Por
Kim Pérez
Actualización: 21.II.2014
Licenciada en Historia con Grado,
Univesidad de Granada
Profesor Encargado de Curso,
Universidad de Granada (1969-1971), Profesor de Formación Humanística y Ética,
en el Centro Ameinon, y también, como Profesora, de Filosofía, en el Centro
Ramón y Cajal, de Granada (1976-2006)
Premio Pluma 2010, de la FELGTBI
Fundada en el concepto de “más o menos” aplicado a la feminidad
(“¿Mujer o trans?”, ponencia de Kim Pérez en las Jornadas Feministas Estatales,
Córdoba (España), 2000; inspirada en conceptos sexológicos (continuo
homosexual/heterosexual de Kinsey), feministas (diferencia entre sexo y género,
procedente de Robert Stoller, 1960) y de
la Teoría Queer (no cerramiento de las identidades de género); luego formulada conforme a la Teoría de
Conjuntos Difusos de Lotfi A. Zadeh, de 1963 y la noción de Atractor Extraño de
Eduard Lorenz, 1965.
Dio lugar al grupo de Conjuntos Difusos de Granada, cofundado por Kim
Pérez y Amets Suess, Granada, junio de 2009, con el apoyo de la Asamblea de
Mujeres de Granada, incorporándose Pablo Vergara Pérez. Presentada públicamente
en las Jornadas Feministas Estatales, Granada, diciembre de 2009. Inspira el
Proyecto de Ley Integral de Transexualidad de Andalucía, presentado por
Izquierda Unida al Parlamento de Andalucía, 19 de diciembre de 2012,
consensuado por la Asociación Conjuntos Difusos y la Asociación de Transexuales
de Andalucía y elaborado principalmente por Ángela Gutiérrez Hermoso y Pablo
Vergara Pérez. Es por primera vez uno de los contenidos docentes del curso de
la Escuela de Postgrado, en la Facultad de Educación de Granada, impartido por
Stefano Barozzi y Kim Pérez desde el 12 de marzo de 2013.
Es la primera formulación teórica procedente del medio transexual, que parte de la posición central de la
transexualidad, no marginal, para el estudio de la sexuación humana. Robert
Stoller, cisexual, formuló también su visión de la diferencia de sexo y género
a partir de la existencia de las personas transexuales.
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Temas fundamentales: Matemáticas y materia; continuo difuso
mujer-hombre; atractores y variaciones; identidad como forma de conciencia
variable, afinidad; código de género cultural: discontinuo en dos conjuntos
cerrados como forma de dominación.
= = =
(Prólogo)
La sexuación humana, remotamente
descendiente de una reproducción asexual, se hace a partir de una feminidad
básica y común a todos, mediante la androgenación diferenciada en la edad
prenatal.
La feminidad básica es en
potencia bivalente: dos mamas en cada cual y un tubérculo clitorideo/peniano,
que se desarrollarán como alternativas; cromosomas XX cuya mutación, prehumana,
dio lugar al XY.
La androgenación consiste en
flujos, o chorros, variables, difusos, un más o menos; las menores, determinan
la permanencia en formas y conductas definidamente femeninas; las intermedias,
formas o conductas intersexuales; las mayores, formas y conductas definidamente
masculinas.
Por tanto, la feminidad es
básica, lo fundamental en todas las criaturas humanas; la masculinización es
emergente en más o menos.
La androgenación no sólo es
diferente individualmente, sino en los planos de la sexualidad de cada
individuo (fenotípica, cerebral…) Yendo más lejos, la cerebral aparece
probablemente diferenciada en alguna forma en la que cuente la temporalidad de
sus formaciones.
En general, la androgenación por
planos es bastante coherente en cada individuo, haciéndole permanecer
mayoritariamente o bien en la feminidad básica o masculinizándolo. Esta
coherencia puede no darse en algunas personas,
que se aprecian más claramente, en anatomía o conducta, como intersexuales.
En los seres conscientes, las
determinaciones biológicas se juntan con las innovaciones adquiridas, todo ello
en forma difusa, abierta, no cerrada.
La biología se relaciona con la
conducta sexual innata, o sexualidad, pero sólo predispone, no determina, unida
con la biografía, a la conducta sexual aprendida, o género. La feminidad o
masculinidad de género, dependen por
tanto de dos factores articulados, biología + biografía.
= = =
La matemática es la infraestructura de la
materia (Pitágoras, Platón, Galileo, Newton, Einstein, Planck, Heisenberg) Algo
inteligible, intemporal, “lo que no cambia”, organiza lo sensible, temporal,
“lo que cambia”. Números bióticos permiten la consciencia o, al variar, la deshacen; o forman la sexuación, que
depende de las cantidades de andrógenos.
Para hablar de ciencia es preciso
hablar de matemáticas.
= = =
Los conjuntos difusos de Lotfi A.
Zadeh se definen porque sus elementos tienen un grado de pertenencia de +/- (mientras
que los conjuntos cerrados se definen por sí/no {1, 0})
La matemática Teoría de Conjuntos
Difusos sirve para hacer cálculos sobre flujos y otras realidades variantes en
+/- (afluencia al metro, tallaje de prendas, etc) o para entender mejor ciertas
realidades en la teoría y la práctica social.
La realidad del sexogénero se
puede entender como un sistema de conjuntos difusos, ya que empíricamente
sabemos que las personas somos +/- viriles, +/- femeniles. Todos encontramos un
lugar dentro de un sistema de transiciones (+/-)
Hay también dos atractores
estadísticos abstractos, F y M (femenino y masculino), a los que se acercan +/-
todos los elementos. Este concepto se forma a partir del de “atractor extraño”,
de Eduard Lorenz, que describe una serie de curvas espirales más o menos
cercanas a un espacio vacío, que conforme se alejan comienzan a gravitar en
otro igualmente vacío que forma un par con el primero. Los atractores F y M son
espacios vacíos puesto que no existen hombres puros ni mujeres puras y las
personas reales orbitan más o menos cerca (o más o menos lejos) de ambos, en un
sistema único.
Puede entreverse una estructura del sexogénero humano formada
por una infraestructura biológica inconsciente y una superestructura biográfica
(psicoafectiva, tecnoeconómica –sigo a V. Gordon Childe-, consciente)
La infraestructura biológica,
natural, se puede hipotetizar así:
Sobre una morfología inicial
asexuada (dos tetillas + tubérculo genital) la diferencia XX o XY (el cromosoma
Y surgió de una mutación del X) puede determinar una androgenación menor o
mayor (-/+) del humano en gestación. Si hay androgenación -/+ cercana a 0,
evoluciona en forma -/+ cercana al atractor F; si es -/+ cercana al máximo
conocido, evoluciona en forma -/+ cercana al atractor M (Existen también
algunas personas XX que se desarrollan como hombres y personas XY como mujeres)
Los flujos +/- grandes de
andrógenos llegan en distintos momentos: formación de los genitales (-/+
desarrollo del tubérculo genital), configuración del cerebro diferenciada en
formas relacionadas con la temporalidad de los flujos: -/+ masculinización de
cada una de ellas.
Tomemos como referencia de
conducta sexual preconsciente, a los mandriles que, al trasladarse, trazan dos círculos en torno a los hijos: uno
externo, por los machos, de defensa indirecta, agresiva frente a ataques
externos, y otro interno, por las hembras, de defensa protectora y directa de
los hijos.
Los flujos mayores y los menores
en los humanos dan lugar a conductas de círculo externo en las personas
definibles como varones y a conductas de círculo interno en personas definibles
como mujeres.
Este esquema abstracto está
fundado en las diferencias androgénicas. Como éstas forman un continuo, se
puede pronosticar que en los dos círculos habrá líderes y seguidores
jerarquizados, más o menos androgenizados o androgenizadas. Pero la observación
real mostrará que hay también personas XX que se incorporan al círculo
exterior, personas XY que se incorporan al círculo interior, otras personas XX
o XY que se sitúan permanentemente entre ambos, y que las personas XXY, XXX,
X0, etcétera, se sitúan bien en los círculos definidos, bien entre ambos.
La biología hipoandrogénica en
personas XY o afines, y la hiperandrogénica en personas XX o afines, la
biología en abstracto, son eficaces para condicionar conductas imprevisibles
entre ambos círculos de manera algo indefinida; pero hace falta pensar en la
biografía personal y la cultura ambiente para entender las identidades
definidas resultantes.
La complejidad de las diferencias
interindividuales en la androgenación cerebral se hace mayor en el plano individual.
Los planos arcaico, medio y
moderno (o reptiliano, paleomamiférico y neomamiférico) del cerebro pueden
haberse androgenizado diferentemente durante la gestación, dando lugar a
conductas sexuadas contradictorias que se sitúan en tres continuos.
Una nueva subhipótesis podría
explicar por ejemplo que una situación de hipoandrogenia intensa en determinado
momento fuera pasando con el tiempo a niveles mayores de androgenación, generando un plano arcaico muy femenino
(perceptible en las conductas de poder, o dominancia/sumisión) que fuera
evolucionando a niveles intersexuales en el plano medio (orientación borrosa,
poco definida en cualquier sentido) y masculinos en el plano moderno (amor
personal definido)
Estos tres planos aparecerían a
su vez como cuantificables por un +/- dentro de un continuo. De hecho, cada
persona los vería entrar en contraste en sí misma, aunque en la mayoría fueran
más convergentes que divergentes y sólo en una minoría fueran claramente
divergentes.
Las personas que se encontraren
en esta situación de divergencia, dentro de una cultura como la nuestra que
sólo entiende la convergencia y no tiene apenas conceptos (palabras) para
explicar e integrar la divergencia, sentirían su naturaleza sexuada como
fragmentada, mientras que podrían entenderla mejor como irisada.
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Los fenómenos biológicos,
infraestructurales, y los epifenómenos psicoafectivos, socioeconómicos,
biográficos, que son superestructurales, se hacen conscientes en las
identidades, que son hechos de conocimiento de sí con valor afectivo,
afirmativo o negativo.
Las identidades de sexogénero
surgen como sentido interno del ser, irrefutable, como se comprobó en una
dramática refutación de la hipótesis de John
Money de que todo el género fuera aprendido, imitado, inspirado desde
fuera, externo. Pero también existen identidades confusas o intermedias o
cruzadas, lo que muestra que se manifiestan como hechos del lenguaje simbólico
y por tanto de consciencia, sujetos a los límites del vocabulario disponible y
al error.
Como tales hechos de conocimiento
consciente, las identidades evolucionan, se transforman; no son irreversibles a
partir de los tres años, como suponía Kohlberg, aunque tienen un elemento de
memoria de los afectos, sino que pueden desarrollarse y variar como todo
conocimiento; como son conscientes, son históricas.
Las identidades, hechos de
conocimiento, dependen en gran parte de intuiciones, más que de razonamientos,
y las intuiciones son de por sí incomunicables; por eso es ilusorio e imposible
que una persona ajena intente definir la “verdadera” identidad de otra
persona. La identidad, como intimidad,
es inaccesible e incomunicable en su intensidad, connotaciones, etc
Las identidades personales se
agrupan espontáneamente por afinidades. Recordando los atractores de Lorenz, la
mayor parte de las personas se sitúan cerca de los atractores vacíos. Pero
minorías importantes se sitúan más y más lejos de cada uno de ellos, pudiendo
formar otros subconjuntos de afinidad.
En un continuo, todas las
identidades que se den en él representan conceptos funcionales, prácticos, de
una lógica informal o borrosa; esto se puede decir de las identidades de
hombre, mujer, intersex, transexual, travesti, etc, todas las cuales se pueden
entender como difusas dentro del mismo “más o menos”.
= = =
La identidad es a la naturaleza
como el concepto a la realidad. “La
adecuación de la inteligencia a la realidad”, definición de la verdad por
Aristóteles, se puede dar más o menos plenamente. Hay un margen por tanto entre
una y otra.
Hay personas XY muy
femeninas o XX muy masculinas, que
forman en edades muy tempranas una identidad cruzada de género (que corresponde
a una naturaleza cerebral cruzada respecto a la del resto del organismo)
En otras personas, la identidad
de género es vacilante, quizá en
relación con una naturaleza cruzada menos definida.
En otras personas más, la
feminidad o masculinidad cerebral no se traduce en una identidad cruzada, de
manera que asumen como identidad la naturaleza del resto del organismo.
Es decir, la naturaleza no se
traduce necesariamente en identidad, como los conceptos, en general, no se
forman directamente de la realidad; pueden darse o no.
En las personas de naturaleza
cruzada, en culturas que la niegan, se suele dar un sentimiento de miedo cuando
comprenden la presión social que pueden encontrar. Entonces suele darse una
“fase larga de negación” que puede durar años, decenios o toda la vida. En
ella, se niegan los sentimientos o experiencias cruzadas, bajo reflexiones como
“esto son chiquilladas, que se me pasarán con el tiempo” que conducen a
integrarse mejor en los estatutos socialmente admitidos de varón o mujer.
Esta fase larga es distinta sólo
cuantitativamente de las fases cortas de negación, que han sido llamadas
“purgaciones”, que suelen acompañar a los procesos transexuales y durar unas
semanas o unos meses. En ellas se suele tirar todos los elementos de género que
acompañan las afirmaciones de identidad cruzada (ropas, maquillajes, prótesis,
etc), con grandes sentimientos de culpa familiar o religiosa, consecuencia de
un código social de género muy interiorizado.
Suele seguir una conducta
convencional, afectivamente gris, que parece masculina o femenina o incluso
hipermasculina o hiperfemenina. Teniendo en cuenta que la orientación sexual es
un hecho que también forma parte de un continuo (Kinsey), distinto de la
identidad de género, en algunas personas conduce a enlaces heteros, y a la
procreación, en otras a una soltería
práctica y en otras a enlaces homos.
La conducta homosexual puede
surgir de motivaciones muy diversas y tener formas muy diferentes, desde una
profunda camaradería hasta relaciones de dominancia/sumisión. Se encuentra en
ella muy a menudo, no siempre, una naturaleza cruzada originaria, seguida de
una fase larga de negación, para la que las relaciones externamente
homosexuales pueden ser internamente, cerebralmente, heterosexuales.
Se puede expresar en frases como
“yo me siento mujer, pero no necesito vestir de mujer” o recuerdos de una
infancia muy femenina o masculina, en la que ya se sintieron enfrentamientos
familiares o sociales, empezando a menudo por figuras tan significativas como
la del padre o los hermanos y siguiendo por la escuela. El sufrimiento pudo ser
tan intenso que en la edad de la adolescencia pudo surgir una fase larga de
negación que ya duró toda la vida.
Aparece entonces con claridad que
en muchas personas homosexuales, no en todas, se han dado experiencias afines a
las de las personas transexuales, en cuanto a naturaleza, identidad y fases de
negación. La diferencia entre unas y otras parece ser sólo cuantitativa, en
cuanto a la intensidad de la naturaleza cruzada, de los conceptos de identidad
y de las mismas experiencias sociales que han llegado a la fase larga de
negación. Al ser cuestión de más o menos, se integran en un conjunto difuso o
continuo.
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Por naturaleza, la transexualidad
es una de las numerosas formas de intersexualidad, puesto que corresponde a una
diferencia entre el sexo cerebral y el del resto del organismo. Gilbert-Dreyfus
recogía los numerosos planos en los que la intersexualidad es posible: el
genético, cromosómico, de los conductos internos, de los conductos externos, el
hormonal… Hay que añadir, a partir de lo que vamos sabiendo (Guillamón) esta
intersexualidad en el plano cerebral o neurocentral.
Por identidad, la transexualidad
puede entenderse por identidades femeninas o masculinas (“soy una mujer como
otra cualquiera”, “soy un hombre como otro cualquiera”) o ambiguas (“no soy
hombre ni mujer”)
Esta concepción resuelve la
cuestión de la patología. La intersexualidad no es una patología sino una
variante natural, dentro de la extrema variabilidad de la naturaleza, que
interesa adaptativamente, es decir evolutivamente. Puesto que la transexualidad
es una forma de intersexualidad, no es una patología, sino también una variante
natural. No ha lugar a patologizarla ni, por consiguiente, a intentar curarla.
La variabilidad natural no sucede teleológicamente, es decir, con un
fin predeterminado, aparte de la misma variabilidad, que es buena y útil de por
sí. Quiero decir que las variaciones surgen dentro de una plantilla de
posibilidades y algunas pueden ser perjudiciales y otras beneficiosas, algunas
no adaptativas y otras adaptativas.
En este punto debe mirarse cara a
cara la realidad. Objetivamente, las intersexualidades dificultan la formación
de pareja y la procreación. Puesto que pueden deberse a diferencias en la
androgenación, ¿puede preverse que en un futuro inmediato, el análisis prenatal
de la situación hormonal de la criatura en gestación dé lugar a un tratamiento
médico con andrógenos o antiandrógenos?
Sí, es posible. En ese futuro
eugenésico podría pensarse que se prevendrían y se corregirían, vía médica, la
intersexualidad, la homosexualidad y la transexualidad. Pero este criterio
humano limitaría la variabilidad natural, sería homogeneizador, no respetaría
las posibilidades de desarrollo de cada individuo. La formación de parejas y la
procreación son necesarias para la supervivencia de la especie, pero no para la
de todos sus individuos, para cuyo desarrollo sólo es imprescindible la ayuda
familiar y social, la alimentación y el cobijo. Las circunstancias reales son
mucho más complejas y variables que las previsiones aparentemente racionales,
si son unificadoras (no adaptativas) Entre las razones por las que los
naturales de Juchitán, en México, se alegran de tener una hija muxe
(transexual) figura el tener una ayuda para los padres en su vejez. Para otras
personas, tener una pareja transexual significa la ventaja, en ciertas
circunstancias, de no tener hijos. Todo ello es singular, puede darse o no,
pero es individualmente adaptativo.
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El Código Penal de Género vigente
en la civilización del Occidente es distinto de los vigentes en otras: la
islámica, en especial, comparable en extensión y en fuerza de rivalidad, y
otras formas más pequeñas, supervivientes, como la de Samoa o la de Juchitán,
en México. Estas diferencias nos hacen percibir que el Código de Género no
traduce directamente realidades biológicas (que son comunes a toda la especie
humana), sino sus manifestaciones socioeconómicas, históricas, variables.
Se entiende por Código de Género el de
carácter consuetudinario o escrito, que
constituye la columna vertebral variable de cada sociedad, puesto que, después
de la división biológica por edades, la división sexogenérica del trabajo, que
procede no de la primitiva sociedad recolectora, sino de la siguiente cazadora,
constituye la primera de las superestructuras históricas.
El carácter penal básico del Código de Género se
observa en que está constituído por una serie de transgresiones y sanciones muy
graves, que pueden ir de la irrisión o burla social (como mínimo) a la
expulsión de la familia o del trabajo, y en algunas épocas y culturas, a la
cárcel o a la muerte.
Su carácter penal evidencia que
es una forma de dominancia, de mandamiento/castigo: en la sociedad de cazadores
organizados, la primera división social del trabajo fue sexual, entre
cazadores/guerreros y recolectoras/cocineras: sociedad patriarcal, senatorial,
en la que los varones dominantes, hiperandrogénicos, subordinaron a las
mujeres, excluyeron a otros varones, hipoandrogénicos, y creó las costumbres y
leyes superestructurales.
La prueba de que la división
fundamental se hacía por las condiciones personales asociadas a la
hiperandrogenia e hipoandrogenia, más que por la mera existencia de genitales
masculinos o femeninos, está en que las sociedades cazadoras indoamericanas se
aceptaba a petición propia a personas XX hiperandrogénicas como varones
cazadores y guerreros y a personas XY hipoandrogénicas como mujeres.
Nuestro Código Penal de Género
divide en consecuencia a las personas en conjuntos cerrados de sexo, definibles
por sí/no: ¿Varón? Sí/no; ¿mujer? Sí/no; también en su conducta de género:
¿Masculino? Sí/no; ¿femenina? Sí/no.
Se supone que son alternativas perfectas:
quien no es hombre será mujer; quien no es femenina, será masculino.
Sólo se admite socialmente esta
alternativa perfecta. El Registro Civil, el Documento de Identidad, admiten
sólo dos casillas: Hombre o Mujer.
Las personas intersex deben ajustar
sus naturalezas y sus identidades a estas casillas, aunque no les correspondan.
En general, los que viven diferencias intensas respecto a este sistema de sí/no
son ignorados o tratados o marginados o negados o criminalizados; incluso
aprisionados o ejecutados.
El Código Penal de Género habla
por tanto de “mujeres” y “hombres” como
abstracciones que corresponderían a los espacios realmente vacíos del
interior de los dos atractores. El carácter general, universalizador, de las
normas del Código de Género, que son válidas para “todos”, muestra que está
dirigido a estas abstracciones y no a personas concretas, en su inmensa
variedad.
El análisis del Código de Género muestra un núcleo fijo y una
serie de consecuencias. La lógica del núcleo fijo se funda en las capacidades
diferenciadas de “mujeres” y “hombres”, en abstracto, respecto a la
procreación.
Se supone que las “mujeres”
(palabra usada en general, abstracción) conciben y, dado que nuestra especie es
mamífera, quedan preñadas, amamantan o cuidan; forman el círculo interior de
defensa de los hijos (físico en los mandriles) Pero sería más concreto hablar
de la función de madres y no de mujeres en abstracto.
Se observa como hecho real, al
margen de abstracciones, que el círculo interior llega a ejercer un cuidado
colectivo, pero directo, ejercido por mujeres o varones, que se suma al
cuidado personal de los propios hijos.
Ese cuidado colectivo directo puede verse en la enseñanza; en la cocina
colectiva; en la pediatría; en la
geriatría…
Los “hombres”(palabra usada en
general, abstracción) engendran y quedan libres; forman el círculo exterior de
defensa de los hijos (físico en los mandriles) Sería más concreto hablar de la
función de padres, y no de hombres.
Se observa como hecho real, al
margen de las abstracciones, que el círculo exterior incluye los trabajos duros
y a distancia que pueden ser inviables para las madres, así como las
actividades de defensa armada. De las sociedades primitivas, muy dependientes
para su supervivencia de la fuerza física y personal, se pasa en las sociedades
evolucionadas a que la supervivencia dependa del acceso a la cultura,
compartible por todos, que se sitúan por tanto en el círculo exterior, cuyas
relaciones con los niños son más lejanas.
Las personas reales nos integramos
en órbitas espirales más o menos cercanas a esos espacios vacíos de Feminidad y
Masculinidad abstractas, los dos Atractores Extraños. Los Códigos de Género
represivos niegan o prohiben estas variaciones reales; los Códigos de Género
permisivos pueden afirmar su legitimidad.
En la medida en que los Códigos
de Género represivos niegan la realidad y obligan a reprimir a toda la sociedad
para conformarse a ellos y a penalizar a una parte considerable de los
componentes de esa sociedad, deben ser sustituídos por un sistema de Libertad
de Género en el que cada persona se sitúe socialmente donde se sienta más
adecuada.
Por tanto, los actuales Códigos
de Género vigentes en cada sociedad, deberán ser sustituidos por una Carta de
Derechos de Género, preparada por estudios de Libertad de Género.
= = =
Utilidad objetiva de la realidad
difusa del sexogénero: las variaciones mejoran la capacidad de adaptación
social a un medio variable, y tienen por tanto valor evolutivo. En las
condiciones históricas primitivas: utilidad prioritaria de los varones muy
hiperandrogénicos o físicamente muy activos y las mujeres muy hipoandrogénicas
o maternales o físicamente pasivas; en las condiciones contemporáneas: el
primer lugar adaptativo corresponde a las personas –varones, mujeres, intersex-
que sean mesoandrogénicas, reflexivas, analíticas, capaces de muchas horas de
estudio sedentario y por tanto con mayor acceso a la cultura matemática,
científica, humanística, de la que depende nuestra técnica, que requiere largos
estudios; de manera complementaria para las necesidades sociales, las personas
físicamente muy activas encuentran su lugar en actividades al aire libre,
manuales, el ejército o los deportes; las personas muy cuidadoras, en
actividades como las del hogar, relaciones interpersonales, comercio cara al
público, enseñanza, pediatría, geriatría, etcétera.
Utilidad subjetiva de la Teoría
de Conjuntos Difusos de Sexogénero: Mejor comprensión de la realidad
sexogenérica humana; racionalización de las actitudes abiertas; aceptación de
formas muy variadas de ser y de convivir; profundización en la autonomía
personal, o autodeterminación de género (yo soy yo), no en la inclusión forzada
en el modelo de conjuntos cerrados de sexogénero (M o F, sí/no)