advertirse, o enseguida, primera niñez, cuando desde siempre no corresponde al
asignado, o poco a poco: no corresponde a la realidad (por tanto no es verdad) o
a la voluntad de la persona.
La
verdad alternativa, la falta de correspondencia con la realidad, se puede
comprobar al observar que los distintos órganos no son como los de otras
personas (intersexualidad) o que parece ser la propia conducta sexuada, regida
por el órgano cerebral, la que no es parecida
a la de personas que han sido asignadas de la misma manera y sobre las
que la comunidad tiene determinadas expectativas.
Pero
la afirmación de identidad, negando la asignada, no se da si no hay un factor de voluntad que acompañe a
la falta de verdad. Tiene que haber un “me gusta, no me gusta”, acompañado de
un “soy, no soy” y de un “quiero, no quiero”, para que surja una nueva
identidad (que finalmente se puede
expresar socialmente o no, debido a muchos factores: inseguridad, miedo,
obligaciones, etcétera)
Desde
el primer momento, la identidad afirmada puede ser segurísima, inequívoca, o
estar llena de incertidumbres y contradicciones. Esto segundo se puede deber a
la misma complejidad del órgano cerebral, organizado, según la hipótesis de
MacLean, en tres niveles, arcaico, medio y moderno, de manera que uno de los
niveles puede ser más femenino que masculino, o más masculino que femenino, y
otro o los otros al contrario; hace falta que cada cual decida lo que es más decisivo en su personalidad.
También
en su voluntad puede haber indecisiones o decisiones más seguras, debido a su
relación más o menos definida con la verdad, o a los fuertes factores afectivos
que contribuyen a formarla, que son muy variables, muy biográficos: relaciones
con la madre y el padre, con otras figuras maternas o paternas, sentimientos
culpoides (no de verdadera culpa), libertades ambientes, etc
Los
elementos inseguros de identidad pueden sentirse como culpoides cuando frente a
ellos se alza el recuerdo de la identidad asignada, que suele persistir debido
a que es la primera que se formó, a que corresponde mejor externamente con la
asignada y a que está asociada con un gran número de factores afectivos
(especialmente cuando hay graves fracasos familiares, laborales y sociales) Sólo la fuerza de la verdad interna
puede resistir: el sentimiento de mejor adecuación,
de mejor adaptación pese a todo.
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