Convergencias y divergencias y
acercamiento tentativo de la Teoría Queer y la Teoría de Conjuntos Difusos de
Sexogénero.
Kim Pérez
La Teoría Queer prepara sus
condiciones sociales de existencia en los años ochenta y noventa y la Teoría de
Conjuntos Difusos de Sexogénero en los primeros dos mil.
La Teoría Queer se basa en la
diferencia de sexogénero, como valor político y la Teoría Difusa en la
difusividad de sexogénero, como realidad prepolítica.
La Teoría Queer proyecta un
modelo dialéctico de sexogénero, donde las categorías hetero, homo, trans, etc se
reasuman en una categoría queer frente a la straight, o heteronormativa, la
Teoría Difusa un modelo multiforme, que incluye lo heterodifuso, lo homodifuso,
lo transdifuso, etc, como formas distinguibles, pero válidas.
La Teoría Queer nació de las
experiencias de los ambientes gaylésbicos; la Teoría Difusa de las experiencias
trans.
La Teoría Queer parte de la
Sociología de la Orientación, la Teoría Difusa de la Psicobiología de la Identidad.
En la Universidad de Granada, en
2013, empezaron a convivir ambas teorías mediante una amistad personal, una
afinidad constatada en la práctica y el apoyo de algunes profesores de las
Facultades de Educación y Sociología. ¿Cuál es el porvenir de esta cercanía?
¿Tenderán a fundirse, o a eliminarse una a otra, o encontrarán cada una un
espacio social que le sea en particular sensible?
CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS
La Teoría Queer fue la primera
que vio que la realidad del sexogénero no es binaria, no se separa en lo
masculino y lo femenino, ni en lo hetero o lo homo. Al hacerlo, transformaba el
primer feminismo en el que se apoyaba, negando un proyecto binarista, y afirmando
un proyecto de fusión.
Queers y las segundas feministas
de la igualdad encontraron un análisis común en la visión del sexogénero como
relación de poder o de dominación/sumisión materializada en la
heteronormatividad (las feministas se la igualdad leían aquí patriarcado), como
fundamento oculto de la dinámica de clases teorizada por Marx en el siglo XIX.
Lo mismo que, en términos
marxistas, el sentido de la lucha de clases concluirá en una sociedad sin
clases; en términos feministas de la igualdad, el sentido de la dominación
patriarcal frente a la insumisión de las mujeres llevará a una sociedad sin
separaciones de sexogénero; y en términos queer, el sentido de la
heteronormatividad frente a la irrupción de los gays, lesbis, bisex y trans
será llegar a una sociedad sin orientaciones definidas, en la que cada cual
exprese en cada momento la libertad del deseo.
Estas tres historias son por
tanto, profundizaciones de la misma, reducibles a un análisis dialéctico del
poder, de linaje hegeliano/marxiano: a una tesis o afirmación del poder humano
sobre otros humanos, que es la dominación, se opone una antítesis o negación de
dicho poder, que es la insumisión, y ambas concluyen con la síntesis, o
negación de la negación, ya innecesaria, que consiste en el final de las
relaciones de dominación, en la sociedad sin clases, sin sexogéneros, sin
orientaciones.
Poderosa visión. Pero discutible.
La Teoría Difusa hereda de estas
visiones las nociones de no-binarismo, dominación de clases, dominación
patriarcal, heteronormatividad, pero las relaciona de otra manera.
Su experiencia fundamental es la
negación de las identidades trans por una heteronormatividad cuyos orígenes de
clase y más allá, patriarcales, es posible rastrear.
Al estudiar las identidades trans
se descubre que no son exactamente de varón a mujer ni de mujer a varón, sino
que su origen suele estar en una intersexualidad conductual que lleva a querer
definirse en sentido femenino o masculino o a conseguir un reconocimiento
social de la propia intersexualidad.
Es decir, las mismas identidades
trans, como intersexuales, son no-binarias. El no-binarismo, en ellas, es el
punto de partida, mientras que en los proyectos marxista, feminista de la
igualdad o queer es el punto de llegada.
La concepción dialéctica requiere
una dualidad inicial que se resuelve mediante una realidad final única. Pero si
en el punto de partida hay más de dos, no cabe el proceso dialéctico.
Por tanto, si en los proyectos
marxista, feminista de la igualdad y queer hay convergencias con el difuso
deben entenderse de otra manera, puesto que la realidad tiene precedencia
frente a las elaboraciones teóricas. Profundizaré a continuación en todo ello.
LO NO-BINARIO
La experiencia trans, al tratar
de entenderse a sí misma, constata que la realidad del sexogénero es no-binaria
desde la misma biología porque comprende no sólo a mujeres y hombres sino a intersexuales;
realidad de la vida diaria, no de la elaboración teórica, pero ocultada y
callada por no conformarse al binarismo dominante.
(Uso la expresión no-binario como
alusiva a la realidad, mientras que binarismo o no-binarismo son las
representaciones humanas de dicha realidad)
La realidad
mujer-intersexual-varón sugiere un continuo que va de un extremo a otro pasando
por muchas situaciones intermedias. Este continuo no existe en el sexo
cromosómico, aunque tampoco es binario, pues existen cariotipos XX, XY, X0,
XYY, etcétera, pero sí en
=a) el sexo conductual, el de la
escala feminidad/masculinidad (que enseguida definiré) donde existen personas
XX o X0 muy femeninas, femeninas, algo femeninas, poco femeninas, algo
masculinas, masculinas, muy masculinas, que se reflejan en personas XY con la
misma escala de conductas
(La feminidad/masculinidad se
puede representar por los distintos grados de receptividad/penetratividad y por
sus connotaciones psíquicas)
=b) la orientación, donde los
siete grados de la escala heterosexualidad/homosexualidad de Kinsey, se pueden
convertir mejor en un continuo.
Lo no-binario del sexogénero
procede de la forma inicial humana, ambivalente, con dos tetillas y un mismo
tubérculo genital (clitorideopeniano), que luego se desarrollarán o no, y de
las variaciones en la androgenación diferencial prenatal, que pueden llevar a
una hipo-, meso- o hiperandrogenia, variables individualmente en forma de
continuo, como todos los flujos naturales.
Las personas trans, al querer
entendernos, nos encontramos con naturalidad dentro de esta realidad biológica,
que podemos asimilar con una intersexualidad conductual, a la vez atribuible a
la variabilidad de la androgenación cerebral o neurocentral (Swaab, Guillamón)
En este continuo, formamos parte
una serie casi infinitamente matizada de conductas que van desde identidades
muy femeninas y muy maternales, como las de las personas XO, hasta conductas
muy masculinas y muy agresoras/protectoras, como las de las personas XYY, todas
ellas procedentes de la variabilidad de la androgenación.
Los continuos no-binarios de
sexogénero también se pueden representar por un modelo matemático de conjuntos
difusos o abiertos (Lotfi A. Zadeh, 1963), en los que la pertenencia de los
elementos se determina por un más o menos, mientras que el sistema binarista se
entiende como conjuntos cerrados, cuya pertenencia de define por un sí o no. En
los conjuntos difusos, la masculinidad/feminidad y la hetero/homosexualidad dan
siempre lugar a ubicaciones personales como la de que una persona XY concreta
sea más o menos masculina (implicando menos o más femenina) o la de que una
persona más o menos hetera pueda saber que eso implica que es a la vez menos o
más homo.
Estadísticamente, todas las
personas XY, XX, X0, XXY, etcétera, se mueven en torno a dos atractores
estadísticos, el de la feminidad y el de la masculinidad, de cada uno de los
cuales están más o menos cerca, lo que quiere decir más o menos lejos del otro,
habiendo algunas equidistantes de ambos, en una zona intermedia.
Es importante constatar que este
concepto no-binario de la variabilidad no es el de la salud/patología. La
variabilidad es una ventaja para la adaptabilidad de la especie. Lo mismo que,
en tiempos en que nuestras culturas vivían más expuestas a la intemperie, la
fortaleza corporal y la agresividad masculina y la maternalidad femenina eran
muy necesarias para la supervivencia de la especie, en los tiempos en que hemos
superado esa intemperie prevalecen cualidades como la información, que son
compartibles por todas las realidades sexuadas.
La existencia real de continuos o
conjuntos difusos de sexogénero puede ser muy comprensible para la Teoría
Queer.
Pero mientras la Teoría Difusa
acepta la multiformidad de las realidades de sexogénero, aceptando en un plano
de igualdad a la Cisdifusa o Heterodifusa, a la Transdifusa, a la Homodifusa
(todas ellas más o menos) la Teoría Queer aspira a una uniformidad en la
disolución de todas esas identidades u orientaciones.
Aquí hay un punto de conflicto
potencial entre los proyectos de la Teoría Queer y la Difusa, que requiere
nuevos datos y más reflexión.
DIALÉCTICA
El proyecto queer, como el del
feminismo de la igualdad, ha adoptado como centro la filosofía dialéctica de
Hegel/Marx.
El sistema de Marx está formado
por dos planos: una teoría de la historia, que es el materialismo histórico, y
una filosofía, que es el materialismo dialéctico. La palabra materialismo
presupone una definición de materia que Mario Bunge describió como “lo que
cambia”, expresión que lleva a “lo que no cambia”, que son las relaciones
lógicas o matemáticas entre las distintas realidades materiales (Pitágoras,
Soto, Galileo, Newton, Einstein, Planck),
que desde Einstein, incluyen la energía (E=mc2) y desde Planck la
probabilidad y al observador.
El materialismo histórico sostiene
que los hechos tecnoeconómicos configuran los hechos de pensamiento y de
organización social, en la escala de masas, frente a las teorías idealistas que
afirman que los hechos de pensamiento configuran los hechos tecnoeconómicos y
de gobierno, en cualquier escala individual o de masas.
Si se piensa en una sociedad
humana elemental, primigenia, es fácil constatar que la búsqueda de alimento y
cobijo es tan apremiante, y los recursos tan escasos, que se configuran unos
hechos de pensamiento primarios, acríticos, intuitivos, míticos y una
organización social muy sencilla.
Esto es una verdad tan evidente,
que es fácil comprender que algunas de las sucesivas transformaciones
tecnoeconómicas fueron configurando sucesivos hechos de pensamiento de masas y
de organización social, y que Marx halló en este esquema una verdad.
Pero también es verdad que, al
tratar de explicar el proceso de cambio de unos modos de producción
tecnoeconómicos a otros, quiso seguir el modelo de la filosofía dialéctica de
Hegel, y en esto se equivocó. Como la realidad, pese a algunas apariencias, no
suele ser binaria, no puede ser dialéctica. A mediados del siglo XX, Lysenko
intentó hacer unas ciencias naturales dialécticas, y falló.
Por tanto, mientras que el
materialismo histórico de Marx acertó en su teoría de la historia, el
materialismo dialéctico quedó falsado, en términos de Popper, y tanto la Teoría
Queer como el feminismo de la igualdad tendrían que desprenderse de él. Vamos a
ver cómo podría ser, a partir del no-binarismo.
TEORÍA DE LA HISTORIA
Marx enumeró como modos de
producción el comunismo primitivo, el esclavismo, el asiático (a falta de un
nombre mejor), el feudalismo, el capitalismo, el comunismo.
V. Gordon Childe, marxista
heterodoxo, enumeró la sociedad recolectora, la cazadora, la
labradora/pastoril, la mercantil, la industrial; hoy habría añadido la
informática.
Marx suponía que el cambio de un
modo de producción a otro se producía por tensiones sociales del tipo de
dominación/sumisión, lo que llevaba a la hipótesis dialéctica de la lucha de
clases.
Childe se fijó más bien, de
acuerdo con el materialismo histórico, en los avances técnicos que, en
determinadas circunstancias, permiten un inmenso desarrollo económico, del que
sus autores son generalmente inconscientes. Así, entre la sociedad recolectora
(vegetales, pequeños animales, carroña) y la cazadora, están las armas
arrojadizas (grandes animales, pieles, división sexual del trabajo, primer
patriarcado); de la cazadora, por extinción o casi extinción de las presas, se
pasa por medio del consumo de cereales silvestres y por la domesticación, a las
sociedades labradora de huertos (por las mujeres; matrilinealidad) y pastoril
(por los varones; patrilinealidad, segundo patriarcado) y por las guerras entre
unas y otras, a la victoria de las pastoriles, y su explotación de las agrarias
(patriarcado generalizado, agricultura de arado, esclavitud, excedentes)
Por medio de los excedentes,
surgieron las sociedades sucesivas, fundadas en el comercio, la artesanía, la
minería. Por eso, Childe habla con razón de la Revolución Agraria o Neolítica
como el mayor de los cambios de la historia humana, con una capacidad de
transformación inmensa. Fue iniciada por las mujeres de la sociedad cazadora al
entrar en crisis la caza, buscando fuentes de alimentación complementarias, y
al hallarlas, se liberaron insensiblemente por considerarse las dueñas de la
tierra, e iniciar así un sistema matrilineal.
Pero después de las guerras con
los pastores y la vuelta al patriarcado, el aumento de los excedentes con los
arados masculinos, su propiedad, su transporte, su intercambio crearon las
primeras sociedades de clases, la esclavitud, la posesión/desposesión, el salario, las ciudades,
los primeros estados, los grandes almacenes, la escritura para controlarlos… y
a partir de ahí, a lo largo de los siglos, los grandes inventos secundarios,
como la rueda, las poleas, la imprenta, la brújula o la pólvora, que no fueron
capaces sin embargo de cambiar fundamentalmente la civilización, hasta el punto
de que, con todos ellos, Napoleón vivía poco más o menos como los romanos,
mientras que la máquina de vapor, en Inglaterra, creó la Revolución Industrial,
un cambio tan enorme como la Revolución
Agraria, que generó, con sus masas al obrerismo y al primer feminismo.
De la Revolución Industrial del
vapor se pasó a la electricidad y al petróleo, a la tecnociencia, por primera
vez un hecho de masas, su participación en la industria comenzó a liberar a las
mujeres, y repentinamente, casi enseguida, nos hallamos en la Revolución de la
Información, o Informática, en la que mujeres, intersex, varones, nos
encontramos en igualdad de condiciones para usar, desarrollar e innovar los recursos económicos.
En esta visión general queda
claro que los inventos técnicos fundamentales para el cambio socioeconómico han
sido a veces casuales y aparentemente secundarios. En las armas arrojadizas sí
puede verse una intención consciente desde el primer momento de cazar animales
de otra forma inaccesibles; pero en el descubrimiento de la utilidad de las
semillas para ser sembradas, aparte de ser comidas, puede verse una serie de
iniciativas a corto plazo, que se fueron convirtiendo en una inmensa iniciativa
a largo plazo, de la que sus protagonistas no podían tener conciencia. ¿Puede
verse, en los orígenes de la máquina de vapor, algo más que la intención de los
fabricantes de conseguir más productos a menor precio; pudieron figurarse algo
más allá de ello, como enseguida empezó a visualizarse con los ferrocarriles?
Queda claro que el motor de la
historia no ha sido la épica de las luchas de clases o de sexos, que son
reales, pero han podido tardar siglos o milenios en conseguir transformaciones
decisivas como las revoluciones liberales o comunistas (cayendo todas éstas,
salvo la china, por la dialéctica; la china está creando el empresariado
después de la revolución)
La historia se transforma por
determinados y aparentemente aleatorios
hallazgos técnicos; por las armas arrojadizas, el uso de las semillas, la
máquina de vapor, los ordenadores y los móviles (en 1945 se creía que la bomba
atómica iba a crear la Era Atómica; pero no ha sido así); estos hallazgos
forman la infraestructura de las sociedades; a partir de ellos, se forma la
superestructura, como bien vio Marx; pero no en términos dialécticos, como
también creyó ver.
UNA TEORÍA QUEER NO DIALÉCTICA
¿Es posible, por tanto, una
Teoría Queer que abandone la dialéctica?
Teóricamente, sí. Algunos de los
conceptos fundamentales de la Teoría Queer reflejan hechos reales y la voluntad
de darles fin, pero no tienen que
obtener su sentido de un análisis dialéctico.
El primero de ellos es la
heteronormatividad o intento de aplicar a toda la sexualidad humana las normas
que rigen las relaciones heteras.
Es fácil traducir esta
heteronormatividad como una consecuencia del patriarcado descubierto por la
teoría feminista de la igualdad. Pero que este patriarcado, aunque muy
extendido a lo largo del tiempo y a lo ancho de la Tierra, haya sido temporal,
no haya existido siempre, excluye el análisis dialéctico.
Durante mucho más tiempo que él,
ligado a la sociedad cazadora y luego a la pastoril, han existido otras formas.
Durante decenas de miles de años, existió la sociedad recolectora, cuyas formas
podían ser semejantes a las de los bonobos, en cuya sociedad el único vínculo
duradero es el de madre/hijo y en el que las madres, por la fuerza de su
unidad, controlan el conjunto de la sociedad, por encima de los machos, que
actúan más independientemente.
Luego, hubo algunos milenios de
sociedad patriarcal, la cazadora (pero en la que a menudo se consentían
transiciones de género relacionadas con la aptitud para la caza/guerra,
feminizándose los varones que no querían participar en ellas y virilizándose las
mujeres aptas) Pero después, en las sociedades agrarias, la mujer volvió a
fundar la vida social, como dueña de la tierra, y simbólicamente, mediante la
matrilinealidad.
Por tanto, los restos del
patriarcado que han llegado a nuestros tiempos, muy agobiantes todavía en la
cultura islámica, la heteronormatividad que todavía preside nuestras vidas,
pueden ser transformados sin recurrir a artificios dialécticos. No hace falta
terminar con los sexos ni con los géneros, es preciso más bien crear una libertad
de género (concepto difuso) en la que todas las formas de sexogénero, heteras,
homos, trans, intersex, queer, encuentren un sitio igualitario, una expresión libre, como de hecho estamos
viendo cada día en las nuevas generaciones de
nuestra sociedad.
La relación de los conceptos
feministas, queer y difusos resulta muy fecunda. En la medida en que la
heteronormatividad del patriarcado incluye la patrilinealidad y ésta es siempre
insegura, la Teoría Difusa ve la extraordinaria rigidez del Código de Género
patriarcal, cuya finalidad es asegurar al máximo el control de la mujer y su
fecundación, y que es manifiestamente penal, pues incluye castigos para las
contravenciones que van de la irrisión a la expulsión del hogar o incluso la
muerte para el adulterio o la homosexualidad.
Por tanto, una tarea común de la
Teoría Queer y la Teoría Difusa puede ser el derribo del Código de Género
patriarcal y su sustitución por una Carta de Libertad de Género más inspirada
en el sistema matrilineal.
A partir de esta
desdialectización, la Teoría Queer seguiría sin embargo más centrada en la
liberalización de la variabilidad de sexogénero, interesada por un futuro que
sea más humanizador, mientras que la Teoría Difusa se ha centrado más bien en
los orígenes biológicos de la variabilidad sexogenérica
Parece que la variabilidad Queer,
originada en la temática de la orientación y de la expresión de género, puede
interesarse también por más por el segmento intermedio de los continuos de
sexogénero, mientras que la variabilidad Difusa, conforme a su origen trans,
puede interesarse sobre todo por los acercamientos intersex a los dos grandes
atractores estadísticos.