jueves, 7 de marzo de 2013

Más allá de la primera identidad




Por Kim Pérez

¿Qué es la identidad? Un hecho de pensamiento, un concepto acerca de lo que somos cada cual. Puede ser de sexogénero, religiosa o filosófica, nacional, de clase, profesional, deportiva (“soy del…”)

Como todos los hechos de pensamiento y los conceptos, está sometida a revisión y cambio. La definición de sí se ve condicionada por la verdad (“adecuación del pensamiento a la cosa”, según  Aristóteles) y por la voluntad (“no quiero ser…, quiero ser…”)

Los conceptos se pueden formar sobre una realidad que con frecuencia se divide en dos partes, binariamente, también como hecho del pensamiento más que como correspondencia con la realidad, y que da un resultado de “yo soy… yo no soy…”)

La identidad de sexogénero es la primera y la más importante de las binarias, por corresponer a la primera división de trabajo de la Humanidad,un  pilar de la organización social hasta ahora,  e incluir dimensiones biológicas, sociales, afectivas…

Voy a hablar de ésta. Generalmente se define por la asignación en el nacimiento y por la educación; también, aunque no tan generalmente, se construye sobre el modelo materno o el paterno. Por la fuerza de estas impregnaciones y por su frecuente (pero no general) valor de verdad y de voluntad, suele ser irreversible. El concepto identitario suele estar acompañado por numerosos sentimientos convergentes que aseguran su estabilidad.  

John Money creyó que la asignación/educación serían decisivas para la formación de la identidad; si esto fuera verdad, no habría personas transexuales, pues todos hemos sido asignados y educados en el sexogénero opuesto; sin embargo, la experiencia transexual muestra que esa primera identidad inducida externamente es reversible desde la experiencia interna de verdad y voluntad.

O sea, lo decisivo para nuestra función sexuada no es la identidad, que se puede revisar, sino la naturaleza y los sentimientos que deciden nuestra voluntad.

Aunque se haya formado en la primera niñez, el concepto de identidad está, como todos, sujeto a revisión y corrección. Puede advertirse, o enseguida, primera niñez,  cuando desde siempre no corresponde al asignado, o poco a poco: no corresponde a la realidad (por tanto no es verdad) o a la voluntad de la persona.

La verdad alternativa, la falta de correspondencia con la realidad, se puede comprobar al observar que los distintos órganos no son como los de otras personas (intersexualidad) o que parece ser la propia conducta sexuada, regida por el órgano cerebral, la que no es parecida  a la de personas que han sido asignadas de la misma manera y sobre las que la comunidad tiene determinadas expectativas.

Pero la afirmación de identidad, negando la asignada, no se da si  no hay un factor de voluntad que acompañe a la falta de verdad. Tiene que haber un “me gusta, no me gusta”, acompañado de un “soy, no soy” y de un “quiero, no quiero”, para que surja una nueva identidad  (que finalmente se puede expresar socialmente o no, debido a muchos factores: inseguridad, miedo, obligaciones, etcétera)

Desde el primer momento, la identidad afirmada puede ser segurísima, inequívoca, o estar llena de incertidumbres y contradicciones. Esto segundo se puede deber a la misma complejidad del órgano cerebral, organizado, según la hipótesis de MacLean, en tres niveles, arcaico, medio y moderno, de manera que uno de los niveles puede ser más femenino que masculino, o más masculino que femenino, y otro o los otros al contrario; hace falta que cada cual decida  lo que es más decisivo en su personalidad.

También en su voluntad puede haber indecisiones o decisiones más seguras, debido a su relación más o menos definida con la verdad, o a los fuertes factores afectivos que contribuyen a formarla, que son muy variables, muy biográficos: relaciones con la madre y el padre, con otras figuras maternas o paternas, sentimientos culpoides (no de verdadera culpa), libertades ambientes, etc  

Los elementos inseguros de identidad pueden sentirse como culpoides cuando frente a ellos se alza el recuerdo de la identidad asignada, que suele persistir debido a que es la primera que se formó, a que corresponde mejor externamente con la asignada y a que está asociada con un gran número de factores afectivos (especialmente cuando hay graves fracasos familiares, laborales y   sociales) Sólo la fuerza de la verdad interna puede resistir:  el sentimiento de mejor adecuación, de mejor adaptación pese a todo.

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